Enero de 2012 - El Pitic
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14 Hermosillo, Son., <strong>Enero</strong> <strong>de</strong> <strong>2012</strong><br />
UN OCASO EN LA CALLE OCASO<br />
POR: MIGUEL ANGEL GRIJALVA DAVILA<br />
I.- PARTE<br />
Es curioso, pero mucha gente jamás olvida la dirección <strong>de</strong> la primera casa don<strong>de</strong><br />
vivió. En mi caso era la Calle Ocaso, número 566, entre López <strong>de</strong>l Castillo y Aurora,<br />
fraccionamiento Atar<strong>de</strong>ceres, Colonia Ley 57 en Hermosillo.<br />
En la calle el día empezaba hasta que el sol bajaba. Por la mañana, todos en la escuela<br />
pretendiendo estudiar. Al regreso, la comida seguida <strong>de</strong> una típica siesta con la que<br />
<strong>de</strong>scansábamos y hacíamos tiempo esperando a que bajara “el soldado” (uno <strong>de</strong> los<br />
múltiples apodos <strong>de</strong>signados al sol). Cuando éste era intenso, entonces el barrio<br />
comenzaba a cobrar vida.<br />
De niño, todas las tar<strong>de</strong>s y la noches son iguales: se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>svelar tranquilamente sin<br />
preocupaciones por estar atento a la mañana siguiente. No importa si hay o no dinero, si<br />
se abre o no el antro, si hay o no fiesta. Lo único importante es salir a la calle y estar ahí<br />
lo más que se pueda, nadie quiere meterse y averiguar al día siguiente que en cuanto se<br />
fue a su casa pasó algo interesante, una pelea <strong>de</strong> perros o <strong>de</strong> personas, una caída o un<br />
resbalón fuerte e hilarante, entre otras cosas.<br />
Cuando el “guerito” (otro <strong>de</strong> los apodos para el sol) está bajando, es momento <strong>de</strong> salir.<br />
Hay muchas activida<strong>de</strong>s, algunas son modas que pasan y no vuelven: disparar rifles <strong>de</strong><br />
postas, hacer rampas para bicicletas o pelear con guantes <strong>de</strong> box. Curiosamente todas<br />
éstas fueron activida<strong>de</strong>s que causaron mucho sufrimiento. Yo por ejemplo, entré en<br />
una <strong>de</strong>presión fuerte cuando logré acertarle en un ojo a un gato, no me dí cuenta <strong>de</strong><br />
lo cruel que era eso hasta que le acerté, escuché el maullido <strong>de</strong> dolor y vi la sangre, el<br />
Oscar sufrió el otro lado <strong>de</strong> la moneda, a él le tocó recibir y albergar una posta en su<br />
pierna, disparada a propósito por el Pablín, en venganza por el postazo que el Oscar le<br />
había dado al Sague, perro <strong>de</strong>l Pablín. Como podrán darse cuenta, los rifles <strong>de</strong> postas<br />
no son tan inofensivos como creemos. Con las “rampiadas” en bicicleta y los guantes<br />
<strong>de</strong> box todos sufrimos caídas e hinchazones en los ojos. Otras activida<strong>de</strong>s que siempre<br />
están en la baraja son: escondidas, el “stop”, roña, hielo y el sol, luchitas y rosetón. Lo<br />
único que siempre se piensa en jugar casi como obligación es el futbol; cuatro piedras<br />
gran<strong>de</strong>s, un balón y mínimo cuatro personas. Si sólo se reúnen tres personas, entonces<br />
se juega con una sola portería al “meter gol”, y en caso <strong>de</strong> ser dos personas entonces se<br />
juega una tanda <strong>de</strong> penales. <strong>El</strong> futbol tiene muchas modalida<strong>de</strong>s: lo juega el que sea, es<br />
sencillo, es divertido.<br />
Después <strong>de</strong>l núcleo familiar, está la pandilla <strong>de</strong>l barrio, para empezar, ninguno <strong>de</strong> los<br />
miembros se libra <strong>de</strong> un apodo, como siempre, están aquellos que se ganaron el suyo<br />
<strong>de</strong>bido a una particularidad física: “güero”, “negro”, “topo” (<strong>de</strong>bido a sus enormes<br />
dientes), “chino” (ojos rasgados), cabezón y finalmente el “caballo”, quien parecía<br />
cabalgar en lugar <strong>de</strong> correr: gran<strong>de</strong>, tosco, trompudo. Otros fuimos apodados por razones<br />
ajenas al físico: “David <strong>de</strong> la otra cuadra”, quien era apodado así para distinguirlo<br />
<strong>de</strong>l “David” que vivía en nuestra cuadra, quien no era llamado como “David <strong>de</strong> la<br />
