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sentirse responsable, como si fuera culpa suya.<br />
Me levanté y lo abracé para tranquilizarlo. No pude<br />
hacer nada más.<br />
Raúl se calmó un poco. Era casi el mediodía cuando me<br />
acompañó de nuevo a tomar un taxi.<br />
- ¡Gracias igual cumpà! Si no fuera por vos…<br />
Le hice una sonrisa a través de la ventanilla antes de<br />
que el taxi partiera y nos separamos una vez más, sin<br />
haber resuelto el misterio de Saverio.<br />
El día siguiente me desperté con una fuerte tos. Emitía<br />
algunos ruidos como los que hace un perro que ladra hasta<br />
consumir las cuerdas vocales. No tosía así desde los<br />
tiempos del hospital y volver a escuchar aquel ruido me<br />
espantaba. Era una fea tos. Me levanté y a duras penas<br />
llegué tambaleando al baño. El espejo reflejaba mi rostro<br />
morado, tenía las venas hinchadas y el cuello rígido. Logré<br />
apenas abrir la ventana, luego, me caí en el piso, preso de<br />
una horible crisis respiratoria. Quedé inmóvil, esperando<br />
que se pasara a la brevedad aquel malestar repentino.<br />
Tenía la cara apoyada sobre el suelo y, a pesar de que la<br />
boca estuviera abierta, el aire entraba a duras penas.<br />
Mientras tanto un hilo de saliva escapaba por la comisura<br />
de mi boca, lo sentía sobre la barbilla.<br />
Tomé todas mis fuerzas para tratar de arrastrarme<br />
hasta el comedor. Con el mango del bastón me enganché<br />
al manugrio de la puerta, luego a la pata del sillón y,<br />
ayudándome con un empujón de los pies, me acerqué al<br />
escritorio intentando agarrar el teléfono. Con el bastón<br />
enganché el cable del tubo y lo dejé caer. Me llevó un<br />
tiempo apretar la tecla de la llamada de emergencia, al