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Crónicas para apagar la oscuridad - Dirección Cultural UIS ...

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CRÓNICAS PARA<br />

APAGAR LA OSCURIDAD


Beatriz Vanegas Athías<br />

CRÓNICAS PARA<br />

APAGAR LA OSCURIDAD<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong><br />

Colección<br />

Temas y Autores Regionales<br />

Bucaramanga, 2011


© Universidad Industrial de Santander<br />

<strong>Crónicas</strong> <strong>para</strong> <strong>apagar</strong> <strong>la</strong> <strong>oscuridad</strong>.<br />

Beatriz Vanegas Athías<br />

Universidad Industrial de Santander<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong><br />

Rector <strong>UIS</strong>: Jaime Alberto Camacho Pico<br />

Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado<br />

Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz<br />

Vicerrector de Investigaciones: Óscar Gualdrón<br />

Director de Publicaciones: Óscar Roberto Gómez Molina<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong>: Luis Álvaro Mejía Argüello<br />

Impresión:<br />

División Editorial y de Publicaciones <strong>UIS</strong><br />

Coordinador Editorial: Luis Álvaro Mejía A.<br />

Primera Edición: mayo de 2011<br />

ISBN: 978-958-8504-75-9<br />

<strong>Dirección</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>UIS</strong><br />

Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9.<br />

Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364<br />

Página Web: http://cultural.uis.edu.co<br />

Correo electrónico: divcult@uis.edu.co<br />

Bucaramanga, Colombia<br />

Impreso en Colombia


“…el periodismo es una de <strong>la</strong>s bel<strong>la</strong>s artes”<br />

Germán Pinzón


Para<br />

María del Pi<strong>la</strong>r Borja, in memoriam<br />

Adriana Martínez y Elizabeth Reyes Le Paliscot.<br />

Para Pedro Pablo y Adrián Elías, sobrevivientes.<br />

Para ti, sin tilde.


ÍNDICE<br />

LA POESÍA PERMANECE<br />

I. LA TRAMA DE LA VIDA<br />

- La noche de los invisibles<br />

- Cuando <strong>la</strong> realidad es <strong>la</strong> ficción<br />

- Disturbios en <strong>la</strong> Universidad<br />

- La Marcha del agua: un poema escrito por<br />

treinta mil seres<br />

- Del Banco a Magangué en chalupa<br />

- Tener un pueblo<br />

- La deuda con el Dr. Casij<br />

- Nostalgia de <strong>la</strong> tienda de pueblo<br />

II. EL FESTÍN DE LA LENGUA<br />

43<br />

- La noche del iconoc<strong>la</strong>sta<br />

- Crónica del Encuentro Internacional de<br />

Mujeres Poetas de Cereté<br />

- Una mirada a <strong>la</strong> lengua celebrada en Cartagena<br />

11<br />

13


III. LOS PERSONAJES<br />

- Juan Madera Castro: El c<strong>la</strong>rinete de <strong>la</strong><br />

pollera colorá<br />

- Petrona Martínez, caramba…<br />

- Lenny Portnoy: El último librero de<br />

Sincelejo<br />

- Yirama Castaño: La poesía sirve <strong>para</strong><br />

profanar<br />

- Luís Mizar Maestre: un poeta que anda por<br />

ahí<br />

- Meira Delmar: historia de olvidos,<br />

ausencias y reencuentros<br />

- Jorge García Usta: Poetas de miedos<br />

aguzados<br />

61


Beatriz Vanegas Athías<br />

LA POESÍA PERMANECE<br />

Narrar historias es el arte de Beatriz Vanegas Athías,<br />

escritora sucreña residenciada en Bucaramanga<br />

quien en su libro <strong>Crónicas</strong> <strong>para</strong> <strong>apagar</strong> <strong>la</strong> <strong>oscuridad</strong><br />

desnuda el alma de personajes y lugares con tal encanto y<br />

precisión que parecieran historias que se contaran por sí so<strong>la</strong>s.<br />

La obra recoge una serie de crónicasy reportajes publicados a<br />

lo <strong>la</strong>rgo de estos últimos 15 años en los diarios El Universal<br />

de Cartagena, El Meridiano de Sucre y Vanguardia Liberal de<br />

Bucaramanga. Está dividida en tres partes: La trama de <strong>la</strong> vida<br />

en <strong>la</strong> que narra sus primeros encuentros con <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> grande<br />

en el Teatro Diana, donde su mamá fue taquillera y donde<br />

Beatríz acarició el mi<strong>la</strong>gro de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra muda como mágico<br />

anticipo de su encuentro con <strong>la</strong> literatura, desde entonces supo<br />

que en arte todo era posible. También nos invita a viajar en<br />

chalupa por el río grande de La Magdalena o a entrar en <strong>la</strong> vida<br />

nocturna de una pequeña ciudad, aventuras todas en <strong>la</strong>s que<br />

nos sentimos partícipes gracias a <strong>la</strong> minuciosa descripción y al<br />

poder de percibir el mundo a través de los sentidos, éstas son<br />

historias pob<strong>la</strong>das de imágenes con olores y sabores propios<br />

del entorno vivido.<br />

11


En El festín de <strong>la</strong> Lengua dedica varios re<strong>la</strong>tos a los eventos<br />

literarios, se deleita al escuchar al escritor Fernando Vallejo en<br />

una edición del Hay Festival, rinde homenaje a Jorge García<br />

Usta a quien nunca conoció pero siempre admiró y con quien<br />

sostuvo una entrañable re<strong>la</strong>ción episto<strong>la</strong>r, nos transporta al<br />

Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en Cereté o al<br />

Congreso de <strong>la</strong> Lengua en Cartagena, no <strong>para</strong> contar lo que ya<br />

todos sabemos sino <strong>para</strong> estremecer “los lugares comunes”<br />

con su pluma sazonada de humor y de agudeza.<br />

Por último, aparecen Los personajes, rostros amados y celebrados.<br />

Narra aquí los ires y venires de Juan Madera Castro, el autor<br />

de La Pollera Colorá; <strong>la</strong> alegría de cada encuentro con <strong>la</strong> poeta<br />

Meira Del Mar; <strong>la</strong> vida del librero Lenny Portnoy, <strong>la</strong> música<br />

que encierra dolores y goces <strong>para</strong> <strong>la</strong> reina del bullerengue<br />

Petrona Martínez y, sigue de cerca a los poetas Luis Mizar y<br />

Yirama Castaño.<br />

Un libro donde el verso cede su lugar a <strong>la</strong> crónica <strong>para</strong> narrar<br />

“<strong>la</strong> fuerza de lo vivido” y en el que percibimos una mutación<br />

en <strong>la</strong> voz de <strong>la</strong> autora pero, sabemos que se trata de Beatriz<br />

Vanegas Athías porque <strong>la</strong> poesía permanece.<br />

12<br />

C<strong>la</strong>udia Patricia Mantil<strong>la</strong> Durán


I<br />

LA TRAMA DE LA VIDA


Beatriz Vanegas Athías<br />

LA NOCHE DE LOS INVISIBLES<br />

No vender <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za<br />

Es una zona céntrica de Bucaramanga, sin embargo<br />

esto no es obstáculo <strong>para</strong> que centenares de habitantes<br />

se encuentren <strong>para</strong> ser. Mientras los “normales”<br />

parquean sus carros con absoluta confianza en el restaurante,<br />

estadero o discoteca de su preferencia; a el<strong>la</strong>s y ellos les<br />

corresponde bajar del taxi dos cuadras más allá, o dos más acá<br />

de su destino final.<br />

Empieza el merodeo en una esquina visible a todos. Luego,<br />

con <strong>la</strong> llegada de <strong>la</strong> noche y <strong>la</strong> afluencia de transeúntes inician<br />

un pau<strong>la</strong>tino proceso de mimetización, que los lleva, con cara<br />

de yo no fui, a acercarse al bar anhe<strong>la</strong>do.<br />

Son <strong>la</strong>s nueve pasadas de una noche en el fin del mes. Hay<br />

p<strong>la</strong>ta. Hubo quincena. Esto pinta bien. En cada entrada de<br />

los sitios a esta zona rosa, de una ciudad que aún conserva su<br />

estirpe parroquial, florecen entonces grupos, en una suerte<br />

de escudo humano que los protege mutuamente del ojo<br />

inquisidor. Es prioridad no “vender <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za”.<br />

Observo a un hombre calvo, corpulento, moreno. Viste jean<br />

y una exclusiva camiseta crema que pronuncia su trabajado<br />

15


cuerpo. Fuma con una ansiosa pausa y camina como aguardando<br />

a que <strong>la</strong> noche le dé permiso. Está situado frente a Egipto y<br />

de pronto su rostro sonríe y el cigarrillo es abandonado en el<br />

piso porque aparece él. Intercambian miradas y el calvo no<br />

hab<strong>la</strong>, sólo escucha y mira atento a su interlocutor, que visto<br />

de cerca, reconozco como el serio cajero que días antes me<br />

atendió en un banco.<br />

Luminosa <strong>oscuridad</strong><br />

La noche avanza y de a puñaditos, <strong>la</strong>s parejas y grupos entran<br />

a <strong>la</strong> inofensiva y bien camuf<strong>la</strong>da puerta del lugar. Dos porteros<br />

hermosos están prestos a cerrar <strong>la</strong> puerta una vez se entra.<br />

“Bienvenidas” o “Bienvenidos, hay cover a dos mil, cuatro<br />

mil y cinco mil”.<br />

Se asciende por una empinada escalera de caracol y el olor<br />

a humo de <strong>la</strong> noche impregna <strong>la</strong> piel. Pararse en el final de<br />

<strong>la</strong> escalera y contemp<strong>la</strong>r ese mundo de luminosa <strong>oscuridad</strong>,<br />

música cuyas canciones ya son himnos en ese mundo negado;<br />

pantal<strong>la</strong> gigantesca con Shakira, Marilyn Mason, Cher,<br />

Madonna o Talía, es un acto de verdadera catarsis.<br />

Me ubico justo debajo del DJ. Voy hacia <strong>la</strong> barra y me proveo<br />

de dos botel<strong>la</strong>s de agua con gas y allí en mitad de <strong>la</strong> pista, una<br />

de <strong>la</strong>s mesas <strong>la</strong> alberga a el<strong>la</strong>. Se trata de una anciana a <strong>la</strong> cual no<br />

queda un fragmento de piel sin arruga. Permanece impávida al<br />

desquiciante pum pum de <strong>la</strong> música. Toma cerveza y mira sin<br />

asombro a sus vecinos travestis, a <strong>la</strong> pareja de cincuentones<br />

que no cesa de besarse; a <strong>la</strong> rubia hermosa cuyos <strong>la</strong>bios no<br />

se desprenden del cuello de <strong>la</strong> mujer a quien da muestras de<br />

amar y que en su vida conoció <strong>la</strong> belleza. La anciana cuida <strong>la</strong><br />

mesa con un fervor cuyo sentimiento no alcanzo a identificar<br />

y hasta el<strong>la</strong> llega un joven que <strong>la</strong> abraza por <strong>la</strong> espalda y le<br />

acaricia el pelo.<br />

16


Suplicantes e indiferentes<br />

Beatriz Vanegas Athías<br />

Vuelvo a mi sitio que ya no existe. El lugar es un hervidero:<br />

he aquí el imperio de los besos, caricias y cánticos atravesados<br />

en <strong>la</strong> garganta y en el alma por el día a día de represiones.<br />

Todo es posible aquí adentro, porque afuera es el reino de<br />

<strong>la</strong> prohibición. Pero esta surrealista anciana es el primer<br />

interrogante que <strong>la</strong> noche me p<strong>la</strong>ntea.<br />

Ahora permanezco en el <strong>la</strong>do en el que se sitúan los hombres.<br />

No va a haber espectáculo central y es <strong>la</strong> oportunidad <strong>para</strong><br />

que se muestren los bai<strong>la</strong>rines aficionados. Ellos van a que<br />

los vean. Observo que <strong>la</strong> gran mayoría de parejas masculinas<br />

son hombres de edades entre los cuarenta y cincuenta. De<br />

bigote, guayabera, camisas a rayas, ni una pluma se les cae.<br />

Machos que l<strong>la</strong>man. ¿Cuántos habrán dejado en casa a sus<br />

hijos y mujer durmiendo?<br />

De pronto suena “A quién le importa” y <strong>la</strong>s gargantas parecen<br />

estal<strong>la</strong>r: “A quién le importa/ lo que yo haga/ a quién le<br />

importa… El DJ acal<strong>la</strong> <strong>la</strong> canción y en el más coordinado<br />

karaoke, <strong>la</strong> multitud danzante continúa a cape<strong>la</strong>: ..”lo que yo<br />

diga/ yo soy así/ y así viviré/ yo nunca cambiaré eeee” y todos<br />

caen en <strong>la</strong> nota.<br />

Me dirijo hacia un <strong>la</strong>do donde el aire sea más transparente y de<br />

nuevo me encuentro a <strong>la</strong> anciana que permanece rodeada por<br />

cuatro jóvenes con quienes conversa mientras <strong>la</strong> estridencia lo<br />

permite. Me siento arrastrada por tres mujeres que caminan<br />

tras <strong>la</strong> búsqueda de una mesa. Las sigo con <strong>la</strong> mirada y<br />

enseguida con los pies. Es un apretado río humano por el cual<br />

nado. Consigo situarme en una barra incrustada en <strong>la</strong> pared<br />

justo frente a <strong>la</strong> mesa donde están sentadas <strong>la</strong>s tres mujeres<br />

que hasta allí me arrastraron. Es un trío del que bullen los más<br />

disímiles sentimientos.<br />

17


Debido a <strong>la</strong> estrechez del lugar, mi pierna debe descansar<br />

sobre <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> chica de más baja estatura. Viste jean,<br />

correa, camisa debidamente encajada, chaqueta de cuero, una<br />

cachucha que en su visera soporta unas gafas baratas. Parece<br />

un muchachito. Sólo <strong>la</strong> mirada arrobada que nunca le quita<br />

a su vecina, deja ver un rostro tierno en el que se asoma <strong>la</strong><br />

mujer que es. Es dueña de unas manos toscas: <strong>la</strong> diestra no<br />

se desprende de <strong>la</strong> cintura de <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> e intenta indagar con<br />

caute<strong>la</strong> en <strong>la</strong> co<strong>la</strong> de su amada. La siniestra, por su <strong>la</strong>do, se<br />

ocupa del vaso de ron.<br />

La dueña del amor de este ser andrógino es una mujer alta,<br />

hermosamente maquil<strong>la</strong>da, de jean descaderado, zapatil<strong>la</strong>s,<br />

cabellos <strong>la</strong>rgos, negros y lisos, con una blusa de tiritas que<br />

deja ver unos pechos ni muy p<strong>la</strong>nos, ni muy pronunciados.<br />

Mira hacia <strong>la</strong> pista como miran los sordos. Nunca se percata<br />

de <strong>la</strong> insignificante que es feliz porque el<strong>la</strong> le permite<br />

acariciar su cadera. Se mueve sentada al ritmo de <strong>la</strong> música<br />

y su conversación es <strong>para</strong> <strong>la</strong> tercera mujer que parece ser <strong>la</strong><br />

intermediaria.<br />

Por cerca de dos horas ocurre el forcejeo de <strong>la</strong> súplica y <strong>la</strong><br />

indiferencia. La suplicante paga a muy alto costo <strong>la</strong>s pocas<br />

caricias, <strong>la</strong>s tres piezas que puede bai<strong>la</strong>r <strong>para</strong> disfrutar del<br />

abrazo de <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> indiferente. El ron sólo vence a <strong>la</strong> suplicante<br />

quien entonces se envalentona y con más ímpetu empieza a<br />

exigir una real recompensa a su inversión. Es aquí cuando<br />

entra en escena <strong>la</strong> tercera mujer, celestina curtida en el arte<br />

de dar y negar amor. Hab<strong>la</strong>, gesticu<strong>la</strong>, manotea, apacigua y<br />

saca a bai<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> suplicante quien cae en una extraña calma. La<br />

indiferente ha sido defendida y el negocio se ha concretado.<br />

18


Beatriz Vanegas Athías<br />

El dolor de <strong>la</strong>s dos de <strong>la</strong> madrugada<br />

En un remedo de amanecer <strong>la</strong>s luces se encienden. Las máscaras<br />

empiezan a caer en los rostros ebrios y descorazonados.<br />

Suena una ranchera y un joven de mediana estatura y delgado<br />

permanece en una mesa con su oreja izquierda posada sobre<br />

el hombro de su pareja. El abrazo que se prodigan da <strong>la</strong><br />

sensación de que es <strong>la</strong> última vez que volverán a verse. Muchas<br />

parejas no quieren descender por <strong>la</strong> escalera de caracol que<br />

los arrojará al reino de <strong>la</strong> farsa, de <strong>la</strong> otra vida, del otro ser<br />

que deben ser <strong>para</strong> poder sobrevivir. Otras parejas en cambio,<br />

bajan diez o quince minutos antes de encenderse <strong>la</strong> luz.<br />

Recuerdo a <strong>la</strong> anciana y corro apresurada porque mientras<br />

yo apenas desciendo, el<strong>la</strong> ha cruzado el umbral hacia <strong>la</strong> calle.<br />

Ahora va con dos de los cuatro jóvenes con quienes compartió<br />

<strong>la</strong> noche y <strong>la</strong> algarabía. Afuera ya no se sabe quién es quién.<br />

Los taxistas aguardan y son poco locuaces con los seres que<br />

salen de “ése” sitio.<br />

Sigo a <strong>la</strong> anciana y a sus acompañantes. Hab<strong>la</strong>n sobre el lío que<br />

un travesti le provocó a uno de ellos. Sólo escucho <strong>la</strong> voz de<br />

ellos. De <strong>la</strong> anciana escucho susurros y manos palmoteando<br />

el hombro de los dos jóvenes. Hasta que uno de ellos le dice:<br />

“Pero mamá…” y el otro “No crea mamá, yo no le iba a <strong>para</strong>r<br />

bo<strong>la</strong>s a ése travesti, se imagina el problemón con Jairo”.<br />

Epílogo<br />

De regreso a casa miro el cuello y <strong>la</strong>s manos del taxista como<br />

un primerísimo p<strong>la</strong>no. La ciudad que duerme y pasa por <strong>la</strong><br />

ventanil<strong>la</strong> como una pelícu<strong>la</strong>. Siento que he salido del cine,<br />

sólo que el p<strong>la</strong>cer o <strong>la</strong> inquietud que me genera un buen filme,<br />

tiene el filtro de <strong>la</strong> ficción, aunque esté <strong>la</strong> vida ahí. Pero haber<br />

estado en Egipto no tiene ése consuelo. Allí es <strong>la</strong> vida del amor<br />

19


estéril y repudiado. Allí es el espacio-refugio <strong>para</strong> los seres<br />

desa<strong>la</strong>dos; <strong>para</strong> aquellos cuya felicidad nos parece intolerable,<br />

porque como dijo <strong>la</strong> escritora mexicana Ángeles Mastretta:<br />

“A <strong>la</strong> gente le cuesta trabajo soportar <strong>la</strong> felicidad. Y si <strong>la</strong> felicidad viene<br />

de lo que parece ser un acuerdo con el otro, entonces simplemente no es<br />

soportable”.<br />

Séptimo Día, Vanguardia Liberal, marzo de 2007<br />

20


Beatriz Vanegas Athías<br />

CUANDO LA REALIDAD ES LA<br />

FICCIÓN<br />

Tocar <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> era un imposible, <strong>para</strong> ello era necesario<br />

ser hombre y hombre con deseos de descargar <strong>la</strong><br />

vejiga. Sólo ellos podían tentar <strong>la</strong> gigantesca imagen<br />

situada al <strong>la</strong>do del exclusivo orinal. Aquel baño inalcanzable<br />

<strong>para</strong> <strong>la</strong>s mujeres estaba justo a <strong>la</strong> derecha de <strong>la</strong> inmensa pared<br />

donde ocurría <strong>la</strong> vida a color, desaforada y con final previsible.<br />

Para <strong>la</strong> hija de <strong>la</strong> taquillera, <strong>la</strong> noche que pudo palpar <strong>la</strong><br />

polvareda dejada por los caballos en los desiertos del oeste<br />

fue una noche mi<strong>la</strong>grosa. Aún hoy, una arritmia gozosa <strong>la</strong><br />

agobia ante el recuerdo del prodigio palpado en <strong>la</strong> noche de<br />

<strong>la</strong> infancia.<br />

El Teatro Diana, con su techo que dejaba caer luceros o<br />

chubascos, según el antojo atmosférico, era el templo donde fue<br />

posible saborear y oler <strong>la</strong> felicidad. Allí los ojos de una Medusa<br />

petrificando a diestra y siniestra. Allí el rojo atemorizante de<br />

los ambientes japoneses. Allí el amarillo del oeste y <strong>la</strong> furia del<br />

verbo y <strong>la</strong>s manos de María Félix. Allí <strong>la</strong>s lágrimas jugosas de<br />

Sarita Montiel. Allí el ocre de los atardeceres en que guerreros<br />

romanos hacían de <strong>la</strong> guerra <strong>la</strong> única manera de habitar el<br />

mundo.<br />

21


Todo era posible en el Teatro Diana, hasta <strong>la</strong> desnudez que<br />

colmaba el aire de toda c<strong>la</strong>se de befas y abucheos. Todo<br />

era posible, incluso rehacer <strong>la</strong> trama de <strong>la</strong> vida; rehacer, por<br />

ejemplo, el beso interrumpido por <strong>la</strong> cinta averiada, o <strong>la</strong> muerte<br />

detenida del bandido a <strong>la</strong> que sobrevenía de inmediato, <strong>la</strong>s<br />

manos todopoderosas de “Mañe Mico” o tal vez ¿Alfredo?,<br />

corrigiendo <strong>la</strong> fal<strong>la</strong> técnica.<br />

Dice Manuel Puig: Yo fui al cine y allí encontré una realidad que me<br />

gustó. Hubo un momento, no sé cómo sucedió, en que yo decidí que <strong>la</strong><br />

realidad era esa ficción, y que <strong>la</strong> realidad del pueblo era una pelícu<strong>la</strong> de<br />

c<strong>la</strong>se B que yo me había metido a ver por equivocación.<br />

Dedicar imágenes<br />

Y como me he pasado <strong>la</strong> mitad de <strong>la</strong> vida viendo cine y <strong>la</strong><br />

otra añorando ver más pelícu<strong>la</strong>s, estoy convencida de que <strong>la</strong><br />

vida debería ser como en el cine. Por eso me sorprendo en<br />

ocasiones dedicando imágenes antes que versos o canciones.<br />

Porque, qué es una dedicatoria si no entregar un pedacito de<br />

vida, ofrecer, obsequiar una parte del ser. Y una no va por el<br />

mundo rega<strong>la</strong>ndo de buenas a primeras su vida.<br />

Se dice que los versos predilectos son en el fondo aquellos<br />

que deseamos haber escrito. Por eso se citan, se <strong>para</strong>frasean,<br />

se dedican. En consecuencia: vale decir que <strong>la</strong>s escenas<br />

preferidas de una pelícu<strong>la</strong>, son sin duda, <strong>la</strong>s que hubiésemos<br />

querido vivir. Y es aquí donde <strong>la</strong> vida puede ser como en <strong>la</strong><br />

pantal<strong>la</strong> gigante. Si yo evoco con sublime alegría el instante<br />

preciso en que Alfredo y Totó calman el hambre de ficciones<br />

a cientos de cinéfilos del Cinema Paradiso, ese momento<br />

único en que hay un mitin que c<strong>la</strong>ma por llorar, reír, rabiar,<br />

desilusionarse, enamorarse, si yo evoco esa bel<strong>la</strong> imagen y<br />

luego <strong>la</strong> dedico, sin duda debo estar convencida de que los<br />

22


Beatriz Vanegas Athías<br />

re<strong>la</strong>tos son <strong>la</strong> sal del mundo y de que <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra narrada debe<br />

estar al alcance de todos.<br />

Creo con hondura que somos lo que leemos y lo que vemos<br />

en el cine. Por eso tengo por cierto que hay que enamorar con<br />

franqueza, pero con suma ternura como lo hace Guido, en<br />

La vida es bel<strong>la</strong>: ¿a qué mujer no hace plena que cada mañana<br />

le digan: “Buon giorno, principesca!” y que el día sea sólo un<br />

pretexto <strong>para</strong> <strong>la</strong> risa, a pesar del cerco cotidiano que funda<br />

el dolor? O enamorar con creatividad, a punta de obsequiar<br />

campos repletos de girasoles, como hizo Edward Bloom en<br />

El gran pez. O hacer del amor una aventura tierna y libre en<br />

rituales cotidianos como los vividos por Karen y Denys en <strong>la</strong><br />

inolvidable África mía.<br />

Vivir como en el cine: con <strong>la</strong> temp<strong>la</strong>nza del rojo maestro<br />

Gregorio y <strong>la</strong> lealtad de Moncho en plena Guerra Civil. Con<br />

<strong>la</strong> tolerancia de Antonia cuya casa no tenía puertas pues a el<strong>la</strong><br />

entraban todos y todas sin restricción de creencia o tendencia<br />

sexual. Con el orgullo gay de Horst que portó sin miedo el<br />

nefasto triángulo rosa que los nazis asignaron a los “torcidos”<br />

en los campos de concentración en el filme Bent. Con <strong>la</strong><br />

esperanza de los Joad quienes en Las uvas de <strong>la</strong> ira reivindican<br />

el derecho de los campesinos a trabajar <strong>la</strong> tierra en medio de <strong>la</strong><br />

década inmisericorde de <strong>la</strong> Gran Depresión estadounidense.<br />

O <strong>la</strong> dignidad del viejo violinista Plutarco quien en medio de<br />

<strong>la</strong> Guerra Sucia de México, no cede ante el chantaje militar y<br />

como un roble se dispone a morir de pie. Vivir como en el<br />

cine, hasta que caiga el telón y se acabe <strong>la</strong> música.<br />

El Meridiano <strong>Cultural</strong>, mayo de 2009<br />

23


Beatriz Vanegas Athías<br />

DISTURBIOS EN LA UNIVERSIDAD<br />

En el au<strong>la</strong> 403 del piso sexto, edificio de Idiomas,<br />

espero a los estudiantes --futuros médicos-- que han<br />

tomado conmigo el curso de Taller de Lenguaje. No<br />

han llegado. Y creo que no llegarán. Cuando me dirigía hacia<br />

<strong>la</strong> cafetería a comprar una botel<strong>la</strong> de agua, estalló a lo lejos<br />

del campus una papa-bomba. Acostumbrada a estos sonidos<br />

atronadores asciendo por un deso<strong>la</strong>do ascensor con <strong>la</strong> ilusión<br />

de desarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se. Ni un alma. Comienzo a escribir y cada<br />

que armaba un párrafo estal<strong>la</strong>ba una papa-bomba. Es este un<br />

texto cuyo ritmo es el de un corazón amenazado.<br />

Escribo en un au<strong>la</strong> con cuarenta pupitres. Es amplia y b<strong>la</strong>nca<br />

en su totalidad. Un color que invita a escribir con aerosol,<br />

y con aerosol negro se estrenaron <strong>la</strong> b<strong>la</strong>ncura. Así reza el<br />

interrogante de <strong>la</strong> pared izquierda. ¿Y cuándo se desmoviliza<br />

Uribe? En <strong>la</strong> pared del fondo, con igual aerosol y caligrafía,<br />

pero con mayúscu<strong>la</strong> sostenida, hay escrita una consigna: <strong>UIS</strong><br />

existe, lucha y resiste.<br />

No han llegado mis estudiantes y son <strong>la</strong>s cinco y treinta de<br />

