Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
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grasas, se entregaron a un auténtico exterminio de los caracoles de la región.<br />
Por otra parte, desarrollaban prácticas verdaderamente sorprendentes; por ejemplo, no tenían<br />
sexuadas aladas ni vuelo nupcial. <strong>Las</strong> hembras hacían el amor y ponían entre ellas, bajo tierra. Así,<br />
cada ciudad de las enanas no tenía una única ponedora, sino muchos centenares de ellas. Eso les daba<br />
una seria ventaja: aparte de una natalidad muy superior a la de las rojas, unas vulnerabilidad mucho<br />
menor. Ya que si bastaba matar a la reina para decapitar una ciudad roja, la ciudad enana podía renacer<br />
mientras quedase en ella la menor sexuada.<br />
Y no sólo era eso. La enanas tenían otra filosofía para la conquista de territorios. Mientras las rojas,<br />
al favor de los vuelos nupciales, aterrizaban lo más lejos posible para a continuación vincularse<br />
mediante pistas con el imperio de la federación, las enanas, por su parte, avanzaban centímetro a<br />
centímetro a partir de sus ciudades centrales.<br />
Incluso su pequeña talla constituía una ventaja: necesitaban muy pocas calorías para alcanzar una<br />
viveza de ánimo y una capacidad de acción muy altas. Se había podido medir la rapidez de sus<br />
reacciones con ocasión de una gran lluvia. Mientras las rojas aún estaban sacando con grandes fatigas<br />
sus rebaños de pulgones y sus últimos huevos de los corredores inundados, hacía muchas horas que<br />
las enanas habían construido un nido en una anfractuosidad de la corteza del gran pino y habían<br />
cambiado de lugar todos sus tesoros.<br />
Belo-kiu-kiuni se agita, como para hacer a un lado sus inquietas reflexiones. Pone dos huevos, dos<br />
huevos de guerreras. <strong>Las</strong> nodrizas no están ahí para recogerlos, y la reina tiene hambre. Así que se los<br />
come golosamente. Son una excelente fuente de proteínas.<br />
Juega con su planta carnívora. Sus preocupaciones han vuelto a aparecer. El único medio de hacer<br />
frente a ese arma secreta sería inventar otra, aún más eficaz y terrible. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> rojas han<br />
descubierto sucesivamente el ácido fórmico, la hoja escudo, las trampas de cola. Basta con encontrar<br />
otra cosa. Un arma que deje a las enanas llenas de estupor, algo todavía peor que su rama destructora.<br />
La reina sale de sus aposentos, se reúne con unos soldados y habla con ellos. Sugiere que se formen<br />
grupos de reflexión en relación con el tema «encontrar un arma secreta para oponerla a su arma<br />
secreta» El Nido responde favorablemente a su estímulo.<br />
Por todas partes se forman grupos de soldados, y también de obreras, que incluyen tres y cinco<br />
individuos. Al conectar sus antenas en forma triangular o pentagonal, operan centenares de<br />
comunicaciones absolutas.<br />
–¡Cuidado, voy a detenerme! –dijo Galin, que no tenía ningunas ganas de recibir en la espalda el<br />
empujón de ocho bomberos zapadores.<br />
–¡Qué oscuro está ahí abajo! Pasadme una linterna más potente. –Se volvió y le pasaron una gran<br />
linterna. Los bomberos no parecían muy tranquilos. Y sin embargo llevaban chaquetas de cuero y<br />
casco. ¡Mira que no haber pensado en ponerse algo más adecuado a este tipo de expedición que una<br />
chaqueta de ciudad!<br />
Bajaban con prudencia. El inspector, que actuaba como los ojos del grupo, alumbraba cada rincón<br />
antes de dar un paso. Era más lento, pero también era más seguro.<br />
El haz de la linterna barrió una inscripción grabada en la bóveda, a la altura de los ojos.<br />
Examínate a ti mismo.<br />
Si no te has purificado asiduamente,<br />
<strong>Las</strong> bodas químicas te causarán daño.<br />
Desgracia para el que se entretenga ahí abajo.<br />
Que se abstenga el que sea demasiado ligero.<br />
–¿Han visto eso? –preguntó un bombero.<br />
–Es una antigua inscripción, eso es todo –dijo tranquilizador el inspector Galin.<br />
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