10.05.2013 Views

Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio

Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio

Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

los señores <strong>de</strong> <strong>Ulloa</strong> sintieron la impresión <strong>de</strong>l frío subterráneo <strong>de</strong> una ancha cripta abovedada,<br />

don<strong>de</strong> la voz humana retumbaba <strong>de</strong> un modo extraño y solemne. Por la escalera <strong>de</strong> anchos<br />

peldaños y monumental balaústre <strong>de</strong> piedra bajaba dificultosamente, con la lentitud y el balanceo<br />

con que caminan los osos puestos en dos pies, una pareja <strong>de</strong> seres humanos monstruosa,<br />

<strong>de</strong>forme, que lo parecía más viéndola así reunida: el Arcipreste y su hermana. Ambos ja<strong>de</strong>aban:<br />

su dificultosa respiración parecía el resuello <strong>de</strong> un acci<strong>de</strong>ntado; las triples roscas <strong>de</strong> la papada y<br />

el rollo <strong>de</strong>l pestorejo aureolaban con formidable nimbo <strong>de</strong> carne las faces moradas <strong>de</strong> puro<br />

inyectadas <strong>de</strong> sangre espesa; y cuando se volvían <strong>de</strong> espaldas, en el mismo sitio en que el<br />

Arcipreste lucía la tonsura ostentaba su hermana un moñito <strong>de</strong> pelo gris, análogo al que gastan<br />

los toreros. Nucha, a quien el recibimiento <strong>de</strong>l juez y el tocado <strong>de</strong> su señora habían puesto <strong>de</strong><br />

buen humor, volvió a sonreír disimuladamente, sobre todo al notar los quidproquos <strong>de</strong> la<br />

conversación, producidos por la sor<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> los dos respetables hermanos. No <strong>de</strong>smintiendo éstos<br />

la hospitalaria tradición campesina, hicieron pasar a los visitadores, quieras no quieras, al<br />

comedor, don<strong>de</strong> un mármol se hubiera reído también observando cómo la mesa <strong>de</strong>l refresco, la<br />

misma en que comían a diario los dueños <strong>de</strong> casa, tenía dos escotaduras, una frente a otra, sin<br />

duda <strong>de</strong>stinadas a alojar <strong>de</strong>sahogadamente la rotundidad <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> abdómenes gigantescos.<br />

El regreso a los Pazos fue animado por comentarios y bromas acerca <strong>de</strong> las visitas: hasta Julián<br />

dio <strong>de</strong> mano a su formalidad y a su indulgencia acostumbrada para divertirse a cuenta <strong>de</strong> la mesa<br />

escotada y <strong>de</strong>l almacén <strong>de</strong> quincalla que la señora jueza lucía en el pescuezo y seno. Pensaban<br />

con regocijo en que al día siguiente se les preparaba otra excursión <strong>de</strong>l mismo género, sin duda<br />

igualmente divertida: tocábales ver a las señoritas <strong>de</strong> Molen<strong>de</strong> y a los señores <strong>de</strong> Limioso.<br />

Salieron <strong>de</strong> los Pazos tempranito, porque bien necesitaban toda la larga tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> verano para<br />

cumplir el programa; y acaso no les alcanzaría, si no fuese porque a las señoritas <strong>de</strong> Molen<strong>de</strong> no<br />

las encontraron en casa; una mocetona que pasaba cargada con un haz <strong>de</strong> hierba explicó<br />

difícilmente que las señoritas iban en la feria <strong>de</strong> Vilamorta, y sabe Dios cuándo volverían <strong>de</strong> allá.<br />

Le pesó a Nucha, porque las señoritas, que habían estado en los Pazos a verla, le agradaban, y<br />

eran los únicos rostros juveniles, las únicas personas en quienes encontraba reminiscencias <strong>de</strong> la<br />

cháchara alegre y <strong>de</strong>l fresco pico <strong>de</strong> sus hermanas, a las cuales no podía olvidar. Dejaron un<br />

recado <strong>de</strong> atención a cargo <strong>de</strong> la mocetona y torcieron monte arriba, camino <strong>de</strong>l Pazo <strong>de</strong><br />

Limioso.<br />

El camino era difícil y se retorcía en espiral alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la montaña; a uno y otro lado, las cepas<br />

<strong>de</strong> viña, cargadas <strong>de</strong> follaje, se inclinaban sobre él como para borrarlo. En la cumbre amarilleaba<br />

a la luz <strong>de</strong>l sol poniente un edificio prolongado, con torre a la izquierda, y a la <strong>de</strong>recha un<br />

palomar <strong>de</strong>rruido, sin techo ya. Era la señorial mansión <strong>de</strong> Limioso, un tiempo castillo roquero,<br />

nido <strong>de</strong> azor colgado en la escarpada umbría <strong>de</strong>l montecillo solitario, tras <strong>de</strong>l cual, en el<br />

horizonte, se alzaba la cúspi<strong>de</strong> majestuosa <strong>de</strong>l inaccesible Pico Leiro. No se conocía en todo el<br />

contorno, ni acaso en toda la provincia, casa infanzona más linajuda ni más vieja, y a cuyo<br />

nombre añadiesen los labriegos con acento más respetuoso el calificativo <strong>de</strong> Pazo, palacio,<br />

reservado a las moradas hidalgas.<br />

Des<strong>de</strong> bastante cerca, el Pazo <strong>de</strong> Limioso parecía <strong>de</strong>shabitado, lo cual aumentaba la impresión<br />

melancólica que producía su <strong>de</strong>smantelado palomar. Por todas partes indicios <strong>de</strong> abandono y<br />

ruina: las ortigas obstruían la especie <strong>de</strong> plazoleta o patio <strong>de</strong> la casa; no faltaban vidrios en las<br />

vidrieras, por la razón plausible <strong>de</strong> que tales vidrieras no existían, y aun alguna ma<strong>de</strong>ra,<br />

arrancada <strong>de</strong> sus goznes, pendía torcida, como un jirón en un traje usado. Hasta las rejas <strong>de</strong> la<br />

planta baja, <strong>de</strong>voradas <strong>de</strong> orín, subían las plantas parásitas, y festones <strong>de</strong> yedra seca y raquítica<br />

corrían por entre las junturas <strong>de</strong>squiciadas <strong>de</strong> las piedras. Estaba el portón abierto <strong>de</strong> par en par,<br />

como puerta <strong>de</strong> quien no teme a ladrones; pero al sonido mate <strong>de</strong> los cascos <strong>de</strong> las monturas en el<br />

piso herboso <strong>de</strong>l patio, respondieron asmáticos ladridos y un mastín y dos perdigueros se<br />

abalanzaron contra los visitantes, <strong>de</strong>sperdiciando por las fauces el poco brío que les quedaba,<br />

pues ninguno <strong>de</strong> aquellos bichos tenía más que un erizado pelaje sobre una armazón <strong>de</strong> huesos<br />

59

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!