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Emilia Pardo Bazán, Los pazos de Ulloa - Inicio

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trato con las bestias, no diferenciaba a un cristiano <strong>de</strong> un animal, ni siquiera <strong>de</strong> una hortaliza, y<br />

para él era lo mismo una ristra <strong>de</strong> ajos, con perdón, que el alma <strong>de</strong> una persona humana. En las<br />

discusiones <strong>de</strong>l ateneo <strong>de</strong> los Pazos, Goros tenía siempre pedida la palabra en contra, así que el<br />

algebrista se <strong>de</strong>scolgaba con una <strong>de</strong> sus atrocida<strong>de</strong>s, allí estaba el criado <strong>de</strong>l cura hecho martillo<br />

<strong>de</strong> herejes, confutando las proposiciones panteísticas que el alcohol y el atavismo ponían en los<br />

sumidos labios <strong>de</strong>l componedor <strong>de</strong> Boán.<br />

-¿Vienes a ver a los animales? - preguntole aquella mañana <strong>de</strong>sapaciblemente -. Están bien<br />

lucidos. San Antón por <strong>de</strong>lante. No tienen falta <strong>de</strong> médico.<br />

- Vengo a me sentar... que el cuerpo <strong>de</strong>l hombre no es <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, y a las veces cánsase también.<br />

- Bueno, ahí está el banco.<br />

-¡Quién como tú! - suspiró el algebrista, quitándose el sombrero <strong>de</strong> copa alta y poniéndolo entre<br />

las rodillas -. ¡Hecho un canónigo, carraspo! Así te engordan los cachetes, que pareces fuera el<br />

alma el marrano <strong>de</strong>l pedáneo cuando lo van a matar.<br />

- Sí, sí, vente con endrómenas... Si hablases <strong>de</strong> otros criados <strong>de</strong> otros curas diferentes, <strong>de</strong> todos<br />

los más que hay por el mundo a<strong>de</strong>lante, que revientan <strong>de</strong> gordos y <strong>de</strong> ricos... a cuenta <strong>de</strong> los<br />

malpocados <strong>de</strong> los feligreses... Pero este mi señor, que antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> la muerte ya ha<br />

entrado <strong>de</strong> patas en la gloria, nunca tiene sino necesida<strong>de</strong>s y pobrezas, y si el criado fuese como<br />

los vagos a la chupandina <strong>de</strong>l jarro y <strong>de</strong>l pisquis <strong>de</strong> caña... ¡ya le quiero yo un recadito!<br />

-¡Mal hablado! Aun siquiera una gota te pedí.<br />

- Buena falta hace que me la pidas. Conozco yo las entenciones <strong>de</strong> la gente...<br />

Echose a reír el algebrista, pues no era él hombre que se formalizase por tan poco. De oírse<br />

llamar borrachón y pellejo estaba harto, y esas menu<strong>de</strong>ncias no lastimaban su dignidad. Al<br />

contrario, dábanle pretexto para explayarse en sus favoritas y perniciosas filosofías.<br />

- Bueno, carraspo, bueno; el hombre tampoco es <strong>de</strong> palo y ha <strong>de</strong> tener sus aficiones... quiérese<br />

<strong>de</strong>cir, sus perfirencias. Y si no, ¿para qué venimos a este mundo recon<strong>de</strong>nado? A la presente<br />

estamos aquí platicando los dos; pues cata que sale una mosca ver<strong>de</strong> <strong>de</strong>l estiércol y te pica... el<br />

caruncho sea contigo, y acabose; ya pue<strong>de</strong> el señor cura plantarse aquellos riquilorios negros con<br />

la cinta dorada. Que pasa un can con la lengua <strong>de</strong> fuera, un suponer, y te da una <strong>de</strong>ntada... pues<br />

como no te acudan con el hierro ardiendo, o no te pongan la cabeza <strong>de</strong> un conejo en vez <strong>de</strong> la<br />

tuya, que dice que es ahora la última moda <strong>de</strong> Francia para la rabia...<br />

- Vaya a contar mentiras al infierno - exclamó Goros furioso, <strong>de</strong>strozando en menudos<br />

fragmentos una onza <strong>de</strong> chocolate, pues el agua hervía ya en la chocolatera -. No sé cómo Dios<br />

no manda un rayo que te parta, cuando dices esos pecados <strong>de</strong> confundirnos con las bestias, ¡Jesús<br />

mil veces!<br />

-¡Si ya anda en los papeles! A fe <strong>de</strong> Antón, carraspo, que no te miento.<br />

- <strong>Los</strong> papeles son la perdición <strong>de</strong> hoy en día. <strong>Los</strong> que escriben los papeles, más malvados aún<br />

que las amas <strong>de</strong> los clérigos.<br />

- Asosiégate, hombre, que tú no has <strong>de</strong> arreglar el mundo, ni yo tampoco. Lo que se quiere <strong>de</strong>cir,<br />

es que para cuatro días que tenemos <strong>de</strong> vida, no <strong>de</strong>be un hombre privarse <strong>de</strong> lo que le gusta, en<br />

no haciendo daño a sus <strong>de</strong>semejantes.<br />

- Como los cerdos, con perdón, ¿eh? - vociferó Goros en el colmo <strong>de</strong> la indignación, mientras<br />

buscaba por la espetera el molinillo -. ¿Como los marranos? Comer, dormir, castizar, ¿y luego a<br />

podrirse en tierra? Calle, calle, que hasta parece que se me revuelve el estómago.<br />

Lo que se revolvía era el chocolate, bajo el vertiginoso girar <strong>de</strong>l molinillo en la chocolatera. El<br />

cura <strong>de</strong> <strong>Ulloa</strong> pa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong>bilidad, y necesitaba que en el mismo momento <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> la iglesia le<br />

metiesen en la boca su chocolate, fuese en el estado que fuese; por lo cual Goros acostumbraba<br />

tenerlo listo con anticipación, y el señor cura tomarlo <strong>de</strong>testable.<br />

- Yo no sé qué diferentes son <strong>de</strong> los marranos los hombres, carraspo - blasfemó el algebrista -.<br />

Tras <strong>de</strong> lo mismo andan; el comer, el beber, las mozas... Al fin, <strong>de</strong> una masa somos todos...<br />

-¡No sé cómo Dios aguanta a este empío en el mundo!<br />

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