Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio
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ajito, queriendo hablar y pedir misericordia; nadie acudía en su auxilio, y la lanza le tenía ya<br />
atravesado <strong>de</strong> parte a parte... Despertó repentinamente, resintiéndose <strong>de</strong> una punzada dolorosa en<br />
la mano <strong>de</strong>recha, sobre la cual había gravitado el peso <strong>de</strong>l cuerpo todo, al acostarse <strong>de</strong>l lado<br />
izquierdo, posición favorable a las pesadillas.<br />
- XX -<br />
<strong>Los</strong> sueños <strong>de</strong> las noches <strong>de</strong> terror suelen parecer risibles apenas <strong>de</strong>spunta la claridad <strong>de</strong>l nuevo<br />
día; pero Julián, al saltar <strong>de</strong> la cama, no consiguió vencer la impresión <strong>de</strong>l suyo. Proseguía el<br />
hervor <strong>de</strong> la imaginación sobrexcitada: miró por la ventana, y el paisaje le pareció tétrico y<br />
siniestro; verdad es que entoldaban la bóveda celeste nubarrones <strong>de</strong> plomo con reflejos lívidos, y<br />
que el viento, sordo unas veces y sibilante otras, doblaba los árboles con ráfagas repentinas. El<br />
capellán bajó la escalera <strong>de</strong> caracol con ánimo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir su misa, que a causa <strong>de</strong>l mal estado <strong>de</strong> la<br />
capilla señorial acostumbraba celebrar en la parroquia. Al regresar y acercarse a la entrada <strong>de</strong> los<br />
Pazos, un remolino <strong>de</strong> hojas secas le envolvió los pies, una atmósfera fría le sobrecogió, y la<br />
gran huronera <strong>de</strong> piedra se le presentó imponente, ceñuda y terrible, con aspecto <strong>de</strong> prisión,<br />
como el castillo que había visto soñando. El edificio, bajo su toldo <strong>de</strong> negras nubes, con el ruido<br />
temeroso <strong>de</strong>l cierzo que lo fustigaba, era amenazador y siniestro. Julián penetró en él con el alma<br />
en un puño. Cruzó rápidamente el helado zaguán, la cavernosa cocina, y, atravesando los salones<br />
solitarios, se apresuró a refugiarse en la habitación <strong>de</strong> Nucha, don<strong>de</strong> acostumbraban servirle el<br />
chocolate por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la señorita.<br />
Encontró a ésta algo más <strong>de</strong>semblantada que <strong>de</strong> costumbre. Al abatimiento que <strong>de</strong> ordinario se<br />
revelaba en su rostro afilado, se agregaba una contracción y un azoramiento, indicios <strong>de</strong> gran<br />
tirantez nerviosa. Tenía a la niña en brazos, y al ver llegar a Julián le hizo rápidamente seña <strong>de</strong><br />
que ni chistase ni se menease, que el angelito andaba en tratos <strong>de</strong> aletargarse al calor <strong>de</strong>l seno<br />
maternal. Inclinada sobre la criatura, Nucha le echaba el aliento para mejor adormecerla, y<br />
arreglaba con febriles movimientos el pañolón calcetado que envolvía, como el capullo a la<br />
oruga, aquella vida naciente. Pestañeó la niña dos o tres veces, y luego cerró los ojitos, mientras<br />
su madre no cesaba <strong>de</strong> arrullarla con una nana aprendida <strong>de</strong>l ama, una especie <strong>de</strong> gemido cuya<br />
base era el triste, ¡lai... lai!, la queja lenta y larga <strong>de</strong> todas las canciones populares en Galicia. El<br />
canto fue <strong>de</strong>scendiendo, hasta concluir en la pronunciación melancólica y cariñosa <strong>de</strong> una sola<br />
letra, la e prolongada; y levantándose en puntas <strong>de</strong> pie, Nucha <strong>de</strong>positó a su hija en la cuna muy<br />
<strong>de</strong>licada y cuidadosamente, pues la chiquilla era tan lista - en opinión <strong>de</strong> su madre - que<br />
distinguía al punto la cuna <strong>de</strong>l brazo, y era capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l sopor más profundo si se<br />
enteraba <strong>de</strong> la sustitución.<br />
Por lo mismo Julián y Nucha se hablaron muy <strong>de</strong> quedo, mientras la señorita manejaba la aguja<br />
<strong>de</strong> crochet calcetando unos zapatitos que parecían bolsas. Julián empezó por preguntar si se le<br />
había quitado el susto <strong>de</strong> la noche anterior.<br />
- Sí, pero todavía estoy no sé cómo.<br />
- Yo tampoco les tengo afición a esos bichos asquerosos... No los había visto tan gordos hasta<br />
que vine a la al<strong>de</strong>a. En el pueblo apenas los hay.<br />
- Pues yo - contestó Nucha - era antes muy valiente; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong>... que nació la pequeña, no sé<br />
qué me pasa; parece que me he vuelto medio tonta, que tengo miedo a todo...<br />
Interrumpió la labor, y alzó la cara; sus gran<strong>de</strong>s ojos estaban dilatados; sus labios, ligeramente<br />
trémulos.<br />
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