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Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio

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un cristiano, me tumbo así (con perdón) y saco el sombrero, y lo <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> esta manera (reparen<br />

bien) sobre la yerba. Sueño fue, que hasta <strong>de</strong> allí a hora y media no volví en mi acuerdo. Voy a<br />

apañar mi sombrero para largar... Lo mismo que todos nos habernos <strong>de</strong> morir y resucitar en la<br />

gloria <strong>de</strong>l día <strong>de</strong>l Juicio, me veo <strong>de</strong>bajo una culebra más gorda que mi brazo drecho..., ¡con<br />

perdón!<br />

-¿Pero no que el izquierdo? - interrumpió don Eugenio picarescamente.<br />

-¡Muchísimo más gorda! - continuó el ratón imperturbable -, y toda rollada, rollada, rollada, que<br />

cabía allí <strong>de</strong>bajo..., ¡y durmiendo como una santa <strong>de</strong> Dios!<br />

-¿Pero roncar, no roncaba?<br />

- La con<strong>de</strong>nada acudía al olor <strong>de</strong> la leche..., y valió que le dio i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse en el chapeo...,<br />

que las intenciones bien se las conocí... ¡eran <strong>de</strong> metérseme por la boca, con perdón <strong>de</strong> las barbas<br />

honradas!<br />

Aunque se armó gran algazara, la mo<strong>de</strong>ró algún tanto el cura <strong>de</strong> Boán recordando las diversas<br />

ocasiones en que se oían contar casos análogos: culebras que se encontraban en los establos<br />

mamando <strong>de</strong>l pezón <strong>de</strong> las vacas, otras que se <strong>de</strong>slizaban en la cuna <strong>de</strong> los niños para beberles la<br />

leche en el estómago...<br />

Asistía Julián a la velada, entretenido y contento, porque la alegría y el humor <strong>de</strong> los cazadores le<br />

disipaba las i<strong>de</strong>as congojosas <strong>de</strong> algunos días atrás, el miedo a la Sabia, a Primitivo, a los Pazos,<br />

los lúgubres presentimientos acrecentados por la comunicación <strong>de</strong> los terrores nerviosos <strong>de</strong><br />

Nucha. Don Eugenio, viéndole animado, le porfiaba para que fuese a hacerles una visita al<br />

caza<strong>de</strong>ro; negábase Julián, pretextando la necesidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir misa, <strong>de</strong> rezar las horas canónicas:<br />

en realidad, era que no quería <strong>de</strong>jar enteramente sola a la señorita. Al cabo, tanto insistió don<br />

Eugenio, que hubo <strong>de</strong> prometer, aplazando para el último día.<br />

- No ha <strong>de</strong> haber nada <strong>de</strong> eso - exclamó el bullicioso párroco -. Mañana por la mañanita nos lo<br />

llevamos con nosotros... Se vuelve <strong>de</strong> allá pasado mañana temprano.<br />

Toda resistencia hubiera sido inútil, y más en tal momento, cuando la jarana crecía y el vino<br />

menguaba en los jarros. Julián sabía que aquella gente maleante y retozona era capaz <strong>de</strong> llevarlo<br />

por fuerza, si se negaba a ir <strong>de</strong> grado.<br />

- XXII -<br />

Tuvo, pues, que salir al romper el alba, dando diente con diente, caballero en la mansa pollinita,<br />

y siendo blanco <strong>de</strong> las bromas <strong>de</strong> los cazadores, porque iba vestido <strong>de</strong> modo asaz impropio para<br />

la ocasión, sin zamarra, ni polainas <strong>de</strong> cuero, ni sombrerazo, ni armas ofensivas o <strong>de</strong>fensivas <strong>de</strong><br />

ninguna especie. El día asomaba <strong>de</strong>spejado y magnífico: en las hierbas resplan<strong>de</strong>cían las<br />

cristalizaciones <strong>de</strong> la escarcha; la tierra se estremecía <strong>de</strong> frío y humeaba levemente a la primera<br />

caricia <strong>de</strong>l sol; el paso animado y gimnástico <strong>de</strong> los cazadores resonaba militarmente sobre el<br />

terreno endurecido por la helada.<br />

Des<strong>de</strong> el caza<strong>de</strong>ro, adon<strong>de</strong> llegaron a cosa <strong>de</strong> las nueve, <strong>de</strong>sparramáronse por el monte. Julián,<br />

no sabiendo qué hacer <strong>de</strong> su persona, quedóse pegado a don Eugenio, y le vio realizar dos<br />

proezas cinegéticas y meter en el morral dos pollitos <strong>de</strong> perdiz, tibios aún <strong>de</strong> la recién arrancada<br />

vida. Es <strong>de</strong> advertir que don Eugenio no gozaba fama <strong>de</strong> diestro tirador, por lo cual, al reunirse<br />

los cazadores a mediodía para comer en un repuesto encinar, el párroco <strong>de</strong> Naya invocó el<br />

testimonio <strong>de</strong> Julián para que asegurase que se las había visto tirar al vuelo.<br />

-¿Y qué es tirar al vuelo, don Julián? - le preguntaron todos.<br />

Como el capellán se quedó parado al hacerle tan insidiosa pregunta, ocurrióseles a los cazadores<br />

que sería cosa muy divertida darle a Julián una escopeta y un perro y que intentase cazar algo.<br />

Quieras que no quieras, fue preciso conformarse. Se le <strong>de</strong>stinó el Chonito, perdiguero<br />

infatigable, recastado, <strong>de</strong> hocico partido, el más ardiente y seguro <strong>de</strong> cuantos canes iban allí.<br />

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