cuadra” sino como el “guacho”, <strong>de</strong>bido a la proce<strong>de</strong>ncia duranguense <strong>de</strong> su familia,<br />
él siempre nos alegó que era nacido aquí: “yo no soy guacho, mis papás y mi hermana<br />
son guachos pero yo nací aquí”: También nos salía con argumentos más reflexivos: mi<br />
familia: ¡mi familia es <strong>de</strong> Durango, ese es estado norteño, guachos los <strong>de</strong>l D.F.! Dijera<br />
lo que dijera no se salvó <strong>de</strong>l apodo, a<strong>de</strong>más nosotros consi<strong>de</strong>rábamos “guachos” a todo<br />
aquel que proviniera <strong>de</strong> cualquier lugar por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> Sinaloa; “Mudo era apodado así<br />
pues nunca hablaba; “<strong>El</strong> Goro” a diferencia <strong>de</strong>l “Mudo” sí hablaba, pero lo hacía mal,<br />
en lugar <strong>de</strong> pronunciar “gordo” pronunciaba “goro”, apodo con el que se le bautizó;<br />
“Aguilita” era nombrado así porque siempre traía una gorra con una águila bordada;<br />
finalmente mi caso personal: “Alucín”, apodo que me gané por mi constante habilidad<br />
para inventar ficciones y parecer interesante. Una <strong>de</strong> las “alucinadas” más recordadas<br />
por mis amigos, era aquella en la cual yo afirmaba tener un dragón en el patio, el cual<br />
estaba basado en un muñeco <strong>de</strong> triceratopos con el que jugaba mucho. Tiempo <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong>scubrí que no era un dragón lo que me gustaba, sino uno <strong>de</strong> aquellos enormes saurios<br />
que una vez fueron los amos <strong>de</strong> la tierra. Había pocos que eran llamados por su nombre<br />
o una abreviación <strong>de</strong> éste: el “LuisMi (Luis Miguel), “Pablín” (Pablo), “Fabi” (Fabián),<br />
“Eduardito” (Eduardo), Oscar y Pedro.<br />
<strong>El</strong> balón rueda y el sol baja. Pronto no somos los únicos en la calle, comienzan a salir<br />
las madres a mitotear, pasarse chismes y regar el frente <strong>de</strong> sus casas. Mi madre carga en<br />
sus brazos a mi hermano menor, los carros y los perros entorpecen el juego, sobre todo<br />
estos animales llamados “el mejor amigo <strong>de</strong>l hombre”. Los caninos siempre fueron otro<br />
tipo <strong>de</strong> personaje en el barrio. Así como nosotros, parecía que tenían su propia pandilla:<br />
“Rambo”, “Boomer”, “Oso”, “Chester”, “Blacky”, “Sague”, y “Solovino”. Torear a los<br />
perros con pedazos <strong>de</strong> carnes frías era algo divertido, pero no tanto como verlos pelear.<br />
Yo no estuve ahí el día que se enfrentaron el Rambo y el Boomer. <strong>El</strong> Guacho alar<strong>de</strong>aba<br />
mucho <strong>de</strong> que su perro, el Rambo, era el mejor <strong>de</strong> todos, el más rápido, el que brincaba<br />
más alto, el que mordía más fuerte. Ciertamente ese perro era un pastor alemán muy<br />
gran<strong>de</strong> e imponente, pero la verdad es que nunca lo habíamos visto en acción, siempre<br />
lo tenían encerrado. De alguna forma salió y se topó con el Boomer, perro que vivía<br />
enfrente <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l Guacho y también, perro al cual el Guacho criticaba mucho por<br />
no ser perro <strong>de</strong> raza: “es perro callejero, es corriente, es <strong>de</strong> la calle, está cruzado, no es <strong>de</strong><br />
raza como el mío”. Tal vez fueron los morros <strong>de</strong>l barrio los que provocaron la pelea, tal<br />
vez nó, el punto es que se dio y cuentan que fue <strong>de</strong> las más violentas vistas en la calle<br />
Ocaso. Yo estaba en la comodidad <strong>de</strong> mi casa, echado y rascándome la panza cuando<br />
<strong>de</strong>cidí salir a la calle, me paré en la banqueta, volteé y ví al Rambo llegar y echarse<br />
frente a mí, bañado en sangre y perdiendo mucha más a través <strong>de</strong>l cuello, en chorros<br />
que se asimilaban a los <strong>de</strong> una manguera <strong>de</strong> agua. Nunca lo volvimos a ver, el Guacho<br />
nos aseguraba que se lo habían llevado a un campo <strong>de</strong> entrenamiento militar o algo así,<br />
