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ecuerda a Jake La Motta, el toro desencadenado.<br />
Era exactamente así. Monzón con el pasar de algunos<br />
minutos acortaba la distancia, logrando de esta manera<br />
hacerse sentir cada vez un poquito más. Vittorio y yo nos<br />
quedamos boquiabiertos cuando, al final del cuarto round,<br />
notamos que Nino, sentado en el ángulo, suspiraba para<br />
volver a tomar aliento. Más tarde, en el sexto round, un<br />
golpe de Monzón marcó el encuentro.<br />
Sólo entonces, Saverio se despertó y empezó a darse<br />
cuenta de lo que estaba sucediendo sobre aquel ring, en la<br />
otra parte del mundo, como si aquel puño se lo hubieran<br />
dado a él.<br />
Por un instante nos quedamos en silencio. Quedó sólo el<br />
humo de los cigarrillos y el zumbido de una mosca que<br />
volaba adelante de la pantalla. Vittorio se puso la mano<br />
sobre la frente y empezó a sacudir la cabeza.<br />
- Esto no está bien, no está bien. ¡Se está poniendo feo!<br />
Saverio no respondió. Abrió otra Quilmes y se levantó<br />
para desentumecer las piernas. El entusiasmo inicial de<br />
nosotros, los italianos, se estaba desvaneciendo. Yo seguía<br />
el encuentro mirando de reojo, como si quisiera alejar el<br />
sufrimiento de ver a mi ídolo sucumbir bajo los golpes del<br />
coriáceo Monzón.<br />
Sobre la mesa estaban los platos apilados con los restos<br />
de ensalada y algunos huesos. Encendí un cigarro y para<br />
distraerme empecé a levantar la mesa. Mientras tanto, el<br />
cronista confirmaba la impresión que ya todos teníamos<br />
de aquel encuentro: el campeón conservaba su estilo pero<br />
el adversario estaba más presente.<br />
Monzón afrontaba cada round como si fuera el primero,