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ROJAS, al que las fuentes denominan caballero noble y estrenuoyo. Asimismo, la tenencia del alcázar
de Madrid fue confiada durante un corto espacio de tiempo, en 1469, a DON JUAN FERNÁNDEZ
GALINDO, caballerofie~‘; mientras que la guarda militar de Arévalo, donde residía la reina viuda
DOÑA JUANA, segunda esposa de JUAN II se puso en manos de DON LUIS DE ACUÑA, obispo de
Burgns, y de DON JUAN DE PADILL,~ capitán wzleroso y de alto linaje”‘. Este procedimiento
ramhién se aplicír frecuentemente a las fortalezas señoriales. cuyos propietarios procuraron nombrar
alcaides de fidelidad indudable: así, DON BELTRÁN DE LA CUEVA encomendó la alcaidía de Gihraltar
a su cuñado ESTEBAN DE VILLACRECES, caballero natural de Jerez y hombre que sobresalía por su
prudencia y discrecitk?‘; también el caso de PEDRO DE ESCAVIAS, hombre de confianza del
condestable MIGUEL LUCAS DE IRANZO~~. es un fiel exponente de este fen6meno.
Durante el reinado de ENRIQUE IV los palacios y casas de aposentamiento cobraron especial
importancia a cansa del frecuente uso que este rey hizo de ellos y de los proyectos que promovii, para
su construcck’m y mejora. Estos edificios cumplían una función residencial y simh6lica al mismo
tiempo. Algunos estdhan ubicados en centros urbanos de primera importancia y disponían de todas las
comodidades imaginables, por lo que sirvieron a los reyes como morada durante sus estancias en la
ciudad y tamhién como elemento de ostentacitk de su poderío y riqueza, principalmente, frente a los
lujosos palacios nobiliarios. Otros se situaban en parajes naturales de gran belleza, prkimos a centros
de poblaci«n importantes, y estaban pensados para el recreo y el retiro estival de los soberanos o para
la práctica de las actividades cinegeticas. A pesar del carácter doméstico de estas construcciones,
muchas disponían de elementos defensivos que les conferían un aspecto cuusi-fortificado. El siguiente