pero no engañaba a nadie, su orgullo canino había estirado la pata.<br />
Pasaban pana<strong>de</strong>ros con su inconfundible trompetita, ¡Pafú!, ¡Pafú!, ¡Pafú! Mmm… no,<br />
no es hora <strong>de</strong> un pan dulce, mejor me guardo la feria que tengo para comprarme una<br />
soda al terminar <strong>de</strong> jugar. Otra opción era el carrito <strong>de</strong> las nieves, pero éste no era tan<br />
frecuente. Definitivamente lo que más se consumía era lo que nos ofrecía el puesto <strong>de</strong><br />
doña Anita, mujer <strong>de</strong> edad muy avanzada que era para nosotros la lí<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l matriarcado<br />
<strong>de</strong>l barrio, porque era la dueña <strong>de</strong>l changarro, porque era muy mayor y porque era la<br />
que organizaba todas las festivida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> diciembre.<br />
Malas noticias: el balón cayó en el árbol <strong>de</strong> “la casa <strong>de</strong> los perros”, pues los lugares<br />
también tenían sus apodos: “la casa <strong>de</strong> dos pisos” (única en el barrio) a la cual<br />
tratábamos <strong>de</strong> entrar constantemente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que su dueños se retiraron, a lo<br />
más que llegamos fue a tumbar la puerta <strong>de</strong> una bo<strong>de</strong>guita que había en el patio, ahí<br />
encontramos palos <strong>de</strong> golf y equipos <strong>de</strong> buceo, el equipo <strong>de</strong> buceo no nos sirvió <strong>de</strong><br />
nada, mientras que los palos fueron muy cotizados pues eran una buena herramienta<br />
para golpear; “la casa abandonada”, en la cual nunca vivió nadie y por extrañas razones<br />
nos atemorizaba entrar; “el monte” pequeño lote baldío en la esquina que junto con “el<br />
canal” albergaban a todos los alcohólicos, indigentes y locos con los que alguna vez nos<br />
topamos; “el puesto <strong>de</strong> doña Anita”, comercio que nos proporcionaba sodas y dulces<br />
para seguir corriendo sin parar.<br />
Sacar la pelota <strong>de</strong> “la casa <strong>de</strong> los perros” siempre resultó difícil. De hecho la bola no caía<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa, sólo quedaba entre el cerco y el árbol. Ambos causaban problemas:<br />
el árbol jamás era podado, por lo que resultaba difícil pasar por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> sus largos<br />
y molestos brazos, el cerco dividía al balón <strong>de</strong> los furiosos perros, los cuales no eran<br />
problema pues estaban <strong>de</strong>ntro, el problema eran los fuertes ladridos que intimidaban<br />
a todos. Finalmente nos apegamos a la política <strong>de</strong>l barrio: “el que lo metió ahí, lo saca<br />
<strong>de</strong> ahí”.<br />
II.- PARTE Y FINAL<br />
Más malas noticias: el balón se ponchó, si nadie tiene otro juego se ha terminado por<br />
hoy, mañana trataremos <strong>de</strong> arreglarlo con nuestra solución casera: inyectarle la clara<br />
<strong>de</strong> un huevo. Si no funciona, entonces habrá que esperar a que alguien cumpla años<br />
o comenzar a juntar dinero para comprar otro balón nosotros mismos. No contábamos<br />
con mucho presupuesto, sólo con lo que ocasionalmente nos daban nuestros padres, en<br />
casos <strong>de</strong>sesperados, tratábamos <strong>de</strong> aprovechar cualquier cosa a nuestro alcance. Ven<strong>de</strong>r<br />
botes era un gran negocio, nuestros padres bebían mucho y no les importaba si nosotros<br />
tomábamos los botes. <strong>El</strong> fierro viejo también era bueno, pues los patios siempre estaban<br />
llenos <strong>de</strong> cochinero, sólo falta una buscadita: “MM.… no tengo i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> para qué sean<br />
estos postes en forma <strong>de</strong> “T”, están oxidados y están viejos, creo que no importa si los<br />
vendo, este otro fierro extraño también se ve oxidado, no creo que tenga algún uso…”<br />
el problema <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r fierro viejo es que <strong>de</strong>spués nos enterábamos <strong>de</strong> que vendimos<br />
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