10.05.2013 Views

Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

loquear mejor el orificio, y luego lanza moléculas de alerta.<br />

¡Cuerpo extraño en la Ciudad prohibida! ¡Cuerpo extraño en la Ciudad prohibida! repite como<br />

una sirena.<br />

Mueve sus pinzas para intimidar al indeseable. Con gusto se adelantaría para luchar con él, pero la<br />

consigna es muy clara: obstrucción ante todo.<br />

Ha de actuar de prisa. El macho tiene una ventaja a su favor: ve en la oscuridad, mientras que la<br />

portera es ciega. Se lanza adelante, evita las mandíbulas que golpean al azar y salta para llegar a las<br />

raíces. <strong>Las</strong> corta una tras otra. Brota la sangre transparente. Los dos muñones continúan agitándose,<br />

inofensivos.<br />

Sin embargo, 327 sigue sin poder pasar. El cadáver de su adversaria bloquea el agujero. <strong>Las</strong> patas,<br />

tetanizadas, siguen por reflejo apretándose contra la madera. ¿Qué hacer? Apoya el abdomen en la<br />

frente de la portera y dispara. El cuerpo se estremece; la quitina, corroída por el ácido fórmico,<br />

empieza a fundirse despidiendo un humo gris. Pero la cabeza es gruesa y tiene que disparar cuatro<br />

veces antes de poder abrirse camino a través del cráneo aplastado.<br />

Ya puede pasar. Al otro lado descubre un tórax y un abdomen atrofiados. La hormiga no era más<br />

que una puerta, sólo una puerta.<br />

COMPETIDORAS. Cuando aparecieron las primeras <strong>hormigas</strong>, cincuenta millones de años<br />

más tarde, sólo pensaban en mantenerse con vida. Eran descendientes lejanas de una avispa<br />

salvaje y solitaria, y carecían de grandes mandíbulas y de aguijón. Eran pequeñas y desmedradas,<br />

pero no tontas, y pronto comprendieron que les convenía imitar a las termitas. Tenían<br />

que unirse.<br />

Crearon sus pueblos; construyeron groseras ciudades. <strong>Las</strong> termitas pronto se sintieron<br />

inquietas ante esta competencia. Según ellas, en la Tierra sólo había lugar para una única<br />

especie de insectos sociales.<br />

<strong>Las</strong> guerras eran ya inevitables. En todos los lugares del mundo, en las islas, en las montañas<br />

y los árboles, los ejércitos de las ciudades termitas guerrearon contra los jóvenes ejércitos de las<br />

ciudades <strong>hormigas</strong>.<br />

Era algo nunca visto en el reino animal. Millones de mandíbulas golpeaban a diestro y<br />

siniestro por un objetivo distinto del nutritivo. Un objetivo «político»<br />

Al principio, las termitas, con más experiencia, vencían en todas las batallas. Pero las<br />

<strong>hormigas</strong> se adaptaron. Copiaron las armas termitas e inventaron otras nuevas. <strong>Las</strong> guerras<br />

mundiales termitas-<strong>hormigas</strong> abarcaron todo el planeta, desde los años cincuenta millones hasta<br />

los años treinta millones. Más o menos en esta época, al descubrir las armas de chorro de ácido<br />

fórmico, adquirieron una ventaja decisiva.<br />

Aún en nuestros días prosiguen las batallas entre las dos especies enemigas, pero es raro que<br />

las legiones termitas venzan.<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

–Le conoció usted en África, ¿no es cierto?<br />

–Sí –respondió el profesor. Edmond tenía un gran pesar. Creo recordar que su mujer había muerto.<br />

Edmond se lanzó como loco al estudio de los insectos.<br />

–¿Por qué los insectos?<br />

–¿Y por qué no? Los insectos ejercen una fascinación ancestral. Nuestros antepasados más lejanos<br />

temían ya a los mosquitos que les transmitían fiebres, a las pulgas que les provocaban picazones, a las<br />

arañas que les picaban, al gorgojo que devoraba sus reservas de alimentos. Eso ha dejado una huella.<br />

Jonathan estaba en el laboratorio 326 del centro CNRS de entomología de Fontainebleau, en<br />

compañía del profesor Daniel Rosenfeld, un agradable anciano peinado con cola de caballo, sonriente<br />

36

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!