You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
electrónico. Se acercó y me susurró a la oreja:<br />
- ¡Cumpà, este baile es para vos!<br />
Avanzó caminando al tiempo de la música, se acercó a<br />
Sofía y le hizo da una vuelta, luego, la envolvió en un<br />
abrazo y empezaron a bailar. Graciela se quedó sin<br />
palabras.<br />
- ¡Tiene el tango en las venas como Usted, señor<br />
Doménico!<br />
- ¡Sí! Sólo que con sesenta años de diferencia.<br />
La pasión común por el tango entre un viejo y un joven<br />
no era una cosa rara en Buenos Aires. Le expliqué a<br />
Graciela que, salvo pocas excepciones, quien bailaba tango<br />
en las milongas o era anciano o muy joven como Raúl. En<br />
la historia argentina, el tango para los menores de<br />
cuarenta no ha sido bien visto y las milongas, en los largos<br />
períodos de dictadura militar, fueron cerradas. Sólo al<br />
principio de los años ochenta las cosas cambiaron<br />
definitivamente. Aquellos de la vieja guardia, como yo,<br />
reaparecimos en las milongas para descubrir de nuevo el<br />
gusto de bailar el tango así como lo bailábamos en nuestra<br />
juventud. Los jóvenes como Raúl, en cambio, empezaban<br />
a bailar el tango como alternativa a los bailes de otro<br />
género.<br />
Ya desde los primeros instantes me di cuenta que, a<br />
diferencia de las otras parejas, Raúl y Sofía no querían<br />
demostrar que sabían repetir coreografías ya vistas en los<br />
bailarines más famosos. Interpretaban el tango buscando<br />
nuevos modos de ejecutar las figuras y lograban poner<br />
atención en el equilibrio de sus cuerpos. Sofía se<br />
abandonaba a Raúl y se dejaba guiar en las