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podríamos exclamar ante esta proclamación de la<br />
obra futura, rica en trucos posibles, sorprendente de<br />
27<br />
erotismos cambiantes» . La mujer es siempre, para<br />
todos los vanguardistas, por lo menos los hombres<br />
28<br />
heterosexuales , la Mujer mayúscula, metáfora de<br />
la mujer esencial<br />
29 .<br />
El recuperar el material/la materia erótica, especialmente<br />
mediante los senos de la mujer, se hace por<br />
las greguerías: «Era [Cristina] más blanca que nunca<br />
por sus descotes, y era más oscuro que nunca su<br />
traje negro de viuda; como roto y desgarrado por las<br />
manos ávidas» (pp. 98-99). Bien se ve aquí que a la<br />
mujer ramoniana se la fetichiza siempre. El ya muy<br />
avezado Cardona escribe con razón respecto de los<br />
senos: «Ramón es precursor en haber destacado el<br />
30<br />
fetiche erótico de nuestra generación» y, por lo que<br />
nos interesa particularmente aquí, Fernando Ponce<br />
añade: «Ramón fue [...] uno de los primeros españoles<br />
de su generación en elevar lo erótico a un alto<br />
nivel literario y artístico en novelas como La viuda<br />
31<br />
blanca y negra, La mujer vaciada, La Nardo» ,<br />
dejando de lado oportunamente a los segundones<br />
del género que fueron los Zamacois, Carrere,<br />
Vargas Vila y Trigo o (porque estos dos son, pese a<br />
todo, la creme de la creme del género) de las<br />
novelitas o novelones que se producían en cadena<br />
en aquel entonces.<br />
27 Ramón citado por A. MARTÍNEZ-COL<strong>LA</strong>DO, op. cit., p.<br />
217.<br />
28 Lo que no era, por ejemplo, el surrealista francés René<br />
Crevel; era «diferente», una «diferencia» que pagó carísimo el<br />
escritor, el cual fue hostigado por parte de sus «compañeros»<br />
surrealistas y acabó dándose la muerte en 1935.<br />
29 «Se necesita la respuesta de la mujer porque ella es el<br />
éxito feliz de la vida, la manera de adornar el desengaño»,<br />
escribe Ramón en Automoribundia, Buenos Aires, Americana,<br />
1948, p. 406.<br />
30 R. CARDONA, op. cit., p. 25.<br />
31 Fernando PONCE, Ramón Gómez de la Serna, Madrid,<br />
Unión Editorial, 1968, p. 198.<br />
Boletín<strong>RAMÓN</strong> nº16, primavera (de Madrid) 2008, <strong>página</strong> 20<br />
En efecto, Ponce precisa que en Ramón «el<br />
erotismo es un filón rico en sugerencias, conflictos y<br />
posibilidades dramáticas que sirven muy bien al<br />
escritor en la exposición de su cosmogonía<br />
32<br />
existencial» , lo que vincula así las obsesiones auctoriales<br />
con las actitudes colectivas de la vanguardia<br />
europea. Este tipo de escritura es tanto más novador<br />
cuanto que La viuda o Senos –este último libro<br />
inclasificable– no son novelas rosas o triviales<br />
culebrones sentimentaloides. Éste es el punto más<br />
interesante para el lector: Ramón se vale del<br />
esquema trillado y/o de las temáticas propias de la<br />
novela rosa para presentar su cosmovisión y<br />
situarse así del lado de las vanguardias, por su uso<br />
nuevo y peculiar que hace del material erótico<br />
(femenino).<br />
La viuda no es así una banal historia de amor que<br />
acabaría mal. El acabar mal la novela nos proporciona<br />
indicios sobre la voluntad del autor de no<br />
escribir un folletín de ésos del principio del siglo, y<br />
no es Ramón Gómez de la Serna un escritor para<br />
señoritas tísicas que se enamoran del galán de la<br />
novela. Irónicamente, Ramón incluye –como suele<br />
hacerlo a menudo, piénsese en El novelista– en su<br />
novela de La viuda un capítulo entero que duplica el<br />
affaire de nuestra pareja adúltera, «Matan a un<br />
amante» (cap. XII), que hace de verdadera mise en<br />
abyme de la propia historia de Rodrigo y Cristina,<br />
con la diferencia –muy importante– de que la pareja<br />
de La viuda no mata a nadie, ya que no vive en un<br />
folletín, sino que se separa cansinamente al final.<br />
Mientras que el criminal de Madrid (un criminal muy<br />
a lo El Caso) de este capítulo espejo que es «Matan<br />
a un amante» mata violentamente a su mujer y al<br />
amante de ella, lo que le hace escribir a Ramón la<br />
frase irónica que sigue, insistiendo sobre la<br />
multiplicación loca del asesinato en la prensa: «El<br />
momento de cometerse el asesinato era la cúspide<br />
32 Ibid.