<strong>la</strong> tarde, <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se debería terminar a <strong>la</strong>s siete de <strong>la</strong> noche. Por<br />

los cuatro ventanales se despliega un mar de montañas cuyas<br />

o<strong>la</strong>s tocan un cielo gris de nubes oscuras. Retumba otra papabomba<br />

y <strong>la</strong>s tres estudiantes que permanecen en el pasillo<br />

25


miran hacia ninguna parte y sueltan <strong>la</strong> carcajada. Deben ser los<br />

nervios, diría mi madre. Debe ser <strong>la</strong> alegría de un miércoles<br />

sin c<strong>la</strong>se, concluye quien estas líneas escribe.<br />

Creo que me iré, como auténtica colombiana daré <strong>la</strong> espalda<br />

a <strong>la</strong> cuarta papa-bomba y me refugiaré en <strong>la</strong> tranquilidad del<br />

nuevo servicio de bus que da <strong>la</strong> sensación a los usuarios de<br />

habitar una ciudad europea. Antes de marcharme observo<br />

cómo el sol se filtra e ilumina una frase de Erich Fromm que<br />

sobrevive escrita con marcador verde: El hombre ordinario con<br />

poder extraordinario es el peor peligro <strong>para</strong> <strong>la</strong> humanidad.<br />

Debajo, el quinto semestre de Derecho le dec<strong>la</strong>ra su amor<br />

a Jorgito Celedón: Te amamos, Jorge Celedón, atte.: V semestre de<br />

Derecho.<br />

Bajo con cierto temor, y un tipo alto, con el puño en lo alto<br />

grita: Aquel que no castiga <strong>la</strong> maldad, ordena que se haga, abajo el<br />

presidente electo. Pero los estudiantes que allá afuera <strong>la</strong>nzan<br />

papas-bombas saben que el hombre contra el cual protestan<br />

es culto, b<strong>la</strong>nco, adinerado, de modales refinados, incapaz<br />

de una acción rapaz, se ha jodido estudiando <strong>para</strong> dirigir los<br />

destinos, los destinitos fatales -diría Andrés Caicedo-- de todos<br />

los colombianos. Esta cronista, francamente no entiende de<br />

qué se quejan. Seguramente son físicas ganas de cachar c<strong>la</strong>se,<br />

como diría mi madre.<br />

26


Beatriz Vanegas Athías<br />

LA MARCHA POR EL AGUA: UN<br />

POEMA ESCRITO POR TREINTA<br />

MIL SERES<br />

Bucaramanga, Santander, Colombia, viernes 25 de<br />

febrero. La Puerta del Sol o Neomundo eran los<br />

puntos de encuentro. Todos los que debíamos estar,<br />

estábamos puntuales a <strong>la</strong>s 2:30 de aquel<strong>la</strong> tarde fresca y plena de<br />

esperanza. Buses repletos de universitarios, taxis convertidos<br />

en microbuses <strong>para</strong> llegar a tiempo y aminorar costos, busetas<br />

transportando delegaciones de Barrancabermeja, Piedecuesta,<br />

Mutiscua, Girón. Los rostros expectantes pero unidos por<br />

una so<strong>la</strong> motivación: defender el agua, es decir, defender <strong>la</strong><br />

vida que los colonizadores, como una constante nefasta en<br />

nuestra historia americana, se quieren llevar. Qué vaina con<br />

el oro de nuestra América. Ahora, en pleno siglo XXI es <strong>la</strong><br />

empresa canadiense Greystar quien pretende cambiarnos<br />

el oro y dejarnos el agua contaminada con el arsénico que<br />

contiene el cianuro.<br />

Pero ahí estaba un río de treinta mil corazones con una fuerza<br />

inconmensurable ejerciendo el derecho a ser ciudadanos;<br />

caminando con decisión y con vocación, pero sin ninguna<br />

agresión. Un montón de ciudadanos que no sentían vergüenza<br />

de gritar consignas como: “Por Santurbán, por Santurbán/ a <strong>la</strong><br />

marcha todos van”. Arriba, como un avispón verde, el helicóptero<br />

27


de <strong>la</strong> policía vigi<strong>la</strong>ba continuamente y creo que le gustaba <strong>la</strong>s<br />

rechif<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> muchedumbre, de otra forma no entiendo por<br />

qué insistía tanto en entrar a escena. Escuadrones de policía<br />

apostados en el andén se vieron obligados a sonreír ante <strong>la</strong><br />

consigna de un grupo de señores que con todo el respeto<br />

gritaron: Agradecemos <strong>la</strong> presencia, del sindicato de <strong>la</strong> policía.<br />

Sindicatos, universidades privadas y públicas –UTS, Santo<br />

Tomás, <strong>UIS</strong>, entre otras- estudiantes de colegios, amas de<br />

casa, empleados estatales, intelectuales y familias que se<br />

bajaban de sus costosos automóviles marcharon conscientes<br />

de que <strong>la</strong> destrucción con arsénico del páramo de Santurbán<br />

no es un problema de dos millones de santandereanos, sino<br />

de cuarenta y cuatro millones de colombianos, como reza <strong>la</strong><br />

campaña que promueven actores colombianos por Internet,<br />

porque <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada gran prensa colombiana no se ha dado por<br />

enterada.<br />

Aquello fue un poema escrito por treinta mil seres, un poema<br />

con versos cargados de ira, <strong>la</strong> misma que obligaba a hacer<br />

estación frente a <strong>la</strong>s oficinas de <strong>la</strong> multinacional canadiense<br />

Greystar y gritar, brazo en alto: !Fuera, fuera, fuera!. Versos<br />

de <strong>la</strong> acción que llevaron a los prepotentes rubios a retirarse<br />

del balcón donde se insta<strong>la</strong>ron a ver pasar una marcha por <strong>la</strong><br />

vida. Fue esta una marcha de <strong>la</strong> juventud, comprometida, con<br />

micrófonos, consignas organizadas, hasta los anarquistas se<br />

portaron juiciosos y creyeron en algo. Allí estaba el predicador<br />

anunciando que <strong>la</strong> Greystar era el demonio encarnado, que<br />

todos debíamos arrepentirnos porque se acercaba el juicio<br />

final; <strong>la</strong> dama con c<strong>la</strong>se sentando su voz de protesta a <strong>la</strong><br />

vera de los marchantes con un tierno cartel: I love el agua; el<br />

irreverente en pelotas que por el agua sacrifica el pudor. Una<br />

marcha-poema en el que los santandereanos hicieron honor a<br />

<strong>la</strong> primera estrofa de su himno: “Santandereanos, siempre ade<strong>la</strong>nte/<br />

santandereanos, ni un paso atrás/ con el coraje, por estandarte/ y por<br />

escudo <strong>la</strong> libertad/Fuera Greystar”.<br />

28


Beatriz Vanegas Athías<br />

DEL BANCO A MAGANGUÉ EN<br />

CHALUPA<br />

Viajar es transitar un tramo de <strong>para</strong>íso en <strong>la</strong> tierra.<br />

Viajar es tragarse una parte del mundo con los ojos y<br />

con el sudor que se desprende del cansancio infinito.<br />

Pero viajar en chalupa por el río Grande de <strong>la</strong> Magdalena es<br />

poseer <strong>la</strong> más insegura, incómoda y costosa alegría del mundo.<br />

Excepto <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas chalupas ejecutivas, todas estas<br />

embarcaciones te rega<strong>la</strong>n <strong>la</strong> certeza de lo incierto: <strong>la</strong>s abordas<br />

pero ignoras si arribarás al destino obligado o anhe<strong>la</strong>do. Y<br />

cuando llegas es probable que tu bolsillo quede como <strong>la</strong><br />

conciencia de los santos.<br />

Rapiña humana<br />

A oril<strong>la</strong>s del río maleteros y ayudantes de maleteros que bai<strong>la</strong>n<br />

sobre boyas metálicas sostienen una pelea interminable,<br />

interrumpida con <strong>la</strong> partida de una chalupa y reiniciada con <strong>la</strong><br />

llegada de <strong>la</strong> siguiente.<br />

El b<strong>la</strong>nco de <strong>la</strong>s discusiones es el inerme pasajero que<br />

debe escurrir sus bolsillos <strong>para</strong> acal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> voracidad de estos<br />

hombres prietos, de rostros agobiados por el sol, el trago, el<br />

humo del cigarrillo y vestidos con <strong>la</strong> misma camisa desde hace<br />

tres días.<br />

29


Nunca se viaja a <strong>la</strong> hora preestablecida porque es menester<br />

llenar el cupo de 23 pasajeros, así transcurran dos o tres horas<br />

de espera. No hay derecho al desespero, ni mucho menos a<br />

desertar.<br />

Los indefensos pasajeros sucumben al sopor y a <strong>la</strong> impotencia<br />

comiendo raspa’o unos; fumando otros; jugando dominó<br />

aquellos; observando los peces que saltan y dejan su este<strong>la</strong><br />

p<strong>la</strong>teada estampada en el aire, los de mas allá… mientras tanto,<br />

el tiquetero sacude el mosquero del aburrimiento siguiendo<br />

con los dedos una vieja tonada vallenata: “Si se pone brava/ me<br />

voy pa’onde <strong>la</strong> otra/ porque <strong>la</strong>s quiero a toditas/ yo no tengo sucursal/<br />

<strong>para</strong> mí todas son titu<strong>la</strong>r...”<br />

Cuando llega el momento de <strong>la</strong> salida el chalupero se <strong>la</strong> juega:<br />

no llevará esa pesada carga por míseros 36 mil pesos pues él no<br />

va a trabajar sólo <strong>para</strong> cubrir lo de <strong>la</strong> gasolina. Los maleteros<br />

que ya han pactado ganancias con el dueño de <strong>la</strong> carga,<br />

opinan, sugieren, ordenan, insultan, rec<strong>la</strong>man al conductor,<br />

quien insiste en no llevar tanto ‘coroto’ pues está seguro de<br />

que durante el camino recogerá nuevos pasajeros: Seguro es lo<br />

que llevas en el bolsillo, mariquita e’ p<strong>la</strong>ya… ¿y si no coges nada por <strong>la</strong><br />

vía?, le gritan. Y continúan, ahora es que lo veo cómicos, porque antes<br />

cargaban esas chalupas de caja sobre caja y les tocaba arrimar de p<strong>la</strong>ya<br />

en p<strong>la</strong>ya por el peso.<br />

Pero el hombre mantiene su posición y emprende al viaje <strong>para</strong><br />

conformidad y alivio de los silenciosos pasajeros.<br />

De todo un poco<br />

A bordo de <strong>la</strong> chalupa todo se vuelve brisa irrespirable,<br />

frenadas abruptas por <strong>la</strong> amenazante presencia de otra<br />

embarcación, ruido desaforado del motor, río p<strong>la</strong>teado, sol<br />

picante, oril<strong>la</strong>s barrancosas y el azul del cielo compitiendo con<br />

<strong>la</strong> verdosa vegetación insta<strong>la</strong>da en <strong>la</strong>s lejanas oril<strong>la</strong>s.<br />

30


Beatriz Vanegas Athías<br />

Ahora es el tiempo de apreciar los mas disímiles objetos<br />

reunidos como equipaje: una paca de almohada protegiendo<br />

del calor a una caja de pollitos chillones; monturas de caballo<br />

insta<strong>la</strong>das sobre voluminosas hélices de motor y al <strong>la</strong>do, cajas<br />

de pescado sa<strong>la</strong>do, maletines ejecutivos y botel<strong>la</strong>s de suero<br />

“atol<strong>la</strong> buey”.<br />

Pero no sólo es el variado equipaje: cada llegada a un puerto<br />

intermedio nos de<strong>para</strong> imágenes alucinantes, estados vitales<br />

que van desde <strong>la</strong> alegría, pasando por <strong>la</strong> indiferencia, <strong>la</strong> frescura<br />

hasta llegar al l<strong>la</strong>nto; y pregones que rec<strong>la</strong>man con premura a<br />

los consumidores.<br />

Así, en Pinillos, <strong>la</strong> maestra, “<strong>la</strong> seño”, se despide feliz porque<br />

tiene sueldo fijo; trabajará en Barranca Cagao, vereda cuyo<br />

coprológico nombre fue cambiado por “Nueva Esperanza”<br />

<strong>para</strong> ver si hay esperanza. Pero en San Martín de Loba, <strong>la</strong><br />

vendedora de almojábanas suplica a <strong>la</strong> sobrina que por favor<br />

encuentre a Lisbeth –su hija- y que se acuerde que tiene madre.<br />

Enseguida cambia su me<strong>la</strong>ncolía pues brota de su garganta el<br />

agudo pregón que anuncia <strong>la</strong>s almojábanas calientes.<br />

En Coyongal es obligación comer arepas de maíz con queso<br />

biche: <strong>la</strong>s servilletas son hojas de bijao. Hasta este instante ya<br />

hemos guardado en <strong>la</strong> memoria los rostros duros y nostálgicos<br />

de <strong>la</strong>s mujeres que a oril<strong>la</strong> del río fungen como <strong>la</strong>vanderas en<br />

improvisados <strong>la</strong>vaderos de madera, con mango de madera y<br />

agua hasta <strong>la</strong> cintura.<br />

Luego aparece Barbosa, antes de El Retiro. Allí, al pie del<br />

rapé barranco, un trío de jóvenes convierten un acto tan<br />

íntimo como el baño en un asunto público, desmitificándolo<br />

completamente. Estos hombres limpian sus uñas con cepillos<br />

de dientes; <strong>la</strong>van sus axi<strong>la</strong>s con jabón Puro, el mismo que hace<br />

crecer <strong>la</strong> espuma enredada en sus cabellos tostados. Escupen<br />

31


y esa misma agua vuelve a sus manos, que usan como vasijas<br />

<strong>para</strong> enjuagar de nuevo pecho, espalda y genitales.<br />

Así arribamos a Magangué, entre garzas morenas, requisas del<br />

Ejército, sueños que flotan como <strong>la</strong> tarul<strong>la</strong> que en ocasiones<br />

impide el paso a <strong>la</strong> embarcación. Todo justo en el momento<br />

en que una chalupa inicia su partida hacia Bodega Central y<br />

los viajeros nos disponemos a forcejear contra <strong>la</strong> bandada de<br />

chulos que se <strong>la</strong>nzan sobre nuestro equipaje.<br />

Vanguardia Dominical, abril de 2001<br />

32


Beatriz Vanegas Athías<br />

TENER UN PUEBLO<br />

Es bueno tener un pueblo al cual volver. Y si el pueblo<br />

tiene río, mucho mejor. Llevas entonces atravesado<br />

en el alma <strong>la</strong>s aguas achoco<strong>la</strong>tadas de ésa veta que<br />

sobrevive al maltrato y al olvido. Volver a Majagual después<br />

de dos años de ausencia y una creciente demoledora que<br />

dejó el pasto <strong>para</strong> el ganado, como si en vez de agua, hubiese<br />

ocurrido un incendio forestal, es volver <strong>para</strong> concluir, que <strong>la</strong>s<br />

cosas y los seres están y no están en su sitio.<br />

Es diciembre y <strong>la</strong> calle “A<strong>la</strong>nte” o “Central” --sobreviviente<br />

junto con <strong>la</strong> “Calle de <strong>la</strong>s Damas” a <strong>la</strong> creciente de julio--<br />

bulle al ritmo atronador de motos que van y vienen. Hoy <strong>la</strong><br />

calle es un intento de avenida que reemp<strong>la</strong>zó a unas hermosas<br />

jardineras, sobre <strong>la</strong>s que jugábamos sin <strong>la</strong> angustia de que<br />

ocurriera un accidente.<br />

Junto con <strong>la</strong> calle así diseñada desapareció el “Teatro Diana”<br />

de Julio Ordóñez, “Papullo”; <strong>la</strong>s auténticas tamboras de<br />

Lilia Arrieta; los salones burreros; <strong>la</strong>s semanas culturales; los<br />

campeonatos de microfútbol con el Borussia comandado<br />

por el astro Humberto Sajona y el poderoso --por lo<br />

perdedor- equipo “Los Kingos” de los hermanos Gutiérrez.<br />

Desaparecieron también <strong>la</strong>s cuadril<strong>la</strong>s de “piponas” y “aguirres<br />

machucho sa<strong>la</strong>o” que correteaban a niños y jóvenes durante el<br />

mes de noviembre.<br />

33


Hoy es el tiempo del progreso <strong>para</strong> Majagual. Pero si una<br />

observa con detenimiento, este progreso es una fa<strong>la</strong>cia. El<br />

pueblo acaba de emerger de <strong>la</strong> peor creciente –cada creciente<br />

siempre es calificada como <strong>la</strong> peor-ocurrida en veinticinco<br />

años–. Muchos jóvenes oían hab<strong>la</strong>r incrédulos de inundaciones<br />

legendarias. Hasta que les tocó vivir <strong>la</strong> del 2007, <strong>la</strong> del 2008 y<br />

<strong>la</strong> de 2010 que casi acaban con el alma, <strong>la</strong>s tierras y el ganado<br />

de los mojaneros.<br />

Pero en Majagual no sucede aquello de “a grandes males,<br />

grandes soluciones”. En Majagual, a grandes inundaciones,<br />

infinidad de mercaditos, sobrevuelos presidenciales y precarias<br />

indemnizaciones <strong>para</strong> los agricultores. Y todos felices, porque<br />

“pudo haberse perdido <strong>la</strong> cosecha, pero hambre no pasamos”.<br />

El desarrollo es una fa<strong>la</strong>cia que corrobora cada una de <strong>la</strong>s<br />

mujeres jóvenes que exhiben orgullosas, dos, tres hijos, pero<br />

igualmente rostros envejecidos antes de tiempo... El<strong>la</strong>s jamás<br />

hab<strong>la</strong>n de un título profesional o de ejercer un trabajo que<br />

haga más satisfactorio su tránsito por el mundo. Y en caso de<br />

existir el título, éste cuelga en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> de <strong>la</strong> casa donde <strong>la</strong> instaló<br />

el marido, mientras él parrandea con amigos y mozas.<br />

El pueblo acaba de salir también de una contienda electoral<br />

en <strong>la</strong> que los tres candidatos eran “muy queridos”, “hijos<br />

del pueblo”, que l<strong>la</strong>man, pero ninguno accedió nunca a <strong>la</strong><br />

universidad. En pleno siglo XXI, el municipio capital de<br />

La Mojana, es administrado por líderes con poca o ninguna<br />

formación técnica y académica superior.<br />

Entonces el imaginario es ratificado: ¿<strong>para</strong> qué universidades,<br />

bibliotecas, proyectos que garanticen becas <strong>para</strong> estudio<br />

superior? ¿Para qué si todo aquel que conduzca una combinada,<br />

tenga bajo sus órdenes a más de quince recolectores de arroz...<br />

si todo aquel personaje dicharachero, parrandero y “bien<br />

re<strong>la</strong>cionado”, puede ser Concejal o Alcalde?<br />

34


Beatriz Vanegas Athías<br />

La falta de pre<strong>para</strong>ción, de rigor académico lleva al<br />

administrador a abusar del ciudadano, lleva al “todo vale”,<br />

al “cóge<strong>la</strong> suave”. Lleva a considerar como propiedad<br />

personal, los cargos y el presupuesto municipal. Es común<br />

oír que al Concejal “Perencejo” le tocó tal Gerencia o aquel<strong>la</strong><br />

Secretaría... No cuentan hojas de vida porque <strong>para</strong> ningún<br />

cargo hay perfiles establecidos. Lo urgente no es <strong>la</strong> eficiencia<br />

administrativa, lo urgente es recuperar <strong>la</strong> inversión económica<br />

de <strong>la</strong> campaña electoral.<br />

Tener un pueblo <strong>para</strong> escuchar en diciembre <strong>la</strong>s mismas<br />

canciones de Los Betos, Los Zuleta, Alejo Durán, los porros<br />

<strong>para</strong> bai<strong>la</strong>r serenitos en <strong>la</strong> puerta de cada parranda familiar.<br />

Asistir a <strong>la</strong> misa de fin de año que ahora es a <strong>la</strong>s ocho y se<br />

convierte en el escenario de bienvenida a los coterráneos<br />

ausentes. Degustar <strong>la</strong> avena en botel<strong>la</strong>, hecha con fervor<br />

por <strong>la</strong> “niña Amely”, <strong>la</strong> dueña de <strong>la</strong> tienda más antigua y<br />

querendona de Majagual. Bai<strong>la</strong>r tambora hasta que el cuerpo<br />

proteste. Admirar <strong>la</strong> supervivencia de Félix Cardoza, quien<br />

cual Dionisio Pinzón en “El Gallo de Oro”, ha derrotado a <strong>la</strong>s<br />

dos emisoras del pueblo con su megáfono chillón.<br />

Pero también, tener un pueblo de gente buena y sin<br />

oportunidades. Un pueblo lleno de negocios de nuevos ricos<br />

que venden <strong>la</strong> ilusión del progreso como si fuera el suplicio<br />

de Tántalo. Un pueblo <strong>para</strong> presenciar cómo año tras año<br />

soluciona sus vidas con absoluta mezquindad, el pequeño<br />

círculo que apoyó al Alcalde de turno.<br />

Tener, en fin, un pueblo así, hace que el elocuente orgullo<br />

mojanero se lesione letalmente, como esas tierras cuarteadas<br />

después de una ap<strong>la</strong>stante inundación.<br />

El Meridiano de Sucre, abril de 2009<br />

35


Beatriz Vanegas Athías<br />

LA DEUDA CON EL DOCTOR CASIJ<br />

A<br />

mediados del siglo XX, cuando en Majagual, Sucre,<br />

existían los hombres con principios, esos a los que le<br />

faltaba p<strong>la</strong>ta y sobraba dignidad, el doctor Farid Casij<br />

Ordóñez, médico egresado de <strong>la</strong> Universidad de Cartagena,<br />

atravesaba caños en canoas <strong>para</strong> atender al picado de culebra,<br />

al herido de machete, al que se cayó del caballo y quedó<br />

inconsciente, al niño con vómito y diarrea. A caballo, a pie,<br />

a pleno sol, a media noche atravesaba montes <strong>para</strong> recibir a<br />

cientos de niños que vieron <strong>la</strong> primera luz gracias a sus manos<br />

y sin más recursos que su sapiencia, su vocación y un botiquín<br />

siempre bien dotado. De allá regresaba con gajos de plátanos,<br />

dos o tres gallinas, bolsas de huevos que representaban el<br />

pago por sus eficientes servicios.<br />

Eran los tiempos en que al médico no <strong>la</strong> había degradado <strong>la</strong><br />

muy cacareada ley 100. Eran los tiempos en que el médico<br />

era un amigo y su so<strong>la</strong> presencia propiciaba el alivio de <strong>la</strong>s<br />

enfermedades y el paciente importaba más que el computador.<br />

En esos tiempos vivió y sirvió durante casi 50 años el doctor<br />

Farid Casij. Era un hombre alto, cejijunto, con <strong>la</strong>s típicas<br />

ojeras heredadas del padre libanés. Un médico con c<strong>la</strong>se y con<br />

un humor tan fino que debíamos saber entender, como quien<br />

dice: mamaba gallo y su víctima no se daba por enterada.<br />

37


En nuestros pueblos se mide el afecto por <strong>la</strong> cantidad de sus<br />

ahijados, nuestro médico fue padrino de más de <strong>la</strong> mitad del<br />

pueblo.<br />

Quiso ser político y fungió como diputado en dos períodos.<br />

Pero su corazón generoso no estaba hecho <strong>para</strong> <strong>la</strong>s truculencias<br />

de <strong>la</strong> política, por eso nunca pudo ser alcalde de Majagual.<br />

Allí siguió ejerciendo como médico. El 18 de abril de 2007,<br />

a punto de cumplir 80 años, murió en el barrio Florencia de<br />

Sincelejo acompañado por su esposa Anita y sus cuatro hijos:<br />

María Raquel, Mitre, Idana y Aixa. Murió con <strong>la</strong> ilusión de<br />

que el Estado le pagase su pensión. Pero en él está a punto de<br />

repetirse <strong>la</strong> historia del coronel.<br />

Sus hijos han emprendido <strong>la</strong> lucha <strong>para</strong> tener <strong>la</strong> documentación<br />

en orden. En todos los sitios que <strong>la</strong>boró se expidieron <strong>la</strong>s<br />

certificaciones de trabajo sin mayor inconveniente. Sólo en<br />

su tierra natal el actual alcalde –por desconocimiento o por<br />

negligencia- se ha negado a certificar que el doctor Farid<br />

<strong>la</strong>boró como médico. El actual Alcalde a quien en su niñez<br />

el médico Casij alivio alguna dolencia. Falta el aval de dos<br />

años y medio de servicio y sólo <strong>la</strong> Alcaldía puede darlo. Y no<br />

existen archivos de este tiempo <strong>la</strong>borado. No quiero pensar<br />

que se está desconociendo a un personaje que hace parte de <strong>la</strong><br />

historia de Majagual. Más allá de <strong>la</strong> deuda económica, está <strong>la</strong><br />

moral e histórica. Es bueno recordar a nuestros gobernantes<br />

que el verdadero poder se despliega cuando somos capaces<br />

de construir y de servir, por eso es vigente <strong>la</strong> frase hecha: “si<br />

quieres conocer a alguien, dale poder”.<br />

Publicada en El Meridiano de Sucre, 2010<br />

38


Beatriz Vanegas Athías<br />

NOSTALGIA DE LA TIENDA DE<br />

PUEBLO<br />

En <strong>la</strong> tienda de pueblo ocurre <strong>la</strong> generosidad. La<br />

generosidad primigenia, sin máscaras, ésa que se<br />

ejerce sin aguardar gratificación. La misma que lleva<br />

a <strong>la</strong> dueña del negocio a acomodar al cliente, cuatro onzas de<br />

queso o media libra de azúcar; o cambiar desde un billete de<br />

cincuenta hasta una moneda de quinientos pesos por el sólo<br />

gusto de recibir en agradecimiento un “Dios se lo pague”. Es<br />

<strong>la</strong> generosidad que fabrica el fiado y <strong>la</strong>s cuentas anotadas en<br />

el libro del olvido. Cuentas disminuidas con abonos y jamás<br />

cance<strong>la</strong>das en su totalidad, porque sería como cortar el cordón<br />

umbilical. Dejar de fiar, es dejar de existir.<br />

Borraja, alhucema, romero y agujas coce calderos…<br />

En una tienda de pueblo hal<strong>la</strong> usted de todo un poco: agujas<br />

<strong>para</strong> coser calderos, peinil<strong>la</strong>s de carey, botones concha de<br />

nácar; creolina, alcohol y petróleo menudeado; tabacos marca<br />

Picasso y montados en burro <strong>para</strong> los hombres o calil<strong>la</strong>s<br />

delgadas y olorosas <strong>para</strong> <strong>la</strong>s mujeres. Diminutas papeletas<br />

con valor de doscientos pesos, <strong>para</strong> pre<strong>para</strong>r <strong>la</strong> bebida del<br />

campesino a quien no le alcanzó <strong>para</strong> <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong>.<br />

39


Allí están <strong>la</strong> borraja, propicia en <strong>la</strong> detención de embarazos por<br />

accidente; el azufre, oportuno <strong>para</strong> el conjuro de maleficios.<br />

