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gráfico.’ Una advertencia muy clara para lectores,<br />
como Mainer -que ni siquiera menciona esta<br />
negación tan flagrante-, que quieren buscar cosas<br />
en el libro que claramente no hay. Pero si Senos no<br />
es pornográfico, ¿qué es entonces? Sigue Ramón<br />
en su prólogo: ‘Este libro no es un libro pornográfico.<br />
No hay procacidad en él, sino serenidad, serenidad<br />
sensible y una tranquila y sonriente consideración<br />
frente al espectáculo de los numerosos senos que<br />
se ven en los huertos de la vida.’<br />
Este fragmento pone en evidencia que Senos no se<br />
puede considerar de ninguna manera un ‘discurso<br />
sobre el sexo’ como Mainer afirma. Un ‘discurso<br />
sobre el sexo’ es un discurso caracterizado por una<br />
estrategia de ‘doble juego’: trata de fijar la sexualidad<br />
como verdad (absoluta) escondida, anclada<br />
supuestamente de manera fáctica, como trasmundo<br />
fundador invisible, debajo de los cuerpos/almas y las<br />
palabras/imágenes para al mismo tiempo poder<br />
revelar y mostrarla, hacerla por completo y obsesivamente<br />
visible como tal por las operaciones de los<br />
cuerpos/almas y las palabras/imágenes, o sea,<br />
siempre habla en nombre de esta verdad que<br />
presupone escondida y expresa como revelación:<br />
forma la autoridad que le da autoridad a este<br />
discurso, su ‘Dios’, digamos, Dios que no sólo le da<br />
su bendición de actuar en su nombre sino que<br />
también le otorga el poder de ser su portavoz.<br />
Pues bien, lo que Ramón expresa en el fragmento<br />
antes citado implica justo lo contrario de un discurso<br />
(sobre el sexo): revela que no revela (lo invisible de<br />
la sexualidad, el trasmundo fundador), por eso es<br />
que dice que no conoce la procacidad, sino que sólo<br />
ve (lo visible de los senos, el mundo en formación),<br />
por eso es que dice que conoce la serenidad, en<br />
breve, revela una actitud de visión imaginativa, de<br />
recepción y contemplación radical, de pura lectura,<br />
ante el teatro del mundo, el espectáculo de variedades<br />
que se escenifica en los huertos de la vida,<br />
Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 32<br />
donde sin fin actúan un sinfín de senos de una forma<br />
infinitamente variada. De manera muy adecuada se<br />
ha caracterizado a Ramón en una introducción a su<br />
obra Tapices así: ‘Ni es un escritor, ni un pensador;<br />
es un “mirador”, la única facultad verdadera y aérea:<br />
mira. Nada más.’<br />
Por eso podemos decir (también obras como El<br />
Rastro y El circo lo demuestran claramente) que<br />
Ramón es el lector vital y panorámico –una suerte<br />
de ‘botánico poético’, un ‘Linneo lírico’, con mucho<br />
ojo, ojo de lince estético y semántico- que lee el<br />
Libro de la Naturaleza, la abundancia de la vida, su<br />
exceso explosivo y expansivo, su estar eternamente<br />
en proceso (de fermentación, gestación y multiplicación)<br />
del cual el mismo proceso de lectura, en su<br />
infinitud generativa, forma una analogía y el seno<br />
fáctico el síntoma material o el índice plástico por<br />
excelencia: la forma que en su excesividad esencial,<br />
por su tendencia espontánea de ser juguete encarna<br />
el juego creativo de la vida. Y el libro Senos es la<br />
multiplicación original –profundamente creativa,<br />
lúdica y bromista– de la multiplicación originaria del<br />
Libro de la Naturaleza que Ramón está leyendo:<br />
forma un gran teatro de variedades en cuyo seno, en<br />
cuya esfera de ficción, actúan los grandes artistas de<br />
variedades que son los senos transformados en<br />
transformistas del escenario literario, senos que han<br />
cambiado de piel, que han superado y sublimado su<br />
estado de gusano fáctico y real en una metamorfosis<br />
artística de la cual salen revoleteando como mariposas<br />
ficticias e ideales, es decir, como signos,<br />
símbolos, metáforas y proyecciones, en breve, como<br />
independientes objetos de placer, objetos de placer<br />
creados e imaginarios.<br />
Que Senos no se puede considerar un ‘discurso<br />
sobre el sexo’ queda además afirmado por la<br />
siguiente tesis lanzada por Mainer: ‘Un discurso<br />
sobre el sexo ha de tener que ver con una confesión.’<br />
Esta tesis, que en sí es cierta (la confesión