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años cincuenta, después de otra de las tantas crisis del<br />
país, la tintorería cerró sus puertas y Teresa se halló de<br />
nuevo en la calle sin un peso en el bolsillo.<br />
El mismo día que la despidieron pasó por la obra para<br />
contármelo. Estaba preocupada y al verla así sentí una<br />
gran pena. No tenía dinero para el alquiler y hacía ya<br />
varios años que su marido no aportaba un peso para la<br />
casa.<br />
Para Teresa no fue un período fácil. Decidí ayudarla<br />
proponiéndole pagar el alquiler de su casa hasta que<br />
consiguiera un nuevo trabajo. Ví en sus ojos una gran<br />
felicidad por el gesto, pero al mismo tiempo, noté cierta<br />
vergüenza al aceptar la ayuda de un hombre que no fuera<br />
su marido.<br />
Me estuvo siempre agradecida por aquel gesto. Yo no la<br />
entendía, a mí me parecía una cosa obvia.<br />
Con Teresa he vivido siempre una historia fuera de los<br />
esquemas, lejos de las etiquetas que algunos, en el curso<br />
de los años, han intentado ponernos. Y a pesar de que<br />
nunca fuimos novios, nos hemos tenido siempre un cariño<br />
auténtico, sincero. No sólo en las noches de milonga y en<br />
las excursiones en el campo, también en los momentos<br />
difíciles. Teresa estaba en mi vida más que cualquier otra<br />
y yo estaba en la suya. Conocía todo de mí, hasta mi lado<br />
desagradable, eso de huraño que de vez en cuando se me<br />
transparentaba. Con ella he podido contar siempre en mis<br />
momentos difíciles.<br />
Si hubiese decidido casarme lo habría hecho sólo con<br />
Teresa.