Y si de hinchazón de mue<strong>la</strong>s y acumu<strong>la</strong>ción de gases se trata,<br />

buenas son <strong>la</strong> alholva y <strong>la</strong> flor de tilo que además protege<br />

contra <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> suerte; lo mismo que <strong>la</strong> alhucema y el romero<br />

eficaz en el embellecimiento del cabello y <strong>la</strong> e<strong>la</strong>boración de<br />

sahumerios útiles durante <strong>la</strong> Semana Santa. Y no sobra, a falta<br />

de antibiótico, <strong>la</strong> manzanil<strong>la</strong> <strong>para</strong> corregir el estómago porque<br />

del mal de orín se encarga el azúcar de leche.<br />

La tienda de pueblo es un homenaje al arraigo, es común<br />

encontrar escobas de paja con <strong>la</strong>s cuales barrer cada mañana<br />

el patio acolchonado de hojas caídas del palo de mango y<br />

tarde a tarde el piso de tierra del frente de <strong>la</strong> casa; o esteras de<br />

iraca <strong>para</strong> hacer más llevaderos -ante <strong>la</strong> ausencia de colchones<br />

ortopédicos- los malestares renales y el calor que impide<br />

oficiar un buen amor.<br />

El orden del desorden<br />

En <strong>la</strong> tienda de pueblo no bril<strong>la</strong> el toque impecable de los<br />

supermercados y autotiendas. En el<strong>la</strong> campea el orden del<br />

desorden. Abunda el polvo y se ausenta <strong>la</strong> calcu<strong>la</strong>dora porque<br />

nadie duda de <strong>la</strong> honestidad y destreza matemática de <strong>la</strong><br />

tendera o tendero, quien aún emplea <strong>para</strong> pesar los granos,<br />

<strong>la</strong> yuca, el ñame y <strong>la</strong> ahuyama, el peso de madera y totuma,<br />

ligado por una pita. Es el mismo peso que no debe tener tres<br />

libras porque entonces es <strong>la</strong>drón. Todavía abundan clientes<br />

que se sienten mejor atendidos si les venden los productos<br />

pesados en peso de porra, antes que en uno de reloj.<br />

El orden del desorden que hace probable hal<strong>la</strong>r un rollo<br />

de mochi<strong>la</strong>s de fique al <strong>la</strong>do de un cartón de rasuradoras<br />

desechables. O una cuerda exponiendo cortes de te<strong>la</strong> y camisas<br />

amansa locos de diferentes estampados, cubriendo sin querer<br />

40


Beatriz Vanegas Athías<br />

<strong>la</strong> docena de mechones de zinc, necesarios ante <strong>la</strong> amenaza<br />

cotidiana de un apagón provocado por el grupo armado de<br />

turno.<br />

En este orden del desorden es posible aguardar a que <strong>la</strong> versión<br />

criol<strong>la</strong> del aceite Jhonnsons, es decir, <strong>la</strong> manteca extraída del<br />

corozo, se derrita <strong>para</strong> ser vendida `por doscientos, trescientos<br />

o quinientos pesos. Mientras esto ocurre, <strong>la</strong> tendera se da a<br />

<strong>la</strong> tarea de elogiar <strong>la</strong>s virtudes del aceite, contando cómo en<br />

tiempos de arribo de <strong>la</strong>s legendarias <strong>la</strong>nchas, el capitán suplía<br />

<strong>la</strong>s carencias de aceite de transmisión, con manteca negra,<br />

desvarándose en el acto.<br />

No es extraño, presenciar el trueque de dos libras de borojó<br />

por dos tacos de baterías, <strong>la</strong>s mismas que alimentarán <strong>la</strong>s<br />

linternas de mano del caminante, en <strong>la</strong> oscura y culebrera<br />

noche hacia su vereda.<br />

Patrimonio de <strong>la</strong> comunidad<br />

En <strong>la</strong> tienda de pueblo siempre hay un chisme por inventar,<br />

por contar, por escuchar. Siempre hay un árbol, un palo de<br />

almendro <strong>para</strong> apaciguar el fogaje del medio y del resto del<br />

día. Unas bancas o un taburetes <strong>para</strong> sentarse a saborear <strong>la</strong><br />

chicha de arroz y de maíz o <strong>la</strong> exquisita y baratísima botel<strong>la</strong> de<br />

avena con galleta de burro.<br />

Unos taburetes <strong>para</strong> que comadres y patriarcas se sienten en <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra y arreglen al pueblo, al país al mundo; o le arranquen<br />

el cuero al transeúnte, a tiempo de saludarlo con cariño; o<br />

enjuicien al alcalde y a sus co<strong>la</strong>boradores por pensar sólo en<br />

su estómago, mientras al pueblo lo carcome el olvido.<br />

El tendero o <strong>la</strong> tendera tienen el privilegio de ser el padrino<br />

o <strong>la</strong> madrina con más ahijados. No tienen descanso. No hay<br />

descanso <strong>para</strong> <strong>la</strong> tendera. Almuerza al pie del mesón; no cesa<br />

41


de dar limosnas, es un patrimonio de <strong>la</strong> comunidad. Tiene en<br />

sus manos, o mejor, en sus cuadernos de cuentas, a profesores,<br />

empleados del sector oficial y del privado; toderos…Aunque<br />

ellos <strong>la</strong> crucifiquen mes a mes con <strong>la</strong>s impagables deudas.<br />

Cómo fluye <strong>la</strong> vida en <strong>la</strong> tienda de pueblo. Cómo grita <strong>la</strong> bul<strong>la</strong><br />

en <strong>la</strong> tienda de pueblo. Cómo habita <strong>la</strong> fraternidad en <strong>la</strong> tienda<br />

de pueblo. Y cómo es de sentido el velorio y entierro de <strong>la</strong><br />

tendera, lo mismo que inmenso el dolor y <strong>la</strong> rabia del pueblo<br />

porque a <strong>la</strong> dueña de <strong>la</strong> tienda se le ocurrió en ma<strong>la</strong> hora<br />

dejarlos huérfanos.<br />

Vanguardia Dominical, marzo de 2002<br />

42


II<br />

EL FESTÍN DE LA<br />

LENGUA


Beatriz Vanegas Athías<br />

LA NOCHE DEL ICONOCLASTA<br />

Una verdad ha sido confirmada por numerosas fuentes<br />

mediáticas y literarias –léase <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> “Rencor”<br />

de Óscar Col<strong>la</strong>zos, por ejemplo-. Cartagena es <strong>la</strong><br />

personificación del elitismo y <strong>la</strong> exclusión en Colombia. En<br />

La Heroica ha sido difícil sacudir <strong>la</strong> marca del racismo y de los<br />

abismos que fundan c<strong>la</strong>ses sociales que se desprecian, pero<br />

que se necesitan.<br />

La ciudad amural<strong>la</strong>da es el gueto que surge imponente <strong>para</strong><br />

corroborar esto. Y justamente allí, ocurre el Hay Festival,<br />

como una escenificación perversa del quehacer literario. Todo<br />

es bello en <strong>la</strong> antigua ciudad que es eternamente maquil<strong>la</strong>da<br />

gracias a su condición de patrimonio histórico de <strong>la</strong> humanidad.<br />

Hasta el viento y el sol son benévolos allí, suceso atmosférico<br />

que no ocurre en <strong>la</strong> Cartagena real y cruda.<br />

Con esa escenografía, el sábado 29 de enero, a <strong>la</strong>s 7:30 de <strong>la</strong><br />

noche, el Teatro Pedro de Heredia sería el escenario <strong>para</strong> que<br />

el biólogo y escritor Fernando Vallejo, cercenara los ídolos del<br />

catolicismo. El nombre de su conferencia no podía ser más<br />

provocador: Los crímenes del cristianismo. La fi<strong>la</strong> <strong>para</strong> entrar a<br />

verlo y escucharlo bordeaba casi tres cuadras. Muchos temían<br />

perderse el espectáculo, pese a que contaban con <strong>la</strong> anhe<strong>la</strong>da<br />

boleta. Una vez adentro, vimos caminar por <strong>la</strong> alfombra central<br />

45


a un hombre f<strong>la</strong>co, un tanto encorvado, de cabellos canosos,<br />

vestido de azul celeste, con una carpeta bajo su axi<strong>la</strong> y seguido<br />

por un personaje de contextura fuerte y cabeza rapada que<br />

fungió como asistente del escritor, pese a que <strong>la</strong> organización<br />

del Hay Festival tenía el escenario acondicionado hasta en el<br />

más ínfimo detalle.<br />

Silencio absoluto. Vallejo se sentó de <strong>la</strong>do en el escenario,<br />

es decir, el público sólo veía medio cuerpo y medio rostro<br />

del creador. Empezó a leer con una voz un tanto disfónica<br />

y con <strong>la</strong> mirada de quien se sabe de memoria el discurso que<br />

ofrecerá.<br />

Aquel<strong>la</strong> noche, Fernando Vallejo ofreció una magistral muestra<br />

de su sabiduría. Hizo un recorrido histórico documentado,<br />

mencionando uno por uno los innumerables clérigos, papas,<br />

obispos, arzobispos que se aliaron con Adolfo Hitler <strong>para</strong><br />

consumar el genocidio judío. Enumeró y narró con nombres,<br />

apellidos y fechas precisas cuáles miembros de <strong>la</strong> Iglesia<br />

católica que rezaban abiertamente por el Führer; cómo los<br />

obispos de Bavaria celebraban misas en acción de gracia cada<br />

que Hitler se salvaba de un atentado; ofreció datos y re<strong>la</strong>tos de<br />

pre<strong>la</strong>dos miembros aportantes económicamente de <strong>la</strong> CCS.<br />

Y con el mismo rigor investigativo que informó sobre <strong>la</strong><br />

lista de obispos que pertenecieron al Ejército alemán, adobó<br />

cada dato con el humor e irreverencia paisa que, aunque no<br />

quiera reconocer, le sale en su acento y en sus dichos. De<br />

tal suerte que el Procurador y el Presidente de Colombia, no<br />

salieron ilesos. Al primero lo mandó a leer su nove<strong>la</strong> La puta<br />

de Babilonia: Cómprelo, así sea pirateado, en Medellín se lo venden con<br />

media docena de aguacates; y al segundo lo l<strong>la</strong>mó: el hombrecito este que<br />

tenemos por Presidente, un iluminado por el Espíritu Santo.<br />

46


Beatriz Vanegas Athías<br />

Vallejo confrontó con argumentos y vehemencia a miembros<br />

del público que, con agresividad e ignorancia lo instigaron a<br />

que dejara de leer y hab<strong>la</strong>ra, desconociendo <strong>la</strong> metodología<br />

de una conferencia, el respeto de un conferencista hacia su<br />

público cuando lleva pre<strong>para</strong>do su discurso.<br />

El único que carecía de miedo en aquel<strong>la</strong> noche cartagenera,<br />

fue el iconoc<strong>la</strong>sta escritor que más actos de amor ha tenido<br />

con Colombia, Fernando Vallejo. El público guardaba silencio<br />

cuando sentenciaba: La iglesia católica, <strong>la</strong> ortodoxa, <strong>la</strong> protestante,<br />

son <strong>la</strong> maldición más grande de <strong>la</strong> humanidad; seguida del Is<strong>la</strong>m, los<br />

secuaces de Mahoma que rezan agachados mirando hacia La Meca, y con<br />

el culo al aire mirando hacia Jerusalén… pero ese mismo público<br />

reía cuando cuestionaba el estado político colombiano.<br />

Al final, una de <strong>la</strong>s organizadoras le entregó una rosa roja que<br />

se acostumbra a obsequiar a los escritores del Hay Festival.<br />

No faltaron <strong>la</strong>s voces ais<strong>la</strong>das que protestaron por este acto de<br />

amabilidad con el escritor. Él sonrío tímidamente y protegió<br />

<strong>la</strong> flor dejándo<strong>la</strong> en el mismo vaso de agua que calmó su sed<br />

en esos casi setenta minutos de conferencia. Con inocencia<br />

pretendió el escritor salir por donde entró, pero alguien del<br />

público previno a los organizadores <strong>para</strong> que lo guiara por los<br />

camerinos.<br />

A <strong>la</strong> salida, los mismos que lo tildaron de sacrílego y hereje,<br />

que se retiraron indignados, hacían co<strong>la</strong> <strong>para</strong> que Fernando<br />

Vallejo les dedicara un libro suyo.<br />

El Meridiano <strong>Cultural</strong>, marzo de 2009<br />

y Cátedra libre, 2009.<br />

47


Beatriz Vanegas Athías<br />

EL ENCUENTRO INTERNACIONAL<br />

DE POESÍA EN CERETÉ DE<br />

CÓRDOBA<br />

Desde hace quince años, Cereté, <strong>la</strong> tierra de Raúl<br />

Gómez Jattin, allí donde él fue un dios y un<br />

demonio; <strong>la</strong> tierra del Oro b<strong>la</strong>nco; <strong>la</strong> célebre<br />

pob<strong>la</strong>ción inmortalizada por el cabo Herrán en su porro “El<br />

Guayabo de <strong>la</strong> Y”, festeja con fervor <strong>la</strong> vigencia que tiene <strong>la</strong><br />

poesía en el país de <strong>la</strong> sinrazón. Una mujer serena, generosa y<br />

muy organizada, de nombre Lena Reza García, más conocida<br />

en Cereté de Córdoba como <strong>la</strong> “seño Lena”, convoca año tras<br />

año, a más de treinta mujeres de toda Colombia y de diferentes<br />

partes del mundo y contra todo nefasto presagio – léase<br />

demora de los patrocinadores- el Encuentro Internacional de<br />

Mujeres Poetas se realiza en el mágico Centro <strong>Cultural</strong> Raúl<br />

Gómez Jattin a oril<strong>la</strong>s del otrora imponente caño Bugre, brazo<br />

del caudaloso río Sinú.<br />

El XV Encuentro del 2008, festejado desde el día jueves 27<br />

hasta el 30 de noviembre, nos trajo <strong>la</strong>s voces de <strong>la</strong> venezo<strong>la</strong>na<br />

Belkis Arredondo, <strong>la</strong> peruana Doris Moromisato, <strong>la</strong> mexicana<br />

Flor Aguilera y <strong>la</strong> españo<strong>la</strong> Josefa Parra, en lo que respecta<br />

a <strong>la</strong> presencia internacional- Meira del Mar, quien cada año<br />

49


luce más joven, acudió por sexto año consecutivo y su verbo<br />

amoroso conmovió con creciente fervor, al público asistente a<br />

cada una de sus presentaciones. Público agradecido y cultivado<br />

en quince años de cumplimiento a <strong>la</strong> cita poética de Cereté,<br />

quien le pide versos a Meira como quien solicita a su cantante<br />

favorito, <strong>la</strong> canción dedicada a su enamorada: No es de ahora.<br />

No. /De lejos viene- /de un silencio de siglos, /de un instante en que<br />

tuvimos otros nombres y otra /sangre fugaz nos inundó <strong>la</strong>s venas-, / este<br />

amor por amor, /este sollozo/ donde estamos perdidos en querernos /<br />

como en un <strong>la</strong>berinto enamorado/.<br />

A Meira del Mar <strong>la</strong> revitaliza estar en Cereté. De <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> de<br />

ruedas pasa a <strong>la</strong>s muletas, y de éstas al bastón, <strong>para</strong> finalmente<br />

en el 2008, llegar caminando sólo con <strong>la</strong> ayuda de <strong>la</strong>s solícitas<br />

poetas que tejen una corte alrededor de <strong>la</strong> enamorada del mar.<br />

Es incansable, disfruta todas <strong>la</strong>s actividades, los elogios, <strong>la</strong>s<br />

fotografías que llueven sobre el<strong>la</strong>. Conversa delicioso, tiene<br />

siempre el apunte justo, como aquel de creerse una virgen en<br />

plena procesión, porque en el Encuentro del año 2007, cayó<br />

un palo de agua sobre el escenario de <strong>la</strong> Ronda del Sinú que<br />

impidió el recital poético programado <strong>para</strong> esa noche en que<br />

<strong>la</strong> lluvia reemp<strong>la</strong>zó a los versos.<br />

Los inicios<br />

Lena Reza García es una mujer de poco verbo teórico, pero<br />

de mucho verbo de acción. En el<strong>la</strong> se conjuga <strong>la</strong> rigurosidad<br />

y pausa de <strong>la</strong> gestora cultural, con <strong>la</strong> generosidad de los seres<br />

humanos plenos. Es el alma del Encuentro Internacional<br />

de Mujeres Poetas que año tras año durante casi cinco días<br />

inunda de poesía a Cereté de Córdoba.<br />

El Encuentro de Mujeres Poetas nació en el seno del grupo<br />

de Arte y Literatura El Túnel, con su director, el escritor<br />

monteriano José Luís Garcés González, quien invita al taller<br />

50


Beatriz Vanegas Athías<br />

del grupo, a mujeres poetas de Córdoba <strong>para</strong> que lean sus<br />

creaciones. Inicialmente se l<strong>la</strong>maba” Recital de Mujeres Poetas<br />

de Córdoba”. Pero Garcés González se siente desam<strong>para</strong>do<br />

en Montería y en 1994 tras<strong>la</strong>da el naciente evento a Cereté.<br />

Aún no existía el Centro <strong>Cultural</strong> Raúl Gómez Jattin.<br />

Ampliar <strong>la</strong> convocatoria era <strong>la</strong> nueva meta a cumplirse, y de<br />

ello se encargó Lena Reza. Así, en 1996, al grupo de Mujeres<br />

Poetas de Córdoba entre quienes estaban: Rosita Santos<br />

Rodríguez, BethyBrunal, Antonia Reza García, Indira Críales,<br />

Carmen Amelia Pinto, Jaidith Soto, Isabel Cristina Petro,<br />

G<strong>la</strong>dis Patrón y Lenis Rocío Luna, se sumaron nombres de<br />

poetas del Caribe. Fue el Primer Encuentro con Meira del<br />

Mar, con Nora Carbonell y Lya Sierra de Barranquil<strong>la</strong>, también<br />

participaron: Miriam Reina y Leda Beatriz Mendoza de Santa<br />

Marta y <strong>la</strong> poeta cubana ZoeliaFrómeta. A partir de ese año,<br />

el Encuentro comienza a consolidarse, <strong>la</strong> poetas nacionales<br />

asisten en mayor número, por ello ha sido posible tomarle el<br />

pulso a <strong>la</strong> escritura poética de mujeres de España, Canadá,<br />

Venezue<strong>la</strong>, Ecuador, Cuba, México y Costa Rica, entre otros.<br />

La exigencia en <strong>la</strong> calidad del trabajo poético permanece en<br />

cada edición del evento, porque <strong>para</strong> venir al Encuentro de<br />

Mujeres Poetas, afirma Lena Reza: no importa traer el atuendo<br />

de última moda, <strong>la</strong>s posturas de reina o de modelos en <strong>la</strong> fotografía,<br />

lo realmente importante es <strong>la</strong> calidad de <strong>la</strong> poesía que traigan consigo;<br />

de hecho cualquier cosa puede faltar en el equipaje de viaje (vestidos,<br />

accesorios, maquil<strong>la</strong>je, etc.), lo que se hace imprescindible son los textos<br />

poéticos, los libros publicados o inéditos, los que una vez abierta <strong>la</strong> maleta<br />

inician una interminable circu<strong>la</strong>ción de mano en mano, de voz en voz y<br />

entonces como en los reinados de belleza el público escoge su favorita, se<br />

inclina por el estilo poético de una u otra y el<strong>la</strong>s saben que por cuatro días<br />

es posible ser reinas de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra en Cereté, son el centro de atención<br />

51


a donde llegan, los niños(as), jóvenes y adultos les solicitan autógrafos y<br />

comp<strong>la</strong>cidas los hacen acompañar con versos por dedicatoria.<br />

Las Casas de Poesía<br />

Y nacen <strong>la</strong>s Casas de Poesía. Original actividad que se realiza<br />

durante el segundo día del Encuentro Internacional de<br />

Mujeres Poetas y que configura el espacio <strong>para</strong> que <strong>la</strong> poesía<br />

visite los barrios, y en <strong>la</strong>s últimas versiones, los corregimientos<br />

de Cereté. Un bus lleno de música y de <strong>la</strong>s risas de <strong>la</strong>s poetas,<br />

<strong>la</strong>s tras<strong>la</strong>da del Hotel o de ese <strong>para</strong>íso l<strong>la</strong>mado Corpoica, a<br />

barrios de todos los estratos en Cereté: Santa Pau<strong>la</strong>, Venus,<br />

La Esperanza, Santa Teresa, Santa C<strong>la</strong>ra o a los inolvidables<br />

Cotorra, San Pe<strong>la</strong>yo y Carrillo, corregimiento en donde habita<br />

Margarita Cantero Pérez, <strong>la</strong> sapiente maestra que despliega<br />

sin envanecerse todo su conocimiento sobre el ritmo musical<br />

del porro.<br />

En cada barrio o vereda aguarda un auditorio de veinte o<br />

veinticinco personas, que reciben con viandas y postres a<br />

tres o cuatro poetas que escogen lo mejor de su producción<br />

literaria <strong>para</strong> emocionar al ama de casa, al campesino que<br />

aún no ha emigrado; a <strong>la</strong> abue<strong>la</strong> que en sus años mozos leyó<br />

y dec<strong>la</strong>mó a Julio Flórez; a los aprendices de poetas que<br />

aprovechan <strong>para</strong> solicitar el autógrafo a <strong>la</strong> poeta venida de tal<br />

o cual departamento o país; a <strong>la</strong> tía que se arriesga a sacar su<br />

viejo e invaluable cuaderno de “pensamientos” y sonetos y los<br />

lee con emoción represada.<br />

Las casas de poesía aterrizan a muchas escritoras con poses<br />

de vedettes y vuelven útil al poema, al oficio de escribir. Las<br />

Casas de Poesía transforman a los habitantes privilegiados:<br />

ellos ap<strong>la</strong>uden, posan como periodistas al indagar por <strong>la</strong><br />

vida y mi<strong>la</strong>gros de <strong>la</strong>s escritoras; interrogan sobre el oficio<br />

de poetizar. ¿Por qué este poema? ¿Qué lo inspiró? ¿Por qué<br />

52


Beatriz Vanegas Athías<br />

escribe así? Y se toman <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra: los maestros aprovechan<br />

<strong>para</strong> mostrarse y presentar <strong>la</strong>s creaciones de sus estudiantes; el<br />

compositor canta su más reciente canción; el decimero recita<br />

con <strong>la</strong> perfección métrica infaltable a <strong>la</strong> décima.<br />

En ocasiones se arman verdaderos conversatorios. Piden<br />

repetir un poema que les tocó los vellos del alma. Las Casas<br />

de Poesía son un espacio de verdadera comunicación.<br />

Mujer Poesía, Mujer Verdad<br />

Así fue l<strong>la</strong>mado el evento en el 2008. Ya es un lugar común<br />

que todas <strong>la</strong>s poetas que asisten a Cereté queden prendadas<br />

de <strong>la</strong> magia que acontece allí. No sólo por lo bien tratadas<br />

y remuneradas, sino por los <strong>la</strong>zos vitales e intelectuales que<br />

ocurren. Por ello no es extraño que siempre deseen volver o<br />

que se quieran quedar, como <strong>la</strong> célebre poeta cubana Dulce<br />

María Pullés, quien literalmente fue adoptada durante ocho<br />

meses por Lena Reza y todos sus mecenas en Cereté. No es<br />

raro que poetas de <strong>la</strong> tal<strong>la</strong> de Yirama Castaño, alejadas de <strong>la</strong><br />

vacuidad que germina en el medio poético bogotano, sólo<br />

cump<strong>la</strong> <strong>la</strong> cita anual a Cereté. No es de asombrarnos que<br />

poetas reconocidas y de alta calidad y sensibilidad como <strong>la</strong><br />

mexicana Flor Aguilera considere que Cereté representa un<br />

impulso tremendo. Todas <strong>la</strong>s participantes regresan a casa<br />

tras el Encuentro, con más ánimos y con el deseo de escribir<br />

fortalecido. Los asistentes a los recitales y lecturas públicas<br />

también son motivados a leer más poesía a apoyar eventos de<br />

esta índole. Crea también una suerte de solidaridad femenina<br />

con <strong>la</strong> poesía de otras mujeres. Es un evento rico en poesía<br />

pero también en el fortalecimiento de los <strong>la</strong>zos entre mujeres<br />

dedicadas a <strong>la</strong>s letras del mundo hispano.<br />

En Cereté ocurrió <strong>la</strong> poesía que es una verdad. Allí estuvo<br />

Marga López, con <strong>la</strong> magia de su pa<strong>la</strong>bra puesta en escena<br />

53


dirigiendo talleres de literatura infantil. Irina Henríquez y E<strong>la</strong><br />

Cuavas, poetas de Córdoba que año tras año crecen vital y<br />

poéticamente. Las barranquilleras Nora Carbonell y Margarita<br />

Galindo, voces sólidas y fieles a este evento. La españo<strong>la</strong><br />

Josefa Parra, reconocida poeta con una obra depurada y un<br />

temperamento encantador. La santandereana Idania Ortíz,<br />

con su voz serena y admirada por <strong>la</strong> magia de Cereté. Viviana<br />

Restrepo, joven poeta paisa que también empieza a decantar<br />

su voz y que emana humor y <strong>para</strong> quien a Lena Reza le cabe<br />

los versos de Bertolt Brecht, con los cuales cierro esta crónica:<br />

“Hay hombres que luchan un día y son buenos.<br />

Hay otros que luchan un año y son mejores.<br />

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.<br />

Pero hay los que luchan toda <strong>la</strong> vida: esos son los<br />

imprescindibles”<br />

Cátedra Libre, febrero de 2009<br />

54


Beatriz Vanegas Athías<br />

UNA MIRADA A LA LENGUA<br />

CELEBRADA EN CARTAGENA<br />

Primeras imágenes<br />

Supone esta cronista que a un mendigo no le interesa<br />

García Márquez, ni los Reyes de España, ni mucho menos<br />

Belisario Betancur. Supone que <strong>la</strong>s protestas airadas del<br />

escritor Efraím Medina Reyes, pidiendo invitación <strong>para</strong> Joe<br />

Arroyo y Pambelé, a <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Lengua, sólo sirvieron <strong>para</strong><br />

que Juan Carlos Botero, respaldándose en William Faulkner, le<br />

<strong>la</strong>nzara puyas al cartagenero, recordándole que ser escritor no<br />

es ser un hombre espectáculo, que precisamente ésa actitud es<br />

<strong>la</strong> que aleja a los lectores.<br />

Supongo lo anterior porque <strong>la</strong> Cartagena escenario del IV<br />

Congreso de <strong>la</strong> Lengua Españo<strong>la</strong>, estaba casi limpia de seres<br />

que no fueran políticos, actores, presentadores, modelos,<br />

teatreros, profesores, periodistas, extranjeros, estudiantes y<br />

cómo no, aspirantes a escritores. Digo casi, porque el miércoles<br />

a eso de <strong>la</strong>s 11 de <strong>la</strong> noche, dos niños negros escaparon de<br />

su exilio y nos abordaron porque según ellos, aún no habían<br />

probado bocado.<br />

Cartagena <strong>para</strong> el mundo. Cartagena fue el reino de <strong>la</strong>s fotos,<br />

del autógrafo, de <strong>la</strong> entrevista, de poder tocar y hab<strong>la</strong>r con<br />

55


el escritor o escritora compañía en momentos de soledad y<br />

angustia.<br />

La Gabo<strong>la</strong>tría tampoco fue general, pese a que <strong>para</strong> estar a<br />

tono con el evento se volvió un tácito código, deambu<strong>la</strong>r<br />

por el Centro y <strong>la</strong> ciudad amural<strong>la</strong>da, portando <strong>la</strong> edición de<br />

“los <strong>la</strong>ureles” de Cien años de soledad, corregida, ampliada<br />

con glosario y sendos prólogos de Carlos Fuentes y el mítico<br />

enemigo, ahora nuevamente amigo, Mario Vargas Llosa.<br />

García Márquez convertido en un personaje a quien se busca<br />

<strong>para</strong> ver y tocar, más no <strong>para</strong> leer. Aquí recuerdo al gran ausente<br />

de esta fiesta de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra: Jorge García Usta, el escritor que<br />

creaba poemas, crónicas, ensayos, reportajes con igual calidad<br />

estética, movía el cine y <strong>la</strong>s artes en Cartagena y <strong>la</strong> Costa. El<br />

escritor que fundaba periódicos y revistas; cuyos volúmenes<br />

críticos sobre <strong>la</strong> génesis creadora de Gabriel García Márquez y<br />

