10.05.2013 Views

Pasión criolla - Autoras en la sombra

Pasión criolla - Autoras en la sombra

Pasión criolla - Autoras en la sombra

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

@junio 2009<br />

Género: nove<strong>la</strong> romántica<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

CAPÍTULO UNO<br />

Santa María de los Bu<strong>en</strong>os Aires, Arg<strong>en</strong>tina, 1826<br />

Época colonial, Virreynato del Río de <strong>la</strong> P<strong>la</strong>ta.<br />

—Le juro, Don Diego, que es éste el mejor puro que he probado<br />

<strong>en</strong> mi vida. Usted sí que sabe darse los gustos—decía Don Alfredo<br />

mi<strong>en</strong>tras una voluta de humo se elevaba hasta el alto cielorraso<br />

colonial.<br />

—Uno hace lo que puede, caballero. La vida es una so<strong>la</strong>. Creo<br />

que vale <strong>la</strong> p<strong>en</strong>a vivir<strong>la</strong> con int<strong>en</strong>sidad, y t<strong>en</strong>er lo que uno desee<br />

siempre que esto sea posible, señor de León. ¿No concuerda usted<br />

conmigo?<br />

Los hidalgos caballeros asintieron <strong>en</strong> conformidad. Pero el<br />

Obispo Maturano, siempre at<strong>en</strong>to a <strong>la</strong> pesca de pecados que exigieran<br />

una disp<strong>en</strong>sa 1 y ll<strong>en</strong>aran <strong>la</strong>s arcas de su Iglesia, se permitió dis<strong>en</strong>tir,<br />

objetando.<br />

—Diría yo que como idea es muy bonita, Don Diego. ¿Pero no<br />

cree usted que tal afán llevaría a los hombres a poseer sin medida,<br />

todo cuanto ansí<strong>en</strong> sus ambiciones sin fr<strong>en</strong>o, pecando de codicia, y<br />

gu<strong>la</strong>? ¿No debería fijarse un límite a <strong>la</strong> ambición humana? ¿Cuál sería<br />

ese marg<strong>en</strong> para usted, que posee sin duda más que muchos?—La<br />

cara rechoncha del sacerdote estaba ya colorada, exaltado <strong>en</strong> sus<br />

pa<strong>la</strong>bras, y <strong>en</strong> sus gestos.<br />

Don Diego pareció meditar por un mom<strong>en</strong>to su respuesta, pero<br />

no mucho, y luego respondió.<br />

1 Disp<strong>en</strong>sa: perdón de los pecados otorgado por <strong>la</strong> Iglesia Católica a cambio de un pago<br />

establecido <strong>en</strong> metálico.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

—Creo que el límite a <strong>la</strong> ambición debería ser el precio del<br />

objeto deseado. Si puede pagarse el costo ¿Qué hay de malo <strong>en</strong><br />

poseer?<br />

—¿Entonces cree usted que todo ti<strong>en</strong>e un valor, que todo<br />

cuanto se desee debería t<strong>en</strong>erse? —continuó el Obispo.<br />

—Mi<strong>en</strong>tras se pueda, por supuesto, mi señor.<br />

—¿Y qué me dices de valores como <strong>la</strong> honestidad, el amor, <strong>la</strong><br />

amistad, Diego? No me dirás que son también bi<strong>en</strong>es negociables,<br />

¿verdad? —Intervino el caballero s<strong>en</strong>tado a <strong>la</strong> derecha del jov<strong>en</strong><br />

terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te 2 , aproximadam<strong>en</strong>te de su misma edad.<br />

—Parece un p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to algo cínico para un hombre <strong>en</strong> <strong>la</strong> flor<br />

de <strong>la</strong> vida. ¡Con todo lo que a usted le falta vivir, Don Diego!—se<br />

<strong>la</strong>m<strong>en</strong>tó el Obispo.<br />

Todo <strong>en</strong> esta vida ti<strong>en</strong>e un precio, sólo hay que saber cuál es.<br />

— Fue <strong>la</strong> respuesta de Diego.<br />

Maturano estaba ya soltando una réplica, pero se vio<br />

interrumpido por Don Alfredo.<br />

—¡La gran siete 3 , se ha dicho!…—Don Alfredo t<strong>en</strong>ía una bu<strong>en</strong>a<br />

mano, y quería continuar— ¡Ya es demasiado filosofar por hoy! Que<br />

<strong>la</strong>s cartas se duerm<strong>en</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> mesa, señores. De modo que sigamos —<br />

dijo.<br />

Todos se acomodaron <strong>en</strong> sus asi<strong>en</strong>tos y se dispusieron a jugar.<br />

