Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
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–Parece algo propio de brujos.<br />
–En cualquier caso es algo muy, muy profundo.<br />
–¿El sentido de la frase?<br />
–No, la escalera. Parece que hay kilómetros de escalones ahí abajo.<br />
Siguieron descendiendo. Debían de encontrarse ya unos ciento cincuenta metros por debajo del<br />
nivel de la ciudad. Y la escalera seguía bajando siempre dando vueltas. Como una hélice de ADN.<br />
Casi les daba vértigo. Abajo, cada vez más abajo.<br />
–Podemos seguir así indefinidamente –protestó un bombero. No estamos preparados para hacer<br />
espeleología.<br />
–Yo creí que sólo había que sacar a alguien de una bodega –dijo otro, que llevaba la camilla<br />
hinchable. Mi mujer me esperaba a cenar a las ocho. Debe estar encantada, ya son las diez.<br />
Galin se hizo cargo de la situación.<br />
–Oídme, muchachos. Ahora estamos más cerca del fondo que de la superficie, de manera que<br />
hagamos un pequeño esfuerzo más. No vamos a renunciar a medio camino.<br />
Pero no habían hecho ni la décima parte del camino.<br />
Al cabo de muchas horas de CA a una temperatura de alrededor de 15°, un grupo de <strong>hormigas</strong><br />
mercenarias amarillas tiene una idea, que en seguida reconocen como la mejor todos los demás centros<br />
nerviosos.<br />
Resulta que Bel-o-kan tiene muchos soldados mercenarios de una especie un tanto especial: las<br />
«rompedoras de grano» Tienen como característica estar provistas de una voluminosa cabeza y<br />
grandes mandíbulas cortantes que les permiten romper granos incluso muy duros. No son muy eficaces<br />
en el combate, ya que sus patas son demasiado cortas bajo el cuerpo demasiado pesado.<br />
Entonces, ¿por qué arrastrarse penosamente hasta el lugar del enfrentamiento para causar sólo<br />
ligeros destrozos? <strong>Las</strong> rojas habían acabado destinándolas a tareas hogareñas, como, por ejemplo,<br />
cortar tallos grandes.<br />
Según las <strong>hormigas</strong> amarillas, existe sin embargo un medio para convertir a esas grandes zopencas<br />
en rayos de la guerra. Basta con hacer que las lleven seis pequeñas y ágiles obreras.<br />
Así, las rompegranos, guiando mediante olores a sus «patas vivientes», pueden lanzarse a gran<br />
velocidad contra sus adversarias y cortarlas en trozos con sus grandes mandíbulas.<br />
Algunos soldados saturadas de azúcar hacen pruebas en el solario.<br />
Seis <strong>hormigas</strong> levantan a una rompegranos y corren tratando de sincronizar sus pasos. Parece<br />
funcionar muy bien.<br />
La ciudad de Bel-o-kan acaba de inventar el tanque.<br />
Nunca más se les volvió a ver.<br />
Al día siguiente, aparecieron los titulares en la Prensa: «Fontainebleau.- Ocho bomberos y un<br />
inspector de Policía desaparecen misteriosamente en una bodega»<br />
Con el alba violácea, las <strong>hormigas</strong> enanas rodean la Ciudad prohibida de La-chola-kan dispuestas<br />
para librar batalla. <strong>Las</strong> rojas, aisladas en su tocón, están hambrientas y agotadas. No deberían resistir<br />
mucho tiempo.<br />
Los combates se reanudan. <strong>Las</strong> enanas conquistan dos barrios suplementarios después de un<br />
prolongado duelo de artillería con ácido. La madera corroída por los disparos vomita los cadáveres de<br />
los soldados sitiados.<br />
<strong>Las</strong> últimas supervivientes rojas ya no pueden más. <strong>Las</strong> enanas se internan en la Ciudad. Los<br />
francotiradores ocultos en las anfractuosidades de los techos apenas contienen su marcha.<br />
La cámara nupcial no debe de estar muy lejos. En su interior, la reina Lacho-la-kiuni empieza a<br />
ralentizar los latidos de su corazón. Todo está perdido.<br />
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