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Untitled - Nicola Viceconti

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aureolas de los vasos de los jugadores precedentes, luego<br />

entregaba las cartas y auguraba que ganara el mejor.<br />

En aquellos momentos, Saverio se sentía libre de los<br />

preconceptos y se convertía en sí mismo. En esos<br />

memorables partidos de cartas lograba atraer a muchos<br />

espectadores. Era hábil en mostrar su humorismo con una<br />

serie de bromas regularmente anticipadas, por el ruido de<br />

un as de basto o de un tres de espadas abatido con fuerza<br />

sobre el mármol de la mesa. Y así, cada vez que entraba<br />

en el bar, la sala del fondo se transformaba en un teatro y<br />

las risas estruendosas de todos se escuchaban hasta<br />

afuera. Al final de cada partido seguía un brindis colectivo<br />

que ofrecía generosamente, sin ostentar nunca su<br />

posición. Saverio quería ser uno de ellos y los aldeanos<br />

estaban orgullosos.<br />

Era respetuoso hacia el prójimo y ésto lo hacía distinto<br />

al resto de sus parientes, sobre todo de Germana y Pier<br />

Giorgio, sus dos primos hermanos. También ellos<br />

pertenecían a los Manieri Banzi, eran hijos de Carlo,<br />

hermano de don Vincenzo. Eran unos años más grandes<br />

que Saverio, habían pasado la adolescencia en un<br />

renombrado colegio de Nápoles, uno de aquellos lugares<br />

en donde las familias acomodadas del sur mandaban los<br />

propios hijos a “aprender las reglas y las buenas<br />

costumbres de la alta sociedad”. ¡Así decían sus padres!<br />

Sin pensar que el ánimo noble no se adquiere, sino que<br />

nace de una predisposición interior.<br />

¡Saverio sí que era un verdadero caballero! Los<br />

encantos que emanaba en cada situación, ciertamente, no<br />

se los había inculcado nadie. Por no hablar, luego, de su

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