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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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ningún problema para volver a salir.<br />

–Pero por ahí no va a encontrar su Ciudad, sino que saldrá completamente desviada hacia el este de<br />

la Federación, ¿no?<br />

La espía ha conseguido escapar. Si las cosas siguen así tendremos que atacar a la pretendida<br />

sexagésimo quinta ciudad...<br />

Unos soldados con olor de roca presentan su informe, con las antenas gachas. Cuando se retiran,<br />

Belo-kiu-kiuni digiere un momento ese grave fracaso de su política del secreto. Luego, muy cansada,<br />

recuerda cómo empezó todo.<br />

Siendo muy joven, tuvo que hacer frente a uno de esos fenómenos terroríficos que hacen pensar en<br />

la existencia de seres gigantescos. Fue exactamente después de su enjambrazón. Había visto una placa<br />

negra que aplastaba a muchas reinas fecundas, sin tan siquiera comérselas. Más adelante, tras crear su<br />

ciudad, había conseguido concertar una reunión sobre este tema, en la que la mayoría de las reinas –<br />

madre o hijas– estaban presentes.<br />

Lo recuerda. Fue Zubi-zubi-ni quien habló en primer lugar. Y contó que muchas de sus<br />

expediciones habían experimentado lluvias de bolas rosas que habían causado más de un centenar de<br />

muertes.<br />

<strong>Las</strong> otras hermanas habían insistido en lo mismo. Cada una de ellas presentaba su propia lista de<br />

muertos y lisiados debidos a las bolas rojas parecían desplazarse sólo en grupos de cinco.<br />

Otra hermana, Rubg-fayli-ni, había encontrado una bola solitaria e inmóvil a unas trescientas<br />

cabezas sobre el suelo. La bola rosa se prolongaba con una sustancia blanda y de fuerte olor. Entonces<br />

la habían perforado a fuerza de mandíbulas y habían acabado llegando a unos tallos duros y blancos...<br />

como si esos animales tuviesen un caparazón en su interior en lugar de tenerlo en el exterior de sus<br />

cuerpos.<br />

Al acabar la reunión, y habiendo llegado las reinas a un acuerdo acerca de que esos fenómenos<br />

superaban su capacidad de comprensión, habían decidido observar un secreto absoluto para evitar que<br />

cundiese el pánico en los hormigueros.<br />

Belo-kiu-kiuni, por su parte, pensó inmediatamente en organizar su propia Policía secreta, una<br />

célula de trabajo formada en esa época por cincuenta soldados. Su misión: eliminar a los testigos de<br />

los fenómenos de las bolas rosas o de las placas negras para evitar una crisis de pánico en la Ciudad.<br />

Sólo que un día ocurrió algo increíble.<br />

Una obrera de una ciudad desconocida había sido capturada por sus guerreras del olor a rocas. La<br />

Madre la había mantenido con vida, ya que lo que contaba era aún más raro que todo lo que había oído<br />

hasta entonces.<br />

La obrera pretendía haber sido secuestrada por unas bolas rosas. Éstas la habían arrojado a una<br />

prisión transparente, en compañía de muchos centenares de otras <strong>hormigas</strong>. <strong>Las</strong> habían sometido a<br />

todo tipo de experimentos. Lo más frecuente era que las colocasen bajo una campana donde percibían<br />

aromas muy concentrados. Al principio fue muy doloroso, pero los aromas se fueron diluyendo poco a<br />

poco, y los olores se transformaron ¡en palabras!<br />

En resumen, que mediante esos perfumes y esas campanas, las bolas rosas les habían hablado,<br />

presentándose como animales gigantes que se llamaban a sí mismos «humanos» Ellos (o ellas)<br />

declararon que había un pasadizo excavado en el granito bajo la Ciudad y que querían hablar con la<br />

reina. Ésta podía tener la seguridad de que no se le causaría ningún daño.<br />

A continuación todo fue muy rápido. Belo-kiu-kiuni se había reunido con la «hormiga embajadora»<br />

de esa gente, el Doctor Livingstone. Era una extraña hormiga que se prolongaba en un intestino<br />

transparente. Pero era posible hablar con ella.<br />

Habían estado hablando mucho tiempo. Al principio, no conseguían entenderse. Pero ambas<br />

compartían de manera manifiesta la misma exaltación. Y parecían tener tantas cosas que decirse...<br />

Los humanos habían instalado a continuación la caja llena de arena en el hueco de la chimenea. Y<br />

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