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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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darse cuenta de la eficacia de su esfuerzo, riegan a continuación la Ciudad Prohibida. Quizá<br />

humedeciéndola puedan salvar el tocón.<br />

Pero el fuego avanza. Se ahogan con los humos tóxicos. <strong>Las</strong> arcadas de madera incandescente caen<br />

sobre la multitud embotada. Los caparazones se funden y se retuercen como plástico en una cacerola.<br />

Nada resiste el asalto de ese calor extremo.<br />

EPISODIO: Me he equivocado. No somos iguales, somos concurrentes. La presencia de los<br />

humanos sólo es un corto «episodio» en su reinado indiviso sobre la Tierra.<br />

Ellas son infinitamente más numerosas que nosotros. Poseen más ciudades, ocupan muchos<br />

más nichos ecológicos. Viven en zonas secas, heladas, cálidas o húmedas, donde ningún hombre<br />

podría sobrevivir. Dondequiera que miremos, hay <strong>hormigas</strong>.<br />

Estaban aquí cien millones de años antes que nosotros, y a juzgar por el hecho de que han<br />

sido uno de los pocos organismos que han resistido la bomba atómica, seguramente seguirán<br />

aquí cien millones de años después que nosotros. Nosotros no somos más que un accidente de<br />

tres millones de años en su historia. Por otra parte, si unos extraterrestres llegaran un día a<br />

nuestro planeta, no se equivocarían. Tratarían sin duda alguna de hablar con ellas. Ellas son las<br />

verdaderas dueñas de la Tierra.<br />

151<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

La mañana del día siguiente, la cúpula ya ha desaparecido por completo. El tocón negro ha quedado<br />

erguido, desnudo, en medio de la ciudad.<br />

Cinco millones de ciudadanos han muerto. De hecho, todas las <strong>hormigas</strong> que estaban en la cúpula y<br />

en sus inmediatos alrededores.<br />

Todas las que tuvieron presencia de ánimo para bajar están indemnes.<br />

Los humanos que viven debajo de la Ciudad no se han dado cuenta de nada. La enorme losa de<br />

granito se lo ha impedido. Y todo ha ocurrido durante una de sus noches artificiales.<br />

La muerte de Belo-kiu-kiumi queda como el hecho más preñado de amenazas; al carecer de su<br />

ponedora, el Nido parece claramente amenazado.<br />

El ejército chlipukaniano, sin embargo, ha participado en la lucha contra el fuego. En cuanto las<br />

guerreras se enteran de la muerte de Belo-kiu-kiuni, envían mensajeros a su Ciudad. Unas horas<br />

después, sobre un coleóptero rinoceronte, llega Chli-pu-ni en persona para comprobar los destrozos.<br />

Cuando llega a la Ciudad prohibida, unas <strong>hormigas</strong> bomberos están aún regando las cenizas. Ya no<br />

hay contra qué luchar. La reina pregunta, y le cuentan el incomprensible desastre.<br />

Como ya no hay reinas fecundas, se convierte naturalmente en la nueva Belo-kiu-kiuni y hace suyos<br />

los aposentos reales de la Ciudad central.<br />

Jonathan es el primero en despertar y le sorprende oír la crepitación de la impresora del ordenador.<br />

En la pantalla hay una palabra.<br />

¿Por qué?<br />

Así que ellas han emitido durante la noche. Quieren dialogar. Teclea la frase que precede<br />

ritualmente cada diálogo.<br />

Humano: Saludos, soy Jonathan.<br />

Hormiga: Yo soy la nueva Belo-kiu-kiuni. ¿Por qué?<br />

Humano: ¿La nueva Belo-kiu-kiuni? ¿Dónde está la antigua?<br />

Hormiga: Vosotros la habéis matado. Yo soy la nueva Belo-kiu-kiuni. ¿Por qué?<br />

Humano: ¿Qué ha pasado?

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