Héctor Rojas Herazo, vieron <strong>la</strong> luz en ediciones de circu<strong>la</strong>ción<br />

reducida, pero hoy, cuando Jorge ha partido prematuramente,<br />

son reeditados por Seix Barral.<br />

Recuerdo que hace varios años, en un reportaje que le hice,<br />

el escritor dijo: “Algunos jóvenes que he visto en talleres literarios se<br />

desorientan con <strong>la</strong>s mansiones de García Márquez y con sus poderes<br />

públicos, pero no leen su obra, que es lo que cuenta en su formación, ni<br />

su gigantesco esfuerzo personal. En un centro de estudios de Cartagena,<br />

28 jóvenes de 29 que había, me dijeron que no querían tratar a García<br />

Márquez porque ya lo conocían mucho, pero sólo uno conocía más de un<br />

cuento y sólo uno había leído “Cien años de soledad”. Estaban hastiados<br />

de verlo con sus bufandas triunfadoras en los medios. Yo les dije: “no<br />

lo vean, lean su obra”. Cuando íbamos a leer “Cien años”, cinco me<br />

dijeron, casi al unísono: “Profesor, ¿no hay una versión en video?”. Les<br />

dije que no <strong>la</strong> había, pero en caso de que <strong>la</strong> hubiera, también leeríamos<br />

el libro “.<br />

56


Beatriz Vanegas Athías<br />

Noche de poesía iberoamericana<br />

Cartagena, vigi<strong>la</strong>da y militarizada. Por vez primera fue posible<br />

ver cierta connivencia entre <strong>la</strong> bota militar y el verso lúcido y<br />

cuestionador. Fue posible escuchar en esta noche de <strong>la</strong> Lengua<br />

poética, cómo <strong>la</strong>s voces nada conformes de Rómulo Bustos,<br />

William Ospina, Olvido García Valdés, Eugenio Montejo,<br />

Juan Manuel Roca, José Emilio Pacheco, Juan Gustavo Cobo<br />

Borda y el legendario argentino Juan Gelman, pudieron<br />

elevarse emotivas en el C<strong>la</strong>ustro de Santo Domingo. Ironía<br />

de <strong>la</strong> ironía.<br />

Muchos estábamos ahí <strong>para</strong> decirle a Gelman que no<br />

olvidábamos <strong>la</strong> ignominia del régimen militar argentino al<br />

asesinar a su hijo Marcelo y su nuera C<strong>la</strong>udia que se encontraba<br />

embarazada. Muchos estábamos ahí <strong>para</strong> decirle cuán felices<br />

fuimos al saber que por fin pudo reunirse con su nieta en<br />

Uruguay.<br />

El homenajeado en aquel<strong>la</strong> noche de Poesía Iberoamericana,<br />

era el sucreño Giovanni Quessep ya que Ga<strong>la</strong>xia Gutenberg,<br />

sello editorial de Círculo de Lectores, presentó <strong>la</strong> primera<br />

edición de su poesía reunida (1969-2006): “Metamorfosis del<br />

jardín” Él, tantas veces desdeñado en el Sucre aún famélico<br />

que lo vio crecer, hoy es al <strong>la</strong>do de Héctor Rojas Herazo, <strong>la</strong><br />

voz más contundente de ése departamento. Fue uno de los<br />

más asediados, además de Ospina, Roca y el mexicano José<br />

Emilio Pacheco quien acudiendo a los heterónimos, asumió el<br />

ser del poeta Darío Jaramillo Agudelo y leyó dos poemas del<br />

ausente escritor colombiano. EL poeta Pacheco fue el polo a<br />

tierra <strong>para</strong> tanta luminaria allí presente con este contundente<br />

poema breve con el cual cerró su lectura: “Cada vez que/ me creo<br />

importante/ viene <strong>la</strong> mosca y me dice: / no eres nadie/”.<br />

57


La coordinación de <strong>la</strong> lectura estuvo a cargo de Juan Gustavo<br />

Cobo Borda: gigantesco hacia arriba, gigantesco hacia los<br />

<strong>la</strong>dos; gigantesco en su verbo embrujador y sabio.<br />

Aparte de su natural soberbia y de <strong>la</strong>s miradas de envidia<br />

que <strong>la</strong>nzaba al sereno Ospina, Juan Manuel Roca hizo<br />

quizás <strong>la</strong> mejor lectura. Él, es un encantador de serpientes.<br />

Sabe leer poesía, sobre todo su magistral poema “Parábo<strong>la</strong><br />

de <strong>la</strong>s manos”: (…)”Una mano traza <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra pájaro. /La<br />

otra escribe su jau<strong>la</strong>. / Hay una mano de luz que construye<br />

escaleras,/ Una de sombras que afloja sus Peldaños. /Pero<br />

llega <strong>la</strong> noche. Llega/ La noche cuando cansadas de herirse/<br />

Hacen tregua en su guerra/ Porque buscan tu cuerpo/”<br />

La locura por <strong>la</strong> cultura<br />

Caminaba usted una cuadra y allí estaba con todo su porte de<br />

galán, el alcalde de Medellín, Sergio Fajardo. Entraba al Hotel<br />

Santa C<strong>la</strong>ra y veía cómo se cruzaban sin mirarse, Rodrigo<br />

Pardo con el memorable Antonio Skármeta, portando su<br />

protuberante abdomen y <strong>la</strong> sonrisa tatuada en el rostro.<br />

Pasaba por un restaurante de El Centro y era posible escuchar<br />

<strong>la</strong> tertulia que el legendario Isaías Peña Gutiérrez sostenía con<br />

aprendices; o ver a Monsiváis degustando un exquisito p<strong>la</strong>to<br />

cartagenero, mientras Fanny Mickey pasaba por el medio de <strong>la</strong><br />

calle como si acabara de cortar una oreja.<br />

Aquello fue un banquete donde se servía <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>para</strong><br />

todos los gustos. La Alcaldía de Cartagena, organizó y ejecutó<br />

una Agenda Alterna gracias a <strong>la</strong> diligencia del escritor John<br />

Jairo Junieles. Él consiguió que <strong>la</strong> reflexión se convirtiera<br />

en <strong>la</strong> patria de los escritores. Era posible asistir a <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de<br />

Bolívar y tertuliar con Juan Carlos Botero, quien sin asomo<br />

de resentimiento apuntó en una de sus intervenciones: “El<br />

58


Beatriz Vanegas Athías<br />

problema fundamental de Colombia no es <strong>la</strong> inseguridad, ése es problema<br />

de los ricos. El problema fundamental de Colombia es <strong>la</strong> pobreza, <strong>la</strong><br />

inequidad”.<br />

Allí mismo, en <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za Bolívar, el narrador Fernando Quiroz<br />

fue ovacionado con un cerrado ap<strong>la</strong>uso cuando afirmó con<br />

serenidad que si queremos que en Colombia se lea más, hay<br />

que decirle con energía al Presidente Uribe que grave <strong>la</strong>s armas<br />

y quite el gravamen que soportan los libros.<br />

En cada p<strong>la</strong>za, en cada colegio, en cada parque, el libro y <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra nos llevó a rep<strong>la</strong>ntear lo que somos. Cartagena fue el<br />

espacio <strong>para</strong> que aconteciera <strong>la</strong> experiencia transformadora<br />

de los libros. Para muchos, muchísimos seres, los ochenta,<br />

cuarenta, veinticinco años de Gabo, fueron un pretexto <strong>para</strong><br />

aproximarnos a <strong>la</strong> verdad, porque esta cronista cree, que si<br />

existe un discurso que intenta ser honesto con el hombre, es<br />

el literario y si no que lo diga Ángeles Mastretta, <strong>la</strong> excelente<br />

escritora mexicana que se gozó <strong>la</strong> devoción de los lectores,<br />

respondiéndoles siempre con <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra precisa, sin asomo de<br />

cansancio o pedantería: “La paciencia es un arte. Apréndan<strong>la</strong>, que<br />

premia siempre”.<br />

Vanguardia & Cultura, abril de 2007<br />

59


III<br />

LOS PERSONAJES


Beatriz Vanegas Athías<br />

JUAN MADERA CASTRO:<br />

EL CLARINETE DE LA POLLERA<br />

COLORÁ<br />

Juan Madera Castro pellizca con su<br />

mano diestra <strong>la</strong> piel de <strong>la</strong> siniestra.<br />

Tensiona <strong>la</strong> piel como en aquel<br />

juego de su infancia en Sincé, Sucre,<br />

en el que armaba una torre imaginaria<br />

de avispas con sus manos. Uno de los<br />

jugadores desbarataba el <strong>para</strong>co y <strong>la</strong>s<br />

avispas humanas corrían a picar al<br />

imprudente que <strong>la</strong>s alborotaba.<br />

Tensiona su piel, entorna los ojos y<br />

sentencia con <strong>la</strong> sonrisa serena de quien ha chupado múltiples<br />

sabores y sinsabores: “Ya son 86 años vividos, toque, toque, de este<br />

material no vuelve a salir”.<br />

Casi nonagenario, el autor de <strong>la</strong> música de “La pollera colorá”<br />

es un hombre moreno, alto, de espalda recta como su carácter;<br />

amante de <strong>la</strong>s camisas guayaberas; de pa<strong>la</strong>bra verdadera como<br />

el gallero; empeñado en mantenerse vivo, pese a que hace dos<br />

meses <strong>la</strong> parca arremetió con poco tino y lo envió a una sa<strong>la</strong><br />

de cuidados intensivos en Cartagena.<br />

63


Entonces sus once hijos y dieciocho nietos prendieron <strong>la</strong>s<br />

a<strong>la</strong>rmas y <strong>la</strong> clínica se convirtió durante esos espesos veintidós<br />

días, en un sitio de romería turnada <strong>para</strong> ellos.<br />

Fue en Barrancabermeja<br />

El primer sitio donde se escuchó el “Aaaayyy” de “La pollera<br />

colorá” fue en un pueblo de Santander l<strong>la</strong>mado Pimiental.<br />

Juan Madera lo interpretó con su c<strong>la</strong>rinete porque nunca<br />

había pensado en un vocalista <strong>para</strong> su “pollera”: esa tonalidad<br />

era muy alta <strong>para</strong> un cantante, era modalidad do mayor, pero Wilson<br />

Choperena se le midió.<br />

Corría el año 1958. El maestro Madera decidió vivir en<br />

Barrancabermeja. Partió con Amparo Isabel Manjarrés, su<br />

esposa, e ingresó a <strong>la</strong> orquesta del también sinceano Pedro<br />

Salcedo. Los domingos eran días de rebusque musical y por<br />

ello don Juan trasegaba por bares y grilles. Y allí, en el grill<br />

“Hawái” de Barrancabermeja, cuando despuntaba 1961, el<br />

músico Madera con ojos que parecían sonreír ante el contoneo<br />

de <strong>la</strong>s mujeres bai<strong>la</strong>doras de porro, mapalé y fandango,<br />

se percató que no sólo <strong>la</strong> cadencia de aquel<strong>la</strong>s caderas lo<br />

impactaba, era el intenso carmesí de sus faldas el que punzaba<br />

su inspiración.<br />

Notó entonces que a <strong>la</strong> Orquesta de Pedro Salcedo le faltaba<br />

una cumbia. Y esa sería “La pollera colorá”.<br />

De inmediato comenzó a sacar los acordes de <strong>la</strong> canción que<br />

ha interpretado-tarareado desde Bart Simpson, Carlos Vives,<br />

La Billos Caracas, Joe Arroyo, Kinito Méndez, pasando por<br />

muchísimas bandas papayeras, hasta <strong>la</strong> más reciente versión<br />

interpretada por <strong>la</strong> Orquesta Fi<strong>la</strong>rmónica Nacional en sus 40<br />

años.<br />

64


Beatriz Vanegas Athías<br />

Comenzó Madera a componer <strong>la</strong> canción que estremeció<br />

los oídos de Juan Pablo II, e hizo decir a Mario Moreno<br />

“Cantinf<strong>la</strong>s” en 1962: lo que más me gusta de Colombia es <strong>la</strong> música,<br />

en especial “La pollera colorá”, me voy a llevar a México una docena de<br />

ejemp<strong>la</strong>res.<br />

Letra y grabación<br />

Durante casi un año “La pollera colorá” se interpretó como<br />

pieza instrumental, pero un día se presentó en casa del músico<br />

Madera, su compañero de orquesta y entonces amigo, Wilson<br />

Choperena quien le dijo: Oye, Madera, toma unos versitos pa ‘que<br />

se los pongas a tu pollera colorá.<br />

El maestro Juan los recibió y luego de una gira, Pedro Salcedo<br />

p<strong>la</strong>neó un viaje a Barranquil<strong>la</strong> a grabar cuatro números en<br />

<strong>la</strong> Casa disquera de Emilio Fortou. Todos los temas eran de<br />

autoría de Salcedo: los porros “Amparito” y “Paulina Calvete”<br />

y el mapalé “El Arranque”.<br />

Siempre humilde y respetuoso, don Juan acató <strong>la</strong> orden del<br />

director: “Grabamos los cuatro temas, pero hacía falta <strong>la</strong> cumbia.”<br />

El maestro Pedro se puso a interpretar una de su autoría.<br />

Cuando terminó salió el técnico y le dijo: ¿por qué no me hace el<br />

favor de cambiar esa cumbia?, ésa no me gusta, maestro. Entonces yo que<br />

estaba detrás de él le dije: Maestro como cosa de Dios, maestro, vamos a<br />

probá con “La pollera colorá”.<br />

Al día siguiente <strong>la</strong> percusión empezó a sonar luego que el<br />

director atendiera <strong>la</strong> súplica de su c<strong>la</strong>rinetista. El técnico<br />

entusiasmado con el sabor de “La pollera” exc<strong>la</strong>mó: “Caramba,<br />

por poco me dejan el hit por fuera”. A partir de ése noviembre “La<br />

pollera colorá” fue tema obligatorio en Barrancabermeja, <strong>la</strong><br />

Costa Caribe y Colombia entera.<br />

65


Don Juan Madera sonríe al evocar esos tiempos, pero una<br />

nube gris oscurece su nostalgia alegre, cuando reconoce que<br />

el maestro Salcedo a quien admira profundamente, el mismo<br />

que lo instaba a registrar <strong>la</strong> canción con el fin de proteger<strong>la</strong> de<br />

posibles avivatos, se quiso apropiar de el<strong>la</strong>: El Director de <strong>la</strong><br />

orquesta, con sus hijos músicos allí presentes, sabiendo que él<br />

no tenía nada que ver con ese tema, se atrevió a decir que era<br />

de su cosecha.<br />

La actitud de su maestro pasó desapercibida y esa desavenencia<br />

fue resuelta con música: El maestro Salcedo soltó <strong>la</strong> risa y me<br />

dijo: Madera, tú eres conservador y compusiste “La pollera colorá” y<br />

yo liberal ahora voy a componer “La pollera azul”. Por ello quizás<br />

hab<strong>la</strong> sin dejo de dolor de su amigo Wilson Choperena, quien<br />

por mucho tiempo había ganado indulgencias con camándu<strong>la</strong><br />

ajena.<br />

Faltó visión<br />

En 1968 Pedro Salcedo decidió radicar su orquesta en<br />

Bogotá. Barrancabermeja empezaba a ser una p<strong>la</strong>za con poca<br />

proyección y el compositor Madera desistió de acompañarlos:<br />

Yo no me fui. Para entonces había nacido Juan Carlos, Amparo Luz,<br />

Berena y Rocío. Yo me acomplejé con esa cuestión y pensaba que iba a<br />

aguantar mucho frío con los pe<strong>la</strong>os y entonces cogí <strong>para</strong> acá, <strong>para</strong> Sincé,<br />

<strong>para</strong> mi cunita de oro”.<br />

Entre tanto, Wilson Choperena sí viaja a Bogotá y allá es él<br />

quien figura como dueño único de “La pollera colorá”. En<br />

1962, los dos amigos registraron el tema en <strong>la</strong> Notaría Primera<br />

de Barrancabermeja.<br />

Ese registro donde firma Choperena como el dueño de <strong>la</strong><br />

letra de “La pollera colorá” y Madera como el dueño de <strong>la</strong><br />

música, anduvo de aquí <strong>para</strong> allá en un costal lleno de papeles<br />

que soportó sin extraviarse, <strong>la</strong>s mudanzas de <strong>la</strong> familia Madera<br />

66


Beatriz Vanegas Athías<br />

Manjarrés. Pese al descuido ése papel sobrevivió y es el que<br />

me está salvando una demanda que le puse a Choperena”,<br />

afirma con decepción mal disimu<strong>la</strong>da.<br />

Don Juan Madera Castro es un hombre que no se permite<br />

una mentira. Cree que en su arte el verdadero autor de un<br />

tema es quien compone <strong>la</strong> música: nadie bai<strong>la</strong> con <strong>la</strong> letra, el<br />

que compone <strong>la</strong> música es el que vale. Mire a ver ahora en los cuarenta<br />

años de <strong>la</strong> Orquesta Fi<strong>la</strong>rmónica, grabaron lo que a mí me pertenece.<br />

Y don Juan crea un c<strong>la</strong>rinete con sus manos y grita: Aaaayyy<br />

<strong>para</strong>papiropopi… ahí no vocaliza nadie, ni sale Choperena, es lo que yo<br />

compuse, instrumental.<br />

No admite <strong>la</strong> mentira ni <strong>la</strong> deslealtad y le sobra nobleza; por<br />

eso perdonó los muchísimos años que Wilson Choperena,<br />

su amigo, negó su nombre y recibió beneficios exclusivos:<br />

don Juan estaba en Sincé y Choperena en <strong>la</strong> capital del país<br />

presentándose y recibiendo homenajes.<br />

Dicen que “La pollera colorá” es simi<strong>la</strong>r al Himno Nacional;<br />

<strong>la</strong> letra del Himno es de Rafael Núñez y <strong>la</strong> música del maestro<br />

Oreste Sindice. Esto es a un mismo nivel, es un tema compartido, yo<br />

compuse <strong>la</strong> música y él complementó el tema… jamás he dicho que es<br />

sólo mío.<br />

Sin embargo, fueron muchos años de regalías sólo <strong>para</strong><br />

Wilson Choperena, años duros en Sincé hasta que decidió<br />

escribir a Sayco y se hizo miembro de <strong>la</strong> Sociedad de autores<br />

y compositores. Entonces <strong>la</strong> situación empezó a mejorar <strong>para</strong><br />

<strong>la</strong> educación y el bienestar de sus hijos.<br />

Antología de alegrías<br />

La gallina de arriba es <strong>la</strong> que caga a <strong>la</strong> de abajo. Choperena se estaba<br />

presentando por todo el país y lo veían y yo por acá… pero Dios no<br />

quiere cosas sucias, vea, ahora me hicieron un homenaje en Sincé.<br />

67


Sí. Ahora es el tiempo de los homenajes. El más reciente fue el<br />

que le brindó Barrancabermeja dec<strong>la</strong>rándolo “hijo adoptivo”.<br />

La sonrisa le sonríe cuando evoca: Fue un homenaje con<br />

todas <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> ley. Quizá ni a Uribe le hacen un homenaje<br />

como el que me hicieron a mí, porque Uribe va escoltao y<br />

yo sin nada… eso daba gusto, todo el mundo: “Maestro que el<br />

autógrafo, que <strong>la</strong> foto”, caramba y sin peligro de nada, yo ac<strong>la</strong>mao por<br />

ese gentío, allá les dejé el c<strong>la</strong>rinete con el que compuse “La pollera colorá”,<br />

dijeron que pa’ un museo.<br />

Entre <strong>la</strong>s gratitudes que <strong>la</strong> música le ha brindado recuerda<br />

con satisfacción el encuentro con Lucho Bermúdez y Matilde<br />

Díaz. Era el tiempo de esplendor de “La pollera colorá”.<br />

La orquesta de Pedro Salcedo alternó con Lucho Bermúdez<br />

en Neiva y éste no disimuló <strong>para</strong> nada <strong>la</strong> admiración hacia su<br />

colega Madera: Oiga maestro Madera, lo felicito, ahora que terminemos<br />

me hace el favor y se va conmigo <strong>para</strong> el hotel a escribir <strong>la</strong> melodía porque<br />

quiero hacerle un arreglito, pero eso sí, no se le olvide ponerme ese gustico<br />

del “Aaaayyy”<br />

Las lágrimas asoman a sus ojos rasgados cuando recuerda una<br />

noche que “estaba meciéndome en una hamaca. Eran como <strong>la</strong>s once.<br />

El sueño se me había escapado y el radio me acompañaba. Cuando<br />

de pronto oigo <strong>para</strong>papiropopi, a mí se me soltaron <strong>la</strong>s lágrimas de<br />

<strong>la</strong> emoción, ¿dónde era eso?, vamos a ver que eran unos músicos que<br />

mandaron de Barranca a tocar una serenata al mismísimo Papa, entonces<br />

qué le tocaron, pues “La pollera colorá”.<br />

La paciencia es todo<br />

Y paciencia le sobra a nuestro músico. Él no calcu<strong>la</strong>, ni cuenta,<br />

crece como el árbol que no apresura su savia y que resiste,<br />

confiado, los vientos del verano que lo sacarán del invierno<br />

cruel. Hijo de un experimentado decimero, descubrió <strong>la</strong> música<br />

68


Beatriz Vanegas Athías<br />

cuando tenía dieciséis años. Era 1938. Sincé sufría porque no<br />

existía una banda que acompañara <strong>la</strong>s fiestas religiosas y en <strong>la</strong>s<br />

procesiones sólo se oían <strong>la</strong> monotonía de los rezos.<br />

En el pueblo se reunió una Junta y a través de donaciones<br />

personales consiguieron los instrumentos. Alqui<strong>la</strong>ron una casa<br />

y allí empezó a asistir todo aquel sinceano que creyese poseer<br />

talento musical. Juan Madera Castro inscribió en aquel<strong>la</strong><br />

escue<strong>la</strong> sus esperanzas musicales. Fue su primer maestro<br />

Heriberto Benavides quien instruía a dieciocho jóvenes entre<br />

los catorce y dieciséis años. Iniciaron <strong>la</strong>s lecciones. Bajo <strong>la</strong><br />

rigidez de Heriberto Benavides ningún aprendiz podía tocar<br />

instrumento que él no autorizara.<br />

Un día de ensayo, el joven Madera agobiado por el calor,<br />

interrumpió <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se y fue hasta una tinaja a calmar <strong>la</strong> sed.<br />

Mientras los sonidos se atropel<strong>la</strong>ban en aquel<strong>la</strong> casa musical,<br />

él bebía agua fresca y miraba extasiado uno de los c<strong>la</strong>rinetes<br />

que dormía en su estuche. No se resistió y lo sopló con el<br />

alma. Todos volvieron hacia él una mirada mezc<strong>la</strong> de temor<br />

y censura. Nadie se atrevía a echarlo al agua pues el maestro<br />

Benavides con voz adusta inquiría sobre el artífice del sonido.<br />

Hasta que una garganta se atrevió a pronunciar el nombre del<br />

culpable quien esperaba escondido <strong>la</strong> sanción: Yo creía que me<br />

iba a dar con <strong>la</strong> reg<strong>la</strong>, pero el maestro preguntaba <strong>para</strong> ordenarme que<br />

cogiera el c<strong>la</strong>rinete, que ése era el que me servía.<br />

Desde entonces el c<strong>la</strong>rinete es su compañero y con él viajó<br />

hacia San Marcos, Sucre, pob<strong>la</strong>ción donde vivió diez años,<br />

luego que <strong>la</strong> Banda de Sincé se disolviera. A San Marcos se fue<br />

con el maestro Juan de <strong>la</strong> Cruz Piña, el papá del cantante Juan<br />

Piña, de quien Madera es padrino. Con Juan de <strong>la</strong> Cruz estuvo<br />

alrededor de diez años, él fue quien lo ayudó a depurarse<br />

como músico. Gracias a él consiguió una casa de palma en<br />

69


Sincé, de tal suerte que Madera iba y venía entre San Marcos<br />

y su “cunita de oro”.<br />

A pesar de poseer “de todo” en San Marcos –hijos, nietos-<br />

el sueño de Juan Madera era organizarse con una paisana. Y<br />

<strong>la</strong> ocasión se presentó en un toque de fiestas patronales de<br />

Sincé al cual vino <strong>la</strong> Banda de San Marcos. Para entonces tenía<br />

treinta y tres años y Amparo Manjarrés, <strong>la</strong> esposa con <strong>la</strong> que<br />

ha vivido más de cincuenta, apenas bordeaba los dieciocho.<br />

El enamorado Madera no se fue por <strong>la</strong>s ramas y como al<br />

parecer le cayó bien a <strong>la</strong> suegra desde el principio, en menos<br />

de seis meses el matrimonio estaba pa<strong>la</strong>breado, porque él no<br />

quería a Amparo <strong>para</strong> tener amores: yo me voy es a casar, yo no <strong>la</strong><br />

quiero <strong>para</strong> vaci<strong>la</strong>r y sentarme a hacer visita todas <strong>la</strong>s noches, no señor,<br />

yo voy es a lo que voy: a casarme. Así que le voy mandando <strong>para</strong> que<br />

<strong>la</strong> aliste. Matrimonio celebrado con <strong>la</strong> misma dimensión de<br />

una fiesta patronal: los recién casados ade<strong>la</strong>nte y <strong>la</strong> Banda de<br />

San Marcos atrás, despidiendo <strong>la</strong> soltería de uno de sus más<br />

queridos miembros. Todo un día de festejo y algarabía con<br />

desayuno, almuerzo y cena incluidos <strong>para</strong> todos los invitados.<br />

Después que se casó, se dedicó a su pequeño hogar: con<br />

mucha responsabilidad, porque a pesar de que andaba por ahí<br />

con <strong>la</strong> música, yo nunca fui pervertido en el ron. Pero ese<br />

pequeño hogar, hoy es casi una tribu de once hijos y dieciocho<br />

nietos regados por Colombia y el exterior. Una familia unida y<br />

protegida por los pliegues de “La Pollera colorá”. Una familia<br />

en <strong>la</strong> cual, <strong>para</strong>doja de <strong>para</strong>dojas, no hay un solo músico, por<br />

el temor del padre a que el trasnocho y el trago se adueñara<br />

de uno de sus hijos.<br />

Por el contrario pulu<strong>la</strong>n profesionales universitarios, pese a<br />

que: cuando pude ayudarles fue en <strong>la</strong> época que empezaron a<br />

llegar <strong>la</strong>s regalías, ya que toda esa p<strong>la</strong>ta se <strong>la</strong> cogió Choperena,<br />

70


Beatriz Vanegas Athías<br />

él disfrutó de ese privilegio que me hizo falta a mí <strong>para</strong> ayudar<br />

a estudiar a mis hijos. Así, Amparo Luz Madera Manjarrés, <strong>la</strong><br />

hija mayor, se hizo odontóloga con <strong>la</strong> promesa hecha al padre<br />

de que entre los dos ayudarían a educar al resto de <strong>la</strong> prole. Y<br />

así fue. Como afirma Berena Madera –otra de <strong>la</strong>s hijas- quien<br />

no estudió, fue porque no quiso.<br />

Hoy <strong>la</strong> casa grande situada en el barrio El Cortijo, de Sincelejo,<br />

es punto de encuentro <strong>para</strong> toda hija, hijo, nieta o nieto que<br />

desea volver. A el<strong>la</strong> llegan y se van. Don Juan Madera, al<br />

<strong>la</strong>do de su fiel esposa, aguarda con paciencia a que Colombia<br />

entera le siga devolviendo <strong>la</strong> gratitud por lo que él un día, en<br />

