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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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alguien cálido y oloroso. Y ese alguien emite.<br />

¿Quién eres?<br />

El mensaje olfativo es claro, preciso, imperativo. Gracias a sus ocelos infrarrojos, distingue al gran<br />

animal que le interroga. Calculando a ojo, su peso debe de ser por lo menos de noventa granos de<br />

arena. Sin embargo, no es soldado. Es algo que hasta ese momento no había sentido ni visto.<br />

Una hembra.<br />

¡Y qué hembra! Se da tiempo para examinarla. Sus gráciles patas de contorno perfecto están<br />

decoradas con pequeños pelos deliciosamente untados con hormonas sexuales. Sus gruesas antenas<br />

exhalan poderosos olores. Sus ojos de reflejos rojos son como dos arándanos. Tiene un abdomen<br />

masivo, liso y estilizado. El amplio escudo torácico está cubierto por un mesotomo adorablemente<br />

granuloso. Y, por fin, sus alas son dos veces más grandes que las de él.<br />

La hembra abre sus encantadoras mandíbulas y... salta sobre él para decapitarle.<br />

–¡Sí!<br />

Casi no puede tragar, se ahoga. A la vista de la falta de pasaportes, la hembra no está dispuesta a<br />

relajar la presa. 327 es un cuerpo extraño al que hay que destruir.<br />

Aprovechando su reducido tamaño, el macho consigue liberarse. Salta sobre la espalda de la hembra<br />

y la atrapa por la cabeza. Se han vuelto las tornas. Ahora le toca a ella tener problemas. La hembra se<br />

debate.<br />

Cuando ya está bastante debilitada, el macho lanza sus antenas adelante. No quiere matarla, sólo<br />

que ella le escuche. <strong>Las</strong> cosas no son sencillas. Quiere tener con ella una CA. Sí, una Comunicación<br />

Absoluta.<br />

La hembra (el macho identifica su número de puesta, que es la 56) aparta sus antenas, rehuyendo el<br />

contacto. Luego se encabrita para desembarazarse de él. Pero él sigue firmemente pegado a su<br />

mesotomo y hace más enérgica la presión de sus mandíbulas. Si aprieta aún más, la cabeza de la hembra<br />

será arrancada como la mala hierba.<br />

La hembra se queda inmóvil.<br />

Con sus ocelos que abarcan un ángulo de 180°, ve claramente a su agresor, extendido sobre su<br />

tórax. Es muy pequeño.<br />

¡Un macho!<br />

La hembra recuerda las lecciones de las nodrizas:<br />

Al contrario que todas las células de la Ciudad, sólo están equipados con la mitad de los<br />

cromosomas de la especie. Son concebidos a partir de huevos no fecundados. Así pues, son grandes<br />

óvulos, o más bien grandes espermatozoides, que viven al aire libre.<br />

La hembra tiene sobre su espalda un espermatozoide que está estrangulándola. La idea casi la<br />

divierte. ¿Por qué unos huevos se fecundan y otros no? Probablemente debido a la temperatura. Por<br />

debajo de los 20°, la espermateca no se puede activar y la Madre pone huevos sin fecundar. Así pues,<br />

los machos surgen del frío. Como la muerte.<br />

Es la primera vez que la hembra ve un macho de carne y quitina. ¿Qué puede estar buscando aquí,<br />

en el gineceo de las vírgenes? Es territorio tabú, reservado para las células sexuales femeninas. Si<br />

cualquier célula extraña puede entrar en su frágil santuario, entonces es que la puerta está abierta a<br />

todas las infecciones.<br />

El macho 327 busca de nuevo la comunicación antenal. Pero la hembra no se lo permite. Aparta las<br />

antenas y las pega en seguida contra su cabeza; si él roza el segundo segmento, ella lleva las antenas<br />

hacia atrás. La hembra no quiere.<br />

El macho incrementa aún más la presión de las mandíbulas y consigue poner en contacto su séptimo<br />

segmento antenar con el séptimo segmento de ella. La hembra 56 nunca se ha comunicado de esa<br />

manera. Le han enseñado a evitar cualquier contacto, a lanzar y recibir tan sólo efluvios aéreos. Pero<br />

sabe que esta forma de comunicación es engañosa. Un día la Madre había emitido una feromona sobre<br />

este tema:<br />

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