Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
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El corredor es bastante amplio, pero los tres bajan con prudencia por él. Tras un corto trayecto,<br />
llegan a una amplia sala llena de alimentos. Harinas, miel, grano, carnes diversas... Hay cantidades<br />
sorprendentes de todo ello, como para alimentar a la Ciudad entera durante cinco hibernaciones. Y de<br />
todo ello se desprende el mismo olor a roca de las guerreras que les persiguen.<br />
¿Cómo es posible que se haya dispuesto aquí una despensa tan bien provista? Y con una lomechuse<br />
para bloquear el acceso, nada menos. Tal información nunca ha circulado entre las antenas del Nido.<br />
Los tres comen copiosamente y luego unen sus antenas para tener un conciliábulo. La cuestión<br />
resulta cada vez más tenebrosa. El arma secreta que acaba con la expedición número uno, las guerreras<br />
con un olor especial que les atacan en todas partes, la lomechuse, un escondite lleno de alimentos<br />
debajo de la Ciudad... Lo cosa va más allá de la hipótesis de un grupo de espías mercenarias al servicio<br />
de las enanas. O es que están extraordinariamente bien organizadas.<br />
327 y sus compañeras no tienen ocasión de profundizar en su reflexión. Unas vibraciones sordas<br />
repercuten en la profundidad. Allí arriba, las obreras tamborilean con el extremo del abdomen sobre el<br />
suelo. Es algo grave. Es la segunda fase de la alerta. No pueden ignorar esa llamada. <strong>Las</strong> patas dan<br />
automáticamente media vuelta. Sus cuerpos, movidos por una fuerza irreprimible, están ya en camino<br />
para unirse al resto del Nido.<br />
La hormiga coja, que les seguía a buena distancia, se siente aliviada. ¡Menos mal! No han<br />
descubierto nada...<br />
Por fin, como ni su padre ni su madre volvían a subir de la bodega, Nicolás decidió avisar a la<br />
Policía. Y fue un niño hambriento y con los ojos enrojecidos el que apareció en la comisaría<br />
explicando que sus padres «habían desaparecido en la bodega», y que posiblemente habían sido<br />
devorados por las ratas o por las <strong>hormigas</strong>. Dos policías atónitos le acompañaron hasta el sótano del<br />
número 3 de la calle de los Sybarites.<br />
INTELIGENCIA (continuación) Vuelta al experimento, pero esta vez con una cámara de<br />
vídeo.<br />
Sujeto: una hormiga de la misma especie y del mismo nido.<br />
–Primer día: tira de la hierbecita, la empuja y la muerde sin ningún resultado.<br />
—Segundo día: lo mismo.<br />
–Tercer día: ¡ya está! Ha encontrado algo; tira un poco, introduce el abdomen en el<br />
agujero, lo hincha, luego baja la presa y vuelve a empezar. Así, con pequeños empujones, saca<br />
lentamente la hierbecita.<br />
Así que era eso...<br />
59<br />
EDMOND WELLS<br />
Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />
La alerta la ha provocado un acontecimiento extraordinario. La-chola-kan, la ciudad hija situada<br />
más al oeste, ha sido atacada por legiones de <strong>hormigas</strong> enanas.<br />
Así que se han decidido...<br />
Y ahora la guerra es inevitable.<br />
Los supervivientes, que han conseguido superar el bloqueo impuesto por las shigaepuyanas, cuentan<br />
cosas increíbles. Según ellos, lo que ocurrió fue lo siguiente:<br />
A 17° de temperatura, una larga rama de acacia se acercó a la entrada principal de La-chola-kan.<br />
Una rama anormalmente móvil. Se hundió de golpe y destrozó el orificio... girando.<br />
<strong>Las</strong> centinelas salieron entonces para atacar a ese objeto perforante no identificado, pero todas<br />
murieron. Entonces, todo el mundo se quedó sin hacer nada esperando a que la rama acabase con el<br />
destrozo. Pero no acababa nunca.