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Richard Leakey - Nuestros Origenes - Fieras, alimañas y sabandijas

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Los primeros indicios empezaron a vislumbrarse a principios de los ochenta, cuando<br />

Frank empezó a trabajar por primera vez en la parte oriental del lago y luego en la<br />

occidental. Antes había formado parte del equipo norteamericano dirigido por Clark<br />

Howell, que trabajaba en el curso inferior del río Orno, una continuación de parte de la<br />

expedición conjunta franco-norteamericana-keniata que yo había abandonado en<br />

1967. El trabajo de Frank consistía en recoger datos sobre la historia geológica de la<br />

región, y establecer un registro de los cambios medioambientales sepultados en<br />

profundos sedimentos.<br />

Los episodios de hiperpluviosidad, o los periodos de gran sequía, por ejemplo, dejan<br />

huella en los sedimentos acumulados a lo largo de los siglos. La presencia de un lago,<br />

la tierra de aluvión de un río cercano, también quedan inscritas en el registro<br />

geológico. Donde hay sedimentos se puede indagar el pasado y leer el registro de un<br />

ambiente ya desaparecido y de los cambios habidos en él. La interfoliación de los<br />

estratos de ceniza volcánica proporciona una escala temporal de estos cambios. Los<br />

isótopos radiactivos, un componente natural de la ceniza volcánica, nos permiten fijar<br />

con precisión la fecha de la erupción que produjo la ceniza, porque la desintegración<br />

lenta pero gradual de los isótopos actúa como un reloj atómico. La llamada datación<br />

por potasio-argón es uno de los métodos más utilizados para reconstruir el registro de<br />

las erupciones volcánicas en el África oriental. Frank había reconstruido<br />

meticulosamente un registro del bajo valle del Orno, y luego hizo lo mismo con los<br />

sedimentos al este y al oeste del lago Turkana.<br />

«Me di cuenta de que existían intervalos en los que no hubo lago en la cuenca —<br />

explica Frank, recordando sus primeros trabajos—. Cuanto más analizaba los datos,<br />

tanto más claros resultaban.» Pero el lago Turkana es tan vasto, su presencia tan<br />

impresionante, y domina hasta tal punto nuestras vidas, que resulta difícil imaginar<br />

una época sin él. Resulta impensable.<br />

El lago todavía nos plantea enigmas, entre ellos las épocas en que el ancho no Orno<br />

dejó de verter sus aguas en él. Frank cree que, por alguna razón, las aguas del Orno<br />

se desviaron temporalmente para verter en el Nilo. Algún día conoceremos cada<br />

recoveco de la historia de la región. Pero lo importante es que sabemos lo suficiente<br />

para aceptar que todo cuanto vemos a nuestro alrededor hoy en día es tan sólo un<br />

breve momento en la larga evolución de la historia, no necesariamente un hito preciso<br />

de cómo fueron las cosas en el pasado ni, evidentemente, de cómo serán en el futuro.<br />

Si queremos alcanzar una perspectiva de la historia humana, como es mi caso, esta es<br />

una lección importante.<br />

EN BUSCA DEL JOVEN TURKANA<br />

En los últimos años he llegado a creer que esta perspectiva es tal vez la lección más<br />

importante que cabe aprender sobre nosotros mismos. Homo sapiens ocupa una<br />

brevísima porción de tiempo en la historia de la Tierra, un breve, efímero momento.<br />

Nuestro planeta tiene entre 4.000 y 5.000 millones de años. La vida primitiva empezó<br />

aquí hace unos 4.000 millones de años; las primeras formas de vida en la Tierra<br />

aparecieron hace unos 350 millones de años; el primer mamífero, hace 200 millones<br />

de años; los primeros primates, hace algo más de 66 millones de años; los primeros<br />

simios hace 30 millones de años; los primeros homínidos, hace unos 7,5 millones de<br />

años; Homo sapiens, tal vez hace 0,1 millones de años. Pese a la multiplicidad, la<br />

complejidad y la riqueza de las cosas que hay en la historia de la Tierra capaces de<br />

cautivarnos, nosotros, ineludiblemente, nos vemos abocados a interesarnos por<br />

nuestros propios orígenes.<br />

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