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RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA página

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deportista: en la escena de la mente y la (propia)<br />

vida. Como Sócrates, Platón, Epicúreo, los estoicos<br />

y cínicos, los senos hacen de la (propia) vida<br />

(espiritual), que en sí no tiene nada de especialismo,<br />

su gran obra de arte, su deporte lúdico y artístico de<br />

cada día. En el seno de Senos, en lo más profundo<br />

de su corazón, (re)suena de manera totalmente<br />

artística, literaria e implícita una de las más bonitas<br />

sentencias de la Fenomenología del espíritu de<br />

Hegel: ‘El espíritu es artista’. El seno en Senos,<br />

como unidad pensativa-ascética, encarna la artisticidad<br />

de la flexibilidad espiritual en su forma<br />

paradójica: criatura que siempre de nuevo crea a sí<br />

misma en su estado naciente sin fin, el mito vivo del<br />

eterno retorno de la (auto)creación.<br />

II.5 EL SENO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> IMAGEN<br />

Según el notorio cínico Diógenes la fuerza formativa<br />

(espiritual) más crucial en el hombre es la<br />

imaginación. Es exactamente a esta fuerza íntima<br />

que toda la obra de Ramón, y en especial Senos,<br />

apunta, activa y da forma. 17 Se puede decir que<br />

Senos, y la obra de Ramón en general, implica una<br />

ascesis lingüística, una práctica de entrenamiento –<br />

una disciplina artística dinámica, dialéctica de<br />

acercamiento a y distanciamiento de la letra - en<br />

forma de juego literario en el cual por medio de la<br />

palabra poética-lúdica se invita y se promueve<br />

concretamente al imaginar. Para conseguir eso la<br />

palabra, activada en esta práctica, tiene que<br />

concentrarse en y abrir paso a todas las (nuevas)<br />

posibilidades literarias-poéticas-retóricas que hay o<br />

se puede descubrir en el fondo del lenguaje para<br />

17 En Pombo Ramón dice: ‘…soy solo una mirada ancha,<br />

ancha como todo mi cara […] ni soy escritor, ni un pensador, ni<br />

nada. Yo solo soy, por decirlo así, un mirador, y en esto creo<br />

que está la única facultad verdadera […]’ Esto me hace pensar<br />

que Ramón por su obra, como Rimbaud, no sólo se ha<br />

cambiado en monstruo artístico sino también en vidente<br />

artístico, estrictamente por imaginación-reflexión literaria.<br />

Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 57<br />

que la producción de la imagen –que lógicamente<br />

forma el corazón del imaginar- pueda ocurrir. Y esta<br />

‘pueda’ aquí es muy importante porque me refiero a<br />

la imagen libre. La imagen en nivel imaginario, que<br />

se libra por la palabra de la palabra, que no se<br />

encuentra en la materialidad del signo, sino que sale<br />

de el, tanto por la cualidad de este signo mismo<br />

como por el hacer del imaginar vivo, como actor<br />

protagónico a la escena íntima y psicológica del<br />

teatro mental, a la espiritualidad del sentido, de<br />

cualquiera que lo lea (aunque necesariamente<br />

primero a las de quien que lo lee primero, su<br />

inventor), actuando allí, aunque siempre con alguna<br />

semejanza esencial en la realización de su<br />

actuación, en cada cual de una manera individual,<br />

diferente y libre.<br />

Exactamente esta aspiración a un salto cualitativo de<br />

la palabra a la imagen que caracteriza tan profundamente<br />

a la obra de Ramón -y también a la obra de<br />

algunos literatos contemporáneos de él, como<br />

Azorín, Jiménez, Miró y Chacel 18 -, la pone en una<br />

situación paradójica y agonística de delicada lucha<br />

artística interna que determina en gran parte el<br />

dinamismo típico de su forma, es decir, para dar en<br />

el quid de la imagen libre e íntima, el blanco último,<br />

hay que usar necesariamente la palabra (literaria)<br />

–que además, por ser de sí misma de naturaleza<br />

abstracta, en principio es un medio ideal para<br />

conseguirlo– pero para hacerlo de una manera<br />

realmente eficaz y concreta tiene que tomar una<br />

forma poética equilibrada: la retórica, en la cual la<br />

metáfora juega un papel crucial (al menos es así en<br />

la obra de Ramón), no debe estorbar el salto a la<br />

imagen libre e íntima sino estimularlo. Esto quiere<br />

decir que la retórica, en concreto, la metáfora, no<br />

debe ser hinchada y rebuscada (rimbombante), ni<br />

tampoco seca y plana (tópica). En ‘Los senos del<br />

estilo’ se expresa esa lucha artística-literaria para<br />

18 Y hasta a la obra filosófica de Ortega y Gasset.

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