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ostro serio y titubeó al decirme que debería empezar de<br />
nuevo a tomar los remedios<br />
- ¡Don Mimì, tenemos que empezar de nuevo con la<br />
terapia!<br />
Luego se apartó con Graciela y sobre una hoja con el<br />
mimbrete del hospital firmó la solicitud de oxígeno, para<br />
tenerlo a mano por cualquier cosa.<br />
Me impactó la mirada de Raúl, aquel pobre muchacho<br />
estaba aterrorizado. Temía que me fuera para siempre y<br />
sé que no soportaría otra pérdida.<br />
Superada la fase aguda de la crisis volví a sentirme<br />
mejor y busqué minimizar la situación. Quería levantarme<br />
enseguida de la cama pero ni lo intenté. Me estaban<br />
controlando.<br />
- ¡Qué caras largas! ¿Por qué tanta preocupación?<br />
¡Yerba mala nunca muere! Y además, tengo todavía<br />
tantas cosas que hacer antes de irme.<br />
Solo entonces Raúl sonrió.<br />
- ¡Claro Cumpà! Preparate. Dentro de un mes habrá un<br />
gran evento.<br />
Sabía que Raúl tenía que recibirse en abril, pero todavía<br />
no nos había dicho el día. Nos lo dijo esa misma tarde.<br />
Tenía que defender su tesis el 27 y aquella fue la primera<br />
ocasión para dar un paso afuera de la puerta de casa,<br />
después de cincuenta días de terapia.<br />
Nunca había entrado a aquel edificio de avenida Las<br />
Heras que alojaba la facultad de ingeniería. Lo veía desde<br />
afuera cada vez que pasaba por Recoleta. Parecía un<br />
convento con ese estilo neogótico. Poco después supe que<br />
mi impresión no estaba errada ya que originariamente