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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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—¿Hormigas? Evidentemente. Evidentemente.<br />

El comisario Bilsheim, bastante desorientado, se dedicó a menear la cabeza murmurando varios<br />

«evidentemente» más. El asunto tenia mal cariz. No era la primera vez que tenia que hacerse cargo de<br />

casos «especiales» Incluso se podría decir que le endilgaban todas las manzanas podridas. Sin duda<br />

eso tenia que ver con sus principales cualidades: a los locos les daba la sensación de que por fin habían<br />

encontrado en él unos oídos comprensivos.<br />

Era un don de nacimiento. Ya cuando era muy pequeño, sus compañeros de clase iban a verle para<br />

confiarle sus delirios. Él, entonces, meneaba la cabeza con aire de comprender mirando a su<br />

interlocutor, no diciendo más que «evidentemente» La cosa funcionaba siempre. Uno se complica la<br />

vida al querer introducir frases sofisticadas y cumplidos para impresionar o seducir a la gente que tiene<br />

delante. Bilsheim se había dado cuenta de que la simple palabra «evidentemente» era ampliamente<br />

suficiente. Otro misterio de la intercomunicación humana elucidado.<br />

El fenómeno era tanto más curioso cuanto que el joven Belsheim, que no hablaba prácticamente<br />

nunca, había conseguido la reputación en la escuela de ser un gran orador. Incluso llegaban a pedirle<br />

que hiciese los discursos de fin de año.<br />

Belsheim hubiese podido llegar a ser psiquiatra, pero el uniforme ejercía una auténtica fascinación<br />

sobre él. Y en cuanto a eso, la bata blanca no era suficiente a sus ojos. En un mundo violento, la<br />

Policía y el Ejército eran los portaestandartes de quienes «no se dejan» Ya que, aunque creía<br />

comprenderles, Bilsheim detestaba a toda esa gente que habla y habla. ¡Gente sin cerebro! El colmo de<br />

lo molesto era para él la gente que habla en voz alta en el Metro, reproduciendo una escena que acaban<br />

de vivir y por la que quieren volver a pasar.<br />

Cuando Belsheim entró en la Policía, sus superiores se dieron cuenta en seguida de cuál era su don.<br />

Le endilgaban de forma sistemática todos los casos «incomprensibles» La mayor parte de las veces no<br />

resolvía el caso en absoluto, pero de todos modos él se hacía cargo, y eso ya era mucho.<br />

–Y también está lo de las cerillas.<br />

–¿Qué pasa con las cerillas?<br />

–Hay que formar cuatro triángulos con seis cerillas si uno quiere encontrar la solución.<br />

–¿Qué solución?<br />

–La «nueva manera de pensar» La «otra lógica» de la que hablaba papá.<br />

– Evidentemente.<br />

Esta vez, el niño se rebeló.<br />

–No. Evidentemente, no. Hay que buscar la forma geométrica que permite formar cuatro triángulos.<br />

<strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong>, el tío Edmond, las cerillas, todo está relacionado.<br />

–¿El tío Edmond? ¿Quién es ese tío Edmond?<br />

Nicolás se animó.<br />

–Es el que escribió la Enciclopedia del saber relativo y absoluto. Pero ha muerto, quizá a causa de<br />

las ratas. Fueron las ratas las que mataron a Ouarzazate.<br />

El comisario suspiró. ¡Aterrador! ¿Qué va a ser de este chico cuando sea mayor? Como mínimo,<br />

será un alcohólico. El inspector Galin llegó por fin con los bomberos. Bilsheim le miró con orgullo.<br />

Era una hacha, el tal Galin. Y también un perverso. <strong>Las</strong> historias de locos le excitaban. Cuanto más<br />

retorcida era la cosa más le interesaba.<br />

Bilsheim el compresivo y Galin el entusiasta formaban entre las dos la oficiosa brigada de los<br />

asuntos «de locos de los que nadie quiere ocuparse» Ya les habían enviado a resolver el caso de «la<br />

ancianita comida por sus gatos», y el de «la prostituta que ahogaba a sus clientes con la lengua», eso<br />

sin olvidar el caso del «reductor de cabezas de charcuteros»<br />

–Está bien –dijo Galin. Usted se queda aquí, jefe, bajamos y se los traemos en las camillas inflables.<br />

En la estancia nupcial, la Madre ha dejado de poner huevos. Levanta una sola antena y pide que la<br />

dejen sola. Sus sirvientas desaparecen.<br />

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