El humo de los finos cigarros ya no dejaba ver.<br />

Los ojos <strong>en</strong>rojecidos y <strong>la</strong>s voces rasposas de los caballeros ni<br />

siquiera eran percibidos por los negros 4 , que aguardaban dormitando<br />

<strong>en</strong> los jergones <strong>en</strong> <strong>la</strong> esquina del cuarto.<br />

2 Terrat<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te: propietario de grandes ext<strong>en</strong>siones de tierra, hac<strong>en</strong>dado.<br />

3 La gran siete: expresión de bronca, o de nostalgia.<br />

4 En <strong>la</strong> América de <strong>la</strong> época colonial los negros se hal<strong>la</strong>ban sometidos a <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud, así como<br />

muchas tribus indíg<strong>en</strong>as se vieron reducidas a <strong>la</strong> servidumbre. Era normal <strong>en</strong> <strong>la</strong> sociedad<br />

colonial, tanto para españoles como para criollos, <strong>la</strong> posesión de esc<strong>la</strong>vos y sirvi<strong>en</strong>tes.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

La fragancia de <strong>la</strong> cera recién aplicada a los pisos lustrosos de<br />

madera oscurecida los había recibido ap<strong>en</strong>as <strong>en</strong>trar, pero de eso<br />

hacía ya catorce horas, y algo más.<br />

—Las cuatro han dado, y sereee<strong>en</strong>oooo…—el ser<strong>en</strong>o 5 había<br />

dado <strong>la</strong>s cuatro y anunciado tiempo calmo con c<strong>la</strong>ra voz, pero <strong>la</strong>s<br />

faro<strong>la</strong>s despr<strong>en</strong>dían una luz t<strong>en</strong>ue, y sólo iluminaban <strong>la</strong> estancia los<br />

velones ubicados estratégicam<strong>en</strong>te.<br />

Casi todos los señores manoseaban nerviosam<strong>en</strong>te <strong>la</strong>s cartas, y<br />

el brandy y el oporto así como g<strong>en</strong>erosas medidas de whisky<br />

rell<strong>en</strong>aban los vasos para aliviar <strong>la</strong> sequedad de sus go<strong>la</strong>s 6 .<br />

Varios caballeros adornaban <strong>la</strong> mesa con su pres<strong>en</strong>cia, pero dos<br />

de ellos destacaban <strong>en</strong>tre los otros. Don Diego, porque nada parecía<br />

perturbarlo, a pesar de <strong>la</strong> gran suma de dinero que había ido<br />

perdi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> esas horas y el señor de León porque era imposible<br />

para él pasar desapercibido.<br />

Hab<strong>la</strong>ba fuerte, carcajeaba fuerte, y apostaba fuerte. O por lo<br />

m<strong>en</strong>os lo había hecho toda <strong>la</strong> tarde, excepto esta última media hora,<br />

<strong>en</strong> que <strong>la</strong> suerte com<strong>en</strong>zó a esquivarle el bulto 7 . Entonces gruesas<br />

gotas empezaron a caer de su fr<strong>en</strong>te, mojando sus pob<strong>la</strong>das cejas<br />

b<strong>la</strong>ncas, y p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do allí por segundos, se dejaron llorar sobre los<br />

naipes que ocultaba a <strong>la</strong> vista de los demás.<br />

Pronto <strong>la</strong> pi<strong>la</strong> de monedas fr<strong>en</strong>te suyo bajó, y se vio forzado a<br />

despertar a su criado para pedir su monedero. Lógico que aquel se lo<br />

guardara pues también conservaba <strong>en</strong>tre sus brazos <strong>la</strong> chaqueta y el<br />

tapado, y también el corbatín de seda, y el sombrero de copa a<br />

juego.<br />

5 Ser<strong>en</strong>o: <strong>en</strong>cargado de <strong>la</strong> iluminación nocturna, <strong>en</strong>c<strong>en</strong>día los faroles públicos y<br />

cantaba(pregonaba) <strong>la</strong> hora, así como el estado meteorológico del tiempo.<br />

6 Go<strong>la</strong>s: gargantas<br />

7 Esquivar el bulto: eludir, escaparse de algo.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

El tintineo de <strong>la</strong>s monedas se increm<strong>en</strong>tó, y varios caballeros<br />

arrojaron sus cartas boca abajo <strong>en</strong> <strong>la</strong> superficie pulida de <strong>la</strong> mesa,<br />

retirándose.<br />

Pero no Don Alfredo. Estaba seguro de recuperar <strong>la</strong> racha 8 de<br />

