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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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eran como seres extraterrestes, tenían un olor desagradable, su piel era de un color extraño,<br />

llevaban prendas de vestir extrañas.<br />

Muchos morían de miedo, otros, enloquecidos, saltaban de los barcos y los tiburones se los<br />

comían. Los supervivientes iban, por su parte, de sorpresa en sorpresa.<br />

Pues, ¿qué veían? Por ejemplo, que los blancos bebían vino. Y ellos estaban seguros de que<br />

era sangre; la sangre de su pueblo.<br />

114<br />

EDMOND WELLS<br />

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.<br />

La hembra 56 está hambrienta. No es sólo un cuerpo, sino toda una población quien reclama su<br />

ración de calorías. ¿Cómo alimentar al nido que lleva en su seno? Acaba decidiéndose a salir de su<br />

agujero, se arrastra unos centenares de cabezas y reúne tres agujas de pino que lame y masca con<br />

avidez.<br />

No es suficiente. Hubiese ido a cazar, pero no tiene fuerzas. Y es ella la que puede ser pasto de los<br />

miles de depredadores ocultos en los alrededores. Así que se encaja en su agujero para esperar la<br />

muerte.<br />

Pero en lugar de eso, aparece un huevo. ¡Su primer chli-pukaniano! Apenas ha sentido que llegaba.<br />

Agita sus patas y aprieta con todas sus fuerzas su vientre. La cosa ha de funcionar, porque si no todo<br />

habrá acabado. El huevo sale rodando. Es pequeño, casi negro a fuerza de ser gris.<br />

Si deja que eclosione, dará nacimiento a una hormiga muerta al nacer. Además... ni siquiera podría<br />

alimentarla hasta la eclosión. Así que se come a su primer vástago.<br />

Eso le da inmediatamente más energía. Hay un huevo menos en su abdomen y un huevo más en su<br />

estómago. Con ese sacrificio cobra fuerzas para poner un segundo huevo, también muy oscuro, y tan<br />

pequeño como el primero.<br />

Se lo come. Se siente aún mejor. El tercer huevo apenas es un poco más claro. Y asimismo lo<br />

devora.<br />

Sólo con el décimo cambia la reina de estrategia. Sus nuevos son grises ahora y del tamaño de sus<br />

globos oculares. Chi-pu-ni pone tres de esas características, se come uno y deja que vivan los otros<br />

dos, calentándolos bajo su cuerpo.<br />

Mientras sigue poniendo huevos, esos dos afortunados se metamorfosean en largas larvas cuyas<br />

cabezas quedan inmóviles en extraño gesto. Y ya empiezan a gemir reclamando alimento. La<br />

aritmética se complica. De tres huevos que pone, necesita uno para ella misma y los otros son para alimentar<br />

a las larvas.<br />

Así es como, funcionando las cosas en circuito cerrado, se consigue producir algo a partir de nada.<br />

Cuando una larva es lo bastante grande, le da de comer otra larva. Éste es el único medio de darle las<br />

proteínas necesarias para su transformación en una verdadera hormiga.<br />

Pero la larva superviviente está siempre hambrienta. Se contorsiona y grita. El festín de sus<br />

hermanas no llega a saciarla. Finalmente, Chli-pu-ni se come esta primera tentativa de vástago.<br />

Tengo que conseguirlo, tengo que conseguirlo, se dice y se repite. Piensa en el macho 327 y pone<br />

de una vez cinco huevos mucho más claros. Ingurgita dos de ellos y deja los otros tres para que se<br />

desarrollen.<br />

Así, de infanticidio en alumbramiento, se produce el relevo vital. Tres pasos adelante, dos atrás.<br />

Una cruel gimnasia que acaba desembocando en un primer prototipo de hormiga completa.<br />

El insecto es muy pequeño y más bien débil, ya que está subalimentado. Pero la hembra ha<br />

conseguido su primer chlipukaniano. La carrera caníbal por la existencia de su ciudad está ya ganada a<br />

medias. Esa obrera degenerada puede en efecto moverse y traer víveres del mundo exterior: cadáveres<br />

de insectos, grano, hojas, setas... Y eso es lo que hace.<br />

Chli-pu-ni, por fin normalmente alimentada, da nacimiento a dos huevos mucho más claros,

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