Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio
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lo otro... Julián se limitaba a <strong>de</strong>plorar tamaños excesos, y a <strong>de</strong>sear que las cosas se arreglasen, lo<br />
cual no daba tela a Máximo para armar una <strong>de</strong> sus trifulcas favoritas, tan provechosas al<br />
esparcimiento <strong>de</strong> su bilis y tan fecundas en peripecias cuando tropezaba con curas ternes y<br />
carlistas, como el <strong>de</strong> Boán o el Arcipreste.<br />
Mientras el belicoso médico no venía, todo era paz y sosiego en la habitación <strong>de</strong> la enferma.<br />
Únicamente lo turbaba el llanto, prontamente acallado, <strong>de</strong> la niña. El capellán leía el Año<br />
cristiano en alta voz, y poblábase el ambiente <strong>de</strong> historias con sabor novelesco y poético:<br />
«Cecilia, hermosísima joven e ilustre dama romana, consagró su cuerpo a Jesucristo;<br />
<strong>de</strong>sposáronla sus padres con un caballero llamado Valeriano y se efectuó la boda con muchas<br />
fiestas, regocijos y bailes... Sólo el corazón <strong>de</strong> Cecilia estaba triste...» Seguía el relato <strong>de</strong> la<br />
mística noche nupcial, <strong>de</strong> la conversión <strong>de</strong> Valeriano, <strong>de</strong>l ángel que velaba a Cecilia para guardar<br />
su pureza, con el <strong>de</strong>senlace glorioso y épico <strong>de</strong>l martirio. Otras veces era un soldado, como San<br />
Menna; un obispo, como San Severo... La narración, <strong>de</strong>tallada y dramática, refería el<br />
interrogatorio <strong>de</strong>l juez, las respuestas briosas y libres <strong>de</strong> los mártires, los tormentos, la<br />
flagelación con nervios <strong>de</strong> buey, el ecúleo, las uñas <strong>de</strong> hierro, las hachas encendidas aplicadas al<br />
costado... «Y el caballero <strong>de</strong> Cristo estaba con un corazón esforzado y quieto, con semblante<br />
sereno, con una boca llena <strong>de</strong> risa (como si no fuera él sino otro el que pa<strong>de</strong>cía), haciendo burla<br />
<strong>de</strong> sus tormentos y pidiendo que se los acrecentasen...» Tales lecturas eran <strong>de</strong> fantástico efecto,<br />
particularmente al caer <strong>de</strong> las adustas tar<strong>de</strong>s invernales, cuando la hoja seca <strong>de</strong> los árboles se<br />
arremolinaba danzando, y las nubes <strong>de</strong>nsas y algodonáceas pasaban lentamente ante los cristales<br />
<strong>de</strong> la ventana profunda. Allá a lo lejos se oía el perpetuo sollozo <strong>de</strong> la represa, y chirriaban los<br />
carros cargados <strong>de</strong> tallos <strong>de</strong> maíz o ramaje <strong>de</strong> pino. Nucha escuchaba con atención, apoyada la<br />
barba en la mano. De tiempo en tiempo su seno se alzaba para suspirar.<br />
No era la primera vez que observaba Julián, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el parto, gran tristeza en la señorita. El<br />
capellán había recibido una carta <strong>de</strong> su madre que encerraba quizás la clave <strong>de</strong> los disgustos <strong>de</strong><br />
Nucha. Parece que la señorita Rita había engatusado <strong>de</strong> tal manera a la tía vieja <strong>de</strong> Orense, que<br />
ésta la <strong>de</strong>jaba por here<strong>de</strong>ra universal, <strong>de</strong>sheredando a su ahijada. A<strong>de</strong>más, la señorita Carmen<br />
estaba cada día más chocha por su estudiante, y se creía en el pueblo que, si don Manuel <strong>Pardo</strong><br />
negaba el consentimiento, la chica saldría <strong>de</strong>positada. También pasaban cosas terribles con la<br />
señorita Manolita: don Víctor <strong>de</strong> la Formoseda la plantaba por una artesana, sobrina <strong>de</strong> un<br />
canónigo. En fin, misia Rosario pedía a Dios paciencia para tantas tribulaciones (las <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />
<strong>Pardo</strong> eran para misia Rosario como propias). Si todo esto había llegado a oídos <strong>de</strong> Nucha por<br />
conducto <strong>de</strong> su marido o <strong>de</strong> su padre, no tenía nada <strong>de</strong> extraño que suspirase así. Por otra parte,<br />
¡el <strong>de</strong>caimiento físico era tan visible! Ya no se parecía Nucha a más Virgen que a la <strong>de</strong>macrada<br />
imagen <strong>de</strong> la Soledad. Juncal la pulsaba atentamente, le or<strong>de</strong>naba alimentos muy nutritivos, la<br />
miraba con alarmante insistencia.<br />
Atendiendo a la niña, Nucha se reanimaba. Cuidábala con febril actividad. Todo se lo quería<br />
hacer ella, sin ce<strong>de</strong>r al ama más que la parte material <strong>de</strong> la cría. El ama, <strong>de</strong>cía ella, era un tonel<br />
lleno <strong>de</strong> leche que estaba allí para aplicarle la espita cuando fuese necesario y soltar el chorro: ni<br />
más ni menos. La comparación <strong>de</strong>l tonel es exactísima: el ama tenía hechura, color e inteligencia<br />
<strong>de</strong> tonel. Poseía también, como los toneles, un vientre magno. Daba gozo verla comer, mejor<br />
dicho, engullir: en la cocina, Sabel se entretenía en llenarle el plato o la taza a reverter, en<br />
ponerle <strong>de</strong>lante medio pan, cebándola igual que a los pavos. Con semejante mostrenco Sabel se<br />
la echaba <strong>de</strong> principesa, mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> <strong>de</strong>licados gustos y selectas aficiones. Como todo es relativo<br />
en el mundo, para la gente <strong>de</strong> escalera abajo <strong>de</strong> la casa solariega el ama representaba un salvaje<br />
muy gracioso y ridículo, y se reían tanto más con sus patochadas cuanto más fácilmente podían<br />
incurrir ellos en otras mayores. Realmente era el ama objeto curioso, no sólo para los payos, sino<br />
por distintas razones, para un etnógrafo investigador. Máximo Juncal refirió a Julián pormenores<br />
interesantes. En el valle don<strong>de</strong> se asienta la parroquia <strong>de</strong> que el ama procedía - valle situado en<br />
los últimos confines <strong>de</strong> Galicia, lindando con Portugal - las mujeres se distinguen por sus<br />
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