<strong>la</strong>s últimas horas, por lo que situó de<strong>la</strong>nte suyo el pesado reloj de<br />

cad<strong>en</strong>a que había pert<strong>en</strong>ecido a su abuelo y los gemelos de oro con<br />

pequeños bril<strong>la</strong>ntes que reflejaban <strong>la</strong> débil luz.<br />

Ni tampoco Don Diego. ¿Por qué habría de hacerlo si su<br />

ganancia aum<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> <strong>la</strong> misma medida <strong>en</strong> que el viejo caballero <strong>la</strong><br />

perdía?<br />

Y sus fieles criados eran de los pocos que aún estaban<br />

despiertos, acercando a Alfredo papel y pluma para escribir <strong>la</strong>s letras<br />

de pago 9 cada vez que el Don levantaba imperativo <strong>la</strong> mano.<br />

Otra vuelta del mazo fue servida, y no quiso <strong>la</strong> suerte<br />

acompañar al viejo león. La ristra de maldiciones que susurró, puesto<br />

que ya no gritaba, asustó a su amigo el obispo, qui<strong>en</strong> se santiguó 10<br />

apropiadam<strong>en</strong>te y prometió rezar por <strong>la</strong> salvación de su alma.<br />

— ¿No reza por <strong>la</strong> mía, Monseñor?—preguntó socarronam<strong>en</strong>te<br />

Diego, haci<strong>en</strong>do adrede uso de un título superior que sabía Maturano<br />

ambicionaba.<br />

—Tú no pareces t<strong>en</strong>er<strong>la</strong>, Diego, amigo mío—respondió<br />

primeram<strong>en</strong>te Valdéz, a cargo <strong>en</strong> el Tribunal de Faltas, a <strong>la</strong> diestra de<br />

Diego.<br />

—Podría dar una muestra de piedad, Señor del Pi<strong>la</strong>r—intervino<br />

el obispo—El hombre ya no ti<strong>en</strong>e nada con lo cual responder si lo<br />

aqueja <strong>la</strong> pérdida.<br />

8 Racha: suerte, puede ser bu<strong>en</strong>a o ma<strong>la</strong>.<br />

9 Letras de pago: pagarés firmados para asumir <strong>la</strong> cance<strong>la</strong>ción de una deuda.<br />

10 Santiguarse: hacerse <strong>la</strong> señal de <strong>la</strong> cruz.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

—Cómo no, señor cura, pero más tarde ha de ser. En este<br />

instante no me si<strong>en</strong>to muy piadoso.— Diego rápidam<strong>en</strong>te corrigió su<br />

error. — Pero no tema usted, el domingo sin duda se abrirá con <strong>la</strong><br />

caridad de siempre mi bolsa.<br />

—Bu<strong>en</strong>o, se agradece, por supuesto, Don Diego. –rápidam<strong>en</strong>te<br />

superados sus temores por el amigo León.<br />

—Cal<strong>la</strong> ya, Maturano, si serás niña. No t<strong>en</strong>dré nada que perder,<br />

y sí todo para ganar. Deja de ser quejica—fue <strong>la</strong> devolución de Don<br />

Alfredo.<br />

—Creo que el Señor de León ti<strong>en</strong>e razón, amigo. Después de<br />

todo, qui<strong>en</strong> no arriesga no gana ¿verdad? Le daré <strong>la</strong> gracia que tan<br />

amablem<strong>en</strong>te pide, su excel<strong>en</strong>cia. — dijo Diego—Para que vea usted<br />

mi bu<strong>en</strong>a voluntad, le diré que ofreceré un todo o nada. Y es más,<br />

dob<strong>la</strong>ré <strong>la</strong> apuesta. Qui<strong>en</strong> gane esta mano será el v<strong>en</strong>cedor.<br />

Don Alfredo Rodríguez Fernández de León levantó súbitam<strong>en</strong>te<br />

