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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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puerto de Satei. Al parecer, están bastante «molestas», ya que tenían un nido ambulante de hojas<br />

tejidas y han tenido que deshacerse de él para pasar por el túnel. Así que ya no tienen dónde alojarse, y<br />

si no se apoderan de Chli-pu-kan, ¡tendrán que pasar la noche en el exterior! La joven reina trata de<br />

reflexionar con la mayor calma posible; ¿Si tan felices se sentían con su nido tejido portátil, por qué se<br />

han sentido obligadas a pasar el río? Pero no tiene respuesta para eso.<br />

<strong>Las</strong> esclavistas detestan las ciudades con un odio tan visceral como incomprensible. Cada<br />

comunidad ciudadana re–Presenta para ellas una amenaza y un desafío. Es la eterna rivalidad entre la<br />

gente del campo y la de las ciudades. Aunque las esclavistas saben que al otro lado del río hay centenares<br />

de ciudades <strong>hormigas</strong>, todas ellas refinadas y ricas, a cuál más.<br />

Chli-pu-kan, por desgracia, no está preparada para encajar un asalto como ése. Es cierto que desde<br />

hace unos días la ciudad rebosa con su millón de habitantes. Es cierto que se ha hecho un muro de<br />

plantas carnívoras en la frontera este... Pero eso no será suficiente. Chli-pu-kan sabe que su ciudad es<br />

demasiado joven y que no está preparada, Por otra parte, sigue sin tener noticias de las embajadoras<br />

que envió a Bel-o-kan para mencionar la pertenencia a la Federación. Así que no puede contar con la<br />

solidaridad de las ciudades vecinas. Incluso Guayei–Tyolo está a muchos miles de cabezas, y es<br />

imposible avisar a la gente de ese nido de verano...<br />

¿Qué hubiese hecho Madre en tal situación? Chli-pu-kan decide reunir a algunas de sus mejores<br />

cazadoras (aún no han tenido ocasión de demostrar que eran guerreras) para tener con ellas una<br />

comunicación absoluta. Es urgente urdir una estrategia.<br />

Aún están reunidas en la Ciudad prohibida cuando las vigías apostadas en el arbusto que domina la<br />

Chli-pu-kan anuncian que ya se perciben los olores de un ejército que se acerca.<br />

Todo el mundo se prepara. No ha sido posible preparar estrategia ninguna. Hay que improvisar.<br />

Suena el zafarrancho de combate. <strong>Las</strong> legiones se reúnen más o menos bien (lo ignoran todo en cuanto<br />

a la formación, tan costosamente adquirida ante las <strong>hormigas</strong> enanas) De hecho, la mayoría de las<br />

soldados prefieren depositar sus esperanzas en la barrera de plantas carnívoras.<br />

EN MALÍ: En Malí, los dogon creen que, en el origen, cuando se casaron el Cielo y la Tierra,<br />

el sexo de la Tierra era un hormiguero.<br />

Cuando el mundo surgido de esta cópula quedo acabado, la vulva se convirtió en boca, de<br />

donde salieron la palabra y lo que es el sostén especial de los dogon: las técnicas del tejido, que<br />

las <strong>hormigas</strong> transmitieron a los hombres.<br />

Aún en nuestros días los ritos de fecundidad siguen vinculados a las <strong>hormigas</strong>. <strong>Las</strong> mujeres<br />

estériles van a sentarse sobre un hormiguero para pedirle al dios Anima que las haga fecundas.<br />

Pero las <strong>hormigas</strong> no sólo hicieron eso por los hombres, también les mostraron cómo<br />

construir sus casas. Y finalmente les indicaron dónde estaban las fuentes. Porque los dogon<br />

comprendieron que tenían que cavar debajo de los hormigueros para encontrar agua.<br />

121<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

Unos saltamontes empiezan a saltar en todas direcciones. Es una señal. Más allá, las <strong>hormigas</strong><br />

equipadas con los mejores ojos ven ya una columna de polvo. Se ha hablado mucho de las esclavistas,<br />

pero verlas cargar es algo muy distinto. No tienen caballería, ellas son la caballería. Todo su cuerpo es<br />

ágil y sólido, sus patas son gruesas y musculosas, su cabeza fina y puntiaguda se prolonga en unos<br />

cuernos móviles, que son en realidad sus mandíbulas.<br />

Su aerodinamismo es tal que no se oye ningún silbido cuando su cráneo hiende el aire impulsado<br />

por la velocidad de las patas.<br />

La hierba se inclina a su paso, la tierra vibra, la arena ondula. Sus antenas apuntadas hacia delante<br />

lanzan feromonas tan picantes que se diría que vociferan.

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