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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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<strong>Las</strong> dos exploradoras responden que sólo están de paso y que quieren ir al fin del mundo oriental.<br />

<strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> con aguijón deliberan.<br />

Han reconocido a las otras dos como pertenecientes a la federación de las rojas. Y puede que la<br />

Federación esté lejos, pero es poderosa (65 ciudades antes de la última enjambrazón) y la reputación<br />

de sus ejércitos ha cruzado el río del oeste. Quizá sea mejor no buscar pretextos para un conflicto. Un<br />

día, fatalmente, unas rojas con aguijón, que son una especie migratoria, se verán obligadas a pasar por<br />

los territorios federados.<br />

Los movimientos de las antenas se sosiegan progresivamente. Es el momento de establecer un<br />

resumen de lo discutido. Una roja transmite el parece del grupo:<br />

Podéis pasar aquí una noche. Estamos dispuestas a indicaros el camino del fin del mundo, e<br />

incluso a acompañaros hasta allí. A cambio, nos dejaréis algunas de vuestras feromonas de<br />

identificación.<br />

Es un trato equitativo. La 103.683 y la 4.000 saben que al hacer entrega de sus feromonas están<br />

entregándoles a las otras un precioso salvoconducto para todos los vastos territorios de la Federación.<br />

Pero poder ir al fin del mundo y regresar es algo que no tiene precio...<br />

Sus anfitrionas las guían hacia el campamento, situado Unas ramas más arriba. No se parece a nada<br />

conocido. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> rojas con aguijón, que son tejedoras y costureras, han hecho su nido<br />

provisional cosiendo borde con borde tres grandes hojas de avellano. Una de ellas sirve como base y<br />

las otras dos como muros laterales.<br />

La 103.683 y la 4.000 observan a un grupo de tejedoras, ocupadas en cerrar el «techo» antes de que<br />

se haga de noche. Seleccionan la hoja de avellano que hará de cielorraso, para unir esta hoja con las<br />

otras tres, forman una escala viviente con decenas de obreras subidas unas encima de otras hasta<br />

formar un montículo capaz de llegar hasta la hoja cielorraso.<br />

El montón se viene abajo muchas veces. Hay que llegar demasiado alto.<br />

Entonces, cambian de método. Un grupo de obreras se iza hasta la hoja cielorraso, formando una<br />

cadena que se agarra al extremo del vegetal, pendiendo de él. La cadena baja y baja para unirse a la<br />

escala viviente que sigue situada abajo. Pero todavía queda demasiado lejos, aunque la cadena esté<br />

lastrada en su extremo por un grupo de <strong>hormigas</strong>.<br />

Casi lo han conseguido. El tallo de la hoja se ha doblado. Sólo faltan unos pocos centímetros hacia<br />

la derecha. <strong>Las</strong> <strong>hormigas</strong> de la cadena imprimen un movimiento de péndulo para reducir la separación.<br />

Al final de cada balanceo la cadena se estira, parece a punto de romperse, pero aguanta bien. Por fin,<br />

las mandíbulas de las acróbatas de arriba y de abajo se encuentran.<br />

Segunda maniobra. La cadena se encoge. <strong>Las</strong> obreras de en medio, con mil precauciones, salen de la<br />

fila, suben a hombros de sus colegas, y todo el mundo tira para acercar las dos hojas. La hoja<br />

cielorraso baja poco a poco, extendiendo su sombra sobre el suelo.<br />

Pero, aunque la caja tiene ya su cubierta, ahora hay que dejarla sellada. Una vieja hormiga se<br />

introduce en el interior de un recinto y vuelve a salir con una gran larva. Ése es el instrumento para la<br />

operación de tejido.<br />

Se ajustan los bordes paralelamente y se mantienen en contacto. Luego llevan ahí la larva fresca. La<br />

desdichada estaba haciéndose el capullo para operar su muda con toda tranquilidad, pero no se le deja<br />

elección. Una obrera coge un hilo de dentro de esta pelota y empieza a devanar. Pega con un, poco de<br />

saliva la extremidad a una hoja y le pasa a continuación el capullo a su vecina.<br />

La larva, al sentir que le quitan su hilo, produce otro para compensar. Cuanto más la desnudan, más<br />

frío tiene y más hilo segrega. <strong>Las</strong> obreras lo aprovechan. Se pasan la semilla viviente de mandíbula en<br />

mandíbula, sin ahorrar hilo. Cuando la larva muere, agotada, cogen otra. Así se sacrifican diez larvas<br />

para realizar esta obra.<br />

Acaban cerrando el aspecto de una caja verde con las aristas blancas. La 103.683 que se pasea por<br />

ella casi como si fuese su propia casa, ve en varias ocasiones unas <strong>hormigas</strong> negras entre la multitud<br />

de <strong>hormigas</strong> rojas. Y no puede menos que preguntar:<br />

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