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Untitled - Nicola Viceconti

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cabezas de familia. Debían escoger a los coordinadores,<br />

personas encargadas de la repartición de la comida. Cada<br />

uno era responsable de la distribución de los platos a un<br />

grupo compuesto por una docena de personas. Mi padre<br />

era nuestro coordinador y el de otra familia, de la región<br />

Marque, que se dirigía a Uruguay.<br />

Él era un hombre delgado con grandes bigotes y ella<br />

una mujer rolliza siempre dispuesta a sonreír, tenían una<br />

niña y dos varones. Uno de ellos era Filippo, de siete años<br />

como yo, que fue mi amigo de viaje.<br />

Con él, compartí la aventura de explorar todos los<br />

ángulos del navío. Un día estábamos sobre el puente y<br />

descubrimos una escalera. Sobre una cuerda atravesada<br />

había un cartel que prohibía el acceso.<br />

¿Qué podía haber arriba de aquella escalera?<br />

Nos miramos, no fue necesario hablar. Salté la cuerda<br />

para poner mi pie sobre el primer escalón. Las piernas me<br />

temblaban, pero estaba decidido a subir. Miré alrededor<br />

para asegurarme de que no nos viera nadie, Filippo me<br />

siguió con el mismo paso ligero.<br />

Un, dos, tres escalones…hasta arriba.<br />

Había una enorme terraza donde elegantes señores<br />

conversaban sentados a las mesas. Cerca de la baranda,<br />

un grupo de hombres discutía de comercio y de<br />

inversiones.<br />

Camareros discretos les llevaban de beber,<br />

excusándose de interrumpir la conversación.<br />

Un señor de media edad de barba corta y puntiaguda,<br />

vestido con un traje gris, miraba el horizonte en un lugar<br />

apartado. Parecía absorto en sus pensamientos, pero,

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