Barrancabermeja, le obsequió: el derecho a bai<strong>la</strong>r y a cantar<br />

con identidad al son de una cumbia inmortal.<br />

Crónica publicada en los diarios<br />

Vanguardia Liberal de Bucaramanga y El Universal de<br />

Cartagena, domingo 27 de julio de 2008<br />

71


Beatriz Vanegas Athías<br />

PETRONA MARTÍNEZ,<br />

CARAMBA…<br />

El conductor de <strong>la</strong> buseta<br />

que nos llevaba hacia Sincé,<br />

con <strong>la</strong> ordinariez propia<br />

de quien transporta ganado antes<br />

que seres humanos, no pudo con<br />

su ausencia de sutileza, empañar<br />

<strong>la</strong> alegría que se aposentaba en el<br />

alma porque <strong>la</strong> vida nos brindaba<br />

<strong>la</strong> oportunidad de disfrutar los tambores<br />

y el bullerengue de Petrona<br />

Martínez, quien ese domingo 14 de<br />

noviembre cerraría con un concierto <strong>la</strong> Semana de <strong>la</strong> Sinceanidad.<br />

Luego de media hora <strong>la</strong>rga de ver transcurrir el verde; de tolerar<br />

<strong>la</strong> carretera donde ocurre el hueco como herida <strong>la</strong>cerada<br />

y jamás cerrada del asfalto…llegamos a Sincé, una pob<strong>la</strong>ción<br />

bonita como pocas en Sucre, con gentes cuya amabilidad no<br />

es una pose, sino una actitud espontánea brindada sin discriminación.<br />

De ahí que <strong>la</strong> abogada Cecilia Gil y <strong>la</strong> profesora Rocío Romero,<br />

cabezas de <strong>la</strong> Semana de <strong>la</strong> Sinceanidad, mujeres organizadas<br />

73


y rigurosas a quienes hasta ese momento no conocíamos, nos<br />

recibieron con una singu<strong>la</strong>r afabilidad que nos hizo acceder de<br />

inmediato a Petrona Martínez.<br />

Petrona, <strong>la</strong> reina del bullerengue vino de Ma<strong>la</strong>gana a “cantá,<br />

tocá y bailá” ante casi mil personas situadas frente a <strong>la</strong> sobria<br />

tarima natural de <strong>la</strong> iglesia <strong>la</strong> Natividad de María, en cuyo<br />

interior muy seguramente San Francisco de Asís y <strong>la</strong> Virgen<br />

del Socorro bai<strong>la</strong>ron al ritmo de “Zumba Currumba”, canto<br />

con el que Petrona inició su presentación a <strong>la</strong>s nueve de <strong>la</strong><br />

noche, frente al Parque Simón Bolívar.<br />

La vida vale <strong>la</strong> pena<br />

Sentada cual matrona musical de manos grandes y uñas<br />

maquil<strong>la</strong>das con esmalte rojo y puntitos b<strong>la</strong>ncos; con el cabello<br />

b<strong>la</strong>nco peinado con trencitas recubiertas de una pañoleta; con<br />

su voz imponente que adorna cada respuesta con una carcajada<br />

y con <strong>la</strong> humildad de los talentosos, <strong>para</strong> quienes resulta igual<br />

de trascendental cantar en Cereté, el Teatro Colón, España o<br />

Ing<strong>la</strong>terra, habló de su familia, su música, sus proyectos, sus<br />

temores y alegrías.<br />

Nos contó que nació hace 66 años en San Cayetano, Bolívar,<br />

un 27 de enero; que tiene 16 hijos y 33 nietos, que viene a<br />

Sincé a hacer feliz a sus moradores. Por eso en el concierto<br />

no faltará el bullerengue “La vida vale <strong>la</strong> pena”, un canto de<br />

obligada interpretación. Un canto que reafirma <strong>la</strong> esencia de<br />

`Petrona: volver alegría y fiesta sus tristezas.<br />

Nace “La vida vale <strong>la</strong> pena”, cuando llegó a Palenquito, con<br />

dieciocho años de vida, proveniente de una finca. Allí habitaba<br />

prósperamente con su marido e hijos criados gracias al corral<br />

de ganado. Pero vino <strong>la</strong> liquidación y con el<strong>la</strong> el trasteo.<br />

Compraron otro pedacito de tierra, construyeron <strong>la</strong> casita y<br />

74


Beatriz Vanegas Athías<br />

Petrona se queda sin el acostumbrado dinero que manejaba<br />

<strong>para</strong> adquirir <strong>la</strong> comida que saciara el hambre de sus hijos.<br />

Sin embargo detrás de <strong>la</strong> nueva vivienda habitaba sereno,<br />

el arroyo de donde los pob<strong>la</strong>dores de Palenquito extraían<br />

el sustento materializado en galones de arena <strong>para</strong> <strong>la</strong> venta.<br />

Mujeres, hombre y niños sacaban arena, entonces Petrona se<br />

pregunta ¿Y por qué no debo hacerlo yo también?”. Ahí nació<br />

La vida vale <strong>la</strong> pena: “Me dediqué con mis hijos/a sacá arena<br />

del arroyo”.<br />

La internacionalización<br />

Petrona Martínez grabó su primer trabajo en 1989. Después<br />

vino otro supersencillo comercial. Pero los pasos que <strong>la</strong> llevaron<br />

hacia <strong>la</strong> internacionalización fue <strong>la</strong> grabación que Liseth<br />

Lemoi hizo en francés, titu<strong>la</strong>da Le bullerengue. Este disco retumbó<br />

en Bogotá y allí fue escuchado por el ingeniero de sonido<br />

Rafael Ramos que había trabajado casi quince años con<br />

Totó La Momposina y por esa época dejaba a <strong>la</strong> prestigiosa<br />

cantadora –entre otras razones- <strong>para</strong> manejar el destino musical<br />

de <strong>la</strong> cantadora que hoy vive en Palenquito.<br />

Rafael Ramos organizó y grabó en Ing<strong>la</strong>terra el disco “Bonito<br />

que canta”, estuvo al frente de <strong>la</strong> producción en francés desarrol<strong>la</strong>ndo<br />

talleres musicales con niños y músicos oriundos de<br />

ese país.<br />

Componiendo mientras <strong>la</strong>va y barre<br />

Si Petrona Martínez <strong>la</strong>va, compone; si barre el frente de <strong>la</strong><br />

casa, también nace un bullerengue… hasta de regañar un pe<strong>la</strong>o<br />

surge el canto que luego es adobado con gaitas, tamboras,<br />

l<strong>la</strong>mador, maracas y guache. Una vez estaba arreg<strong>la</strong>ndo un<br />

chiquero y uno de sus nietos insistía en obtener un coco que<br />

pendía del árbol, el<strong>la</strong> lo miró y ordenó cantando: “Ca<strong>la</strong>ncho<br />

75


quítate de ahí/ Ca<strong>la</strong>ncho quítate de ahí/Ca<strong>la</strong>ncho dejá los pollos/ que<br />

me los vas a matá/Ca<strong>la</strong>ncho quítate de ahí/ que un coco te va a matá”.<br />

Sus días son tranquilos. Se levanta muy temprano, va al baño,<br />

toma su pastillita de aspirineta <strong>para</strong> equilibrar <strong>la</strong> fuerza de su<br />

corriente sanguínea que cierta vez, al retornar de París, le provocó<br />

un susto, pues el cambio de clima ocasionó una hemorragia<br />

nasal en <strong>la</strong> artista.<br />

Después que Petrona saborea su café, se sienta plácida a conversar<br />

con <strong>la</strong>s hijas y a mandar: Vayan a <strong>la</strong>vá el baño, vayan a<br />

barré, vayan hacé esto, vayan hacé lo otro. Y al hab<strong>la</strong>r de su familia,<br />

que con <strong>la</strong> música es el centro de su ser, rebe<strong>la</strong> miedos, tristezas<br />

y alegrías.<br />

Petrona Martínez teme que con una familia tan grande como<br />

<strong>la</strong> suya no se vaya “escorrompé” uno de sus nietos. Fue infeliz<br />

con <strong>la</strong> absurda y violenta muerte del primer hijo, capítulo de<br />

su vida que evita comentar y esta cronista respeta, porque es<br />

el único momento de <strong>la</strong> entrevista en que <strong>la</strong> cantadora parece<br />

desmoronarse.<br />

Pero <strong>la</strong> alegría ocurre en el instante que sale a cantar y se estrel<strong>la</strong><br />

con un público ansioso que <strong>la</strong> ap<strong>la</strong>ude, <strong>la</strong> ac<strong>la</strong>ma y entonces<br />

confirma que <strong>la</strong> música <strong>la</strong> ayuda a vivir.<br />

Familia musical<br />

Petrona Martínez y sus tamboreros son un grupo de músicos<br />

de profunda estirpe folclórica. El l<strong>la</strong>mador lo ejecuta el músico<br />

Guillermo Valencia Hernández, hijo del popu<strong>la</strong>r “Compae<br />

Goyo”. Guillo, haciendo honor a su padre, oficia también<br />

como narrador oral pícaro e ingenioso y con su verbo jocoso<br />

distensiona <strong>la</strong> ansiedad y el agotamiento provocado por <strong>la</strong>s<br />

giras.<br />

76


Beatriz Vanegas Athías<br />

La tambora y el guache en <strong>la</strong>s manos de Edwin Muñoz y Javier<br />

Ramírez producen acordes mágicos. El ritmo y nostalgia de <strong>la</strong><br />

gaita, corre por cuenta de Alí Montero. Los dos tambores son<br />

interpretados por el hijo de Petrona, Álvaro Llerena Martínez<br />

y los coros y acompañamientos dancísticos son escenificados<br />

por <strong>la</strong>s también cantadoras Aracelys y Joselina Llerena Martínez.<br />

El<strong>la</strong>s siguen <strong>la</strong> tradición que Petrona va dejando. Joselina ha<br />

grabado sus propias composiciones en tres trabajos de <strong>la</strong> madre.<br />

Aracelys también compone, ejecuta el tambor alegre, el<br />

guache, <strong>la</strong>s maracas… Así, mientras gran parte de <strong>la</strong> familia<br />

recorre el país y el mundo, en Palenquito, el señor Llerena con<br />

quien comparte su vida desde hace cuarenta años, aguarda sin<br />

presiones a que su mujer retorne al hogar.<br />

El concierto<br />

Era <strong>la</strong> primera vez que Petrona actuaba en Sucre. Una hija<br />

de Sincé Gina Atencia fue <strong>la</strong> telonera. El público empezó a<br />

reunirse desde <strong>la</strong>s seis de <strong>la</strong> tarde. A <strong>la</strong>s siete el director musical<br />

de Petrona Martínez, Rafael Ramos, supervisaba el estado<br />

del sonido. Hubo un ensayo en que Petrona interpretó “Juana<br />

La Caribé”, mientras Rafael coordinaba el micrófono <strong>para</strong> el<br />

l<strong>la</strong>mador, <strong>para</strong> <strong>la</strong>s coristas, <strong>para</strong> <strong>la</strong> tambora; en fin, que nada<br />

tuviera imperfecto alguno.<br />

El público expectante, acostumbrado a <strong>la</strong> improvisación de<br />

tanto conjunto sin identidad musical, leyó <strong>la</strong> interpretación de<br />

Petrona como el inicio del espectáculo, pero no fue así: probado<br />

el sonido, reconocido el escenario, el grupo se retiró a acica<strong>la</strong>rse<br />

como es debido y <strong>la</strong> noche dio paso a Gina Atencia.<br />

La cantante sinceana, de aspecto frágil que contrastaba con<br />

<strong>la</strong> gravedad de su voz a lo Matilde Díaz, emocionó a los asis-<br />

77


tentes con poemas musicales como: El pescador, La piragua,<br />

Rosa, La verdo<strong>la</strong>ga, hasta hacer un hermoso cierre con el porro<br />

del maestro Fernando Iriarte Navarro El sinceano.<br />

Y llegó Petrona Martínez ataviada con un pollerón colorido y<br />

unos músicos impecables. Inició con el nostálgico Pío, pío gavilán,<br />

bullerengue que compuso un veinticinco de diciembre<br />

cuando se comieron los pasteles, por eso canta: y a mi no me<br />

dan. Luego bailó una gaita con su hija Aracelys. Parecían dos<br />

pavas reales negras, cuyos pies sostenían un romance con el<br />

piso al que acariciaban suavemente.<br />

Después de seis cantos, Petrona cede el micrófono a su hija<br />

Joselina y sube a hacer coros con Aracelys. Joselina, un trozo<br />

de mujer dura, interpreta los berroches La Iguana, Juana, La<br />

Caribé y El pilón. Entre tanto “La reina del bullerengue”, con<br />

sus sesenta y seis años reta al público que a esas alturas, admira<br />

deslumbrado <strong>la</strong> presentación: ¿Esto qué es, señores? Párense a<br />

mové <strong>la</strong> angaril<strong>la</strong>. No me van a decí que Petrona Martínez viene de tan<br />

lejos y van a está ahí sentados en <strong>la</strong> sil<strong>la</strong>…<br />

Esta convocatoria surte efecto porque hasta el alcalde Oliverio<br />

Oliver insiste en hacer parte central del espectáculo. Se acerca<br />

a <strong>la</strong> cantadora, el<strong>la</strong>, desconociendo su identidad continúa absorta<br />

su actuación, hasta que él advierte quién es. Petrona sin<br />

inmutarse le dedica el canto El Alcalde: Al señor Alcalde/qué<br />

le pasa a usted/ quería que le cante/ya yo le canté/”. Y el público<br />

ap<strong>la</strong>ude frenético. El burgomaestre se retira satisfecho.<br />

Petrona levanta su pollera, abre <strong>la</strong> sonrisa. Posa su mano en<br />

<strong>la</strong> ancha cintura, mueve el caderaje, no desprende sus pies del<br />

piso y sin embargo se desp<strong>la</strong>za en el escenario como canoa<br />

por aguas serenas, mientras que su portentosa voz llena <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za<br />

de Sincé, el público acompaña con palmas y coros “La vida<br />

vale <strong>la</strong> pena” o su más reciente canto compuesto en el avión<br />

78


Beatriz Vanegas Athías<br />

que <strong>la</strong> traía de Madrid a Palenquito: “Mazamorra de maíz” y<br />

ya no hay duda, son cientos de brazos levantados <strong>para</strong> entonar<br />

el hermoso bullerengue : Déja<strong>la</strong> vení/ a su tierra santa/<br />

Petrona Martínez, caramba/ bonito que canta/.<br />

El Meridiano de Sucre, domingo 28 de noviembre de 2004<br />

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Beatriz Vanegas Athías<br />

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EL ÚLTIMO LIBRERO DE<br />

SINCELEJO<br />

Fotografía y co<strong>la</strong>boración de Irina Henríquez<br />

Afirma César Vallejo: Absurdo,<br />

sólo tú eres puro. Y en <strong>la</strong> Librería<br />

Tiempos Nuevos ocurre<br />

<strong>la</strong> pureza en toda su dimensión.<br />

Ubicada en el local 1 de <strong>la</strong> Calle 21<br />

No. 22-16, <strong>la</strong> librería más antigua de<br />

Sincelejo sobrevive con una farmacia<br />

como vecina y una tienda de muebles<br />

y aperos al frente de el<strong>la</strong>. Es una calle<br />

bulliciosa donde <strong>la</strong>te el corazón del<br />

comercio en Sincelejo: es el nombrado Centro. Allí el sol pica<br />

y <strong>la</strong> bul<strong>la</strong> mezc<strong>la</strong>da con música reemp<strong>la</strong>za al aire por lo que<br />

sólo <strong>la</strong> persistencia de Lenny Portnoy hace visible en aquel<br />

marasmo, <strong>la</strong> existencia de <strong>la</strong> librería que en el 2010 cumplió<br />

cuarenta y tres años de existencia.<br />

En Tiempos Nuevos es posible toparse con el lector más<br />

avezado que ha estado persiguiendo por meses una edición de<br />

lujo de Crimen y castigo, hasta el más despistado que desea<br />

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leer a P<strong>la</strong>tón, pero no recuerda el título recomendado. Por ello<br />

se compra La República, Diálogos y Apología de Sócrates de<br />

un solo impulso. Aquí en Tiempos Nuevos el libro conduce<br />

a <strong>la</strong> ebriedad: Regáleme un libro <strong>para</strong> leer, profesor Lenny,<br />

dice con frescura el anónimo habitante de <strong>la</strong> calle. Y con<br />

parsimonia Lenny espanta al pedigüeño: Vente más tarde, viejo.<br />

Acto seguido el rostro del librero se torna adusto <strong>para</strong> concluir. “A ése le<br />

da uno un libro y va y lo vende pa’ tomá ron”.<br />

La legendaria Biblioteca Básica Salvat se encuentra en<br />

Tiempos Nuevos. Allí logré conseguir dos joyas: Flush de<br />

Virginia Woolf y La Hoja roja de Miguel Delibes. Esto, en<br />

pleno trópico alucinado por <strong>la</strong> supervivencia, es un verdadero<br />

mi<strong>la</strong>gro. O una <strong>para</strong>doja como <strong>la</strong> de escuchar a una estudiante<br />

de un colegio de monjas indagar al mismo tiempo por el<br />

Manifiesto Comunista de Marx y La Urbanidad de Carreño.<br />

La Aurora rusa<br />

Cuenta Lenny Portnoy que desde temprana edad –y de eso<br />

hace mucho- fue aficionado a los libros, no <strong>para</strong> escribirlos<br />

sino <strong>para</strong> leerlos y satisfacer una necesidad. Pero <strong>la</strong> vida indica los<br />

caminos que debí recorrer porque no tuve un título académico. Entonces<br />

inicia su trasegar como empleado en bancos. Va de Montería<br />

a P<strong>la</strong>neta Rica, pero como siempre le gustó estar del <strong>la</strong>do de<br />

los marginados, participó con fervor en <strong>la</strong> primera huelga de<br />

empleados bancarios de P<strong>la</strong>neta y sobrevino <strong>la</strong> consecuencia,<br />

fue despedido de inmediato.<br />

La librería Aurora nació por física necesidad. Con pocos libros<br />

arrumados en un cuartico que un amigo le cedió, empezó a<br />

funcionar en <strong>la</strong> Calle del Comercio en un local de Julio Salleg.<br />

El nombre Aurora fue un homenaje al acorazado Potemkin<br />

soviético desde donde se dio el grito de <strong>la</strong> Revolución Rusa. Y<br />

por ser militante del partido comunista en 1967 lo enviaron a<br />

82


Beatriz Vanegas Athías<br />

Moscú por un año. Esa estancia lo marcó. Desde <strong>la</strong> admiración<br />

por <strong>la</strong> asepsia en <strong>la</strong>s calles, pasando por el rigor académico,<br />

hasta pasmarse con <strong>la</strong> puntualidad de <strong>la</strong>s estaciones. Hoy, ante<br />

tanto descontrol meteorológico, añora aquel<strong>la</strong>s épocas en <strong>la</strong>s<br />

que estando en Estalingrado, por ejemplo, un amigo afirmaba:<br />

“Mañana empieza <strong>la</strong> primavera” y así era: Lenny podía sentarse<br />

a esperar el mi<strong>la</strong>gro de <strong>la</strong>s flores como en el poema de Emily<br />

Dickinson porque <strong>para</strong> esos tiempos Ser una flor es (era) una<br />

honda/ responsabilidad.<br />

Estuvo en Mintz, Stalingrado, en Praga. Quiso ir a Rumania,<br />

de donde es oriundo su padre Adolfo Portnoy, pero debido<br />

al rigor de sus superiores no pudo visitar el país ancestral. De<br />

regreso a Colombia vivió una esca<strong>la</strong> en Madrid y pudo ser feliz<br />

al cumplir el sueño de disfrutar una temporada de zarzue<strong>la</strong>,<br />

género musical de su predilección. Ante <strong>la</strong> pregunta de por<br />

qué no se quedó en Rusia, suelta <strong>la</strong> risa y afirma: No quisieron<br />

que me quedara y ac<strong>la</strong>ra con solemnidad: En realidad, mi intención<br />

era pre<strong>para</strong>rme <strong>para</strong> seguir <strong>la</strong> lucha. Por ello, a mi regreso a Montería<br />

fui apresado de buenas a primeras, porque según <strong>la</strong> policía, yo había ido<br />

a Moscú a recibir c<strong>la</strong>ses de guerril<strong>la</strong>-y de nuevo se carcajea-.<br />

Lenny Portnoy es un hombre alto, grueso, siempre viste de<br />

guayabera color crema. Tiene una sonrisa igual de enorme<br />

a sus manos. Es el prototipo del mestizo hijo de europeo e<br />

indígena zenú, de esa mezc<strong>la</strong> surge una mirada escrutadora,<br />

que prevalece a pesar de <strong>la</strong> hospitalidad de su abrazo. Nació en<br />

<strong>la</strong> Calle El Coco, en el barrio La Ceiba de Montería. Muy joven<br />

le tocó escoger entre vivir con <strong>la</strong> madre a quien le sobraban<br />

<strong>la</strong>s carencias, o el padre, un próspero comerciante rumano que<br />

llegó a convertirse en el dueño de La Casa, una renombrada<br />

carpintería que exportaba muebles a Francia, verdaderos<br />

modelos en madera. Se quedó con el padre quien lo ayudó hasta<br />

quinto de bachillerato, hoy décimo grado. Desde entonces <strong>la</strong><br />

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opción del didactismo le ha permitido ser empleado bancario,<br />

dirigente de equipos de béisbol, Gerente del Fondo Mixto <strong>para</strong><br />

<strong>la</strong> Cultura, pero en esencia, un librero por vocación.<br />

El fin de La Aurora y el nacimiento de Tiempos Nuevos<br />

Lenny vivía más en <strong>la</strong>s cárceles de Montería que caminando<br />

por <strong>la</strong> libertad. La Aurora fue incendiada por intolerantes, es<br />

decir, por <strong>la</strong> derecha ciega. Los abogados del Partido en el que<br />

militaba, le recomendaron tras<strong>la</strong>darse hacia Sincelejo porque<br />

el único argumento que se esgrimía <strong>para</strong> que permaneciera<br />

preso es que comunista y pecador eran oficios sinónimos. El<br />

fuego del sectarismo había acabado con los libros que eran<br />

<strong>la</strong> única trinchera de Lenny Portnoy. Los períodos que vivía<br />

preso eran tiempos de mucha lectura y en los que soñaba con<br />

volver a tener una librería. Una librería en una región cuya<br />

esencia colectiva estaba en el jolgorio y <strong>la</strong> algarabía. Una vez<br />

libre, surgió entonces Tiempos Nuevos, l<strong>la</strong>mada así en honor<br />

a <strong>la</strong> revista homónima que le llegaba de <strong>la</strong> Unión Soviética.<br />

La librería Suramérica fue decisiva porque le enviaba libros al<br />

crédito.<br />

En 1968, justo cuando <strong>la</strong>s Semanas <strong>Cultural</strong>es sincelejanas<br />

alcanzaron su esplendor en el colegio Simón Araujo, un grupo<br />

de artistas locales que oficiaban como maestros, recuerda<br />

Lenny a Guillermo Valencia Salgado –el célebre compae<br />

Goyo-, Eduardo Pastrana Rodríguez –el Pibe Pastrana-;<br />

el padre Cueto, lo motivaron con fervor inusitado, cuenta<br />

Lenny que parece que ellos lo estaban aguardando…Amigos<br />

entrañables que ampliaron <strong>la</strong> visión que Lenny tenía de una<br />

librería exclusiva <strong>para</strong> clásicos del comunismo. Este grupo de<br />

intelectuales lleno de sueños pero con el bolsillo limpio, se<br />

levantó unas mesas e insta<strong>la</strong>ron a su amigo librero en pleno<br />

parque Santander <strong>para</strong> que allí vendiera libros.<br />

84


Beatriz Vanegas Athías<br />

Pero el sol y <strong>la</strong> lluvia no sabían de re<strong>la</strong>tos, ensayos, o versos e<br />

hicieron que Lenny buscara un sitio cerrado y seguro. Y fue en<br />

el antiguo almacén La Múcura, frente al parque donde creció<br />

Tiempos Nuevos. La librería trasegó por los bajos de un hotel,<br />

hasta ubicarse en <strong>la</strong> Calle 21, y entre chanza y chanza lleva<br />

cuarenta y tres años recibiendo a contertulios como Giovanni<br />

Quessep, José Luís Garcés, el profesor Sanjuanelo, Alexandra<br />

Adress, Patricia Iriarte, Héctor Rojas Herazo, Roberto Montes<br />

Mathieu, Irina Henríquez. Con <strong>la</strong> prudencia que lo caracteriza<br />

se niega muy sutilmente a expresar cuál es el escritor caribeño<br />

de su predilección: Yo no hago distinción entre ellos porque todos<br />

están vincu<strong>la</strong>dos a <strong>la</strong> librería como algo que les pertenece. Tengo c<strong>la</strong>ro que<br />

he sido el interlocutor entre el escritor y el lector. Y ellos se conforman con<br />

eso y yo también.<br />

Tiempos Nuevos en tiempos turbios<br />

Su rostro se torna más serio al reconocer que los profesores<br />

visitan muy poco <strong>la</strong> librería y cuando lo hacen, sus preferencias<br />

se inclinan hacia libros de autoayuda. No es una prioridad<br />

<strong>la</strong> lectura en los colegios. Ya van quedando pocos lectores,<br />

Internet y los libros “económicos” son duros contrincantes,<br />

por ello, es posible encontrar una variada gama de instrumentos<br />

musicales <strong>para</strong> <strong>la</strong> venta, <strong>la</strong> librería se ayuda vendiendo guitarras,<br />

tamboras, guaches, guacharacas, hasta un violín de lujo –pero<br />

a bajo costo- se hal<strong>la</strong> a <strong>la</strong> espera de un comprador sensible.<br />

Lenny, con un venti<strong>la</strong>dor a sus espaldas permanece atrincherado<br />

tras un escritorio a cuya derecha tiene un altar muy peculiar:<br />

<strong>la</strong> Constitución política de 1991, un imponente cuadro de su<br />

héroe Simón Bolívar, que corre el riesgo de sucumbir a <strong>la</strong>s<br />

l<strong>la</strong>mas de una ve<strong>la</strong>dora que adora a <strong>la</strong> Virgen del Carmen y<br />

al Divino Niño en versión almanaque de billetera. Sus manos<br />

se vuelven ágiles ante el timbre del anaranjado teléfono fijo:<br />

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Librería Tiempos Nuevos, a <strong>la</strong> orden…No señora, no lo tenemos, pero<br />

se lo conseguimos.<br />

A <strong>la</strong> entrada de <strong>la</strong> librería se hal<strong>la</strong> al Quijote y a Sancho<br />

e<strong>la</strong>borados en madera, son sus otros ídolos. Tal vez sus<br />

alter egos. A estas alturas de su librería, los tiempos se van<br />

enturbiando, Lenny sabe que es <strong>la</strong> época del reinado de los<br />

tontos y de los crueles, por ello, sostenido por un libro de<br />

Cousteau, reza el perentorio aviso <strong>para</strong> los lectores: Por motivo<br />

de viaje, realización total.<br />

El Meridiano <strong>Cultural</strong>, enero de 2011<br />

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Beatriz Vanegas Athías<br />

YIRAMA CASTAÑO:<br />

LA POESÍA SIRVE PARA PROFANAR<br />

La primera vez<br />

La primera vez que tuve<br />

frente a mí a Yirama<br />

Castaño Güiza fue en junio<br />

de l996. La ocasión se presentó<br />

gracias a <strong>la</strong> brega de dos soñadores:<br />

José Fernando Ramírez y <strong>la</strong> poeta<br />

Andrea Cote Botero.<br />

Sobre <strong>la</strong> tarima que protege<br />

imponente el Cristo Petrolero<br />

que emerge del Río Grande,<br />

se inauguró el Primer Festival Internacional de Poesía en<br />

Barrancabermeja. Allí escuché leer poesía a Yirama Castaño;<br />

allí <strong>la</strong> escuché leer con su presencia imponente y su voz adusta<br />

que arrul<strong>la</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras hasta envolver al público en una suerte<br />

de ritual rítmico de imágenes inquietantes.<br />

Después vino Cereté en el 2001. Era <strong>la</strong> primera vez que asistía<br />

al Encuentro Internacional de Mujeres Poetas, mientras<br />

Yirama constituía una poeta esencial <strong>para</strong> el evento. Tenía –<br />

