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Después del vestuario viene el esqueletario.<br />
Lápidas de muerto –pensémoslo cuando vamos<br />
mirando al suelo por las calles– son todas las losas<br />
de las aceras.<br />
Yo he supuesto que en las órbitas o cuencas vacías<br />
de las calaveras se ocultan los ratones de la muerte.<br />
El perro se echa a nuestros pies como si ya<br />
estuviese guardando nuestro sepulcro.<br />
Los conejos de la muerte huyen por todos los lados.<br />
…El gato que vuela no es que vuele seguido en el<br />
cielo de la madrugada, porque entonces sería un<br />
gran murciélago, sino sólo hace una cosa: que salta<br />
de alero en alero atravesando la calle, como si<br />
volase. Como los naturalistas nunca andan por las<br />
ciudades de cuatro y media a cinco de la<br />
madrugada, no han podido anotar ese salto<br />
maravilloso –más vuelo que salto– que engatuña el<br />
cielo delirante en el entrevero de la noche y el día.<br />
Pensamiento consolador: El gusano también morirá.<br />
Esa señorita, al asomarse a un balcón que daba a la<br />
noche oscura, fue vista por la muerte, el gavilán de<br />
esas oscuridades como boca de lobo. Después cerró<br />
los cristales con naturalidad y muy lentamente las<br />
contraventanas. Se acostó simplemente y se murió<br />
aquella noche.<br />
Las placas de “peligro de muerte” son los ex libris de<br />
la ciudad.<br />
¡La muerte! Agarrados a trenes que se pierden en el<br />
mar, el hígado será submarino y los dientes ajos y<br />
las miradas burbujas que se desvanecen en la<br />
espuma y ayer nunca en el hoy y bastante en el ayer<br />
¡No nos quejemos! Somos lo inerte, lo perdido, lo<br />
disuelto que logró enterarse del vivir ¡A morir ahítos<br />
de fortuna, sin protesta, sin paraguas!<br />
Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 83<br />
alfarería (dibujo de David Vela)