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Untitled - Nicola Viceconti

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tan importante ritual. Bebimos juntos, mientras más allá,<br />

alrededor de la mesa, los demás charlaban alegremente.<br />

Saverio intentó reclamar una degustación, pero Vittorio<br />

ignoró su solicitud, luego se dirigió a mí, esperando que él<br />

entendiese.<br />

- Para hacer un buen asado se necesita tener mucha<br />

paciencia, la prisa no es una buena amiga. ¡Son los<br />

comensales los que esperan la carne y no viceversa!<br />

Yo también tenía hambre pero no me atreví<br />

contradecirlo. Él siguió describiendo el ritual de la<br />

preparación del asado, pero para mí, que había ya bebido<br />

un par de vasos en ayunas, la charla con Vittorio se estaba<br />

trasnformando en una tortura. Él, el increíble asador,<br />

continuó sin piedad.<br />

- El asado es como el mate, tiene sus tiempos y no se lo<br />

puede apurar. Se come lentamente a medida que se va<br />

cocinando.<br />

Fui salvado por Pedro que me llamó a la mesa para<br />

ofrecerme una hogaza típica de Asturias que había<br />

preparado su esposa.<br />

Por Canal 7, mientras tanto, estaban pasando el<br />

noticiero. La edición de la tarde se había anticipado para<br />

permitir el enlace con Roma, alrededor de las dieciocho y<br />

treinta. En aquel período se repetían siempre las mismas<br />

noticias. El presidente Roberto Marcelo Levingston, el<br />

enésimo militar al poder, había estado de visita en un<br />

cuartel en Santa Fe. Pasando a la crónica, era Buenos<br />

Aires la que llenaba el telediario con la noticia de una<br />

operación terrorista todavía no reivindicada y un<br />

homicidio de una familia de Belgrano. Siguieron algunas

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