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hecha visible de nuevo dentro de un conjunto<br />
estético, una composición artística que surge de<br />
todo un procedimiento opuesto diametralmente a la<br />
idea de fetichización y fijación y que, desde luego,<br />
tiene mucho parecido con lo que el cocinero hace en<br />
la cocina con los alimentos para llegar a crear su<br />
plato, es decir, con cambiar lo crudo en cocido,<br />
natura en cultura:<br />
‘Este libro es iconoclasta, arranca los senos,<br />
los rompe; pero los maneja y juega con ellos<br />
antes y después de romperlos, volviéndolos a<br />
rehacer, pero ya corregidos de sus pretensiones<br />
incorregibles, de su empaque salvaje,<br />
de sus orgullos crueles, de su intempestivos<br />
caprichos…’<br />
Este es el juego de Ramón, juego de asombro, juego<br />
del anti-Edipo ante el gran enigma de la Esfinge, sus<br />
senos, juego de Amor y Venus, juego en que el<br />
padre, por el niño, apunta su pluma –la llave de la<br />
simbolización– a las puntas de los senos de la<br />
madre, al corazón, para que, cuando la flecha<br />
penetra, hace diana, se abran como las cerraduras<br />
de una caja de caudales dejando salir todos sus<br />
fantásticos tesoros en abundancia:<br />
‘Como un tirador al blanco, hago puntería en<br />
este libro sobre el punto más central del blanco<br />
de los senos, sobre este punto preciso y difícil<br />
de acertar, que si verdaderamente se toca,<br />
sucede algo como lo que pasa en los juegos<br />
del tiro al blanco, y es que al clavar la flechita<br />
se abren con gran aparato los espectáculos<br />
secretos, y viven unánimemente muchas<br />
cosas de las que no se sospechaba tal<br />
hilaridad. ¿Verán en algún momento los ojos<br />
lúcidos esa garrulería viva, ese conjunto<br />
despejado, esa algarabía de las sorpresas que<br />
hay en los senos? La cerbatana de mi pluma<br />
Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 35<br />
se ha propuesto eso, y decididamente se ha<br />
lanzado a ello con desesperación.’<br />
Los senos sólo se hacen visibles en toda su gloria,<br />
en toda su abundancia sorpresiva, cuando se les<br />
aproxima a distancia, es decir, por las lentes de la<br />
palabra literaria del anti-Edipo en cuyo foco aparecen<br />
como los enigmas esenciales de la Esfinge<br />
(‘Lo más esfíngico de la esfinge no es su sonrisa, ni<br />
sus ojos, ni su frente, sino sus senos…’, nos dice<br />
Ramón en su prólogo), que ni pueden, ni deben ser<br />
resueltos sino sólo mostrados, mostrados en toda su<br />
variación de posibles formas, y que son llamados por<br />
él ‘los senos del estilo’, senos que se libran<br />
infinitamente estando sin fin en construcción dentro<br />
del taller estilístico-estético del lenguaje, su sostén<br />
simbólico. Ahora bien, ¿Se puede clasificar a<br />
Ramón, porque usa en (parte de) su obra del seno<br />
como materia prima, como materia en bruto a refinar<br />
estéticamente, como ‘senófilo’? A nadie le ocurriría<br />
llamar a Picasso y Stravinski folcloristas por la<br />
absorción de muchos elementos folclóricos en su<br />
arte. Y es que han hecho algo totalmente nuevo y<br />
personal con estos elementos. Igual Ramón con los<br />
senos. Son artistas que tanto en su actitud como en<br />
sus formas artísticas son libres, no se dejan<br />
clasificar en un marco fijo, en una forma determinada:<br />
son en esencia amorfos. O mejor dicho en un<br />
término estético que Ramón usa en el prólogo de su<br />
biografía artística Goya, barrocos:<br />
‘Lo barroco es el único concepto que merece<br />
el respeto de dejarlo indefinido y con salidas<br />
por todos los lados. […] ¿Que el intento de<br />
barroquismo deshace las formas y entreabre<br />
los estilos? Pues nada mejor. Esa porosidad<br />
es ideal; ese superbalbuceo es sorprendente.<br />
[…] De ningún modo es decadencia lo barroco,<br />
sino deseo de más perfección al saltar los<br />
límites de la perfección académica o puramente<br />
perfecta.’