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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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HORMIGAS DE ARGENTINA. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> de Argentina (Iridomyrmex humilis) llegaron a<br />

Francia en 1920. Fueron transportadas con toda verosimilitud en planteles de laureles rosa<br />

destinados a ornamentar las carreteras de la Costa Azul.<br />

Se señala por primera vez su existencia en 1866, en Buenos Aires (de ahí el nombre que se les<br />

dio) En 1891 aparecen en Estados Unidos, en Nueva Orleáns.<br />

Ocultas en la paja de los establos de unos caballos argentinos exportados, llegan a<br />

continuación a África del Sur en 1908, a Chile en 1910, a Australia en 1917 y a Francia en 1920.<br />

Esta especie se caracteriza, no sólo por su tamaño ínfimo, que la convierte en un pigmeo por<br />

comparación con otras <strong>hormigas</strong>, sino también por una inteligencia y una agresividad bélica que<br />

son aún sus principales características.<br />

Apenas establecidas en el sur de Francia, las <strong>hormigas</strong> de Argentina declararon la guerra a<br />

todas las especies autóctonas... ¡y vencieron!<br />

En 1960, franquearon los Pirineos y llegaron hasta Barcelona. En 1967, cruzaron los Alpes y<br />

llegaron hasta Roma. Luego, a partir de los años setenta, las Iridomyrmex empezaron a<br />

remontarse hacia el norte. Se cree que cruzaron el Loira aprovechando una sequía estival a<br />

finales de los años noventa. Estos invasores, cuyas estrategias de combate no tienen nada que<br />

envidiar a las de un César o un Napoleón, se encontraron ante dos especies un poco más<br />

coriáceas: las <strong>hormigas</strong> rojas (al sur y el este de la región parisina) y las <strong>hormigas</strong> faraón (al<br />

norte y al oeste de París)<br />

68<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

La batalla de las Amapolas no se ha ganado. Shi-gae-pu decide, a las 10.13 h, enviar refuerzos.<br />

Doscientas cuarenta legiones del ejército de reserva irán a reunirse con las supervivientes de la primera<br />

carga. Se les explica el golpe de los «tanques» <strong>Las</strong> antenas se unen en CA. Ha de haber algún medio<br />

para acabar con esas extrañas máquinas...<br />

Hacia las 10.30 h. una obrera hace una sugerencia: <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> rompegranos tienen la movilidad<br />

que les dan las seis obreras que las llevan. Basta cortarles esas «patas vivientes»<br />

Y aparece otra idea:<br />

El punto débil de sus máquinas es la dificultad con que dan media vuelta. Se puede utilizar esta<br />

desventaja. Sólo hay que formar en cuadros compactos. Cuando las máquinas carguen, nos<br />

apartamos para dejarlas pasar sin resistencia. Luego, cuando aún las arrastre el impulso, las<br />

atacamos por detrás. No les dará tiempo de volverse.<br />

Y una tercera:<br />

La sincronización del movimiento de las patas se consigue, como hemos visto, mediante contacto<br />

antenar. Basta cortar las antenas de las rompegranos para que ya no puedan dirigir a sus portadoras.<br />

Se aceptan las tres ideas. Y las enanas empiezan a preparar su nuevo plan de batalla.<br />

SUFRIMIENTO. ¿Son capaces de sufrir las <strong>hormigas</strong>? A priori, no. No tienen un sistema<br />

nervioso adaptado a este uso. Y si no hay nervio, no hay mensaje de dolor. Eso podría explicar<br />

que fragmentos de <strong>hormigas</strong> sigan «viviendo» a veces mucho tiempo independientemente del<br />

resto del cuerpo.<br />

La ausencia de dolor hace que se plantee un nuevo mundo de ciencia ficción. Sin «dolor» no<br />

hay miedo, quizá ni siquiera conciencia de sí. Durante mucho tiempo los entomólogos se han<br />

inclinado por esta teoría: las <strong>hormigas</strong> no sufren, y de ahí parte la cohesión de su sociedad. Eso<br />

lo explica todo, y no explica nada. Y esta idea tiene otra ventaja: nos evita el escrúpulo de matarlas.<br />

A mí un animal que no sintiese dolor... me daría mucho miedo.

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