Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
–¿Sólo trabajaba con bacterias?<br />
–No. No. Era una especie de místico, un auténtico generalista. Hubiese querido saberlo todo.<br />
También tenía sus extravagancias; por ejemplo, querer controlar los latidos de su propio corazón.<br />
–Pero, ¡eso es imposible!<br />
–Parece ser que algunos yoguis hindúes y tibetanos realizan esa proeza.<br />
–Y eso, ¿para qué sirve?<br />
–No lo sé... Él quería conseguirlo para poder suicidarse deteniendo su corazón con la voluntad.<br />
Creía que así podría salir del juego en cualquier momento.<br />
–¿Por qué le interesaba eso?<br />
–Quizá temía los dolores vinculados con la vejez.<br />
–Ya... Y ¿qué hizo después de doctorarse en Biología?<br />
–Empezó a trabajar para el sector privado, en una empresa que producía bacterias vivas para el<br />
yogur. La «Sweetmilk Corporation» Ahí le fue bien. Descubrió una bacteria capaz no sólo de<br />
desarrollar un sabor, sino también un olor. Le dieron el premio al mejor invento en el 63 por eso...<br />
–¿Y después?<br />
–Después se casó con una china. Ling Mi. Una muchacha dulce y risueña. Él, el gruñón, se<br />
dulcificó inmediatamente. Estaba muy enamorado. A partir de ese momento le vi más raramente. Es lo<br />
clásico.<br />
–Me han dicho que se fue a África.<br />
–Sí, pero se fue después.<br />
–¿Después de qué?<br />
–Después del drama. Ling Mi era leucémica. El cáncer de la sangre no perdona. En tres meses dejó<br />
de vivir. Y el pobre... Él, que confesaba francamente que las células eran apasionantes y los seres<br />
humanos indignos de atención... La lección fue cruel. No pudo hacer nada. Paralelamente a ese<br />
desastre, tuvo discusiones con sus colegas de las «Sweetmilk Corporation» Dejó su trabajo para<br />
quedarse postrado en su casa. Ling Mi le había devuelto la fe en la Humanidad, y perderla le hizo<br />
recaer de lleno en la misantropía.<br />
–¿Se fue a África para olvidar a Ling Mi?<br />
–Quizás. En todo caso, quiso sobre todo hacer que cicatrizasen su herida lanzándose como un<br />
poseso a su trabajo de biólogo. Debió de encontrar otro tema apasionante de estudio. No sé<br />
exactamente lo que era, pero ya no se trataba de bacterias. Se instaló en África porque probablemente<br />
ese trabajo se podía realizar mejor allí. Me envió una postal en la que me explicaba que estaba con un<br />
equipo del CNRS y que estaba trabajando con un tal Rosenfeld, que no sé quién es.<br />
–¿Volvió a ver a Edmond de ahí en adelante?<br />
–Sí. Una vez, y por casualidad, en los Campos Elíseos. Discutimos un poco. Era evidente que había<br />
recuperado el gusto de vivir. Pero se mostró muy evasivo, eludió todas mis preguntas un poco<br />
profesionales.<br />
–Al parecer, también estaba escribiendo una enciclopedia.<br />
–Eso es de antes. Era su gran tema. Reunir todos los conocimientos en una sola obra..<br />
–¿Pudo usted ver el texto?<br />
–No. Y no creo que se lo enseñase nunca al primero que llegase. Conociendo a Edmond, debió de<br />
esconderlo en lo más profundo de Alaska con un dragón escupidor de fuego para que lo protegiese.<br />
Eso era su vertiente de «gran brujo»<br />
Jonathan se disponía ya a despedirse.<br />
–¡Ah! Una pregunta más. ¿Sabe usted cómo hacer cuatro triángulos equiláteros con seis cerillas?<br />
–Evidentemente. Ésa era su prueba de inteligencia preferida.<br />
–¿Cuál es la solución?<br />
Jason estalló en una gran carcajada.<br />
–¡Puede estar usted seguro de que no se la daré! Como decía Edmond: «Le corresponde a cada uno<br />
17