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siempre, llegué con anticipación.<br />
Saverio estaba ya allí, arrodillado, mirando hacia el<br />
altar, esperando a la novia. Se dio cuenta de mi presencia<br />
y me hizo una seña con la cabeza, indicándome el lugar<br />
donde sentarme. Me lo había reservado en primera fila.<br />
Quería que me sentara allí, junto a Teresa. Detrás de<br />
nosotros estaban los amigos de la asociación y los obreros<br />
que lo conocían desde hacía años. En la otra parte estaban<br />
los parientes de la novia, mucho más numerosos que<br />
nosotros. Era una familia de Scanno, una región de la<br />
provincia de Aquila.<br />
Emilia apareció sobre el umbral de la iglesia del brazo<br />
de Alfredo, su padre. Su cara estaba iluminada por la más<br />
bonita de las sonrisas, mientras él, con las mandíbulas<br />
apretadas, buscaba no ceder a la emoción, consciente que<br />
dentro de poco confiaría su niña a aquel hombre.<br />
Atravesaron la nave de la iglesia caminando lentamente<br />
bajo la mirada conmovida de sus ancianas tías. Dos niñas<br />
detrás de ella sostenían la larga cola del vestido. Llevaban<br />
el “muliebre”, vestido típico de Scanno compuesto por una<br />
falda voluminosa de paño trabajado, un corsette y un<br />
sombrero hecho de lazos multicolores.<br />
Saverio tenía puesto un traje con saco cruzado azul<br />
marino, de botones dorados que hacían juego con los<br />
gemelos brillantes que se asomaban por debajo de las<br />
mangas del saco. Llevaba aquel traje con la misma<br />
desenvoltura que tuvo cuando se presentó por primera<br />
vez en la obra buscando un puesto de trabajo.<br />
Padre e hija llegaron al altar, los dos hombres se dieron<br />
la mano, luego Saverio besó a la esposa sobre la mejilla y