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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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migradores– no habían conseguido nada y habían debido devorarse entre sí.<br />

Y Jason y sus amigos tenían que vérselas con los supervivientes, dicho de otra manera con los más<br />

feroces. Con éstos, el gas lacrimógeno resulta claramente ineficaz. ¡Atacaban! Saltaban, trataban de<br />

hacer presa en los brazos...<br />

Al borde de la histeria, Daniel ametrallaba con disparos del flash, pero esos animales de pesadilla<br />

pesaban kilos y no temían a los hombres. Aparecieron las primeras heridas. Jason sacó su Opinel,<br />

apuñaló a dos ratas y las arrojó como pasto a las otras. Augusta hizo muchos disparos con un pequeño<br />

revólver... Así pudieron ponerse a salvo. ¡Y muy a tiempo!<br />

CUANDO ERA: Cuando yo era pequeño, pasaba horas tendido en el suelo mirando los<br />

hormigueros. Eso era para mí más real que la televisión.<br />

Entre los misterios que me ofrecía el hormiguero estaba éste: ¿por qué después de uno de mis<br />

destrozos se llevaban a algunas heridas y dejaban morir a las demás? Todas tenían la misma<br />

apariencia... ¿Según qué criterio de selección se consideraba interesante a un individuo y a otro<br />

despreciable?<br />

133<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

Corrían por un túnel rayado de amarillo.<br />

Llegaron ante una reja de acero. Una abertura que tenía en el centro le daba al conjunto la<br />

apariencia de una nasa de pescador. Era un cono que se contraía de forma que dejaba pasar un cuerpo<br />

humano de talla mediana aunque sin posibilidad de regreso, debido a los pinchos que había en la salida<br />

del cono.<br />

–Es reciente...<br />

–Bueno, parece que los que han construido la puerta y la nasa no querían que hubiese vuelta atrás...<br />

Augusta reconocía una vez más el trabajo de Jonathan, el maestro de las puertas y de los metales.<br />

–¡Miren!<br />

Daniel iluminó una inscripción:<br />

«Aquí acaba la conciencia. ¿Queréis entrar en el inconsciente?»<br />

Se quedaron boquiabiertos.<br />

–¿Qué hacemos ahora?<br />

Todos pensaron en lo mismo en el mismo momento.<br />

–En el punto en que nos encontramos seria una lástima renunciar. Propongo que sigamos.<br />

–Pasaré yo primero –dijo Daniel, poniendo al resguardo su cola de caballo para que no se enredase<br />

en los metales.<br />

Fueron arrastrándose por turno a través de la nasa de acero.<br />

–Es divertido –dijo Augusta; tengo la sensación de haber vivido ya esta experiencia.<br />

–¿Ha estado ya en una nasa que le impide a uno echarse atrás?<br />

–Sí. Fue hace mucho tiempo.<br />

–¿A qué le llama usted mucho tiempo?<br />

–¡Oh! Yo era joven. Debía tener... uno o dos segundos.<br />

<strong>Las</strong> segadoras cuentan en su ciudad sus aventuras en el otro lado del mundo, un país de monstruos y<br />

de fenómenos incomprensibles. <strong>Las</strong> cucarachas, las placas negras, el monolito gigante, el pozo, las<br />

bolas blancas... ¡Es demasiado! No hay ninguna posibilidad de crear una población en un universo tan<br />

grotesco.

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