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Untitled - Nicola Viceconti

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desde siempre a mandar y no toleraba que me<br />

contradijeran.<br />

A pesar de que era el más pequeño de mis cuatro<br />

hermanos, organicé siempre la actividad de la empresa<br />

familiar y, gracias a mi carisma, administré siempre<br />

directamente a los obreros en las diversas obras<br />

desparramadas por la ciudad. Supe correctamente hacer<br />

de jefe. Bien podían decirlo todos, desde mis obreros hasta<br />

la señora Paula, fiel secretaria, que no me dejó ni un solo<br />

día en sus cuarenta años de trabajo.<br />

Graciela, mientras tanto, se había cambiado y, antes de<br />

irse, vino a saludarme.<br />

- Quiero saber como sigue esta historia. Mañana<br />

seguirá contándome de Raúl, pero sin perder el tiempo en<br />

describir el placer de fumar su cigarro.<br />

La fulminé con la mirada. Hacía así cada vez que alguien<br />

denigraba mis gustos, mis pasiones. Para mí aquel era un<br />

rito. El rito de la degustación.<br />

- ¡No lo descubrirá nunca!<br />

- ¿Qué?<br />

- La exaltación del sabor de un Quintero, su<br />

inconfundible aroma, sobre todo después de una buena<br />

copa de vino tinto, fuerte, pastoso, servido a temperatura<br />

ambiente.<br />

- Le suplico, señor Doménico, ¡no empiece de nuevo!<br />

¡Esta vez el doctor Serrano le hará entender lo que es más<br />

importante para su salud! ¡Ahora trate de descansar!<br />

La enfermera salió de la habitación. Seguí hablando<br />

como si ella estuviera todavía allí, alrededor de mi cama,<br />

colocando los remedios sobre la mesa y poniendo el

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