Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
a aquellos mismos lugares.<br />
No siempre pasábamos las noches solos, evocando<br />
momentos del pasado. Otras veces nos colábamos en<br />
alguna fiesta en un boliche o en la casa de alguien. Saverio<br />
tenía la habilidad de entrar en contacto con personas de la<br />
alta burguesía y a mí esto me convenía porque estábamos<br />
siempre rodeados de mujeres bonitas.<br />
Una tarde, inesperadamente, nos hallamos delante de<br />
una casa grande en los suburbios de La Plata. Las<br />
numerosas antorchas del jardín indicaban cómo llegar a<br />
una escalinata y a la puerta de entrada. Seguimos aquel<br />
recorrido detrás de otras personas y nos encontramos<br />
dentro de un salón en el medio de una fiesta. No sabíamos<br />
ni siquiera quienes eran los dueños de casa.<br />
Un mozo nos sirvió algo para tomar. No hice a tiempo a<br />
abrir la boca, que Saverio, con el vaso en la mano, se había<br />
ya alejado, confundiéndose entre los invitados.<br />
Permanecí allí algunos minutos y encendí un cigarrillo<br />
para pasar el rato, hasta que él volvió.<br />
- ¿Qué haces ahí? Vení, tengo que presentarte algunas<br />
personas.<br />
Después de haber atravesado la sala, haciéndonos lugar<br />
entre la gente que bailaba, nos hallamos frente a tres<br />
bonitas muchachas sentadas en un sillón. Tenían un aire<br />
emancipado, dos de ellas fumaban con desenvoltura. La<br />
tercera me llamó la atención. Era elegante, tenía el cabello<br />
largo, rubio, que le caía sobre la espalda y sus ojos eran de<br />
un azul marino intenso. Sonreían de modo amable, como<br />
aquellas damas que años atrás, espiaba a través de una<br />
ventana con Filippo en el Principessa Mafalda.