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más allá de los limites de la liza en un viaje<br />
fantástico interminable buscando en la aventura a<br />
otro(s) juego(s) –un poquito como el barón de<br />
Münchhausen que viaja por el mundo entero en su<br />
bala de cañón–, pero como Ramón mismo ya ha<br />
hecho la comparación entre senos y bolas (de<br />
juego), yo prefiero otro: caballos. Caballos de<br />
ajedrez, para ser preciso. 7 Los senos son como<br />
caballos de ajedrez que han saltado del tablero, de<br />
su mundo, han saltado desde su libertad definitivamente<br />
fuera del poder de la dama, en libertad,<br />
para hacer allí, en otro mundo, mundo separado y al<br />
revés, como reyes, como reyes de carnaval, por sus<br />
jugadas maestras, sus saltos de caballo libre(s), sus<br />
saltos cualitativos, un juego excepcional de sí<br />
mismos.<br />
Esta tendencia de los senos a esencializarse<br />
radicalmente como juego por y en sí mismos –este<br />
anacoretismo ascético de los senos en el seno (de<br />
su juego), este retiro depurador en la soledad de su<br />
soledad (lúdica)- sólo es posible por la política de<br />
aislamiento estético, de individualización artística<br />
que Ramón emprende en el nivel simbólico con<br />
ellos 8 y que hace que los senos en Senos tomen<br />
forma de unidad central y universal, de mundo –así<br />
como Blake ve un mundo en un grano de arena,<br />
Ramón ve un mundo en el seno-, de mundo que se<br />
crea y que se caracteriza por el trazo de una<br />
compleja figura jánica, dual, por el juego de un<br />
doblete paradójico: tomando forma de mundo, los<br />
senos a la vez se concentran (en sí mismos) y se<br />
dispersan (a sí mismos), mientras al mismo tiempo<br />
7 Los caballos de ajedrez son, exactamente como los<br />
senos, únicos y dobles a la vez: las únicas dos piezas del<br />
ajedrez cuyas jugadas son únicas y libres, excepcionales, están<br />
fuera del poder de la pieza más poderosa, la dama: no pueden<br />
ser copiadas por ella.<br />
8 Los senos son arrancados y reducidos, liberados de la<br />
materia en la imaginación, del cuerpo en el espíritu, del papel<br />
secundario en el protagonismo: poetizados y concentrados en el<br />
círculo lúdico y teatral de su propio juego.<br />
Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 41<br />
se cambian en juego y juguete, liza y meta, regla y<br />
suerte. Esta paradoja de la mundalización/atomización<br />
de los senos Ramón la expresa de manera<br />
muy bonita –muy literaria– con la metáfora del seno<br />
que cae como una gota en el polvo –como si fuera<br />
un anacoreta en su campo de juego, en la arena del<br />
desierto- para replegarse en sí mismo:<br />
‘Nos hemos imaginado la escena de un seno<br />
que cayese y le hemos visto envolverse en sí<br />
mismo y rodar sutilmente cerrado en una<br />
redondez blanda y compacta, como cuando<br />
una gota de agua se cae en el polvo y se hace<br />
una bolita así.’<br />
El seno en este juego forma el doble, el doble único,<br />
del fondo lúdico informal, de la liza libre con su<br />
potencial generativo y productivo infinito, que está en<br />
la base del juego, es decir, el seno a la vez sale de<br />
este fondo y se repliega sobre él, lo contiene, lo<br />
contiene dándole forma por su forma en formación.<br />
Por eso podemos decir que el seno, a la vez<br />
encarnación y símbolo de este fondo, es el actor por<br />
excelencia –el doble único- de un acto cosmogónico<br />
(espectacular) –el salto (mortal) de no ser a ser, de<br />
caos a cosmos- que el juego mismo posibilita abrir<br />
siempre de nuevo en su seno y que escenifica por<br />
reflexión: creación de mundo en creación.<br />
Todo juego –y la creación, sea material o ideal,<br />
grande o pequeña, es el juego por excelencia, el<br />
juego de los juegos- lleva el mito en su corazón, es<br />
en esencia, en su propia estructura y actuación, una<br />
formación mitológica y no histórica. O sea, a<br />
diferencia de la historia, que es una visión y práctica<br />
del tiempo de descubrimiento tardío y estrictamente<br />
humano, que toma el tiempo por completo como<br />
irreversible, lineal y exento de cualquier relación<br />
íntima y fundamental con el espacio (por eso el<br />
tiempo de la historia, aunque se refiere a hechos,<br />
sólo pasa, pasa siempre abstractamente al fin), el