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Richard Leakey - Nuestros Origenes - Fieras, alimañas y sabandijas

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prácticamente desaparecen las representaciones de batallas. Opino que es un hecho<br />

importante en la evolución de los asuntos humanos. Creo que la guerra hunde sus<br />

raíces en la necesidad de posesión territorial cuando las poblaciones se han hecho<br />

agrícolas y necesariamente sedentarias. La violencia, entonces, puede llegar a ser una<br />

obsesión, cuando las poblaciones empiezan a crecer y a desarrollar su capacidad para<br />

organizar grandes fuerzas militares. No creo que la violencia sea una característica<br />

innata del género humano, sino meramente una adaptación desafortunada a unas circunstancias<br />

determinadas.<br />

La ausencia de indicios de violencia intergrupal antes de la revolución agrícola no<br />

prueba, evidentemente, que nuestros antepasados cazadores-recolectores de hace<br />

más de 10.000 años no fueran tan violentos e inclinados al genocidio como lo han sido<br />

recientemente. Como siempre en la ciencia, la ausencia de evidencia no puede<br />

considerarse evidencia de la ausencia. Pero la considero una deducción razonable. En<br />

cambio, no encuentro nada razonable la afirmación de Milford Wolpoff de que si los<br />

humanos han sido genocidas en tiempos recientes también tuvieron que serlo antes. Si<br />

pudiera demostrarse que la violencia fue el único mecanismo posible para sustituir una<br />

población por otra, entonces no nos quedaría más explicación que la de Milford. Pero<br />

este no es el caso.<br />

«Durante años he intentado explicar en términos demográficos la extinción de los<br />

neanderthales», exponía Ezra Zubrow a un grupo de arqueólogos en la Universidad de<br />

Cambridge. Zubrow, un antropólogo de la Universidad Estatal de Nueva York,<br />

participaba en una importante conferencia sobre el origen de los humanos modernos,<br />

celebrada en el verano de 1987. Utilizando modelos informáticos sobre dinámicas de<br />

población, investigó la «interacción» entre poblaciones vecinas, ambas con distinto<br />

grado de capacidad competitiva. Su mensaje fue tan claro como sorprendente: «Creo<br />

que puedo demostrar que basta una pequeña ventaja demográfica para que las formas<br />

modernas crezcan rápidamente y las arcaicas se extingan». En el contexto europeo,<br />

dijo, «los neanderthales pudieron extinguirse en un solo milenio». Que es<br />

precisamente lo que observamos en el registro.<br />

Cuesta creer que una modesta diferencia en la capacidad de subsistencia —que supone<br />

un margen de un 2 por 100 en el índice de mortalidad por generación— pueda llevar al<br />

éxito de una población y a la extinción de otra. Pero en biología ocurre con frecuencia<br />

que nuestras percepciones se basan en experiencias actuales, y no acabamos de<br />

captar la influencia de una larga dimensión temporal. En este caso, un estrecho<br />

margen en el índice de mortalidad a lo largo de un milenio se traduce en una gran<br />

diferencia en términos de supervivencia.<br />

Zubrow no dice, y tampoco yo concluyo, que los humanos modernos dejaran fuera de<br />

competición a los neanderthales. Lo que muestra su obra es que la competencia entre<br />

poblaciones por los recursos es una explicación plausible de la extinción del<br />

neanderthal en el periodo de tiempo que estamos tratando. La posibilidad debe tenerse<br />

en cuenta. La extinción a través de la violencia o a través de la lucha competitiva por<br />

los recursos siguen siendo dos hipótesis distintas que sólo la futura evidencia directa<br />

podrá confirmar o rechazar, o abrirse a una tercera vía. Es demasiado fácil estar en<br />

favor de una hipótesis concreta sólo porque conviene a las propias esperanzas<br />

históricas o a nuestra conciencia científica.<br />

Si todo esto parece un cuadro incierto y confuso de los orígenes de los humanos<br />

modernos, es precisamente debido a que ni los mismos antropólogos ni los<br />

arqueólogos acaban de estar seguros de lo que realmente pasó. Por mucho que<br />

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