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EL OASIS DE LA MEMORIA - Publicaciones

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El oasis de la memoria<br />

Ilegalidad y clandestinidad de las detenciones<br />

A pesar de que las detenciones fueron llevadas a cabo en muchos casos por personal uniformado<br />

y hubo testigos de las mismas, como familiares o vecinos, las personas detenidas<br />

fueron inmediatamente llevadas al centro clandestino de detención que operaba en las<br />

instalaciones del antiguo cuartel del ejército español en El Aaiún, que era entonces sede<br />

de la Policía de Intervención Rápida, conocido como PCCMI.<br />

358<br />

A mí me llevaron en cinco minutos, la cárcel clandestina estaba al lado mi casa,<br />

pero nadie sabía dónde me encontraba. Lo peor de esto es que en esta zona pasé<br />

toda mi infancia, jugaba allí con mis amigas de pequeña, pero nunca supe que allí<br />

adentro había una mazmorra. Aminatou Haidar.<br />

Se ocultó a los familiares el destino de los detenidos, y con los propios detenidos se llevaron<br />

a cabo maniobras de ocultamiento o manipulación psicológica para evitar que supieran<br />

donde se encontraban. Esta desorientación temporo-espacial fue parte del maltrato<br />

para aumentar la vulnerabilidad de las personas detenidas. Otras detenciones se llevaron<br />

a cabo después de las primeras, a lo largo de cinco días, y fruto de las torturas a que fueron<br />

sometidos los detenidos para que dieran más nombres de personas implicadas en la<br />

preparación de la manifestación.<br />

El día 20, yo estaba en el trabajo y cerca de las 15h vino un señor responsable del<br />

trabajo y me dijo que había dos señores que me buscaban. Había dos policías en la<br />

oficina vestidos de civil y con gafas. Me dijeron: “Somos de la seguridad nacional y<br />

queremos hablar contigo”. Antes de entrar a trabajar me había puesto dos banderas<br />

de la RASD por dentro, me vestí con un pantalón amplio, una blusa y mi melhfa.<br />

Me amarré una bandera en mi pantalón y otra detrás. Me amarré también unas<br />

cartas en las piernas para dárselas a la comisión internacional. Cuando escuché<br />

que tenía que ir con ellos, les pedí me dejaran ir por mi bolso a mi oficina y de esa<br />

manera aprovechar para quitarme todo ello de encima, pero ellos me dijeron: “No,<br />

no vale la pena solo es un minuto y vas a volver”. Bajé con ellos, en la puerta había<br />

un coche oficial, un Land Rover, y me dijeron: “Sube detrás”. Cuando subí, estaba<br />

un señor adentro, cogió un saco de los que se utilizan para el azúcar, de tela fuerte,<br />

y me la puso en la cabeza y me dijo que la pusiera entre mis piernas. En este momento,<br />

pensé que no es una cuestión de unos o dos minutos que seguramente tendría el<br />

mismo paradero de mi madre o de otros saharauis. El Ghalia Djimi.<br />

Dado que esta era la primera manifestación pública que se realizaba por parte de los saharauis<br />

desde la ocupación por el ejército marroquí en 1975, el impacto de las detenciones<br />

supuso un enorme terror para los detenidos y las familias afectadas, teniendo en cuenta<br />

el antecedente de que en los últimos doce años se habían dado centenares de casos de<br />

desaparición forzada.<br />

El carro partió y después de media hora el coche paró, yo no sabía exactamente<br />

qué pasaba, porque la primera vez que la policía había arrestado a gente no se

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