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Las hormigas - Fieras, alimañas y sabandijas

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–No le gusto, ¿verdad, Bilsheim? No le gusto a nadie y lo mismo me da. Tampoco usted me gusta.<br />

Y no tengo necesidad ninguna de gustar. Todo lo que quiero es que me teman. Sin embargo, ha de<br />

saber usted algo: si revienta usted ahí abajo no me sentiré ni siquiera contrariada. Enviaré otro equipo,<br />

el tercero... Y si quiere usted molestarme de verdad, vuelva vivo y victorioso, y entonces estaré en<br />

deuda con usted.<br />

El hombre no dijo nada. Miraba de reojo las raíces blancas del cabello peinado a la moda, y eso le<br />

sosegaba.<br />

–¡Estamos listos! –dijo uno de los policías, alzando su fusil.<br />

Todos estaban ya ligados con las cuerdas.<br />

–De acuerdo. ¡Vamos allá!<br />

Hicieron una señal a los tres policías que se mantendrían en contacto con ellos en la superficie, y<br />

entraron en la bodega.<br />

Solange Doumeng se sentó ante una mesa donde había instalado el emisor-receptor.<br />

–¡Buena suerte, y vuelvan pronto!<br />

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