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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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Desempeñan otra vez su papel de perforadoras, y desembocan al otro lado en una gran sala que<br />

huele a excrementos.<br />

<strong>Las</strong> treinta soldados unidas a su causa están en efecto allí, esperándoles. Pero para conversar con<br />

ellas habría que conocer los rudimentos del juego del rompecabezas, porque están todas ellas divididas<br />

en piezas. A menudo la cabeza queda bastante lejos del tórax.<br />

Horrorizados, inspeccionan la macabra sala. ¿Quién puede haberlas matado así, justo bajo los<br />

pies de Bel-o-kan?<br />

Seguramente algo procedente de abajo, emite el macho 327.<br />

A mí no me lo parece, replica la hembra, y le propone que perfore el suelo.<br />

El macho hinca en él las mandíbulas. Dolor. Lo que hay abajo es roca.<br />

Una enorme roca de granito, precisa un poco tarde 103.683. Es el fondo, la tierra firme en que se<br />

asienta la Ciudad. Es espeso, muy espeso. Y grande, muy grande. Nunca se han encontrado sus<br />

límites.<br />

Quizá sea, después de todo, el fin del mundo. Y entonces se manifiesta un extraño olor. Algo acaba<br />

de entrar en la sala. Algo que inmediatamente les resulta simpático. No, no es una hormiga del Nido,<br />

sino un coleóptero lomechuse.<br />

Cuando era sólo una larva, 56 había oído hablar a la madre de este insecto:<br />

No hay sensación que pueda igualarse a la que acompaña la absorción del néctar de la lomechuse<br />

una vez se ha probado. Fruto de todos los deseos físicos, su secreción anula las voluntades más<br />

decididas.<br />

Tomar esta sustancia suspende el dolor, el miedo la inteligencia. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> que tienen la suerte<br />

de sobrevivir a su proveedora de veneno abandonan irresistiblemente la Ciudad en busca de nuevas<br />

dosis. Ya ni comen ni descansan, y caminan hasta el agotamiento. Luego, si no encuentran una<br />

lomechuse se quedan inmóviles en una brizna de hierba y se abandonan a la muerte, recorridas por las<br />

mil mordeduras de la carencia.<br />

En su infancia, 56 preguntó un día por qué se toleraba la entrada de esa calamidad pública en la<br />

Ciudad, cuando las termitas y las abejas la masacraban sin ningún miramiento. Entonces, la Madre le<br />

respondió que hay dos formas de hacer frente a un problema: o bien se le impide que se acerque, o<br />

bien se deja uno atravesar por él. La segunda no es forzosamente la peor manera. <strong>Las</strong> secreciones de la<br />

lomechuse, bien dosificadas o mezcladas con otras sustancias, se convierten en excelentes medicinas.<br />

El macho es el primero que se adelanta hacia el insecto. Subyugado por la belleza de los aromas que<br />

emana la lomechuse, le lame los pelos del abdomen. Éstos supuran jugos alucinógenos. Un hecho<br />

turbador: el abdomen de la envenenadora, con sus dos largos pelos, tiene exactamente la misma<br />

configuración que una cabeza de hormiga con sus dos antenas.<br />

La hembra 56 se lanza también hacia el insecto, pero no tiene tiempo de empezar a gozar. Un chorro<br />

de ácido silba. 103.683 ha desenvainado y disparado. La lomechuse quemada se retuerce de dolor.<br />

La soldado comenta sobriamente su intervención.<br />

No es normal encontrar a este insecto a esta profundidad. <strong>Las</strong> lomechuses no saben hacer agujeros<br />

en el suelo. Alguien la ha traído por propia voluntad para impedirnos ir más lejos. Por aquí hay algo<br />

que descubrir.<br />

Los otros dos, avergonzados, no pueden menos que admirar la lucidez de su compañera. Los tres<br />

buscan durante mucho tiempo. Apartan los granos de arena, husmean por los más pequeños rincones<br />

de la estancia. Hay pocos indicios. Sin embargo, acaban reconociendo un olor conocido. El ligero olor<br />

a roca de los asesinos. Es apenas perceptible, sólo dos o tres moléculas, pero con eso basta. Y procede<br />

de ahí. Justo bajo esa roca pequeña. La mueven y descubren un pasadizo secreto. Otro más.<br />

Aunque éste tiene una característica importante: no está excavado ni en la tierra ni en la madera.<br />

Está decididamente excavado en la roca granítica. Ninguna mandíbula ha podido hincarse en ese<br />

material.<br />

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