87


tiene- su propio público y su presencia, aumenta el prestigio<br />

del Encuentro Poético de Cereté. El<strong>la</strong> no oculta sus afectos<br />

por esa convocatoria pese a sus múltiples ocupaciones en <strong>la</strong><br />

Bogotá que habita, por eso salva todo escollo <strong>para</strong> cumplirle<br />

a Lena Reza y a <strong>la</strong> poesía.<br />

Yirama Castaño Güiza nació el 16 de julio de 1964, en Socorro,<br />

Santander. Es periodista. Sus libros han sido traducidos a varios<br />

idiomas y su nombre resulta necesario a <strong>la</strong> hora de configurar<br />

antologías de <strong>la</strong> poesía contemporánea colombiana, aunque<br />

sostiene una actitud poco amante de <strong>la</strong> publicidad poética.<br />

La poeta que es, ante todo, silencio y miradas, comienza sin<br />

embargo, hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong> infancia, porque…como dice Lucie<br />

De<strong>la</strong>rue-Mardrus: Quién se ha curado nunca, entonces, de su infancia.<br />

El carrusel del parque<br />

Evocamos entonces <strong>la</strong> infancia, ese tiempo que es el <strong>para</strong><br />

siempre en nuestras vidas y Yirama nos cuenta <strong>la</strong>s anécdotas<br />

que determinaron a <strong>la</strong> poeta y mujer que es hoy:<br />

Creo que mi infancia está marcada por una anécdota y una imagen<br />

que ha estado presente en casi toda mi poesía. El parque. Éramos tres<br />

hermanas, después nacieron los dos hombres. La tradición era que mi<br />

padre nos llevara los domingos a los parques. La primera estación era el<br />

carrusel. Vale ac<strong>la</strong>rar que yo era <strong>la</strong> mayor y se supone que esto no debía<br />

pasarme. Sin embargo, mientras mi padre subía a mis hermanas a los<br />

caballos, cada vez que mi papá me subía, yo me bajaba. Mis hermanas lo<br />

disfrutaban enormemente, daban vueltas eternas y reían. Yo, en cambio,<br />

no podía disimu<strong>la</strong>r el temblor ni <strong>la</strong>s lágrimas. No podía creer que uno<br />

pudiera dar vueltas sobre caballos muertos. Mucho tiempo después, en<br />

Viena, fui a una feria infantil. Mi sorpresa fue enorme: el carrusel tenía<br />

caballos vivos dando vueltas y los niños volvían a reír. Sólo que en ése<br />

momento me aterraba que pusieran caballos vivos a dar tantas vueltas.<br />

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Beatriz Vanegas Athías<br />

Las personas se volvían historias<br />

El parque y <strong>la</strong> infancia fueron <strong>para</strong> Yirama Castaño una<br />

cantera de imágenes que persisten en su poesía. El poema<br />

VI de su tercer libro “El sueño de <strong>la</strong> otra”, recoge con sutil<br />

belleza estos espacios y vivencias que, sin embargo aparecen<br />

signados por el punzante pavor: “Me dijeron que tendría<br />

una infancia feliz/ Existen anuncios de tiempos locos, / de<br />

cabezas al revés. /<br />

Un juego de espejos, / con imágenes que se deforman: /<br />

altas, gruesas, anchas, bajas. / Un túnel <strong>para</strong> el miedo, / con<br />

manos que te agarran/ y te sueltan. / Ya viene <strong>la</strong> feria. / Una<br />

montaña rusa, / un tiro al b<strong>la</strong>nco. / A <strong>la</strong> salida, / te darán un<br />

oso negro / como premio /”.<br />

Fue en el parque donde aprendió a leer sin que su madre le<br />

hubiera rega<strong>la</strong>da aún su primer libro: Lo que siempre disfrute de<br />

los parques fueron sus sil<strong>la</strong>s. Todavía lo hago. Allí <strong>la</strong>s horas pasaban<br />

tranqui<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s personas se volvían historias. Mi cuerpo era un oído<br />

grande y ante mis ojos pasaban, con una pasmosa calma colores,<br />

sabores, olores y pa<strong>la</strong>bras que yo apenas alcanzaba a dibujar y a<br />

intercambiar, poniéndolos uno sobre otro, combinándolos como si fueran<br />

un rompecabezas de mil fichas.<br />

La madre santandereana<br />

Yirama Castaño tuvo una madre cuya tradición católica<br />

y estirpe santandereana le exigía formar a sus hijos bajo <strong>la</strong><br />

consigna del esfuerzo y el trabajo diario. Esa rígida educación<br />

fue decisiva en <strong>la</strong> formación de esta poeta sobria y exigente<br />

con <strong>la</strong> vida y con su verso: Lo que menos esperaba mi madre era<br />

que sus hijos tuvieran inclinación hacia el arte. Su premisa era que el<br />

sufrimiento y el sacrificio hacen crecer a los buenos seres humanos. Según<br />

el<strong>la</strong> el tiempo perdido provocaba malos pensamientos. Primera reg<strong>la</strong>, ni<br />

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siquiera una enfermedad podía servir de excusa <strong>para</strong> que faltáramos<br />

al colegio. Segunda, después de c<strong>la</strong>ses, había que seguir trabajando.<br />

Lo de <strong>la</strong>s tareas podía hacerse antes de dormir. Así que buscó cursos<br />

extraesco<strong>la</strong>res de matemáticas, gramática, cuando los promedios bajaban.<br />

Y ante <strong>la</strong>s buenas notas se tuvo que resignar a <strong>la</strong>s vocacionales: guitarra,<br />

f<strong>la</strong>uta, pintura, lectura rápida, redacción y, por insistencia de mi padre, el<br />

deporte: tenis, patinaje, gimnasia. Todos los deportes en los que el equipo<br />

poco aparecía. Después podíamos hacer tareas.<br />

Presencia del libro<br />

Creció Yirama Castaño en un mundo delicioso, pero<br />

terriblemente solitario. Y en ése camino de <strong>la</strong> infancia<br />

transitado de <strong>la</strong> mano de una madre férrea y sabia, llegaron los<br />

libros: Muy rápido entendió mi madre que me atraían los libros y ante<br />

mi insistencia, comenzó a buscar todo personaje que pasara vendiendo<br />

enciclopedias, libros y compendios <strong>para</strong> pedirle consejo sobre qué tipo<br />

de obras debería comprar. Empecé con Julio Verne. Pero pronto todos<br />

aquellos vendedores se volvieron visitantes asiduos de <strong>la</strong> casa. Mi madre<br />

se dejaba llevar y yo leí todo tipo de literatura. Buena, regu<strong>la</strong>r y ma<strong>la</strong>. A<br />

veces, le cuento a mi madre todo lo que alcancé a leer y me mira con amor<br />

y con cierta sonrisa como si todavía pudiera escoger. Supongo que fue allí<br />

donde se asomó <strong>la</strong> poesía.<br />

El mejor observador es invisible<br />

Ante <strong>la</strong> indagación por <strong>la</strong> esencia de su quehacer, es inevitable<br />

preguntarle por sus maestros. El<strong>la</strong> observa <strong>la</strong> espiral de su<br />

cigarrillo como quien despide con gratitud a un ser amado y<br />

cuenta con fervor: Debo empezar por reconocer a mis maestros: Juan<br />

Manuel Roca y Fernando Garavito. Fueron tardes enteras escuchando<br />

versos en cafeterías, cafetines, restaurantes y bares. Fueron muchas <strong>la</strong>s<br />

páginas en b<strong>la</strong>nco y demasiado los borradores. Muchas madrugadas frente<br />

a viejos computadores.Muchas aes, demasiadas comas, pocos gerundios y<br />

menos adjetivos. Aún los escucho cuando arrugo <strong>la</strong> servilleta o cuando<br />

90


Beatriz Vanegas Athías<br />

boto a <strong>la</strong> basura los papeles. La lección es una: el mejor observador es<br />

invisible.<br />

Un libro conduce a otros<br />

Ahora su mirada se torna luminosa, <strong>la</strong> nostalgia hace presencia<br />

y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras se dejan venir con soltura <strong>para</strong> mencionar a los y<br />

<strong>la</strong>s autoras de sus afectos: “Un libro conduce a otro. Un nombre lleva<br />

a los demás. La imponente voz de Raúl Gómez Jattin, <strong>la</strong> dulzura calma<br />

de Aurelio Arturo. ElseLasker-Shuler y Nelly Sachs, mujeres que le<br />

imprimieron a <strong>la</strong> poesía alemana el beneficio de sus versos y una fuerza<br />

inusitada a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra sutil. El ímpetu de <strong>la</strong>s rusas Ana Ajmátova y<br />

Marina Tsietaieva. Como muchos de mi generación: Arthur Rimbaud,<br />

Baude<strong>la</strong>ire, Hordellin, Cesare Pavese, SainJhon Perse.<br />

Luego vinieron una a una <strong>la</strong>s obsesiones, <strong>la</strong> una conducía a <strong>la</strong> otra:<br />

Alejandra Pizarnik, Enrique Molina y Olga Orozco. B<strong>la</strong>nca Vare<strong>la</strong><br />

y Delmira Agustini. Roberto Jarroz. Pero definitivamente hay tres<br />

instantes que todavía me conmueven: el poema Lou de Henry Michaux<br />

y dos libros que me cambiaron <strong>la</strong> vida: La Cruzada de los niños de<br />

Marcel Schowob y Sueño y locura de George Tralk.<br />

Crear el poema, aprendiz de <strong>la</strong> memoria o memoria del<br />

aprendiz<br />

Cómo convierte Yirama Castaño toda esa poesía que vive en<br />

poema, es nuestra siguiente indagación. La poeta se torna seria<br />

y con <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se que es inherente a su ser comenta: Hablé de <strong>la</strong>s<br />

servilletas, de los parques y creo que aún no he mencionado <strong>la</strong>s noches y<br />

los bosques. Como todos los juegos y obsesiones: pasan y pasan todos los<br />

días. Imágenes que van y vuelven. La música y el ruido. Aprendiz de <strong>la</strong><br />

memoria, como diría una amiga, y Memoria aprendiz, como también puede<br />

escribirse. Sin afanes. Aprendí a escribir porque no sé hab<strong>la</strong>r. Tengo todo el<br />

tiempo <strong>para</strong> encontrar <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. Por eso no pierdo <strong>la</strong> costumbre de leer,<br />

mirar y oír. El proceso comienza allí, después vienen <strong>la</strong>s notas. Cada vez<br />

menos, por supuesto. Y el silencio.<br />

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Periodismo y poesía<br />

Yirama es periodista de formación y por vocación. Cree que<br />

el periodismo que ha ejercido con pasión en “Cromos”, le<br />

ha prestado una crucial ayuda a <strong>la</strong> poesía. El periodismo le<br />

ha ayudado a fundar una posición ante <strong>la</strong> realidad absurda<br />

de su país, <strong>la</strong> alejado de <strong>la</strong> indiferencia: “Ser periodista es ser un<br />

observador invisible de los hechos. El ejercer una profesión como ésta<br />

me permite atar cabos, hacer <strong>la</strong>s conexiones necesarias. Sostenerse en<br />

un medio como este representa un reto constante y una exigencia diaria<br />

de coherencia. No se puede mirar de reojo, hay que darle una mirada<br />

profunda a los detalles. Detrás de cada hecho hay una historia, unos<br />

personajes, un principio y un final.<br />

El periodismo me ha dado <strong>la</strong> oportunidad de situarme de<strong>la</strong>nte y detrás<br />

de los hombres y de verlos en su real dimensión. He estado cerca y lejos<br />

de <strong>la</strong>s noticias. Gracias a él he aguardado con paciencia, he escuchado<br />

con atención, he visto cómo se hace poesía en este país, cómo se vive<br />

poéticamente, con qué horror, con cuántos temores, con tantos dolores, con<br />

cuánta belleza…”<br />

Me despierto con el grito del guerrero<br />

Si alguna generación poética se siente vincu<strong>la</strong>da es aquel<strong>la</strong><br />

cuyo signo es <strong>la</strong> guerra y el exilio, como hermosamente reza<br />

en el poema XI de “El país de <strong>la</strong>s ausentes”: “El signo de<br />

aquellos / que nacieron antes, / fue el exilio. / Entiendo esa<br />

pa<strong>la</strong>bra. / Mi bautizo fue hecho / con lo que quedó de el<strong>la</strong>”.<br />

Si, el<strong>la</strong> pertenece a una generación a <strong>la</strong> cual “le tocó aprender a levantarse<br />

y vestirse <strong>para</strong> asistir a los cortejos. Pertenecemos a una generación que<br />

ha debido despedir a sus amigos, verlos desparecer entre los ríos, caminar<br />

entre <strong>para</strong>jes muy lejanos, colgar sus retratos en <strong>la</strong>s paredes. Pertenezco<br />

a una generación tan pequeña que todavía está aprendiendo a hab<strong>la</strong>r”.<br />

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Beatriz Vanegas Athías<br />

Y en esa brega surgió <strong>la</strong> revista “Común Presencia”: Todo<br />

un suceso <strong>para</strong> mi vida. Los primeros amigos de <strong>la</strong> noche y <strong>la</strong> poesía.<br />

Queríamos contribuir a <strong>la</strong> confusión general. No puedo repetir <strong>la</strong>s<br />

interminables noches en <strong>la</strong>s que junto con mis amigos compartíamos<br />

lecturas y apasionados ensayos sobre René Char.Todavía tengo grabado<br />

el timbre del teléfono a <strong>la</strong>s tres de <strong>la</strong> mañana y <strong>la</strong> bienvenida frase de<br />

“Tengo que compartir contigo este verso. Es el mejor de todos. Y aparecía<br />

de inmediato <strong>la</strong> maravillosa poesía: Rainer María Rilke en Cartas a un<br />

joven poeta, o a <strong>la</strong> muchacha loca como los pájaros de Dy<strong>la</strong>n Thomas o<br />

<strong>la</strong> embriagante voz de Gerard de Nerval…<br />

Aunque ya no estemos juntos, cada uno sigue poniendo un grano de arena<br />

en esta tarea”.<br />

Poesía en épocas de barbarie<br />

Cuando asoma a este reportaje <strong>la</strong> inquietud sobre si remedia<br />

algo <strong>la</strong> poesía en estas épocas salvajes, Yirama Castaño<br />

responde con dos poemas:”El primero es el epílogo de mi<br />

primer libro (Naufragio de luna): Pero sabemos guardar el<br />

aliento. / Somos quienes piensan en <strong>la</strong> única oportunidad /<br />

que nos queda: Profanarle su tumba al amor /.<br />

Y complemento con el primer poema de mi segundo libro<br />

(Jardín de sombras): Opuesto a lo que algunos / puedan<br />

pensar o escribir, / <strong>la</strong> poesía sirve <strong>para</strong> profanar. / Y este<br />

verbo es mucho más / que sacar <strong>la</strong> tierra de los muertos, /<br />

o llegar hasta el tú después de excavar el yo, / o espiar por<br />

<strong>la</strong> rendija del <strong>para</strong>íso. / Profanar es habitar el silencio / <strong>para</strong><br />

darle forma de boca roja /.”<br />

He allí <strong>la</strong>s artes poéticas y vitales de Yirama Castaño, <strong>la</strong> poeta<br />

<strong>para</strong> quien un buen poema es aquel que logra cambiar un<br />

segundo de nuestra vida. Es aquel que <strong>la</strong> hace diferente, como<br />

éste, muy breve, con el que cierro <strong>la</strong> invitación-reportaje a leer<br />

93


poesía de Yirama, mujer cuyos versos remueven <strong>la</strong>s vísceras<br />

del más desprevenido lector:<br />

Adiós<br />

Ojalá pudiera tatuar<br />

tus <strong>la</strong>bios en mis dedos.<br />

Vanguardia & Cultura, septiembre del 2006<br />

94


Beatriz Vanegas Athías<br />

L<strong>UIS</strong> MIZAR MAESTRE:<br />

UN POETA QUE ANDA POR AHÍ…<br />

Desde que el hombre<br />

pisó <strong>la</strong> tierra anda<br />

embo<strong>la</strong>tado tratando<br />

de encontrar <strong>la</strong> felicidad. Pero<br />

el<strong>la</strong>, esquiva y traicionera, nada<br />

que aparece. ¿Quién es esa por<br />

<strong>la</strong> que se han librado tantas<br />

batal<strong>la</strong>s? ¿Cuál es <strong>la</strong> esencia de<br />

esa por <strong>la</strong> que se han derramado<br />

ríos de lágrimas?... Quizá <strong>la</strong><br />

vagabunda felicidad no es más<br />

que <strong>la</strong> aspiración del ser humano de llevar a <strong>la</strong> práctica <strong>la</strong><br />

versión contraria del conocido refrán: “No soy monedita de<br />

oro <strong>para</strong> caerle bien a todo el mundo”. La felicidad consistiría<br />

entonces en que cada uno de los mortales fuese querido por<br />

el resto. Al poeta Luis Mizar Maestre, nacido hace 50 años en<br />

Valledupar, quien en 1996 asombró a los poetas Juan Gustavo<br />

Cobo, Orietta Lozano y Elkin Restrepo con sus Psalmos<br />

Apócrifos, convirtiéndose en Premio Nacional de Poesía<br />

“Carlos Castro Saavedra”…lo ronda <strong>la</strong> felicidad… Es un tipo<br />

querido por <strong>la</strong> gente que lo rodea, “cae bien” en los círculos<br />

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costeños que frecuenta y goza del reconocimiento literario<br />

regional por haber ganado premios de poesía. La obtención<br />

en 1996 del “Castro Saavedra” viene a confirmar un prestigio<br />

de años. Conversé con este habitante de <strong>la</strong> noche, <strong>la</strong> fiesta,<br />

<strong>la</strong> poesía y <strong>la</strong> amistad, cuya obra se encuentra publicada en<br />

Antologías de poesía cesarense y en el libre Ex-presiones o<br />

motivos <strong>para</strong> el desca<strong>la</strong>bro, poemario editado con <strong>la</strong> cuentista<br />

vallenata Ledys Jiménez y los celebrados Psalmos Apócrifos.<br />

¿Cuál fue tu primer contacto con <strong>la</strong> poesía?<br />

Eso viene desde niño a través de los versos de Julio Flórez,<br />

José Asunción Silva y Guillermo Valencia que se aprendía<br />

mi hermano mayor <strong>para</strong> dec<strong>la</strong>marlos en semanas culturales.<br />

Estando en quinto de primaria recuerdo que llegó un profesor<br />

y nos ordenó llevarle un poema escrito. Hice mi primer poema<br />

y me tocó ayudarles a otros compañeros. Ante <strong>la</strong> calidad del<br />

poema, el profesor creyó que había copiado. En el bachillerato<br />

alcancé a llenar dos cuadernos de sonetos y redondil<strong>la</strong>s.<br />

Sabemos que fuiste “integrante furibundo” del taller de<br />

literatura “El Candil”. ¿Qué significó tu estadía en el<br />

taller?<br />

Fue fundamental <strong>para</strong> <strong>la</strong> adquisición de responsabilidad<br />

frente al trabajo poético. “El Candil” era coordinado por el<br />

maestro Santiago Colorado Hurtado. Allí tuve <strong>la</strong> oportunidad<br />

de conocer personalmente a escritores consagrados, ya que el<br />

profesor Santiago nos llevaba uno semanalmente: escritores<br />

como Germán Espinosa, Héctor Rojas Herazo, Javier<br />

Hernández, Donaldo Bossa… Escucharlos contar cómo<br />

escribían nos abrió nuevos horizontes frente al acto de escritura<br />

que ya no asumiríamos como pasatiempo; comprendimos que<br />

sólo leyendo a los grandes, a los clásicos y aprendiendo a mirar<br />

en el mundo podríamos construir nuestro propio lenguaje.<br />

96


Beatriz Vanegas Athías<br />

¿Qué otras enseñanzas te aportó “El Candil”?<br />

Esa adquisición de responsabilidad de <strong>la</strong> que te hablo me<br />

convirtió en un pirómano. Así, una vez que regresé de<br />

Cartagena a Valledupar y releí los cuadernos de sonetos y<br />

redondil<strong>la</strong>s los quemé porque encontré que el vocabu<strong>la</strong>rio era<br />

precario, no era mi lenguaje, era el de los sonetistas del siglo<br />

pasado. Ya cuando tu quemas los primeros versos te queda<br />

<strong>la</strong> disposición <strong>para</strong> seguir quemando. Entre los compañeros<br />

del taller nos convencíamos de quemar versos. Recuerdo al<br />

poeta Juan Guarde<strong>la</strong>, con quien tuve que emplear toda c<strong>la</strong>se<br />

de argumentos <strong>para</strong> que quemara tres libros que eran un eco<br />

de Pablo Neruda. Allá nos recordaban matar al maestro más<br />

amado <strong>para</strong> independizarnos y lograr el propio lenguaje.<br />

Ves entonces con buenos ojos el trabajo poético en<br />

comunidad?<br />

En <strong>la</strong> literatura <strong>la</strong> fraternidad, el trabajar en combo, es necesario.<br />

A parte del maestro Colorado, amigos como Gustavo Tatis,<br />

Jorge García Usta, Rómulo Bustos y el maestro Raúl Gómez<br />

Jattin, nos recomendaban lecturas y compartíamos el asombro<br />

ante el poema nuevo. Todo esto nos ha servido <strong>para</strong> que<br />

años más tarde se produzca el mi<strong>la</strong>gro del que se envía a un<br />

concurso nacional y uno logra sorprender a los tres señores<br />

del jurado.<br />

-¿Por qué eres escritor?<br />

He descubierto que por el deseo de comunicación, por <strong>la</strong>s<br />

ansias de dar testimonio de algo, de escribir el asombro que<br />

nos producen ciertos eventos de <strong>la</strong> cotidianidad, que no se<br />

pueden comunicar de otra manera, sino que es necesario<br />

volverlos poema, mini cuento o cuento…Cada día, cuando<br />

estoy sometido a presiones fuertes de tipo metafísico, cuando<br />

97


me pregunto <strong>para</strong> qué nacemos, cuando pienso con Quevedo<br />

que <strong>la</strong> vida es una carrera donde vivir es una muerte de a<br />

poquito. El pavor a <strong>la</strong> muerte, el mi<strong>la</strong>gro de <strong>la</strong> amistad, <strong>la</strong>s<br />

tremendas alegrías… todo ello lo puedo decir en el poema;<br />

consigo entonces serenidad y exorcizo los fantasmas y rabias<br />

que me agobian.<br />

Esos son los “Psalmos Apócrifos”?<br />

Exacto. Los Psalmos son exorcismos de <strong>la</strong> falta de humildad<br />

que encontramos cotidianamente. A finales del siglo del<br />

individuo cada vez es más cosa, más objeto. Tú sabes que en<br />

<strong>la</strong>s ciudades grandes <strong>la</strong> gente anda como autómata y no se<br />

detiene <strong>para</strong> gozar de los pequeños detalles que nos brinda <strong>la</strong><br />

naturaleza. Fíjate que en ciertas materas de Bogotá, <strong>la</strong>s flores<br />

cumplen con su cita: florecen; pero <strong>la</strong> gente no tiene tiempo<br />

de mirar<strong>la</strong>s, <strong>la</strong> gente anda enredada sobreviviendo <strong>para</strong> hacer<br />

los actos mecánicos: comer, defecar y lucir un buen auto o<br />

una buena pinta.<br />

¿Quién fue tu primer lector?<br />

Yo mismo. Escribía poemas que mantenía “engavetados”, eso<br />

fue cuando empecé a tener responsabilidad. Con los Psalmos<br />

Apócrifos ocurrió lo mismo: estuvieron un tiempo ocultos<br />

porque son poemas muy fuertes. Ahí tengo uno l<strong>la</strong>mado<br />

Psalmo del asesino, en el que el individuo le pide a Dios que<br />

le mande puñales. Otro que se l<strong>la</strong>ma Psalmo de <strong>la</strong> náusea,<br />

donde se atreve a decirle que está cansado de <strong>la</strong> retórica de sus<br />

mandamientos. Como ves me tocó ser mi primer lector.<br />

¿Te sientes vincu<strong>la</strong>do con alguna generación poética<br />

colombiana?<br />

Dije en Medellín que quizá mi trabajo es una sumatoria de<br />

muchas voces. Creo, sin embargo, que si estoy vincu<strong>la</strong>do<br />

98


Beatriz Vanegas Athías<br />

con una generación poética es a <strong>la</strong> de Taller Candil. Éramos<br />

cerca de cuarenta aprendices de poetas reunidos en torno<br />

del maestro Santiago Colorado Hurtado, quien nos impuso<br />

una única reg<strong>la</strong>: <strong>la</strong> libertad de superarnos a nosotros mismos.<br />

Antes de intentar superar a Aurelio Arturo o a Juan Manuel<br />

Roca, por ejemplo, supérate a ti mismo. Bajo esta orientación<br />

surgieron voces como <strong>la</strong>s de Juan Guarde<strong>la</strong>, Margarita Vélez<br />

y Joaquín Robles, entre otros. Hoy podemos hab<strong>la</strong>r como de<br />

quince autores en todo el país con esa personalidad. Quizá en<br />

ese grupo me dejaría encasil<strong>la</strong>r.<br />

-¿Cómo definirías tu poética?<br />

-Los poemas míos tienen mucha carga de interrogación y<br />

de metafísica y son resultado del miedo, del pavor que me<br />

produce saber que soy un ser que vino aquí pero que se va<br />

a morir. El pavor que me produce no tener una prueba de <strong>la</strong><br />

existencia de Dios pero también <strong>la</strong> imposibilidad de demostrar<br />

su inexistencia. El pavor que me producen <strong>la</strong>s enfermedades,<br />

el miedo al envejecimiento. Otro de los temas que me agobian<br />

es no saber definir dónde están los límites entre el bien y el<br />

mal; <strong>la</strong> <strong>para</strong>doja de encontrar un tejido que está revestido de<br />

hilos de mal y sin embargo es útil. Todas estas inquietudes<br />

están en los poemas. Además, no lograr establecer los límites<br />

entre realidad y sueño. Hay un poema que surgió de <strong>la</strong> lectura<br />

del cuento de Chuang-Tzu, quien soñó que era una mariposa<br />

o no sabía si era una mariposa que había soñado ser hombre.<br />

O aquel fragmento de Coleridge citado por Borges donde<br />

alguien sueña que atraviesa el <strong>para</strong>íso y como prueba de que<br />

estuvo allí le dan una flor y si el ser se despierta con <strong>la</strong> flor en<br />

<strong>la</strong> mano, entonces, ¿qué?<br />

99


¿Tus influencias?<br />

Sin duda Borges. Además un poeta que ojalá lo leyera toda<br />

<strong>la</strong> humanidad. Algún organismo internacional encargado de<br />

<strong>la</strong> cultura debiera traducirlo a todos los idiomas y rega<strong>la</strong>rlo a<br />

escue<strong>la</strong>s, colegios y universidades: hablo de Walt Whitman.<br />

