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tan importante ritual. Bebimos juntos, mientras más allá,<br />
alrededor de la mesa, los demás charlaban alegremente.<br />
Saverio intentó reclamar una degustación, pero Vittorio<br />
ignoró su solicitud, luego se dirigió a mí, esperando que él<br />
entendiese.<br />
- Para hacer un buen asado se necesita tener mucha<br />
paciencia, la prisa no es una buena amiga. ¡Son los<br />
comensales los que esperan la carne y no viceversa!<br />
Yo también tenía hambre pero no me atreví<br />
contradecirlo. Él siguió describiendo el ritual de la<br />
preparación del asado, pero para mí, que había ya bebido<br />
un par de vasos en ayunas, la charla con Vittorio se estaba<br />
trasnformando en una tortura. Él, el increíble asador,<br />
continuó sin piedad.<br />
- El asado es como el mate, tiene sus tiempos y no se lo<br />
puede apurar. Se come lentamente a medida que se va<br />
cocinando.<br />
Fui salvado por Pedro que me llamó a la mesa para<br />
ofrecerme una hogaza típica de Asturias que había<br />
preparado su esposa.<br />
Por Canal 7, mientras tanto, estaban pasando el<br />
noticiero. La edición de la tarde se había anticipado para<br />
permitir el enlace con Roma, alrededor de las dieciocho y<br />
treinta. En aquel período se repetían siempre las mismas<br />
noticias. El presidente Roberto Marcelo Levingston, el<br />
enésimo militar al poder, había estado de visita en un<br />
cuartel en Santa Fe. Pasando a la crónica, era Buenos<br />
Aires la que llenaba el telediario con la noticia de una<br />
operación terrorista todavía no reivindicada y un<br />
homicidio de una familia de Belgrano. Siguieron algunas