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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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–¿Un libro? ¿Qué libro?<br />

–No lo sé. Él hablaba de una gran enciclopedia que había escrito el tío Edmond.<br />

–Ah, vamos, es eso... Y ¿le dejaste entrar? ¿Lo habéis encontrado?<br />

–No, no parecía un hombre amable, y como de todas formas el libro no está...<br />

–Estupendo, hijo; has hecho bien.<br />

Esta noticia causó la perplejidad de Jonathan. Luego se sintió intrigado. Buscó por todo el<br />

apartamento en vano. A continuación estuvo un buen rato en la cocina, inspeccionando la puerta de la<br />

bodega, el gran cerrojo y la gran grieta. ¿A qué misterios se abría?<br />

Hay que entrar en esa espesura.<br />

Una de las exploradoras más viejas lanza una sugerencia. Ponerse en formación de «serpiente de<br />

cabeza grande», que es la mejor manera de avanzar en territorio no hospitalario. Consenso inmediato,<br />

todas ellas han tenido la misma idea en el mismo momento.<br />

Por delante, cinco exploradoras dispuestas en triángulo invertido constituyen los ojos de la tropa.<br />

Con pasos mesurados, tantean el suelo, olfatean el aire, inspeccionan el musgo. Si todo está en orden,<br />

envían un mensaje olfativo que significa «nada delante» A continuación se unen a la retaguardia de la<br />

procesión para ser remplazadas por «individuos frescos» Este sistema de rotación transforma al grupo<br />

en una especie de largo animal cuyo olfato se mantiene siempre hipersensible.<br />

«Nada delante» suena con claridad una veintena de veces. A la veintiuna lo interrumpe un ruido<br />

nauseabundo. Una de las exploradoras acaba de acercarse imprudentemente a una planta carnívora.<br />

Una dionea. Su perfume embriagador la ha atraído y su liga le ha aprisionado las patas.<br />

A partir de ahí, está perdida. El contacto con los pelos desencadena el mecanismo de la charnela<br />

orgánica. <strong>Las</strong> dos grandes hojas articuladas se cierran inexorablemente, sus largos flecos actúan como<br />

dientes. Al cruzarse, se transforman en sólidos barrotes. Cuando su víctima está ya completamente<br />

aplastada, la fiera vegetal secreta sus enzimas más voraces, capaces de digerir los caparazones más<br />

coriáceos.<br />

Así cae la hormiga. Todo su cuerpo se convierte en savia efervescente. Exhala un vapor de<br />

desánimo.<br />

Pero ya no se puede hacer nada por ella. Eso forma parte de los imponderables comunes a todas las<br />

expediciones a larga distancia. Sólo hay que dejar la marca «atención, peligro» en las proximidades de<br />

la trampa natural.<br />

Vuelven al camino oloroso olvidando el incidente. <strong>Las</strong> pistas de feromonas indican que es por ahí.<br />

Una vez han cruzado la espesura, siguen hacia el oeste. Siempre a 23° con respecto a los rayos del sol.<br />

Apenas descansan, cuando el tiempo es demasiado frío o demasiado caluroso. Han de actuar de prisa<br />

si no quieren regresar en plena guerra.<br />

Ya ha ocurrido que unas exploradoras vieran a su regreso a la ciudad que ésta estaba rodeada por<br />

tropas enemigas. Y forzar el bloqueo nunca ha sido tarea fácil.<br />

Ya está, han encontrado la pista feromona que indica la entrada de la cueva. Del suelo se desprende<br />

calor. Se hunden en las profundidades de la tierra rocosa.<br />

Cuanto más bajan, con más claridad oyen en los tímpanos situados en sus tibias el sonido de un<br />

regato. Es la fuente del agua caliente. Humea, desprendiendo un fuerte olor a azufre.<br />

<strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> abrevan.<br />

En un momento dado reparan en un extraño animal. Se diría que es una bola con patas. En realidad<br />

es un escarabajo geotrupa que va empujando una esfera de bosta y tierra en cuyo interior ha dispuesto<br />

sus huevos. Como un Atlas legendario, lleva encima su «mundo» Cuando la pendiente es favorable, la<br />

esfera rueda sola y él la sigue. En caso contrario, se esfuerza, resbala y a menudo ha de ir a buscarla<br />

abajo. Es sorprendente encontrar un escarabajo por aquí. Es más bien un animal de zonas cálidas...<br />

Los belokanianos le dejan pasar. De todos modos, su carne no es muy buena, y su caparazón hace<br />

que sea demasiado pesado para transportarlo.<br />

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