<strong>la</strong> vista de sus cartas, y todo su semb<strong>la</strong>nte se iluminó con <strong>la</strong> alegría<br />

del adicto, un poco chispeado además por <strong>la</strong> bu<strong>en</strong>a calidad del<br />

brandy.<br />

—Pues eso sí que demuestra su amistad, del Pi<strong>la</strong>r. Observ<strong>en</strong>,<br />

caballeros. He aquí un hombre de honor, que da una oportunidad a<br />

qui<strong>en</strong> aprecia. Sólo necesito unas pesetas más, Maturano, sin duda<br />

podrás reponer<strong>la</strong>s el domingo con <strong>la</strong> limosna de Don Diego—solicitó<br />

ri<strong>en</strong>do de su chiste.<br />

—Me <strong>en</strong>cantaría ayudarte, Alfredo, lo sabes. Pero no me queda<br />

nada ni propio ni aj<strong>en</strong>o.<br />

¿No estaría bi<strong>en</strong> retirarnos ya? Agradece a Diego <strong>la</strong> hospitalidad<br />

de su casa, y pediré mi carruaje para llevarte ...La niña te espera—<br />

adujo el obispo, procurando disuadirlo.<br />

—Oh, un viejo cha<strong>la</strong>do, eso es lo que eres. Tantas b<strong>en</strong>diciones<br />

y m<strong>en</strong>tir a un amigo…—Don Alfredo recorría los rostros con<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

vehem<strong>en</strong>cia, buscando cómo torcer su destino. Estaba seguro de<br />

ganar esta vez, y con eso cance<strong>la</strong>ría <strong>la</strong> deuda de <strong>la</strong> partida, y otras<br />

muchas p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes con los acreedores que lo perseguían incansables.<br />

—Bu<strong>en</strong>o, Don Alfredo, se compr<strong>en</strong>de—dijo Diego—Hemos<br />

jugado fuerte y algunos s<strong>en</strong>cil<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te no están a <strong>la</strong> altura. No es<br />

pecado, hombre. Dejemos esto así, y sigamos amigos. Mañana <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

mañana pasaré por su casa para cambiar <strong>la</strong>s letras 11 …<br />

— ¡No, no, Diego! Faltaría más. —Era imposible reunir esa<br />

suma, ni mañana ni <strong>en</strong> unos cuantos años—Déjeme p<strong>en</strong>sarlo…algo ha<br />

de quedar…<br />

Don Diego Ríos del Pi<strong>la</strong>r se recostó <strong>en</strong> el respaldo del sillón y<br />

adoptó una postura de profundo hastío.<br />

Llevaba sus cabellos recogidos firmem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una coleta, y ni<br />

una hebra escapaba al peinado.<br />

De su impecable chaqueta gris plomo asomaba el <strong>en</strong>caje de <strong>la</strong><br />

camisa de seda, y se tomó un mom<strong>en</strong>to para ponerlo <strong>en</strong> ord<strong>en</strong> y<br />

acomodar los pliegues, como si fuera todo lo que debía hacer.<br />

Su rostro mor<strong>en</strong>o estaba serio, pero no t<strong>en</strong>so. Llevó una vez<br />

más el puro hasta sus <strong>la</strong>bios, y dio una bocanada que saboreó<br />

int<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te, exha<strong>la</strong>ndo el humo con l<strong>en</strong>titud.<br />

S<strong>en</strong>tado fr<strong>en</strong>te a él, su futuro suegro sudaba copiosam<strong>en</strong>te.<br />

Diego podía imaginar los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos del Don girando <strong>en</strong> impreciso<br />

ord<strong>en</strong> como un reloj de <strong>en</strong>granaje fuera de hora. Esperó con calma,<br />

sabi<strong>en</strong>do que aún el anciano no había <strong>en</strong>contrado <strong>la</strong> única salida<br />

posible a su situación.<br />

Entonces le observó abandonar el derrotismo, y cambiar el<br />

rostro nuevam<strong>en</strong>te al de un niño, y supo <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras que diría a<br />

continuación.<br />

11 Cambiar <strong>la</strong>s letras: cobrar <strong>la</strong> deuda.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

—Reparte, Diego. Sin dudar. Todavía queda algo que es mío<br />

totalm<strong>en</strong>te y esta vez no me dejaré v<strong>en</strong>cer, amigo.<br />

— ¿Y qué será eso, señor? Si me permite preguntar…Después<br />

de todo, es una suma <strong>en</strong>orme…no querrá usted ofrecerme otro<br />

purasangre. S<strong>en</strong>cil<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te, no dispondría de lugar para él—dijo<br />

Diego, provocando <strong>la</strong> risa nerviosa de los pres<strong>en</strong>tes.<br />

