Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas
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Sola en sus aposentos, Belo-kiu-kiuni devora distraídamente un montón de sus propios huevos; su<br />
alimento preferido, a fin de cuentas.<br />
Sabe que esa tal 801 es algo más que una embajadora de la nueva ciudad. La 56, o más bien la reina<br />
Chli-pu-ni, ya que así quiere llamarse, la ha enviado para seguir la investigación.<br />
Pero no tiene por qué preocuparse, sus guerreras con perfume de rocas acabarán con ella sin<br />
problemas. Especialmente la coja está muy bien dotada para aliviar a la gente del peso de la vida. Es<br />
toda una artista.<br />
Sin embargo, es la cuarta vez que Chli-pu-ni le envía embajadoras demasiado curiosas. <strong>Las</strong><br />
primeras murieron antes incluso de descubrir la sala de la lomechuse. <strong>Las</strong> segundas y las terceras<br />
sucumbieron a las sustancias alucinógenas del coleóptero envenenado. Y esta 801 ha ido abajo apenas<br />
terminada la entrevista con la madre. Decididamente, cada vez están más impacientes por morir. Y<br />
también cada vez llegan más abajo en la Ciudad. ¿Y si una de ellas consiguiese a pesar de todo<br />
encontrar el pasadizo? ¿Y si descubriese el secreto? ¿Y si extendiese el efluvio...?<br />
El Nido no lo comprendería. <strong>Las</strong> guerreras antitensión tendrían pocas posibilidades de silenciar a<br />
tiempo la información. Y ¿cómo reaccionarían sus hijas?<br />
Una guerrera con olor de rocas entra precipitadamente.<br />
La espía ha conseguido vencer a la lomechuse. Ahora esta abajo.<br />
Ya está, algún día tenía que ocurrir...<br />
666 es el nombre de la bestia (Apocalipsis según san Juan)<br />
Pero ¿quién será la bestia, y para quién?<br />
139<br />
EDMOND WELLS<br />
Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />
Jonathan suelta la muñeca de su abuela. Antes de que se cree una atmósfera desagradable, Daniel<br />
lleva la atención a otras cosas.<br />
–Y ese laboratorio de la entrada, ¿para qué sirve?<br />
–Es la Piedra de Rosetta. Todos nuestros esfuerzos sólo están al servicio de una ambición:<br />
comunicar con ellas.<br />
–Ellas... ¿Quiénes son ellas?<br />
–<strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong>. Vengan conmigo.<br />
Salen del salón para dirigirse al laboratorio. Jonathan, visiblemente a sus anchas en su papel de<br />
continuador de la tarea de Edmond, toma una probeta llena de <strong>hormigas</strong> y la levanta a la altura de los<br />
ojos.<br />
–Miren. Son seres, seres completos... No sólo unos pequeños insectos sin valor ninguno. Eso lo<br />
comprendió mi tío inmediatamente... <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> han creado la segunda civilización de la Tierra. El<br />
tío Edmond es una especie de Cristóbal Colón que ha descubierto otro continente entre los dedos de<br />
nuestros pies. Ha sido el primero en comprender que antes que buscar extraterrestres en los confines<br />
del espacio, era mejor establecer en primer lugar una relación con los... intraterrestres.<br />
Nadie dice nada. Augusta lo recuerda. Un día, cuando Jonathan no había aún nacido, estaba<br />
paseando por el bosque de Fontainebleau y de repente sintió que unos cuerpos mínimos crujían bajo<br />
las suelas de sus zapatos. Acaba de pisar un grupo de <strong>hormigas</strong>. Se inclinó a ver. Todas habían muerto,<br />
pero allí había algo enigmático. Estaban alineadas como para formar una flecha con la punta al revés...<br />
Jonathan ha devuelto la probeta a su lugar, y vuelve a su exposición.<br />
–Cuando volvió de África, Edmond encontró este edificio, con el subterráneo, y también el templo.<br />
Era el lugar ideal, y entonces instaló aquí su laboratorio... La primera etapa de sus investigaciones<br />
consistió en descodificar las feromonas del diálogo de las <strong>hormigas</strong>. Utilizó un espectrómetro de<br />
masas. Como su nombre indica, esta máquina proporciona el espectro de una masa, descompone un