Él te enseña a disfrutar de los pequeños detalles de <strong>la</strong> vida y<br />

que es tan Dios una hormiga como el hombre. Whitman dice<br />

que contemp<strong>la</strong>ndo una vaca rumiar tal vez aprende más que<br />

leyendo un tratado de filosofía. Su poesía es una defensa de <strong>la</strong><br />

inocencia y <strong>la</strong> fraternidad entre los hombres. También habría<br />

querido escribir los Poemas Humanos de Vallejo.<br />

¿Qué condiciones necesitas <strong>para</strong> escribir?<br />

Hay unas condiciones de tipo espacial y físico: cierto<br />

ais<strong>la</strong>miento, mucho silencio. En cuanto a los asuntos interiores,<br />

debo estar sometido a los pavores, rabias y frustraciones de<br />

<strong>la</strong>s que te hablé <strong>para</strong> que el poema cuaje, en <strong>la</strong> serenidad.<br />

¿De qué vives?<br />

De dictar c<strong>la</strong>ses de matemáticas y… de <strong>la</strong> caridad de ciertos<br />

amigos.<br />

¿Y <strong>la</strong> poesía?<br />

No, el<strong>la</strong> no da <strong>para</strong> vivir.<br />

Un día de tu vida que recuerdes especialmente…<br />

Viviendo en Cartagena <strong>la</strong>s cosas no salían como habían p<strong>la</strong>neado;<br />

allí <strong>la</strong> sombra del suicidio empezó a deambu<strong>la</strong>r en mi<br />

interior y decepcionado me fui a caminar por <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> del mar,<br />

ese golpetear de <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s, el rumor del mar me llenó de energía<br />

y <strong>la</strong> idea del suicidio se cambió por el poema “Psalmo del toro<br />

barcino o instantes apretados de sal”.<br />

100


¿De qué te arrepientes?<br />

Beatriz Vanegas Athías<br />

Hasta ahora de no tener mas vicios porque a veces los que<br />

l<strong>la</strong>mamos defectos, imperfecciones, errores, te ayudan a encontrar<br />

<strong>la</strong> verdadera perfección. Si uno no comete errores, no<br />

valora sus aciertos y virtudes.<br />

¿Tu mayor desdicha?<br />

Encontrarme huérfano de pa<strong>la</strong>bras.<br />

V.D.:-¿De no ser poeta que serías hoy?<br />

Músico. Me gustaría haber aprendido a tocar <strong>la</strong> lira, <strong>la</strong> lira con<br />

<strong>la</strong> que David se acompañaba <strong>para</strong> hacer Psalmos.<br />

¿Para qué sirve un escritor?<br />

Para dar un testimonio o interpretación del espacio en que<br />

vive. Para testimonio de su condición humana.<br />

¿No soluciona nada?<br />

Un fragmento de nove<strong>la</strong>, un poema, un cuento, una obra de<br />

teatro, un re<strong>la</strong>to oral, a lo mejor no te soluciona situaciones<br />

materiales, a lo mejor un poema no sirve <strong>para</strong> tumbar a un<br />

dictador, pero estoy seguro que soluciona problemas espirituales<br />

y del alma.<br />

¿Qué detestas?<br />

La deslealtad.<br />

¿Lo que más respetas y amas?<br />

La lealtad y los amigos sinceros.<br />

101


UN EPÍLOGO NECESARIO<br />

Volví a ver a Mizar en el 2009. Nuestra amiga común, Alba<br />

Quintero movió cielo y tierra <strong>para</strong> que viniera a Floridab<strong>la</strong>nca<br />

a cambiar los viejos lentes que lo acompañaban. Vivió a mi<br />

<strong>la</strong>do dos meses y trabajaba sus Máximas y Mínimas que el año<br />

pasado (2010) publicó como “Letanías del Convaleciente”, un<br />

compendio de frases y máxima mordaces, irreverentes, que<br />

dejan al descubierto los vicios, temores y virtudes del ser. Con<br />

<strong>la</strong> poca luz de sus ojos, leía en el patio “Ensayo sobre <strong>la</strong> ceguera”<br />

y padeció estoico y con buen humor <strong>la</strong> incomodidad de<br />

un trasteo reciente que yo estaba viviendo. Creo que aquel<strong>la</strong><br />

temporada fue un reencuentro que <strong>la</strong> vida nos debía y pude<br />

constatar que mi pregunta hecha hacía más de diez años sobre<br />

¿quién es Luis Mizar? Seguía teniendo <strong>la</strong> misma respuesta que<br />

le prestó a Mizar Julio Cortázar: un ser humano que anda por<br />

ahí.<br />

Vanguardia Dominical, agosto de 1997<br />

102


Beatriz Vanegas Athías<br />

MEIRA DEL MAR:<br />

HISTORIA DE OLVIDOS,<br />

AUSENCIAS Y REENCUENTROS<br />

Existe un evento con en el que<br />

útiles e importantes poetas colombianas<br />

y del exterior sueñan<br />

año tras año. Existe un encuentro<br />

poético de ineludible asistencia <strong>para</strong> un<br />

grupo cada vez más grande de escritoras<br />

que acuden a él, <strong>para</strong> sentir que<br />

sus versos sí mueven el alma de más de<br />

mil personas. Un evento <strong>para</strong> vivenciar<br />

que el público asistente a recitales, casas de poesía, talleres,<br />

conferencias, <strong>la</strong>nzamientos de poemarios, se viste de franca<br />

admiración y prodiga afectos a escritoras venidas de muchos<br />

lugares del mundo que, a oril<strong>la</strong>s del río Sinú, viven cuatro días<br />

protegidas por <strong>la</strong> sabia hospitalidad de Lena Reza, su equipo<br />

de trabajo y <strong>la</strong> endemoniada sonrisa angelical de Raúl Gómez<br />

Jattin.<br />

El encuentro<br />

En un <strong>para</strong>íso l<strong>la</strong>mado Corpoica, que sirvió de hotel en aquel<br />

noviembre de 2005, encontré a Meira Delmar –Olga Chams<br />

103


Eljach-, acompañada por <strong>la</strong> escritora Margarita Galindo quien<br />

oficiaba como diligente <strong>la</strong>zaril<strong>la</strong> de <strong>la</strong> gran poeta de América,<br />

como afirmó en su momento Juana de Ibarbourou.<br />

Conversamos con <strong>la</strong> autora de Alba de olvido (1942), Secreta<br />

is<strong>la</strong> (1951), Sus mejores versos (1981), Laúd memorioso<br />

(1995), entre otras. Conversamos con Meira Delmar, poetisa<br />

de innumerables ga<strong>la</strong>rdones y lectores, de sensibilidad extrema<br />

en el poema y en <strong>la</strong> cotidianidad.<br />

En el principio fue <strong>la</strong> madre y el padre<br />

Con una prodigiosa memoria desplegada ante <strong>la</strong> indagación<br />

sobre su infancia, Meira se transporta a <strong>la</strong> mecedora de mimbre<br />

allá en su casa del barrio El Prado, en su natal Barranquil<strong>la</strong>:<br />

Fue una infancia muy feliz. Mis padres eran libaneses. Fuimos tres<br />

hermanos: El mayor, William; mi hermana Alicia y yo, que era rubia.<br />

Por ahí tengo un rizo que me regaló mi aya, un ricito rubio de cuando<br />

tenía tres años, era gordita, muy pechichona y en mi casa reinaba <strong>la</strong><br />

ternura. Mamá llegó muy joven del Líbano. Aprendió el idioma español.<br />

Amaba <strong>la</strong> poesía y leía versos en español y en árabe. Por eso desde muy<br />

temprano yo leía. Mi padre se encargó de prenderme el amor por <strong>la</strong><br />

belleza.<br />

Las noches con el padre acontecían en el club, en <strong>la</strong> biblioteca,<br />

junto a su mesa de mármol, acompañada por unos ojos recién<br />

operados de catarata escondidos tras unas gafas gruesas que<br />

leía libros en árabe que luego Meira releía. El juego de naipes<br />

tan común entre árabes, no hacía parte de <strong>la</strong>s predilecciones<br />

del padre: Los amigos de mi padre eran jugadores, sin embargo, papá<br />

nunca tuvo un naipe en sus manos. Él era lector apasionado, igual mi<br />

madre…<br />

104


Beatriz Vanegas Athías<br />

Más tarde: el arte, <strong>la</strong>s mujeres poetas<br />

La razón que llevó a <strong>la</strong> adolescente Olga Chams Eljach a<br />

asumir el seudónimo Meira Delmar es <strong>la</strong> poca seriedad<br />

atribuida a toda mujer de sociedad que por esos tiempos se<br />

dijera poeta. Olga estudiante de secundaria ocultó en Meira<br />

Delmar, su condición de poeta principiante sorprendida al ver<br />

publicados sus primeros versos en <strong>la</strong> revista Vanidades de La<br />

Habana.<br />

En <strong>la</strong> biblioteca del colegio ocurre el encuentro con <strong>la</strong> poesía<br />

de tres mujeres amadas por Meira: Hallé a Gabrie<strong>la</strong> Mistral,<br />

Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou. Un poco después descubro a<br />

<strong>la</strong> primera de el<strong>la</strong>s: Delmira Agustini. Entonces <strong>la</strong> lectura de poesía, en<br />

especial <strong>la</strong> femenina, fue como entrar en mi propia vida.<br />

Entró a <strong>la</strong> Escue<strong>la</strong> de Bel<strong>la</strong>s Artes a estudiar música, eso le<br />

dio <strong>la</strong> oportunidad de conocer a mucha gente re<strong>la</strong>cionada<br />

con <strong>la</strong> pintura y <strong>la</strong>s artes. Su casa era hospedaje obligado <strong>para</strong><br />

todo artista que pasaba por Barranquil<strong>la</strong> y debía presentarse<br />

en el Centro Artístico del que <strong>la</strong> poeta Meira fue secretaria,<br />

vicepresidenta, presidenta.<br />

Y después: <strong>la</strong> naturaleza<br />

Meira Delmar tuvo un clima artístico propicio <strong>para</strong> cultivar<br />

su sensibilidad poética. Tuvo varios viajes a Oriente, durante<br />

<strong>la</strong> crisis mundial de 1930, hecho que hizo regresar a <strong>la</strong> familia<br />

a Barranquil<strong>la</strong>. Tuvo un padre que le transmitió el amor por <strong>la</strong><br />

naturaleza, espacio ineludible en sus versos: Nunca olvido que<br />

cuando nos mudábamos de casa y mi mamá solía buscar dónde vivir,<br />

él le decía: “Busca una que tenga vista”. Mi padre quería que tuviera<br />

paisaje al frente, y así, casi siempre vivimos en una casa que tenía vista,<br />

como decía mi padre…Recuerdo Las Delicias, donde empecé a escribir<br />

a los diez, trece años. Es el barrio más alto de Barranquil<strong>la</strong> y como en<br />

105


esa época escaseaban los rascacielos…entonces desde allí el panorama de<br />

<strong>la</strong> ciudad era total: <strong>la</strong> cinta del río Magdalena se veía muy c<strong>la</strong>ra y en<br />

<strong>la</strong>s noches de luna se reflejaba entera. Más allá estaba el departamento<br />

del Magdalena con su Sierra Nevada, que en <strong>la</strong>s mañanas muy c<strong>la</strong>ras,<br />

después de <strong>la</strong> lluvia, se veía con su copete de nieve b<strong>la</strong>nquísima…<br />

No, yo no soy nadie<br />

A estas alturas de <strong>la</strong> conversación, <strong>la</strong> poeta Margarita Galindo<br />

y quien estas líneas escribe, sucumbimos ante <strong>la</strong> sabia sencillez<br />

de Meira Delmar quien hab<strong>la</strong> con <strong>la</strong> fluidez del caer del agua<br />

en una fuente de agua viva. Meira ríe, frunce el ceño, finge<br />

enojo ante una pregunta que considera poco prudente, corrige<br />

con sutileza y ante <strong>la</strong> insistencia de conversar sobre su poesía<br />

rec<strong>la</strong>ma: Bueno ¿y es que tú fuiste sacerdotisa en otra vida que me estás<br />

haciendo una confesión general? Acto seguido entre<strong>la</strong>za sus manos,<br />

levanta los ojos y dice: No, yo no soy nadie. Me sorprende, me ha<strong>la</strong>ga<br />

y me encanta cuando <strong>la</strong> gente me quiere. Pero siempre me pregunto: ¿Por<br />

qué esta cosa tan linda de hacerme sentir el cariño, por qué? Lo mío no es<br />

nada extraordinario, escribir unos versos, lo he dicho varias veces, es casi<br />

como cortar una rosa, no tiene ningún premio, no debería tener ese premio<br />

tan maravilloso que yo recibo de <strong>la</strong> gente. Se escriben versos, se dicen unas<br />

cuantas cosas, pero eso no representa ni un esfuerzo supremo, ni tampoco<br />

un don divino, es sencil<strong>la</strong>mente una manera de vivir, es mi vida.<br />

Para Meira Delmar <strong>la</strong> poesía es sencil<strong>la</strong>mente su propia vida.<br />

Si no hubiera sido por <strong>la</strong> poesía <strong>la</strong> poeta no imagina qué habría<br />

sido de el<strong>la</strong>, porque con <strong>la</strong> amistad tuvo una enorme suerte,<br />

<strong>la</strong> que no tuve con el amor: No tuve suerte con el amor…el arduo/<br />

amor que nunca pudo/ vencer el tiempo. Siempre que me preguntan por<br />

el amor recuerdo un conversatorio en Comfamiliar del Atlántico, recuerdo<br />

que un señor me dice: “Doña Meira, en su poesía se ve que hay un amor<br />

secreto, por qué no nos hab<strong>la</strong> de él”. Bueno, le respondí, usted mismo dice<br />

que es un amor secreto y si nos ponemos a hab<strong>la</strong>r de él, deja de serlo…<br />

todos se rieron.<br />

106


Beatriz Vanegas Athías<br />

Y otro señor dijo: “Pero doña Meira, en realidad es mejor que haya<br />

sido así, porque gracias a esa circunstancia usted ha escrito esa poesía tan<br />

maravillosa”. Aquí <strong>la</strong> poeta suelta <strong>la</strong> risa y dice: Pero a mí no me<br />

habría molestado en absoluto que se hubiera realizado… Y luego se<br />

deja poseer por <strong>la</strong> nostalgia: No tuve suerte en el amor porque llegué<br />

tarde a él. Por ahí tengo unas coplitas <strong>para</strong> decir que arribé cuando se<br />

había marchado del brazo de otro amor y yo soy orgullosa. Allá, en el<br />

círculo del Infierno donde Dante pone a <strong>la</strong> gente orgullosa, allá tengo yo<br />

un puesto seguro. Cuando supe que esta persona tenía un compromiso en<br />

otra ciudad, de inmediato me retraje. Es cierto que estaba muy joven, si<br />

no, habría luchado. Ese amor ocupó entonces mi vida toda, mi poesía toda.<br />

No me llenó de amargura en ningún momento. Más tarde fuimos grandes<br />

amigos, pero él se fue de <strong>la</strong> vida y me dejó esa nostalgia permanente que<br />

tú has notado en mi poesía. Eso es todo. Es una historia muy sencil<strong>la</strong>,<br />

sin mayores estremecimientos.<br />

La amistad es <strong>la</strong> perfección del amor<br />

Meira Delmar es una oficiante de <strong>la</strong> amistad. Considera que<br />

el amor es egoísta, que vive temeroso de perder al sujeto de<br />

interés. La amistad en cambio, es generosa: Si a tu amigo lo<br />

ap<strong>la</strong>uden y festejan te sientes feliz. Si se trata de un amor, te<br />

asalta el miedo de perderlo. Quizás por ello ha tenido en su<br />

vida más amigos que amores: He tenido en mi vida grandes amigos,<br />

pero los que una puede l<strong>la</strong>mar del alma han sido cuatro o cinco, tanto<br />

hombres como mujeres. Entre los hombres Javier Arango Ferrer, él fue <strong>la</strong><br />

primera persona que me estimuló, conoció mis iniciales versos y me ayudó<br />

a creer un poco en mí.<br />

Otro amigo del alma murió hace pocos años. Se trata del<br />

profesor Campo Elías Romero Fuenmayor: Era cultor de un<br />

alma tan pura y grande, con una capacidad de perdón que lo hacía<br />

diferente, realmente diferente de <strong>la</strong> mayoría de <strong>la</strong> gente que una conoce.<br />

107


Su rostro sonríe al evocar a Margarita Galindo, <strong>la</strong> poeta<br />

barranquillera que está muy cerca a el<strong>la</strong> ahora que los ojos<br />

de <strong>la</strong> enamorada del mar pierden su luz: Ah...y Margarita, que<br />

es una mujer que ha sufrido decepciones amorosas fuertes y es capaz de<br />

pensar y hab<strong>la</strong>r con infinita ternura de <strong>la</strong> persona que <strong>la</strong> hecho sufrir,<br />

como si nada…<br />

La amistad es <strong>la</strong> perfección del amor, le escribió en una carta<br />

Juana de Ibarbourou. Y esta sentencia fue asumida como un<br />

arte vital por Meira Delmar, habitante de una soledad dichosa,<br />

esa que es posible cuando se tienen compromisos sólo consigo<br />

misma.<br />

El mejor elogio, una nojoda<br />

La poeta narra con desparpajo el origen del que considera el<br />

mejor elogio brindado a su poesía: Estaba en <strong>la</strong> Biblioteca Piloto<br />

de Medellín, con Germán Vargas y Manuel Mejía Vallejo. Manuel, con<br />

su inse<strong>para</strong>ble vaso de ron. Eran <strong>la</strong>s doce del día, había un sol ardiente.<br />

Entonces Germán me pide: “Meira ¿por qué no le recitas algo tuyo a<br />

Manuel”. A lo cual respondo: ¡Ay, Germán, con este sol de mediodía,<br />

creo que <strong>la</strong> poesía necesita de otro ambiente, otro clima..! Pero Germán<br />

insiste y yo cedo recitándole este: So<strong>la</strong>/ En el azul de <strong>la</strong> mañana vue<strong>la</strong>/<br />

una garza/ Sabe Dios qué poeta distraído/ Dejó que se le fuera/ una<br />

pa<strong>la</strong>bra. Me mira Manuel, levanta el vaso y exc<strong>la</strong>ma: ¡Noooojooodaaa!<br />

Y suelta Germán <strong>la</strong> carcajada. Ese es el mejor elogio que me han hecho.<br />

Hay golpes en <strong>la</strong> vida…<br />

Muchas tristezas se han insta<strong>la</strong>do en <strong>la</strong> piel y el alma de<br />

Meira. Entre <strong>la</strong>s más dolorosa está <strong>la</strong> muerte de su hermana,<br />

Alicia. Inesperadamente enfermó y se fue cuando los médicos<br />

habían diagnosticado mejoría: Con su muerte, hace seis años, morí<br />

yo, de alguna manera. Alicia era como su nombre: alta y fina; era dulce<br />

y tierna: era mi hermana.<br />

108


Beatriz Vanegas Athías<br />

Sobrevinieron después enfermedades fuertes que sólo superó<br />

con tenacidad y gracias al amor de sus sobrinos y familiares.<br />

Soportó muertes de familiares y amigos entrañables: Hasta que<br />

una mañana me levanto y veo una sombra negra. A <strong>la</strong>s cuatro de <strong>la</strong> tarde<br />

íbamos a tener una mesa redonda en el Teatro Amira De <strong>la</strong> Rosa y a<br />

ésa hora, ya no veía. Desde entonces no puedo leer, desde hace tres años y<br />

seis meses no puedo leer.<br />

Desde que sus ojos enceguecieron ha escrito poco, sin<br />

embargo, vino a darle <strong>la</strong> mano, o mejor, una luz, <strong>la</strong> sagrada<br />

amistad. Apenas se enteró su amigo Gabriel García Márquez<br />

que Meira había perdido <strong>la</strong> vista, le anuncia por teléfono: ¡Te<br />

voy a rega<strong>la</strong>r un lector”. Gabito hizo <strong>la</strong>s gestiones aquí y allá y Diego<br />

Mariño, profesor de Literatura, con muy buena voz me leyó <strong>la</strong>s memorias<br />

del nobel. Esas cosas que tal vez <strong>para</strong> los demás son simples, <strong>para</strong> mí<br />

son maravillosas; porque además Gabo deseaba que me quedara <strong>para</strong><br />

siempre con el lector: “! Quédate con él, que te lea también los periódicos!”.<br />

—No, tampoco se puede abusar de los amigos, le dije, mejor esperamos<br />

a que salga el segundo tomo de tus memorias y lo l<strong>la</strong>mamos de nuevo.<br />

Ahora Diego viene cada vez que encuentra un libro muy interesante <strong>para</strong><br />

compartir conmigo.<br />

Hoy Meira Delmar se dec<strong>la</strong>ra impedida <strong>para</strong> vivir lejos del<br />

mar, siempre ha estado unida a él o a el<strong>la</strong>. Se ha abstenido de<br />

terciar en <strong>la</strong> sintáctica y semántica polémica <strong>para</strong> decidir si es<br />

“el mar” o “<strong>la</strong> mar”. Sólo tiene <strong>la</strong> certeza de que sus poemas<br />

más hondos aluden a este ser inefable que recorre <strong>la</strong>s venas<br />

del ser Caribe.<br />

Infatigable y cariñosa. Siempre con el apunte preciso. En los<br />

momentos que antecedían a <strong>la</strong> partida hacia un recital, allí en<br />

Corpoica, el <strong>para</strong>íso cereteano que sirve de hotel a <strong>la</strong>s poetas,<br />

venidas de toda Colombia y de varios países, Meira sedirigía<br />

al comedor acompañada por <strong>la</strong>s poetas Margarita Galindo,<br />

109


Nora Carbonell y quien estas líneas escribe y a tiempo que<br />

hacíamos el recorrido, nos llevaba a <strong>la</strong> infancia con <strong>la</strong> sutil<br />

orden de cantar <strong>la</strong> primigenia ronda de nuestra niñez costeña:<br />

Estaba <strong>la</strong> Mariso<strong>la</strong> / sentada en su vergel / abriendo <strong>la</strong> rosa<br />

/ y cerrando el c<strong>la</strong>vel. / ¿Quién es esta gente / que pasa por<br />

aquí / ni de día ni de noche / me dejan dormir / Somos los<br />

estudiantes / que venimos a estudiar / en <strong>la</strong> capillita de oro /<br />

de <strong>la</strong> virgen del Pi<strong>la</strong>r. / P<strong>la</strong>to de oro / oril<strong>la</strong> de cristal / que se<br />

quiten, que se quiten / de <strong>la</strong> puerta principal...<br />

Este amor<br />

Cada vez que Meira Delmar empezaba a dec<strong>la</strong>mar “Raíz<br />

antigua” <strong>la</strong>nzando al fervoroso público de <strong>la</strong> p<strong>la</strong>zoleta Raúl<br />

Gómez Jattin, <strong>la</strong> red del primer verso de este poema que ya es<br />

una oración en Cereté, los ap<strong>la</strong>usos estal<strong>la</strong>ban en una suerte de<br />

misticismo profano; una mezc<strong>la</strong> de solemnidad con euforia:<br />

No es de ahora este amor (...) No es de ahora. No. / De<br />

lejos viene / —De un silencio de siglos, / de un instante<br />

/ en que tuvimos otros nombres y otra / sangre fugaz<br />

nos inundó <strong>la</strong>s venas— / este amor por amor, / este<br />

sollozo / donde estamos perdidos en querernos / como<br />

en un <strong>la</strong>berinto enamorado.<br />

Terminaba Meira con el verso “como en un <strong>la</strong>berinto<br />

enamorado” y su voz se hacía tenue ante el murmullo del<br />

público adorador, que repetía <strong>la</strong> línea final como en un<br />

ritual; que pedía este o aquel poema como si se tratase de<br />

<strong>la</strong> canción favorita que no puede faltar en el repertorio del<br />

artista. Y Meira respiraba plena, se aferraba al micrófono,<br />

hacía a un <strong>la</strong>do cualquier amenaza de fatiga y proseguía en un<br />

acompasado ritmo de versos, ap<strong>la</strong>usos y el clásico coro: “otro,<br />

otro, otro “que llenaba <strong>la</strong> p<strong>la</strong>zoleta Raúl Gómez Jattin.<br />

Vanguardia & Cultura, diciembre de 2005<br />

110


Beatriz Vanegas Athías<br />

JORGE GARCÍA USTA:<br />

POETA DE MIEDOS AGUZADOS<br />

El vacío<br />

Nunca me encontré frente<br />

a frente con mi amigo<br />

Jorge. La fatalidad de los<br />

desencuentros siempre se lució con<br />

nosotros y sólo permitió, a principios<br />

de los noventa, que nos escribiéramos<br />

cartas, que nos l<strong>la</strong>máramos<br />

a nuestros teléfonos fijos. Nada<br />

de Internet, ni de teléfonos móviles.<br />

Teléfonos gigantescos a través de<br />

los cuales nos contábamos en qué<br />

andábamos. Él desde Cartagena y yo confinada en un puerto<br />

a oril<strong>la</strong>s del Magdalena, donde una familia de turcos gordos<br />

han saqueado el municipio hasta que su literal gu<strong>la</strong> les dice<br />

basta; entonces asume el mafioso de turno y lo vuelve a saquear<br />

y luego llega <strong>la</strong> creciente y lo vuelve a acabar…En fin,<br />

hasta ese moridero me llegaban como aliciente los paquetes<br />

de libros, revistas y cartas que Jorge García Usta me enviaban<br />

con rigurosa generosidad. A través de esa fluida comunicación<br />

episto<strong>la</strong>r, pude hacerle esta entrevista que <strong>para</strong> entonces<br />

111


–y aún hoy- despertó <strong>la</strong> admiración hacia este poeta en toda<br />

su dimensión: cuando vivía, cuando escribía versos, cuando<br />

escribía crónicas o reseñas o cuando se obsesionaba con García<br />

Márquez, Héctor Rojas Herazo.<br />

Escuché <strong>la</strong> noticia de <strong>la</strong> muerte de Jorge por radio. Entonces<br />

yo vivía en Sincelejo. Jorge tenía 45 años y vivía como si<br />

toda <strong>la</strong> serenidad y ansiedad del mundo invadieran su sangre.<br />

El primer domingo de su muerte en algunos suplementos<br />

literarios, sus amigos escritores del alma lo lloraban en sendas<br />

notas y reseñas. Nadie le hizo nunca una entrevista, sólo<br />

reprodujeron apartes de esta.<br />

Su encuentro con <strong>la</strong> poesía ¿cómo y cuándo ocurrió?<br />

Yo creo que en mi infancia, si hab<strong>la</strong>mos, c<strong>la</strong>ro, de <strong>la</strong> poesía<br />

como pálpito y emoción, como deslumbramiento y diferencia<br />

psíquica, más que de <strong>la</strong> escritura de un poema. Es un importante<br />

lugar común mirar <strong>la</strong> infancia como fuente y origen, como<br />

período fundacional. Sin duda, pienso que <strong>la</strong> atmósfera<br />

de mi pueblo natal, Ciénaga de Oro, en el departamento<br />

de Córdoba, me permitió ese contacto inconsciente con <strong>la</strong><br />

poesía, en este caso con seres marginales de mi pueblo: locos<br />

sabios, hombres de esquina, y narradores gratuitos del reino<br />

de <strong>la</strong>s mesas (<strong>la</strong> mesa de fresco, <strong>la</strong> mesa de fritos y <strong>la</strong> mesa de<br />

bil<strong>la</strong>r), que tenían una noción de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, de <strong>la</strong> pureza del<br />

narrar, absolutamente providencial.<br />

Estos hombres creían, a su manera, en los poderes<br />

transformadores de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Comenzando porque <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra,<br />

su ejercicio desasido de otra necesidad que no fuera <strong>la</strong> del<br />

acto en sí, les permitía soportar el tiempo y crear un sentido<br />

de comunidad. Pienso también en una cierta tristeza histórica<br />

que hay en Córdoba, una región más abandonada que todas,<br />

y que se refleja en <strong>la</strong> música, y en ese género del son sinuano,<br />