Don Alejandro frunció levem<strong>en</strong>te el ceño.<br />

—Bu<strong>en</strong>o, quizá no un purasangre, precisam<strong>en</strong>te. Pero t<strong>en</strong>go <strong>en</strong><br />

mi familia una yegua única <strong>en</strong> su estilo, que no ha sido montada<br />

jamás.<br />

Maturana.<br />

— ¡Alfredo, razona, te lo ruego! ¡Es una niña!—objetó<br />

—No lo sé, Don Alfredo—respondió atusándose el dorado<br />

bigote— ¿Una mujer? No había p<strong>en</strong>sado <strong>en</strong> eso, ciertam<strong>en</strong>te. Aunque<br />

nunca vi<strong>en</strong>e mal cons<strong>en</strong>tirse un poco. Como les decía, <strong>la</strong> vida hay que<br />

vivir<strong>la</strong>. Creo que podría haber un lugar disponible <strong>en</strong> mi cama.<br />

Nuevas risas y com<strong>en</strong>tarios subidos de tono coronaron <strong>la</strong><br />

gracia, pero Don Alfredo agitaba <strong>en</strong>érgicam<strong>en</strong>te <strong>la</strong> cabeza negando.<br />

—El Obispo ti<strong>en</strong>e razón, Don Diego. La niña ha heredado toda <strong>la</strong><br />

belleza y <strong>la</strong> gracia de su difunta madre, y conserva su doncellez.<br />

Ti<strong>en</strong>e variados tal<strong>en</strong>tos. Eso eleva su precio. Pero of<strong>en</strong>des mi honor si<br />

crees que puede ser algo m<strong>en</strong>os que una esposa. T<strong>en</strong>drá que<br />

casoriarse 12 como Dios manda, habrase visto. ¡Qué p<strong>en</strong>saría si no mi<br />

difunta esposa de mí!<br />

— ¡Casami<strong>en</strong>to!—objetó Diego, <strong>en</strong>varándose <strong>en</strong> <strong>la</strong> sil<strong>la</strong>—P<strong>en</strong>sé<br />

que el objetivo de esta noche era pasar un rato am<strong>en</strong>o. No si<strong>en</strong>to<br />

deseos de <strong>en</strong><strong>la</strong>zarme, Alfredo. T<strong>en</strong>drá que ser algo más.<br />

12 Casoriarse: casarse legalm<strong>en</strong>te.<br />

Editora Digital


Sharanta Navarro<br />

PASION CRIOLLA<br />

Siguió a esto una pequeña discusión donde todos los caballeros<br />

procuraron conv<strong>en</strong>cer a Diego de <strong>la</strong>s virtudes del casorio y de <strong>la</strong><br />

moza. Su padre terminó por aducir que, <strong>en</strong> caso de perder todo, <strong>la</strong><br />

niña por lo m<strong>en</strong>os aseguraba el futuro. Con lo cual no pudieron<br />

m<strong>en</strong>os que acordar los demás.<br />

Una nueva ronda fue servida por Zacarías, y Z<strong>en</strong>ón acercó<br />

nuevam<strong>en</strong>te <strong>la</strong>s letras para sel<strong>la</strong>r <strong>la</strong> apuesta.<br />

El juez Valdéz se ofreció a preparar el acuerdo y a salir de<br />

testigo, y el Obispo Maturano acordó oficiar el <strong>en</strong><strong>la</strong>ce.<br />

Diego simplem<strong>en</strong>te se dejó hacer, dejando que dieran por<br />

s<strong>en</strong>tada su conformidad, pero pidió candil para otro puro, lo que para<br />

qui<strong>en</strong> lo conociera, demostraba su ansiedad.<br />

—Si está usted muy seguro, mi apreciado señor—insistió el<br />

jov<strong>en</strong>—No quisiera luego que se arrepi<strong>en</strong>ta.<br />

La Doña de <strong>la</strong> Haci<strong>en</strong>da Ríos del Pi<strong>la</strong>r, Doña Elizabeth Amanda<br />

Rodríguez Fernández de León, fue puesta sobre <strong>la</strong> mesa.<br />

Diego volvió a ver <strong>la</strong> figura de <strong>la</strong> jov<strong>en</strong> caminando con un suave<br />

ba<strong>la</strong>nceo de caderas <strong>en</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za.<br />

Dulce Beth. Imaginó <strong>la</strong>s negras mechas de su <strong>la</strong>rgo cabello<br />

<strong>en</strong>tre sus manos mi<strong>en</strong>tras su l<strong>en</strong>gua se ad<strong>en</strong>traba <strong>en</strong> <strong>la</strong> rosada boca<br />

virg<strong>en</strong>, y contuvo el ali<strong>en</strong>to, esperando <strong>la</strong> respuesta del señor de<br />

León.<br />

—Reparta, mi amigo ¡La suerte acompaña al vali<strong>en</strong>te!<br />

Dulce, dulce, dulce…<br />

Editora Digital

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!