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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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327 está cansado. Tiene la sensación de debatirse en el agua. Se mueve, pero no adelanta.<br />

Decide ir a ver a Belo-kiu-kiuni personalmente. La madre, que tiene ya catorce inviernos, posee una<br />

experiencia incomparable, ya que las <strong>hormigas</strong> asexuadas que forman la mayoría de la población viven<br />

como máximo tres años. Sólo ella puede ayudarle a encontrar un medio para pasar la información.<br />

El joven macho toma la vía de urgencia que lleva al corazón de la ciudad. Muchos miles de obreras<br />

cargadas con huevos corren por esta amplia galería. Suben sus cargas desde el nivel cuarenta bajo el<br />

suelo hasta las casas-cuna del solano, que está en el nivel treinta y cinco por encima del suelo. Es un<br />

gran flujo de cascaritas blancas llevadas entre las patas, que va de abajo arriba y de la derecha a la<br />

izquierda.<br />

Él tiene que ir en sentido inverso. No es fácil. 327 tropieza con algunas nodrizas, que<br />

inmediatamente amonestan al vándalo. A él le empujan, le arañan, le pisotean, le golpean.<br />

Afortunadamente, el corredor no está saturado. Consigue abrirse camino en la masa movediza.<br />

Tomando a continuación por los túneles pequeños, itinerario más largo aunque menos dificultoso,<br />

corre a buena velocidad. De las arterias pasa a los capilares, de los capilares a las venas. Recorre<br />

kilómetros de esta manera, franquea puentes, arcos, cruza plazas vacías o abarrotadas.<br />

Se orienta sin problemas en medio de la oscuridad, gracias a sus tres ocelos frontales de visión con<br />

infrarrojos. A medida que se va acercando a la ciudad prohibida, el olor dulzón de la Madre se va<br />

haciendo más denso y el número de guardias va en aumento. <strong>Las</strong> hay de todas las subcastas guerreras,<br />

de todos los tamaños, de todas las armas. Pequeñas con grandes mandíbulas dentadas, corpulentas<br />

equipadas con placas torácicas duras como la madera, rechonchas con cortas antenas, artilleras cuyo<br />

abdomen está lleno de venenos convulsivos.<br />

El 327, provisto de olores pasaporte válidos, pasa sin problemas por los puestos de control. <strong>Las</strong><br />

soldados están tranquilas. Se sabe que las grandes batallas territoriales no se han iniciado todavía.<br />

Muy cerca ya de su objetivo, presenta su identificación a las <strong>hormigas</strong> porteras, y entra ya en el<br />

último corredor que lleva a la estancia real.<br />

Se detiene en el umbral, abrumado por la belleza de ese lugar único. Es una gran sala circular<br />

construida según las normas arquitectónicas y geométricas de gran precisión que las reinas madres<br />

transmiten a sus hijas de antena a antena.<br />

La bóveda principal mide doce cabezas de alto por treinta de diámetro (la cabeza es la unidad de<br />

medida de la Federación; una cabeza equivale a tres milímetros en las unidades de medida comunes<br />

entre los humanos) Unas pilastras de raros cementos sostienen este templo insecto, el cual, con la<br />

forma cóncava de su suelo, está concebido para que las moléculas olorosas emitidas por los individuos<br />

reboten el mayor tiempo posible sin impregnar las paredes. Es un notable anfiteatro olfativo.<br />

En el centro reposa una gran dama. Está recostada sobre el vientre y lanza de vez en cuando una<br />

pata hacia una flor amarilla. La flor se cierra a veces secamente. Pero la pata ya se ha retirado.<br />

Esta dama es Belo-kiu-kiuni.<br />

Belo-kiu-kiuni, última reina hormiga roja de la ciudad central.<br />

Belo-kiu-kiuni, única ponedora, generadora de todos los cuerpos y de todos los espíritus del Nido.<br />

Belo-kiu-kiuni, que reinaba ya durante la gran guerra con las abejas, durante la conquista de las<br />

termiteras del Sur, durante la pacificación de los territorios de las arañas, durante la terrible guerra de<br />

usura impuesta por los avispones de la encina, y desde el año pasado era ella quien coordinaba los<br />

esfuerzos de las ciudades para resistir a la presión en las fronteras del Norte de las <strong>hormigas</strong> enanas.<br />

Belo-kiu-kiuni, que bate récords de longevidad.<br />

Belo-kiu-kiuni, su madre.<br />

Ese monumento viviente está ahí, muy cerca de él, como antaño. La humidifican y acarician veinte<br />

jóvenes obreras siervas, cuando antaño era él, el 327, quien la cuidaba con sus patitas todavía<br />

inhábiles.<br />

La joven planta carnívora encaja las mandíbulas con ruido seco y madre emite una pequeña broma<br />

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