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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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media llegamos a las cámaras exteriores. Una especie de líquido negro y crepitante empezó a fluir.<br />

Millares de soldados paroxísticos abrían y cerraban las mandíbulas, que en esta especie son cortantes<br />

como hojas de afeitar. Se pegaban a nuestras botas mientras nosotros seguíamos adelante a fuerza de<br />

pico y pala hacia la cámara nupcial. Y por fin encontramos nuestro tesoro. La reina. Un insecto diez<br />

veces más grande que nuestras reinas europeas. La fotografiamos desde todos los ángulos mientras ella<br />

seguramente debía de gritar el God save the Queen en su lengua odorífera... El efecto no tardó en<br />

producirse. Llegaron guerreras de todas partes, aglomerándose sobre nuestros pies. Algunas subían<br />

incluso escalando a sus congéneres que estaban ya sobre nuestras botas de goma. Desde ahí, pasaban a<br />

meterse bajo nuestros pantalones y camisas. Todos nos convertimos en Gulliver, pero nuestros<br />

liliputienses sólo pensaban en hacer de nosotros tiras comestibles. Sobre todo había que procurar que<br />

no se introdujesen por ninguno de nuestros orificios naturales; nariz, boca, ano, tímpano. Porque si no,<br />

estábamos listos: las <strong>hormigas</strong> perforan desde dentro.<br />

Jonathan se mantenía en silencio, más bien impresionado. Y en cuanto al profesor, éste parecía<br />

revivir la escena con gestos que tenían la energía de los del hombre joven que ya no era.<br />

–Nos dábamos grandes palmadas quitándonoslas de encima. A ellas les guiaba nuestro aliento y<br />

nuestra transpiración. Todos habíamos hecho ejercicios de yoga para respirar despacio y controlar el<br />

miedo. Tratábamos de olvidar, de no pensar en aquellas tenazas de las guerreras que trataban de<br />

matarnos. Tomamos dos rollos de fotos, algunas de ellas con flash. Cuando acabamos, saltamos todos<br />

fuera de la zanja.<br />

Todos, menos Edmond. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> le habían cubierto hasta la cabeza, y se disponían a<br />

comérselo. Le sacamos rápidamente arrastrándole por los brazos. Le desnudamos y le arrancamos<br />

todas las mandíbulas y cabezas que tenía hincadas en el cuerpo. Todos habíamos pasado por el peligro<br />

de morir, aunque no en la misma medida que él, que iba sin botas. Y, sobre todo, Edmond había<br />

sentido terror, había emitido feromonas de terror.<br />

–Es horrible.<br />

–Es sorprendente que saliese con vida. Pero eso no le hizo aborrecer a las <strong>hormigas</strong>. Por el<br />

contrarío, las estudió aún con mayor entusiasmo.<br />

–¿Y luego?<br />

–Edmond volvió a París. Y ya no hubo más noticias suyas. Ni siquiera telefoneó una sola vez al<br />

bueno de Rosenfeld. Finalmente vi en los periódicos que había muerto. Que descanse en paz.<br />

Apartó la cortina de la ventana para examinar un viejo termómetro fijo en el marco esmaltado.<br />

–Hummm, 30° en pleno mes de abril, es increíble. Cada año hace más calor. Si las cosas siguen así,<br />

dentro de diez años Francia se habrá convertido en un país tropical.<br />

–¿Así estamos?<br />

–No nos damos cuenta porque es algo progresivo. Pero nosotros, los entomólogos, lo vemos en<br />

detalles muy concretos; encontramos especies de insectos típicas de las zonas ecuatoriales en la cuenca<br />

de París, ¿No se ha fijado usted en que las mariposas son cada vez más tornasoladas?<br />

–Pues sí, incluso vi una ayer, roja y negra, posada en un automóvil...<br />

–Seguro que era una zigenia de cinco manchas. Es una mariposa venenosa que hasta ahora sólo se<br />

encontraba en Madagascar. Si esto sigue así... ¿Se imagina usted a las magnan en París? La ola de<br />

pánico... Seria algo divertido...<br />

Después de limpiarse las antenas y de comer algunos trozos tibios de la portera, el macho sin olor<br />

trota por los corredores de madera. Los aposentos maternos están por allí; los siente. Por suerte, la<br />

temperatura es de 25°, y con esta temperatura no hay mucha gente en la Ciudad prohibida. Debería de<br />

poder infiltrarse con facilidad.<br />

De repente, percibe el olor de dos guerreras que llegan en sentido inverso. Una es grande y la otra<br />

pequeña. Y la pequeña tiene un par de patas menos...<br />

Se olfatean recíprocamente sus efluvios a distancia.<br />

¡Increíble, es él!<br />

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