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Muchos monarcas se mostraron extraordinariamente clementes con los alcaides que, desoyendo
sus mandatos. se negaban a entregar los castillos que defendían, ya fueran de realengo o de senorio.
Casi siempre hacían gala de su piedad cuando el tenente en cuestión mostraba signos de
arrepentimiento y se decidía a restituir a la Corona el edificio cuya custodia se le había confiado. En
época de ENRIQUE III se dio una situación de este tipo con motivo de los conflictos que enfrentaron
al rey con el conde DON ALFONSO DE NOREÑA, y que obligaron al monarca a ordenar la confiscación
de todos los bienes del noble, tanto raíces como muebles. El conde opuso una tenaz resistencia al
mandato regio haciéndose fuerte en los castillos que poseía y obligando a los alcaides que los
guardaban en su nombre a no restituirlos ni al soberano ni a ninguno de sus emisarios. Al principio
la mayoría de los tenentes obedecieron la orden dictada por su señor, pero algunos no tardaron en
responder afirmativamente a la reclamación regia~ La> fue el caso de DON FERNANDO, hijo bastardo
de DON ALFONSO y alcaide del castillo de San Martín de Pravia, quien puso a disposición de ENRIQUE
III tanto su persona como la fortaleza que defendía, obteniendo el perdón real’ 76.
A lo largo de toda la Baja Edad Media abudan los ejemplos en esta línea, siendo particularmente
frecuentes durante los primeros años del reinado de los REYES CATÓLICOS en el contexto de
pacificación del reino que emprendieron ambos monarcas. Así, en 1476 los soberanos perdonaron a
MARTÍN DÍAZ DE MENA, alcaide de Valmaseda y vecino de Bilbao, las penas en que había incurrido
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- Yo - divo el alcayde - tengo esta villa e castillo por el vnfante ‘ni señor, e para él la entiendo gt¡ardar e defentíerla
Es!, ‘a 4(5 el nuestro capitán e Condestable Ir comt¡en . 231.
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