112


Beatriz Vanegas Athías<br />

que se toca con guitarra, y tiene un dejo de <strong>la</strong>mento que lo<br />

<strong>la</strong>nza a uno a buscar amigos. Y además el porro, <strong>la</strong> tristeza<br />

impresionante del porro. Difícil es oír porros solo mientras<br />

llueve. Digamos que en <strong>la</strong> región, una especie de me<strong>la</strong>ncolía<br />

casi imperceptible condicionaba <strong>la</strong> alegría.<br />

¿A qué hechos, personas, obras, atribuye quien es hoy?<br />

A mi madre, a su impresionante sacrificio doméstico, a sus<br />

dones, que sería, <strong>para</strong> utilizar una categoría conocida, mi<br />

personaje inolvidable. Bueno, se ha llegado a decir que <strong>la</strong><br />

literatura costeña le debe más a <strong>la</strong> primordial presencia de <strong>la</strong>s<br />

matriarcas, que a <strong>la</strong>s propias fuentes literarias. Es un rasgo<br />

de región joven y emergente: el drama cotidiano inmediato,<br />

a través de sus protagonistas, crea una especie de deber del<br />

re<strong>la</strong>to, de hijos del re<strong>la</strong>to.<br />

Hija de árabes, mi madre aprendió y compartía <strong>la</strong>s normas<br />

esenciales de esa cultura y <strong>la</strong>s supo mestizar con el universo<br />

criollo. En ese sentido, creo que fue una mestiza perfecta,<br />

aunque le gustase destacar sus diferencias con algunas pautas<br />

no gratas de <strong>la</strong> cultura criol<strong>la</strong>. Era una lectora rigurosa del<br />

periódico y se ufanaba de su letra ancha, y de su ortografía,<br />

que le permitía –eso decía- corregir los errores del periódico.<br />

Sé que cuando llegó “Cien años de soledad” al pueblo yo tenía<br />

de 8 a 9 años, y mi madre, en el ajetreo de los oficios, sólo<br />

podía leer el libro al mediodía. Un día en que abandonó el<br />

libro, yo le pregunté qué pasaba, y el<strong>la</strong> me respondió: “Mijo,<br />

con el calor que hace en este pueblo y el calor que bota este libro, me puedo<br />

enfermar. Por hoy no”.<br />

También debo mencionar <strong>la</strong> tradición oral del pueblo, llena de<br />

astucias y arcaísmos, <strong>la</strong>s obras infantiles de Grimm y Andersen,<br />

y especialmente el cine. Tuve una fortuna excepcional, en<br />

este sentido, pues en el patio de mi casa, además del palo de<br />

113


níspero emblemático y del tanque de cemento en cuyo borde<br />

el cuchillo arrancaba una luz cegadora, había un cine, el teatro<br />

Adelma, el nombre de una de <strong>la</strong>s hijas de mi abuelo árabe<br />

–muerta en forma prematura por tifo- que presentaba pelícu<strong>la</strong>s<br />

norteamericanas y mexicanas. El cine me hizo entender que<br />

además de <strong>la</strong> irrealidad de los cuentos de velorio, de <strong>la</strong>s<br />

polémicas políticas verbales, de los pasquines tuertolopezcos<br />

que circu<strong>la</strong>ban en el pueblo, había otra irrealidad más ambiciosa<br />

y entretenida, el cine.<br />

¿Y su padre?<br />

Mi padre murió en Pueb<strong>la</strong>, México, mientras trataba de hacerse<br />

pediatra, cuando yo tenía menos de 2 años. Casi nadie me<br />

cree que tengo dos imágenes de él, y ambas de perfil (y esto<br />

no es propaganda vallejiana). Heredé de él varios libros, entre<br />

ellos uno de Moravia, que me dio <strong>la</strong>s primeras nociones de lo<br />

transgresor. Hace poco supe que había sido un violinista precoz<br />

notable, y he confirmado esa información en <strong>la</strong> prensa de <strong>la</strong><br />

época, pues pensé que se podía tratar de una <strong>la</strong>s matemáticas<br />

y <strong>la</strong> pedagogía. Por <strong>la</strong> materna, una pa<strong>la</strong>bra oral espléndida, un<br />

sentido de contar cosas, un sentido de pertenencia tribal que<br />

está en <strong>la</strong>s bases más primitivas y sólidas de nuestra cultura.<br />

Aunque creo que he perdido algo de todo esto. Debo tener<br />

mil primos y no sé cómo saludarlos a todos.<br />

¿Cómo ve hoy sus primeros poemas?<br />

Con maltrecha y empecinada ternura. Antes me azoraban<br />

un poco sus protuberantes imperfecciones, su mesianismo<br />

juvenil –pues son dec<strong>la</strong>raciones de buena voluntad, proc<strong>la</strong>mas<br />

airadas contra <strong>la</strong> injusticia- y hasta su simpleza argumental.<br />

Pero me parece que <strong>para</strong> esa edad esa insuficiencia estaba bien.<br />

114


Beatriz Vanegas Athías<br />

Conservo – no sé por qué- muchos de mis primeros poemas<br />

no publicados, y leo, con más entusiasmo del que debería tener,<br />

algunas líneas sobrevivientes. Pero si uno lee los primeros<br />

textos de los escritores que ama, advierte que todo mundo<br />

aprende a escribir, solo, acompañado, muerto de hambre o<br />

saciado de manjares. Y este aprendizaje es el fundamento<br />

ancestral de toda tradición.<br />

También debo mencionar <strong>la</strong> presencia de un grupo de amigos<br />

esenciales, únicos, con los que compartí lecturas y discusiones,<br />

muchas de cuyas consecuencias se reflejan en los rumbos de<br />

mi escritura.<br />

Creo que mis primeros textos fueron producto de una cierta<br />

timidez y sobre todo del primer encuentro brutal y distanciador<br />

con <strong>la</strong> ciudad. Luego, fundamos una revista, “En tono menor”,<br />

que nos ayudó a tener nuevos enfoques, costumbres y formas<br />

en nuestra escritura.<br />

¿Qué beneficios trae <strong>para</strong> un poeta el oficio del<br />

periodismo?<br />

A un poeta, a una poesía, pueden beneficiarlos cualquier oficio,<br />

siempre que su hacedor esté dispuesto, no a decir tonterías<br />

sobre <strong>la</strong> ingratitud de <strong>la</strong> vida, sino a <strong>la</strong>nzarse vitalmente sobre<br />

ese oficio como sobre un festín, un río, una mujer dulce.<br />

El periodismo es un arma de doble filo, aunque todas lo son:<br />

puede entregar fluidez, referencias, emociones, cercanías<br />

estupendas con <strong>la</strong> realidad, lecturas adicionales, y esa cosa tan<br />

buena que es tener un lector y que ese lector te puede enjuiciar<br />

rápido y con injusticia. Pero además desmitifica rápido por<br />

igual <strong>la</strong> realidad y el propio oficio.<br />

Hay que ver <strong>la</strong> cantidad de insensateces malintencionadas o<br />

retóricas huera que puede publicar un periódico. Y también<br />

115


los textos maravillosos que de repente aparecen. O el buen<br />

análisis, cuando hay ética y equilibrio informativo. Creo que<br />

sin una noción de <strong>la</strong> poesía como elemento del conocimiento y<br />

como razón última del lenguaje, todo el periodismo moderno<br />

no sería otra cosa que un montón de noticias desabridas.<br />

Sin duda, el reportaje moderno es una forma de <strong>la</strong> poesía de<br />

situación y un género literario. Y el escritor de reportajes que<br />

no tenga una buena formación literaria –cualquiera que sea su<br />

rumbo- podría estar en problemas.<br />

¿Cómo ve <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción cine-poesía?<br />

Sabemos que sin el cine, <strong>la</strong> literatura del nuestro tiempo<br />

hubiera sido balzacismo sedimentado. El cine innovó todo,<br />

<strong>la</strong> mirada del creador, <strong>la</strong>s ideas sobre el tiempo, el tema de<br />

<strong>la</strong> precisión narrativa, <strong>la</strong> condición de <strong>la</strong> memoria, <strong>la</strong> propia<br />

condición de <strong>la</strong> obra de arte. Yo creo en el cine como arte<br />

y estímulo, como visión profunda de lo humano, no como<br />

chatarrería cibernética. No creo que <strong>la</strong> cámara narre el<strong>la</strong> solita,<br />

ni convierta en artista al artesano. Mi vincu<strong>la</strong>ción al festival de<br />

cine de Cartagena me ha permitido conocer los desarrollos<br />

actuales del cine, en especial del iberoamericano. Creo que<br />

una gran pelícu<strong>la</strong> o el gran momento de una pelícu<strong>la</strong> es un<br />

acto de fecundación, una molestia necesaria y muchas veces<br />

un saludable golpe bajo.<br />

Es evidente que Héctor Rojas Herazo y García Márquez<br />

son sus obsesiones. ¿Por qué?<br />

Sin pretender pedanterías, yo tengo otras muchas obsesiones,<br />

si podemos l<strong>la</strong>mar obsesiones a deudas de <strong>la</strong> memoria, a<br />

distintas formas del afecto vital y literario y a necesidades<br />

personales. En estos dos casos, que he estudiado con cierto<br />

detenimiento, hay una necesidad de conocer un período<br />

esencial de nuestras letras.<br />

116


Beatriz Vanegas Athías<br />

Estos dos hombres ayudaron a renovar el decir literario y <strong>la</strong><br />

mirada creativa en nuestra región y en el país. Rojas Herazo<br />

ha sido un ejemplo que puede considerarse extraordinario. Su<br />

ética como creador ha sido pasmosa, casi suicida. Un maestro<br />

en <strong>la</strong> educación de <strong>la</strong> mirada. Y es uno de los más grandes<br />

escritores de nuestro tiempo.<br />

De García Márquez es difícil añadir algo más. En mi libro<br />

“Cómo aprendió a escribir García Márquez” –que ha<br />

promovido algunas polémicas saludables, que no cesan- estudié<br />

su proceso de formación integral, no sólo <strong>para</strong> desmitificar tal<br />

asunto sino <strong>para</strong> humanizarlo, que es una perspectiva mejor.<br />

Creo que a los temas que interesan, uno debe acercarse con<br />

pasión verdadera, lo que no excluye <strong>la</strong> lucidez ni <strong>la</strong> crítica.<br />

Las suponen. Pero en nuestra región, apenas estamos en los<br />

albores de un esfuerzo crítico serio, aunque hay esfuerzos<br />

particu<strong>la</strong>res logrados.<br />

¿Se siente vincu<strong>la</strong>do a alguna generación de <strong>la</strong> poesía<br />

colombiana?<br />

No lo sé, y no se trata de una demostración de soledad<br />

profesional. Creo que algunos poetas se hacen los solitarios,<br />

pero quieren ser gerentes de corporaciones y enamorar a <strong>la</strong><br />

rubia de <strong>la</strong> reunión. Creo que no estoy incorporado. Además,<br />

aún no tenemos esa distancia, los que aún somos menores de<br />

50 años.<br />

Algunos amigos y conocidos generosos (Luz Eugenia Sierra,<br />

Fernando Garavito, Rogelio Echavarría, Humberto Senegal,<br />

Juan Manuel Roca, Luis Iván Bedoya, Omar Castillo, Antonio<br />

Trigo, José Luis Garcés, Carlos Nicolás Hernández, entre<br />

otros) me han incluido o sugerido incluir en antologías<br />

nacionales y extranjeras, en España, Costa Rica, Cuba.<br />

117


A veces <strong>la</strong> pertenencia a una generación suele ser un recurso de<br />

<strong>la</strong> imaginación crítica o de su comodidad: no otro argumento<br />

explicaría <strong>la</strong> forzadísima adhesión académica de Arturo al<br />

piedracelismo. Desde luego, que tengo interés por varias<br />

obras de nuestra historia poética, unas más que otras; me<br />

interesan también, desde luego, <strong>la</strong>s obras de muchos de mis<br />

contemporáneos, de <strong>la</strong>s que he sido lector y difusor atentos, y<br />

de gente más joven, y soy un buen lector de estas obras.<br />

Creo que una generación es una confluencia de intereses que<br />

van más allá del tiempo, una coincidencia de amores, rechazos<br />

y miradas, dentro de una necesaria diversidad, que sólo<br />

aparecen en una época precisable, por azar, por imposición<br />

histórica, por interés sano o malsano de <strong>la</strong> legis<strong>la</strong>ción crítica.<br />

¿A qué atribuye <strong>la</strong> escasez de poetas costeños en <strong>la</strong>s<br />

c<strong>la</strong>sificaciones de <strong>la</strong> lírica colombiana?<br />

Es un problema del poder, simplemente, o del atraso de <strong>la</strong>s<br />

mentalidades y <strong>la</strong>s culturas. La tradición que debe morir no<br />

se entrega tan fácilmente. Tiene impredecibles formas de<br />

resurrección y a veces una agonía que parece nueva vida.<br />

¿Cuánto tiempo le costó a Luis Carlos López ser valorado,<br />

no sólo por los jueces capitalinos, sino por sus propios<br />

contemporáneos cartageneros, afines a aquellos por un<br />

monstruoso conservadurismo literario? El caso de Rojas<br />

Herazo es igualmente ilustrativo: expulsado (o infravalorado)<br />

durante años, de <strong>la</strong>s antologías de “Mito”, y entregado su<br />

puesto a versificadores medianos pero influyentes. Artel<br />

fue durante muchos años considerado un “poeta negrista”<br />

y su obra fue enc<strong>la</strong>ustrada en <strong>la</strong> nominación pintoresca.<br />

Meira Delmar tampoco era muy frecuente en <strong>la</strong>s antologías.<br />

Durante mucho tiempo, si lo recuerda, Valencia y Caro eran<br />

los caporales de esas haciendas de <strong>la</strong> antología, y el pobre<br />

Barba Jacob apenas lograba asomar sus huesos por ahì con<br />

118


Beatriz Vanegas Athías<br />

algún poema bien rimado pero insuficiente en el vendaval de<br />

su libertad.<br />

Sin ir más lejos, el propio Arturo, ese notario discreto que<br />

traducía a los poetas ingleses, no fue cliente asiduo de <strong>la</strong>s<br />

antologías de su época. La costa tampoco se queda atrás.<br />

Hay que ver el montón de próceres rimadores que saturan <strong>la</strong><br />

mayoría de nuestras siniestras antologías. La poesía, acusada<br />

de inutilidad cíclica, tiene una zona administrativa que puede<br />

despertar enconos propios de otros ámbitos del poder. Y<br />

supongo que sin desdeñar su inclusión en ninguna antología,<br />

el poeta lo que quiere es hab<strong>la</strong>r con su lector –hermano,<br />

cómplice, hipócrita, lo que sea-, de <strong>la</strong> forma que pueda.<br />

¿Cómo caracterizaría el actual panorama de <strong>la</strong> poesía<br />

colombiana?<br />

Con preguntas así, que son necesarias, se corre el riesgo<br />

de dar dec<strong>la</strong>raciones de apariencia explosiva, pero que no<br />

explican nada. Carezco de interés ya <strong>para</strong> <strong>la</strong>s estridencias que<br />

no ac<strong>la</strong>ren nada.<br />

De lo que conozco – lecturas de revistas, periódicos, de libroscreo<br />

que nuestra poesía sigue moviéndose en una línea en <strong>la</strong><br />

que existe – no sé en qué proporción- <strong>la</strong> adoración desasida<br />

de <strong>la</strong>s novedades culturales y <strong>la</strong> construcción meritoria,<br />

arriesgada y entusiasmante de lenguajes personales, por<br />

encima de los prejuicios de cierta crítica, es decir <strong>la</strong> feliz y<br />

redentora existencia de los anacronismos esenciales.<br />

En un momento, fuimos de fértil cavafismo a un<br />

conversacionalismo rupestre, que pasó de ser un saludable<br />

ventarrón sobre el óxido dec<strong>la</strong>mativo a rayar en <strong>la</strong> denotación<br />

inane. Algunos han hecho de <strong>la</strong> me<strong>la</strong>ncolía ante el mundo <strong>la</strong><br />

mirada única, convirtiéndo<strong>la</strong> en una jugosa formalidad, en <strong>la</strong><br />

119


que no se advierte el temblor de <strong>la</strong> vida. Es una especie de<br />

tristeza libresca. Sólo un provincianismo de nuevo estilo –lo<br />

que yo l<strong>la</strong>maría una nueva forma del costumbrismo urbano-<br />

cree que fundar un lenguaje es ponerse a tono con <strong>la</strong> superficie<br />

irruptiva de imágenes deslumbrantes, con <strong>la</strong>s superficies de los<br />

idiomas masivos o con malditismos más o menos patéticos,<br />

tediosamente eyacu<strong>la</strong>torios.<br />

Es terrible seguir pensando que el dicterio categórico o el<br />

desp<strong>la</strong>nte alocadito – no <strong>la</strong> opinión reflexiva, ni <strong>la</strong> ironía sabrosa<br />

cargada de sentido- constituyen juicios serios, o al menos algo<br />

en qué pensar. Estas prestigiosas servidumbres se pueden<br />

combatir con refugios de cabecera, con una lejanía personal<br />

instántanea que dedique su tiempo a pensar en <strong>la</strong> obra. Entre<br />

nosotros, un garciamarquismo mal entendido liquidó buena<br />

parte de <strong>la</strong> poesía, no sólo de <strong>la</strong> narrativa, durante más de<br />

una década. Ahora, sobre esas cenizas bien hechoras, se están<br />

levantando obras de indudable interés <strong>para</strong> nuestro panorama<br />

literario. Soy optimista en re<strong>la</strong>ción con estas obras, pues ya<br />

existen, están ahí. Creo que sí ha disminuido un poco el fervor<br />

divulgativo de los ochenta y en parte de los noventa, pero este<br />

es otro problema.<br />

¿Qué significó <strong>para</strong> usted escribir “El reino errante”?<br />

Una búsqueda del conocimiento específico en aventuras y<br />

secretos familiares, y algunos ratos de dolor con un origen que<br />

era también mío, sin yo saberlo. El libro tiene una estructura de<br />

intención narrativa e histórica, que tiene algunos antecedentes,<br />

pero no en su disposición cronológica, en su afán de totalizar<br />

<strong>la</strong> experiencia humana; en el sentido de una épica a partir<br />

de testigos líricos. Los árabes cuentan desde el fondo de sus<br />

méritos y defectos, de sus ansiedades y ambiciones, <strong>la</strong> historia<br />

de una gran incertidumbre: <strong>la</strong> adaptación a un nuevo mundo.<br />

120


Beatriz Vanegas Athías<br />

América es tierra de nuevos mundos, siempre se está llegando<br />

o partiendo. Pero en esos testimonios hay mucho de mí<br />

y de los mundos que conozco y padezco. En este sentido,<br />

logra sorprenderme <strong>la</strong> idea de que hay poesía interiorista<br />

y poesía exteriorista, esa idea es el resultado de un terrible<br />

malentendido: <strong>la</strong> de que lo que el poeta cuenta acentuando<br />

su yo es de él, y lo que canta pretextando otras voces es de<br />

otros. El yo del poeta no tiene esas fronteras tan cándidas, y su<br />

realidad “interior” incluye paisajes, seres y lenguas incontables.<br />

¿Quién podría decir cuáles son los elementos integradores de<br />

una interioridad? En realidad, nunca <strong>la</strong>s ha tenido, ni siquiera<br />

desde el nacimiento de <strong>la</strong> literatura.<br />

El libro se remite a los asuntos de una cultura incomprendida,<br />

o algo peor, amputada en sus profundidades. El árabe no fue<br />

sólo – y ni siquiera eso- el típico comerciante tacaño, sino<br />

el protagonista de una era, de un propósito, de una gran<br />

remoción social. Desde luego el libro tiene derivaciones en<br />

otros niveles: hay lectores en que su visión de ese mundo se ha<br />

enriquecido, inclusive en miembros de esa colectividad, que<br />

tampoco entendían <strong>la</strong> aventura. No entiendo por qué <strong>la</strong> poesía<br />

no puede anticiparse a <strong>la</strong> aproximación histórica convencional<br />

y ofrecer sus particu<strong>la</strong>res alumbramientos. Por lo demás, casi<br />

siempre ha sido así.<br />

¿Qué piensa del vedettismo en literatura?<br />

Es una p<strong>la</strong>ga soportable o una tara conmovedora, <strong>para</strong> quienes<br />

se atreven a cierta desam<strong>para</strong>da lucidez. Esta última es una<br />

necesidad de <strong>la</strong>s sociedades, pero es un fardo inmenso. El<br />

vedettismo es también una combinación cultural: fruto de una<br />

ausencia de raíces individuales definidas y de una operación del<br />

mercado, y puede ser una exigencia de los tiempos. La sociedad,<br />

que primero estigmatizó a los escritores por considerarlos<br />

vagos u ociosos, los metió en <strong>la</strong> buhardil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> espera o los<br />

121


convirtió en dandys, ahora quiere que sean, al mismo tiempo,<br />

filósofos trascendentes, consejeros del reino, rumberos de 15<br />

años, exponentes de <strong>la</strong> moda, guionistas exitosos, intérpretes<br />

de rap, novelistas semestrales, y otras doce penas más, <strong>para</strong><br />

envasarlos y ponerlos a dictar conferencias sobre “el no-ser<br />

en <strong>la</strong> literatura urbana de fin de siglo”, carajadas de esas; <strong>la</strong><br />

obscenidad posmoderna. Algunos, lógico, se extravían en <strong>la</strong><br />

extravagancia infantil. Otros, en <strong>la</strong> agresión enfermiza. Lo<br />

más cómico, indignante pero cómico, ocurre con los casos de<br />

marginalidad simu<strong>la</strong>da. Y lo más patético se presenta cuando<br />

<strong>la</strong> elección de un vicio personal, el consumo de una droga que<br />

es apenas otro acto de libertad, o <strong>la</strong> respetable elección sexual<br />

individual, e inclusive el manejo de una lengua académica, son<br />

convertidas en señales de un “espíritu superior”, <strong>la</strong> creación<br />

de un nuevo ghetto. Allí si topamos con el provincialismo más<br />

ostentoso.<br />

De pronto el descendiente de un pintor famoso nos reve<strong>la</strong> que<br />

ha inventado un género literario y cada siete días <strong>la</strong>s revistas<br />

de farándu<strong>la</strong> nos cuentan su última pelea amorosa. Leemos el<br />

nuevo género y no hay tal. Tal vez lo cierto sea <strong>la</strong> discordia<br />

amorosa.<br />

Es como el tipo que el día que va a hab<strong>la</strong>r sobre música Caribe,<br />

se pone sombrero <strong>la</strong>deado y mangas de rumbero. Los otros<br />

días, viste como oficinista.<br />

Algunos jóvenes que he visto en talleres literarios se<br />

desorientan con <strong>la</strong>s mansiones de García Márquez y con sus<br />

poderes públicos, pero no leen su obra, que es lo que cuenta<br />

en su formación, ni su gigantesco esfuerzo personal. En un<br />

centro de estudios de Cartagena, 28 jóvenes de 29 que había,<br />

me dijeron que no querían tratar a García Márquez porque ya<br />

lo conocían mucho, pero sólo uno conocía más de un cuento y<br />

sólo una había leído “Cien años de soledad”. Estaban hastiados<br />

122


Beatriz Vanegas Athías<br />

de verlo con sus bufandas triunfadoras en los medios. Yo les<br />

dije “no lo vean, lean <strong>la</strong> obra”. Cuando íbamos a leer “Cien<br />

años”, cinco me dijeron, casi al unísono: “Profesor, ¿no hay<br />

una versión en video?”. Les dije que no <strong>la</strong> había, pero en caso<br />

de que <strong>la</strong> hubiera, también leeríamos el libro.<br />

¿Cómo definiría su poética?<br />

Le comenté a una amiga periodista que quien escribe poesía<br />

debe tener, como cualquier cantante antil<strong>la</strong>no, sus miedos<br />

aguzados. Siempre lo están ve<strong>la</strong>ndo. Yo entiendo <strong>la</strong> vida, sin<br />

poder evitarlo, como <strong>la</strong> deliciosa y también terrible expectativa<br />

de que haya un temblor.<br />

Cierta dosis síquica adolescente es necesaria a <strong>la</strong> misión.<br />

Hay una sabiduría y una madurez que sólo sirven <strong>para</strong> decir<br />

necedades. En el libro “La tribu interior” trato de recuperar<br />

algunas dimensiones de <strong>la</strong> experiencia amorosa en totalidad,<br />

y hasta valores en desuso, como <strong>la</strong> ternura, y experiencias tan<br />

complejas como el desamor. La poesía se propone siempre<br />

imposibles cotidianos. Barricada que no exime del gozo. Es<br />

una estrategia de resistencia que nos obliga a ver todo el<br />

mundo, no sólo el que nos gusta.<br />

Creo que <strong>la</strong> inmortalidad, es decir <strong>la</strong> posibilidad conmovedora<br />

de inventar una memoria que vaya más allá de los huesos del<br />

pobre jug<strong>la</strong>r, se consigue mediante muchas formas, todas<br />

ilusorias y parciales: una pasión, una conversación, una<br />

experiencia, un amor, una amistad, un reportaje, un re<strong>la</strong>to, un<br />

poema. Hay que creer en eso. Además, los que son inmortales<br />

son los instantes, no <strong>la</strong> existencia que como totalidad suele ser<br />

monótona y con frecuentes espacios de muerte.<br />

Toda experiencia erótica verdadera es una alianza de miedos.<br />

123


Uno podría temb<strong>la</strong>r por todo, desde el pensamiento de algunos<br />

dirigentes de su ciudad sobre el destino de los parques hasta <strong>la</strong><br />

conciencia de que algún día será inútil y ya no podrá ir al cine.<br />

La poesía enseña a compartir el ais<strong>la</strong>miento del lúcido y el<br />

fracaso del amoroso, a soportar <strong>la</strong> estupidez pública, a evitar<br />

<strong>la</strong> disolución de los lenguajes en el solo gemido audiovisual y<br />

a pisar <strong>la</strong> calle sabiendo mirar <strong>para</strong> todos los <strong>la</strong>dos.<br />

124<br />

Vanguardia Dominical, 1994


Colección Temas y Autores Regionales<br />

• Santander: La Aventura de pensarnos<br />

• El mundo Guane: Pioneros de <strong>la</strong> arqueología en Santander<br />

• Historia oral del sindicalismo en Santander<br />

• Luis A. Calvo. Vida y Obra<br />

• Juan Eloy Valenzue<strong>la</strong> y Mantil<strong>la</strong> (Escritos 1786 – 1834)<br />

• De literatura e Historia: MANUELA SÁENZ<br />

Entre el Discurso del Amor y el Discurso del otro<br />

• Agenda Liberal Temprana<br />

• Historia de <strong>la</strong> radiodifusión en Bucaramanga (1929 – 2005)<br />

• La Alianza Nacional Popu<strong>la</strong>r (Anapo)<br />

en Santander ( 1962-1976)<br />

• Cultura, Región y Desarrollo<br />

• Ensayos críticos sobre <strong>la</strong> obra de Elisa Mújica<br />

• José Antonio Galán<br />

Episodios de <strong>la</strong> guerra de los comuneros<br />

• La óptica del camaleón y otros re<strong>la</strong>tos<br />

• Demasiados jóvenes <strong>para</strong> morir<br />

Cuentos de <strong>la</strong> generación del abandono<br />

• Emociones de <strong>la</strong> guerra<br />

Re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> guerra de los mil días en el Gran Santander<br />

• Geo Von Lengerke<br />

Constructor de caminos<br />

• Extravíos<br />

El mundo de los criollos ilustrados<br />

• Desde <strong>la</strong> otra oril<strong>la</strong><br />

• Josefa Acevedo de Gómez<br />

• Líneas de Sombra<br />

• La Ba<strong>la</strong>da de <strong>la</strong> Cárcel de Reading<br />

• Tu y Yo

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